La Formación Del Analista: Un Título A Confirmar. Alba Flesler.

Tiempo de Lectura: 17 min.

"¿Qué es un libro que no se lee? -se pregunta Maurice Blanchot- `Algo que todavía no está escrito`- se responde a sí mismo con una simple verdad."

Me encontré con esta cita olvidada que había copiado en la última página de los Escritos de Lacan, y comencé a preguntarme de quién era. ¿Era de Lacan?

Blanchot no está en el índice onomástico. ¿De quién era? Busqué y pregunté a otros, no encontré respuesta, no sabían; concluí que es mía.

En Buenos Aires, por lo común, la gente comienza a realizar su práctica analítica cuando recibe el título. Título de psicólogo, de médico, título universitario. Salvo excepciones, todos advierten al consenso de no tomar pacientes hasta haberse -verse- recibido, hasta haber recibido el título. En el ámbito institucional así se requiere, para el ejercicio de la práctica, la presentación del título. Por ese tiempo, hay quienes iniciaron ya su análisis personal y sus grupos de estudio y es entonces que suman, junto a los pacientes, la práctica del control más bien a la manera de la supervisión.

¿Pero qué sucede entre ese tiempo en que un título autoriza una práctica y aquel en que el analista se autoriza de sí mismo?

Lacan dice que sólo al fin de un análisis un analizante deviene analista y es sabido que no abundan testimonios que brinden productos de ese pase. Pase de analizante a analista que autorice la práctica de aquel que supuestamente respondió en su particularidad a la pregunta de por qué alguien que sabe a qué resto se verá reducido al fin de un análisis, sin embargo se propone a sostener en la dirección de la cura su avance hasta ese punto, soportando el horror que se acto produce.

Entonces, nos encontramos con practicantes y también con un interrogante respecto a qué textos y testimonios permitirían afirmar el atravesamiento de un fin de análisis.

Es posible que interrogándonos encontremos en el tiempo de cada uno esos dos momentos que sitúan el inicio de una práctica, cuando decimos "empecé a tomar pacientes", y aquel segundo que resignificó el primero, cuando alguien devino retroactivos el título universitario cayó una y otra vez, en pos de una formación del analista siempre inacabada.

En los tiempos de la discusión respecto al ejercicio profesional del psicólogo, gustaba decir que los psicólogos no podían ejercer el psicoanálisis...y agregaba: ni los médicos, ni los filósofos, ni, ni, ni... Sólo los psicoanalistas podían ejercer el psicoanálisis. Esto es, hacer ejercicio de una profesión imposible. Ese chiste, que a muchos no hizo gracia, presenta la cuestión de que el título que cada una tiene (¿no decimos acaso "tengo un título"?) ése, que cada uno tiene, es el que le hará obstáculo al lugar del analista. Allí está el campo propicio para hacer consistir un saber.

Ricardo Rodríguez Ponte contaba en un seminario que una vez una paciente le dijo: "Doctor, ¿por qué dice eso?", y él se preguntó: "¿En qué saber me estaré proponiendo?" Efectivamente, había estado muy preocupado por saber, para aquella clase del seminario. Con su pregunta reinstauró una falta. Esto, nos consta, no es sin consecuencias en la conducción de un análisis.

Entonces, acordando que el título hace obstáculo al analista, surge la pregunta sobre qué hace propicia su formación. Se suele responder: análisis personal, supervisión y formación teórica, produciendo ya así una ruptura con la carrera universitaria, pero desplazando el "recibirse de algo" a una nueva formación. A esta ilusión responde excelsamente el instituto de psicoanálisis, con sus seminarios correlativos de enseñanza de Freud I, II, III... (uno podría preguntarse ¿por qué dejar de contar?) el análisis llamado didáctico y las supervisiones de un mismo paciente durante un lapso preestablecido.

Lacan fractura con la fundación de su escuela este trípode infértil que programa la formación de analistas en el marco de la garantía institucionalizada. Fue su preocupación, y lo dijo reiteradamente, la formación de analistas, y las puertas de su escuela estuvieron abiertas e invitantes a todos aquellos, aun los no médicos, que interesados en el psicoanálisis quisieran interrogar la senda freudiana.

Es mi interés recortar algunas cuestiones y propuestas, situando ciertas problemáticas en su relación con el análisis personal, la supervisión y la formación teórica. Esto me lleva a un título, el de este trabajo: "La formación del analista: un título a confirmar". A confirmar en la caída del título de analista formado, caída productiva que sitúa lo real de su práctica, llevándolo a dar cuenta de sus razones en el recorrido de su experiencia.

Respecto a la formación teórica nos hallamos ante la estructura en red de la teoría; tomamos un punto y nos hallamos inmersos en el tejido; el recorrido podrá variar de uno a otro, lo cual no quita que haya puntos necesarios a anudar. No es cuestión de un saber consistente de la teoría, ya que no hay universo del discurso y en este sentido hay un saber que falta. Esto es otra manera de decir que Otro como batería significante, S2, saber inconsciente es un Otro barrado. La castración implica este saber en falta, falta al Otro.

La teoría, lejos de ser un saber coleccionable que retiene o da un Otro omnipotente, es un tejido que se sigue tejiendo, propiciando una trama que literaliza su textura. Distante entre el profesor universitario y el enseñante, que abre la brecha al interrogante por los efectos que su transmisión produce. Producción de nuevos significantes para el progreso del psicoanálisis. si falta al Otro, el efecto de sujeto posibilitará el progreso de la serie, progreso que tal vez devenga escritura.

Enseñanza que en Freud y Lacan podrá devenir transmisión si y sólo si para nosotros Lacan no es el Otro de Freud, es decir si sostenemos, más allá de repetir incansablemente "no hay Otro del Otro", que si Lacan se dijo freudiano fue por recorrer los bordes del agujero freudiano y que la frase "si ustedes quieren, sean lacanianos" no es sino invitarnos por nuestro deseo a bordear la falta en Lacan, es decir, producir nueva escritura.

En una oportunidad iba a dar una clase de seminarios sobre un texto de Lacan y tratando de romperlo en trozos para ubicar sus articulaciones me quedó un punto ciego, al menos uno del que me daba cuenta. Así realicé mi exposición y en el momento de las preguntas alguien me interroga justo esa oscuridad que yo portaba. Me sorprendí escuchando por mi boca una respuesta que puso luz a mi ignorancia. ¿Dónde estaba ese saber que allí apareció? Digo: en el Otro. La sorpresa fue por el desprendimiento de una verdad sólo dicha a medias en el saber del otro, verdad relativa a la falta en el Otro, ésa que me llevó a exponerme en el seminario al precio del narcisismo y a cuenta del deseo.

Entiendo por qué Lacan sostenía en sus seminarios la transmisión en el límite de su enseñanza, no hablaba de lo ya sabido sino de lo a decir. Sorpresa por su mensaje que el sujeto recibe invertido desde el campo del Otro cuando su creencia lo sostiene como "yo digo y yo soy yo". En los límites del saber algo de la verdad se dice o más bien se intenta decir. En el seminario "Momento de concluir" Lacan refiere a esta cuestión: "Se intenta decir la verdad, se intenta decir la verdad pero no es fácil porque hay grandes obstáculos a que la verdad se diga. ¿No será que uno se engaña con la elección de las palabras?". (1).

Único acceso a lo real por la vía del significante que en la insistencia del automatón recrea el espacio del encuentro fallido con lo real. Pero es en el hecho mismo de que no hay relación sexual que un producto se desprende y toma su valor de agujero produciendo en ese límite, al saber.

Ahora bien, "Algo que no pueda traducirse en el lenguaje no es seguro que no sufra de la carencia totalmente eficiente",(2) eficiencia que podría pensarse en relación a la escritura, la función del escrito en la formación del analista. No se la incluye en general cuando se recurre al trípode del análisis personal, supervisión y formación teórica, pero ha tomado en nuestros días y especialmente en nuestro ambiente un sitio de ideal que muchas veces confunde escribir con lo que se hace con un lápiz y un papel, es decir con la acción. El momento de escribir no es el tiempo de la escritura. Este será cuando los límites, los puntos de impasse, de sin salida, muestran lo real en el acceso a lo simbólico. "Por eso no creo vano -dijo Lacan- haber llegado al cabo a la escritura del a, del S , del significante, del A y del . Su escritura misma constituye un soporte que va allende la palabra, sin salir de los efectos mismos del lenguaje".(3)

Aquí quisiera intentar un recorte de mi práctica relativo a los tiempos diferentes de la insistencia repetitiva y el momento de la escritura. La interrupción de un análisis me lleva a escribir de sus avatares y presentar en la Escuela hace unos años el material clínico con las hipótesis producto de mis reflexiones en ese momento. Interpretaba por entonces que "la transferencia había quedado ligada a quien hiciera la derivación", hecho por el cual, aducía, el análisis no progresó. La analizante insistía en sus sesiones en que ella hubiera querido analizarse con ése que la derivó. El tiempo transcurrió y según reconstruí posteriormente los grupos de estudio que coordinaba, hasta que invitada a hablar en un seminario sobre el tema de la histeria y vuelto a presentar el material aun desde otra perspectiva, escucho en la discusión posterior reafirmar la posición de mi tesis respecto a que ése que hizo la derivación retuvo el saber que le otorgara la transferencia y no derivó.

Recién entonces se precipitó el valor de aquella frase "la transferencia había quedado ligada a quien hiciera la derivación", ¿pero para quién sino para la analista? Caída de un sentido, que había sostenido su insistencia y que inscribió su eficacia al retornar en otro tiempo, produciendo un abrochamiento que escribe la caída de la transferencia. Escritura que en relación a lo que no cesa de no escribirse sitúa un real cortando la letanía de la repetición, produciendo "un significante, del cual pueda resolverse su relación con la verdad".(4) Si en ello se ofende Narciso, no es menor la ganancia que la pérdida conlleva, nueva luz ilumina el camino que antes ensombrecía el deseo en su curso. En la vía de su formación, el analista recorre los pliegues transferenciales que, en tanto no disueltos, arrugan la tela de su práctica.

Retomando la pregunta por la formación del analista, quisiera recordar a Freud y a los primeros analistas. Frescura de los inicios cuando la preocupación era el descubrimiento del inconsciente, la articulación de la teoría que la práctica proponía. Desde entonces se ve a Freud impulsado por su afán investigador. Freud aprendía de sus pacientes. Los primeros analistas hacían sus análisis o hablaban de sus pacientes con Freud en algunas reuniones, a veces sólo un encuentro precipitaba el análisis de una formación del inconsciente, como leemos en el caso llamado "aliquis"; o la correspondencia situaba la supervisión, como la conocida de Lou Andreas-Salomé o bien la de Edoardo Weiss, quien ejercía el psicoanálisis en Italia. Frescura que en estos días calurosos que vive el psicoanálisis produce gran alivio a nuestro cuerpo teórico.

Con la noticia de la enfermedad de Freud y a fin de garantizar los principios fundamentales del psicoanálisis se intentaron los medios para la formación de analistas por medio de la reglamentación de una enseñanza completa. Reglas para garantizar analistas en la búsqueda de reglas para garantizar el psicoanálisis. Así se encontraron como efectos cías para su distorsión. Consolidaron la única tendencia que Freud siempre quiso evitar: restringir el análisis de control con el fin de controlar las aptitudes del candidato, estandarizando los criterios de evaluación, realzando la objetividad del discurso del paciente (ya sea con notas puntillosas de las sesiones o bien con grabadores) y sentados en el análisis de la contratransferencia.

El super-visor cumplía su actividad pedagógica en respuesta a la búsqueda del visto bueno por parte del Ideal, garantía del saber. Avance de la ortodoxia como reglas rígidas, que valorizando las más formales fue desconociendo la más específica, la fundamental, la asociación libre que dice que el saber no está en el lugar de la conciencia. ¡En fin! ya nos decía Lacan que garantías sólo esperan los tontos.

Para situar el análisis de control más bien lo referimos al controlarse, controlarse respecto a aquello que hace resistencia, es decir, detiene el trabajo analítico. Lugar donde se despliega la función deseo del analista controlando el deseo de ese analista. Si hay demanda de supervisión, S.s.S, la tarea será más de caída que de consistencia; si se satisface la demanda de saber, diciendo cómo trabajar, qué se debe decir, cómo hacer, se instaura al supervisante como objeto. Será tarea del analista de control restar al supervisante el apoyo para la fijación imaginaria; controlando al análisis, no al analista, emergerán tal vez las insuficiencias de su análisis.

Otra cuestión es el análisis del analista, como solemos llamarlo, llamativamente. Decir del analista cuando repetimos que es al fin de un análisis cuando se produce el pasaje de analizante a analista, deja a cierta extrañeza por lo que allí evitamos de la paradoja que nos habita. Esta que sitúa nuestra práctica analítica en tiempos en que nuestros análisis aún continúan. Entonces, si es análisis, no es del analista, como no lo es del niño, ni del adulto, sólo análisis; donde si lo llamamos concluido ese analizante reconocerá de su estructura las marcas que lo habitan, el fantasma soporte del deseo cederá su aspiración de emparchar con los gajos de su vestimenta esa falta que en el Otro produce un agujero. Inicio de un camino que si del deseo del analista se trata propiciará, se espera, un testimonio. Largo recorrido que, llamémosle bucles, tarea o como se quiera, no ahorra al sujeto lo sufriente de una senda que en su función liberadora lo lleva a pagar el precio de múltiples pérdidas. Sufrimiento por aquello que también goza, nos decía Freud hablándonos del síntoma. Hay algo que el sujeto no quiere abandonar.

Ahora bien, hablamos de fin de análisis, recorremos las diferencias y articulaciones entre Freud y Lacan al respecto, proseguimos la teoría, llegamos en nuestra escuela, al menos, a aportar al proyecto de pase aun con el fracaso de Lacan. ¿Pero qué testimonios nos permitirían avanzar en la teoría del fin de análisis? ¿Qué lectura podría sancionar la efectividad de un texto de fin de análisis?

Tenemos preguntas y apuestas, contamos con nuestros análisis terminados o que aún continúan y también con aquellos que hemos conducido y que llegaron a su fin o bien a su límite. La formación de analistas nos toca en nuestra formación reconstruyendo los puntos donde esa función llamada deseo del analista cumplió su misión de hacer progresar los análisis y también aquellos donde la resistencia fue límite a su avance.

Si instituimos algo nuevo sólo en su funcionamiento,(5) apostar a introducir el pase en la Escuela implica que es con la ficha de nuestro deseo que el juego se realiza. Ello no resta sitio a los riesgos que como el trabajo analítico una vez largado sigue su propio camino sin que podamos previamente establecer las vías de su curso. Podemos sí leer los mojones que indican el camino hecho y el por hacer. Esta apuesta corresponde a un tiempo de trabajo, como tal no pretende conclusiones sino más bien un movimiento que aposteriori dirá de sus causas.

Propongo que reinterrogar lo real de nuestra práctica es avanzar sobre nuestras preguntas más que prospectivamente, en el límite mismo en el que nos encontramos. Haciendo de la formación del analista un título a confirmar, en los textos que puedan brindar testimonio de ello y que sólo cuando se lean se escribirán al fin.

Alba Flesler.

Jornadas "La Formación del Analista". Escuela Freudiana de Buenos Aires; 1987.

NOTAS:

(1) J. Lacan, El momento de concluir, seminario. Publicado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires para circulación interna.

(2) J. Lacan, El acto psicoanalítico, seminario. Publicado por Discurso Freudiano, para circulación interna.

(3) J. Lacan, Aún, seminario. Edit. Paidós.

(4) Ibid.

(5) J. Lacan, "Proposición del 9 de octubre", publicado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires para circulación interna.