En búsqueda del síntoma. María Cristina Castillo.

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Mi agradecimiento y felicitaciones a quienes organizaron las Jornadas de la Escuela, una vez más nos encontramos en este espacio para compartir nuestra producción como analistas.


Es en el marco de estas jornadas, su convocatoria, la que me lleva a re-pensar una vez más, la clínica que interroga todo el tiempo.


Desde hace algunos años comienzo a escuchar insistentemente la pregnancia de una modalidad con la cual es bastante difícil trabajar, al menos para mí. Me refiero particularmente a la inhibición. Quería compartir un caso donde cuerpo y goce quedan enlazados del lado de la inhibición.

Luis concurre a su primera entrevista y dice sentirse abrumado por “cosas” que tiene que resolver y no sabe cómo. Entre esas “cosas” estaba inscripta la postergación, en relación a un título universitario, situación que preocupaba fundamentalmente, a su novia, por sentir ésta que se veía comprometido el futuro de la pareja.


En la segunda entrevista comenta que terminó con su noviazgo de tres años, que no podía tolerar más la irrupción de su novia en su privacidad.


Esta se había tomado el trabajo de rastrear, a través del departamento de alumnos de la facultad, a la cual concurría Luis, la cantidad de materias que adeudaba, ya que no daba crédito a los dichos de él.
Esto permite desplegar su historia diciendo que no va a soportar más a las mujeres invasivas. En clara referencia a las mujeres de la línea materna, quienes a modo de ironía eran llamadas, por el resto de la familia, “el clan X”, remitiendo X al apellido materno que enlazaba los significantes “mordaza y mafia”.
Este “Clan” como lo llama él, responde a los mandos naturales de una abuela materna, quien viva aún, sigue desplegando su poder a quien quiera escuchar.


Dando la bendición o bajando el pulgar (metafóricamente) tanto a hombres como mujeres que oficiaban como posibles nuevos miembros de la familia.

En la línea paterna abuelo y padre tienen la misma profesión, reconocidos con mucho prestigio en lo suyo. Solo que la única tía en esa línea paterna, (hace 15 años atrás) mató a su hijita de tan solo dos años, producto de una relación no legalizada.


Esta tía estuvo internada, por este hecho, en una clínica psiquiátrica, pero nunca detenida.
En la actualidad vive sola y sin ninguna atención medico psiquiátrica, situación que preocupa a Luis por cuanto supone “arreglos”, de la familia, para que quedase en libertad sin importar el diagnóstico psiquiátrico ni la figura jurídica que encuadre el caso.

La desmentida de lo que a todas luces fue un asesinato, según el paciente, ha tenido como objeto, ocultar al máximo posible los desbordes públicos que, en su momento, tomaron verdaderas dimensiones, al menos en su zona de residencia.


Es en ésta misma donde padre, abuelo y hermano mayor del paciente sostenían un nombre propio de arraigo profesional exitoso.


El asesinato implicaba corrosivamente éste nombre propio, la niña muerta y su madre portaban el mismo apellido ya que se trataba de una tía, hermana de su padre.


Luis no puede concluir una carrera universitaria, posterga su inclusión en un universo de profesionales al cual no podría acceder sin quedar en la línea de un apellido prestigioso pero cubierto por un manto de sospechas “Los doctores M”, inhibido de esta manera en la portación de un brillo fálico como lo es un título.

En una oportunidad llega tarde, algo poco habitual, llamativamente exaltado y pálido más sin mediar pregunta dice que estaba sumamente preocupado por lo que acababa de ocurrir. Comienza un relato en el cual una anciana sale al cruce caminando, con luz roja para cruzar, él avanza y apenas la roza con la puerta de su auto, realmente era un accidente con él cual Luis se compromete contactándose con la familia de la señora, la cual le agradece muchísimo y le comunica que ésta no puede salir sola a la calle, que la imprudencia es de ellos. De todas maneras, no alcanza para calmar su desvelo.


Subrayo una frase que escucho en el despliegue discursivo:


-“Venía para acá (su análisis)... pudo ser una tragedia... toque una vieja”


Comienza, a partir de allí, la pregunta por su madre, a quién por otro lado era difícil interrogar, mujer políticamente correcta, como suelo designar al conjunto de madres, las cuales aman a sus hijos pero no locamente.


Así comienza un peregrinar por los silencios de su madre, con relación a su padre, el cual había transitado una doble vida durante 10 años bajo una renegación que hacia causa con un silencio cómplice de la madre de Luis.


El recorrido por su análisis deberá hacer caer también aquello que mal-compactó sexualidad y muerte.
Hay una madre que aloja en su cuerpo una hija producto de una relación ilegal
El comercio sexual produce a la vista de todos una hija a la cual se asesina. Algo que conmueve profundamente a Luis ya que sucede en tiempos de su adolescencia. Algo loco de la sexualidad proviene de la vía paterna.


Al transcurrir el análisis recibo, en un momento, su llamado comunicándome que se ausentaría porque tenía varicela (aclaro que el paciente tiene 30 años en ese momento.


Cuando vuelve comenta que la paso realmente mal, ya que en edad adulta contraer este tipo de enfermedad suele ser mayormente, molesto y riesgoso.


Cabe señalar que el contagio se produce en su área de trabajo, relacionada con infectología.
Mi pregunta, en ese momento, apuntó a qué fue lo sucedido con la vacunación para prevenir un posible contagio.


Para mi sorpresa me contesta que no se había vacunado.


Cuando él ingresó a esa dependencia, había llenado una declaración en la cual enumeraba las enfermedades infantiles infecto-contagiosas que había padecido. Como no tenía registro de las mismas, acude al relato de su madre, la cual y aún ante la evidencia del brote en el cuerpo de Luis, juraba y seguía jurando con certeza, dicho éste del paciente, que sí las había contraído cuando pequeño.


Lo imprevisto de esta enfermedad, su irrupción, trae la posibilidad de seguir avanzando en su propio análisis.


Me permite introducir una pregunta ¿cuál será el costo por no interrogar las certezas de una madre?
La palabra de su madre sin interrogar lo deja en una zona de exposición al goce. Sin posibilidad de cuidar su cuerpo en la inhibición.


Abrir el juego donde las certezas puedan caer, es la apuesta, descompletar el sentido de la lógica de un “Clan”, que bien podría ser de mujeres asesinas, es el desafío.


Agenciar un viso de legalidad en la palabra paterna tal vez pueda permitir recortar el peso de la inhibición para poder ir en búsqueda del síntoma.

María Cristina Castillo.

Jornadas de Escuela “Cuerpo, Síntoma, Goces”, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 6, 7 y 8 de Octubre de 2006.