NOTAS SOBRE LO REAL Y LA VERDAD. Alba Flesler.

Tiempo de Lectura: 18 min.

Mientras no alcances la verdad, no podrás / corregirla. Pero si no la corriges, no la / alcanzarás. Mientras tanto, no te resignes. / Del Libro de los Consejos / Una mirada sobre el horror

UNA película, "La Vida es Bella" de Roberto Benigni, expuesta en la cartelera de cines de Buenos Aires hasta hace poco tiempo, despertó profusas polémicas en la sociedad, incluso en el ámbito de la comunidad psicoanalítica.

Diarios y revistas reflejaron una discusión cuya línea central delimitaba dos territorios, cuál más defendido con voces de indignación.

Se acusaba al film de tratar con liviandad y falsedad los hechos acontecidos durante la Segunda Guerra. Se decía que él no mostraba la historia real, que era infiel a la verdad.

El despliegue fílmico que comienza en los tiempos de la preguerra relata dos tramos de la vida de un hombre joven, italiano y judío. En un primer desarrollo muestra su encuentro con una bella maestra, el amor que los une, su cotidianeidad con el hijito de ambos y las señales del discurso fascista en la sociedad. Un segundo tiempo del film va introduciendo nuestra mirada en los campos de concentración.

Por la puerta de una estación ferroviaria vemos pasar al padre y al hijo. Atravesamos con ellos la puerta y también subimos al tren que los trasladará como prisioneros al sitio del exterminio.

La puerta que permitió a nuestra mirada de espectadores entrar en la nueva escena no nos ahorró, sólo enmarcó, un espectáculo inquietante. Hacinados en vagones como ganado, ya despojados de los elementos propios de su condición humana, iban hombres, mujeres y niños sin saber a dónde.

A través de la puerta en la estación, además de los trenes de carga, desde nuestra butaca también vemos cómo el padre abre grandes sus ojos y él, también ve.

A partir de ese momento y hasta su muerte, el padre sostendrá ante su hijo una ficción de los acontecimientos. Le dirá al pequeño que ambos están participando de un juego de competencia del cual son integrantes tanto los prisioneros como los soldados amenazantes. Al comienzo, el niño, como todo niño, creerá aquello que dice el Otro, se identificará a su palabra, él será aquello que el Otro le dice que él es: será competidor. Poco a poco, ya en el campo se encontrará con otros decires, el decir del padre entonces no le resultará tan verosímil, irá perdiendo la credulidad, abrirá los ojos y pondrá en cuestión las afirmaciones del padre.

"Aquello que decís no es verdad – le dirá – no es cierto que estamos en una competencia, aquí nos convertirán en botones y jabones".

El padre, aún sabiendo que el niño sabe, insistirá: "¿Cómo se puede creer algo así? ¿acaso después saludaré a un botón y le diré ‘qué tal Bartolomé’?".

Sobre el final, luego de varias secuencias, el pequeño ve una escena muy dura y el film, confrontándonos con nuestra escisión, va produciendo un viraje en nuestro punto de vista al colocarnos desde la perspectiva de ese niño que ve. Pero el niño y nosotros no vemos lo mismo. Nosotros sabemos aún sin llegar a ver, aquello que el niño no ve, la muerte del padre. Allí, desde el lugar donde está escondido, a través de una ventanita similar a una pantalla cinematográfica vemos a su papá marchar. Nosotros también vemos al padre mirándolo, apuntada su espalda por un soldado uniformado y esperando que su hijo se salve sigue la ficción, velando el horror, otorgando con su muerte sentido a su vida. Los espectadores, nosotros, podemos escuchar el disparo y suponerla, pero tampoco vemos la muerte.

Ya todos se han ido. El hijo camina solo, sus palabras cierran el largometraje, nos habla, nombra la deuda que tiene con su padre.

¿Cuál deuda?

Mi respuesta anticipa aquello que intentaré desplegar en estas notas: La deuda creada a partir de haberle ahorrado la visión real del horror.

Tomaré, para avanzar en el desarrollo que propongo, el nudo borromeo como Lacan (1) lo escribe en el plano. Se trata de tres eslabones que se anudan de manera tal, que cumplen dos condiciones: no hay ningún anillo que penetre al otro y si se corta cualquiera de los tres anillos, los otros dos también se separan. Con estos tres, Lacan presenta el sujeto de la estructura.

En lo Imaginario Lacan escribe un cuerpo anudado a lo Real de la vida que la muerte simbólica enlaza, dándole su valía.

Sin embargo cuando lo Real se ve, desamarrado de lo Imaginario y lo Simbólico, puede despojar de valor la existencia del sujeto, empujándolo como a muchos sobrevivientes de campos de concentración a desenlazar fatalmente su vida.

La polémica suscitada por la película me invitó a escribir algunas notas sobre lo Real y la verdad, más que para sumar mi aprobación a los méritos del film de Benigni, para afinar mis perspectivas haciendo una clínica de mi práctica como psicoanalista.

La verdad de los padres

Está ampliamente difundido y aceptado en nuestros días que a los niños, hay que decirles la verdad. Su legítimo derecho a ella no ha dejado de plantear, sin embargo, más de una confusión en muchos padres que me consultaron.

Recibí en una oportunidad la visita de un hombre proveniente de Mar del Plata, ciudad en la que residía con su esposa y su hija adoptiva. Muy angustiado venía a consultar, pues la psicóloga de la escuela a la que asistía la pequeña atribuía los severos síntomas de la niña al hecho de que sus padres no le habían dicho "la verdad".

Al preguntarle cuál era la verdad que no le habían dicho me responde, sorprendido ante mi requerimiento y sin titubear: "que no es nuestra hija".

– ¿No lo es? – pregunté con expresión de sorpresa intentando abrir el sentido sobre la falla acaecida, no en la adopción legal sino en la adopción simbólica. Esa adopción, requerida para todo lugar de hijo más allá de la naturaleza que originó su engendramiento, se hallaba irresuelta e impedía a estos padres hablar de la adopción.

Tuve a su vez ocasión de escuchar a una joven cuyo padre había muerto repentinamente. Cuando vino a verme transitaba los efectos de un duelo patológico intramitado aún después de muchos años. Se quejaba al llegar a mi consultorio, me reprochaba con disgusto y con gesto de rechazo que yo pusiera flores en él: "Fuera de la planta, son flores muertas", me decía, sin poder apreciar su belleza.

Tanto la película mencionada como estos breves relatos de mi práctica dieron asiento a sendas preguntas acerca de la naturaleza de la mirada en la apreciación de lo Real y la incidencia del punto de vista en la versión con que se dice, la verdad.

La verdad de Freud

Entre 1915 y 1916, durante la primer Gran Guerra, Freud escribió su texto (2) sobre la guerra y la muerte, seguido por sus reflexiones respecto a la transitoriedad de la vida.

Algún tiempo atrás, se había encontrado paseando por el campo con un amigo y un joven poeta, probablemente Rilke. Freud al escucharle admirar la belleza de la naturaleza sin lograr el regocijo que ella podía ocasionarle, se pregunta: ¿Qué le ocurría?

El poeta tenía una óptica pesimista y la transitoriedad real e indiscutible de lo bello lo tornaba para él carente de valor: "…la belleza estaba destinada a desaparecer, en el invierno moriría…", esas eran sus palabras.

Por el contrario, Freud, al mismo tiempo que infiere un fuerte factor afectivo enturbiándoles el juicio "a los dos sensitivos", el poeta y su amigo, considera que "el valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo [y] la restricción en la posibilidad del goce [aquello que] lo torna más apreciable".

¿Dónde divergen el punto de vista de Freud y el de sus amigos? ¿Qué condiciones le permiten a uno el regocijo que a los otros les está vedado?

Al explicar que la mirada melancolizada sólo ve con dolor y descreimiento lo Real de lo perdido proclamando la falsedad de toda ficción que intenta enlazarlo(a), Freud admite que la percepción de lo que se ve, no es función del ojo. Sólo cuando la vida real está anudada a la muerte simbólica, recogiendo la ganancia que la castración le imprime, encuentra en la transitoriedad un motivo para el goce de la existencia. La vida, entonces, se verá bella.

En los campos de concentración fue deshecho el valor simbólico que el ser humano puede encontrar de la muerte, el horror se hizo transparente.

Esta situación, lejos de opacar el sentido de la vida, despertó en el padre de nuestra película, los valores que la subtienden. Su perspectiva le permite, distanciarse del lugar donde la mirada fascista le propone verse objeto de deshecho, tomar sus marcas de sujeto y dignificar su existencia, cada instante de su vida.

Así, el deseo del padre cuida no sólo la vida real del hijo, también su existencia de sujeto al poner una barrera al irrestricto goce nazi.

Pero dando un paso más, ¿qué decide la perspectiva del sujeto en su percepción de lo real?

Dime cómo te miraron y te diré cómo ves

El campo de lo visible está determinado para el sujeto en primera instancia por una mirada que está afuera y que de inicio le viene de otro.

Para tener un cuerpo y considerarlo propio, el sujeto ha de alienarse a una imagen que Otro sostiene en la primera infancia, como soporte del narcisismo primordial.

Pero el sujeto, se ve en la imagen desconociendo la diferencia entre su cuerpo y ella. Al reconocerla como suya, la identifica, la unifica como "moi", como "yo", sin percibir que su reflejo es la envoltura de algo que nunca fue visto. Es su forma la que precipita en una coagulación cuasifotográfica, fijando la atención del sujeto en ella.

En ese instante, de la mirada, es ya la represión la que vela el carozo que contiene la imagen haciendo que el sujeto se vea sin verse visto. La puntualidad de la percepción corresponde más que a los órganos sensoriales, al sujeto.

Por otra parte, será la intermitencia de la mirada del Otro la que en su parpadeo, ha de ahuecar el narcisismo inicial articulando a su presencia necesaria el juego de su ausencia.

Esta concepción de Lacan, articuladora de lo Real y lo Imaginario, modifica su teoría del narcisismo expuesta en los años del Estadio del Espejo (3) al situar una porción de investimiento libidinal primitivo que permanece enlazado al cuerpo en la constitución de la imagen en el espejo. Este resto que no entra en la imagen, al carecer de localización especular se manifestará por vías diversas en el espacio oscilante de los investimientos libidinales, entre los objetos y el cuerpo propio.

El cuerpo así anudado, R. S. I. (4), con el objeto a en el entrecruce de los tres, tendrá acceso al goce real de la vida y posibilitará la delimitación de un espacio de representación para el sujeto respecto a lo conocido como propio. A su vez, desde el reconocimiento o desconocimiento de los objetos del mundo se interrogará sobre lo falso y lo verdadero.

La aparición en el espacio circunscripto por la imagen, de lo "unheimliche"(5), puede desencadenar tanto una amenaza de muerte al yo como la deformación de la imagen o la suspensión del juicio de realidad. La subversión del ordenamiento de lo conocido puede provocar no sólo angustia sino una inquietante extrañeza frente al desborde de los límites entre lo Real y lo Imaginario.

Es dable remarcar sin duda, la diferencia entre ese desorden en lo ya conocido y aquello que muestra la película de Benigni. En ella, el padre se esfuerza en poner una pantalla a la mirada arrasante del régimen nazi que aniquila lo Simbólico regulador de la vida humana. ¿Quién creería que otro ser humano pudiera ser convertido en botón, en jabón o en leña?

La anamorfosis (6), que reconoce las propiedades de la perspectiva geometral, nos enseña cuán determinante es la perspectiva del sujeto, en la apreciación tanto de la realidad como de lo Real. Desde que Lacan apelara, no casualmente, al esquema óptico(7) para ejemplificar los enrevesados destinos constituyentes de lo escópico, podemos ubicar que sólo rotando el lugar de su origen en el espejo del Otro, el sujeto alcanza una óptica diferente para su encuentro con lo Real.

La escritura del objeto a en el nudo otorga mayor precisión al hecho por el cual, las posiciones del sujeto dependen tanto del suelo que lo vio nacer como de las intermitentes luces con que el sujeto ilumina su existencia. Solidaria del sujeto dividido (S), remarca la división entre los determinantes estructurales del sujeto y aquellos que el sujeto determina con su acto.

Pero producirá eficacias diversas si el Otro, al mirar con amor encuentra en el niño equivalencia fálica para un brillo o, por el contrario, lo mira con malos ojos, descubriendo en la imagen la falta de afinidad entre el objeto y su cobertura; en ese caso el sujeto en lugar de verse, se verá visto.

Se dice que al bebé "todo le llama la atención". Será así, si su percepción que es libidinal se sostiene de un apercibido, si un goce, extraído fuera del cuerpo, se ha perdido, ofreciendo estímulo para su búsqueda.

Sólo si a la consistencia imaginaria le cabe un trozo de real localizado como falta en el Otro, el sujeto podrá habitar la imagen del cuerpo. Sin ello, se desvitaliza, se desanima, se torna inexpresivo, sus movimientos se estereotipan, nada llama la atención de su mirada, nada causa el deseo, ni anima la búsqueda.

El lenguaje extranjero del soldado alemán, en su entonación, sólo dejaba oír el goce amenazante de la voz. Al hablar pseudotraduciéndolo, el joven padre italiano, no sólo emite enunciados, dice en su enunciación la verdad de su deseo: negativizar su lugar de objeto en el goce del Otro.

La verdad de Lacan

En L’Etourdit (8) Lacan plantea "metaforizaré con el incesto la relación que la verdad mantiene con lo real". Esta afirmación que sitúa como imposible el decir la verdad toda, es resultante de un extenso recorrido en la enseñanza de Lacan.

Si al comienzo, resalta el valor del significante en el advenimiento de la verdad, sobre el final de su vida la verdad se articula con lo Real, con lo Real del significante de la falta en el Otro, que todo decir no alcanza sino a mediodecir (9).

Cuando la verdad se mal dice

Jorge Luis Borges en su autobiografía (10), recientemente publicada en español, hace un comentario sobre Macedonio Fernández. "Macedonio – dice la cita – dudaba de que la verdad fuera comunicable. Pensaba que algunos filósofos la habían descubierto pero no habían logrado comunicarla del todo. Sin embargo, también creía que descubrir la verdad era muy fácil. Una vez me dijo que si pudiera acostarse en la pampa y olvidar el mundo, olvidarse a sí mismo y olvidar lo que buscaba, de pronto la verdad podría revelársele. Agregó que, por supuesto, resultaría imposible poner en palabras esa sabiduría repentina."

Coincido con Macedonio. La verdad de la inexistencia del Otro no es comunicable, sólo puede medio decirse a media voz. A su vez, ese tiempo de decir será posible, si en los tiempos de la infancia el sujeto halló la necesaria consistencia del Otro(b).

La búsqueda de saber y el afán de verdad

En su texto sobre las teorías sexuales infantiles (11) Freud condiciona el despertar de la curiosidad o de la búsqueda del saber en el niño, a la conmoción del narcisismo.

La aparición del hermanito o sustituto es vista por el niño en la mirada materna y despierta el interés del sujeto por saber el origen. Origen entendido como causa del deseo, deseo que desvió la mirada del Otro hacia aquello que un hermanito representa. Las vicisitudes de ese tiempo dejan su impronta en la estructura de la envidia y los celos.

Pero también darán lugar a la emergencia de las preguntas. Ellas emergen, y colocan al pequeño en emergencia ante el encuentro con lo Real. Él buscará entonces saber, saber ante el descubrimiento de ya no ser el pequeño…falo de mamá. Sin embargo, no siempre la respuesta se hace pregunta, ella sólo se produce donde no hay relación de complementariedad, mostrando así la profunda incompatibilidad entre la sexualidad y el saber inconsciente.

Ver la castración en la madre decide los destinos del sujeto en la respuesta que se dé ante ese descubrimiento si ese descubrimiento está ordenado por el significante fálico que aparece y desaparece. Su dialéctica muestra que hay algo de lo cual la madre está privada. El descubrimiento se produce gracias a una vestimenta, cobertura que velando, produce efectos en el deseo del que mira, pues realmente, cubre nada.

A su vez, las consecuencias de lo descubierto no tardarán en desmentirse por la vía de la estabilización fantasmática que las teorías sexuales infantiles expresan.

El sujeto del discurso, que difiere del sujeto del lenguaje, y aún del sujeto de la palabra, se constituye a partir de esa ignorancia y del sostén permanente de la pregunta a la que invita. La teoría sexual que se inventa, trata de responder al enigma sexual con verdades enmascaradas y ficciones, las cuales van produciendo un saber disjunto de la verdad.

Pero "la respuesta sólo se hace pregunta – dice Lacan en L’Etourdit – donde no hay relación que sustente la reproducción de la vida".

"Lo que estimula la pregunta es más bien la respuesta, la respuesta que la sustenta y la estimula a repetirse en lo real".

Ahora bien, la función de respuesta necesaria no ha de equiparase a una contestación que anida la ilusión de agotar el sentido de lo Real.

Los padres responden con la verdad cuando la función deseo de los padres restringe, con amor (c), el goce que también los habita.

Al acallar el goce, ellos responden dando cabida a la pregunta del sujeto por el enigma que invita a ser develado, ellos ofrecen el velo necesario donde proyectar la pantalla del fantasma.

El niño del film, ya adulto, hablará, desde otra posición, en otro tiempo. Sobre el final nombrará la deuda con su padre quien, al enmascarar el goce mortífero, transmitió su castración.

En nombre del ideal de autenticidad, en ocasiones sólo se formula lo real del goce. Quien lo emite, al creer que es posible decir toda la verdad, sólo dice que elude como amo su verdad de sujeto entre "el objeto que lo causa y el significante que lo excede". "El discurso del amo – dice Lacan – es el menos verdadero, es decir el más imposible. Ese discurso es mentiroso y es precisamente en eso que alcanza lo real. Verdrängung, Freud llamó a eso."(12).

Alba Flesler.

Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis; Rosario; 1999.

NOTAS

Notas a «NOTAS SOBRE LO REAL Y LA VERDAD» por Alba Flesler.

(*) Presentado en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Rosario, julio de 1999, Rosario.

(**) Citado por José Saramago en Historia del cerco de Lisboa, Ed. Alfaguara, 1999.

(a) Un amplio desarrollo sobre el tema del dolor y la melancolía, puede hallarse en el libro de Pura Cancina El Dolor de Existir… y la Melancolía, Homo Sapiens Ediciones, Colección La Clínica en los Bordes, Rosario, 1992.

(b) Expuse el tema de la inconsistencia del Otro en el texto "Tres Versiones de la Impotencia del Padre", presentado en la Reunión Fundacional para una Convergencia Lacaniana de Psicoanálisis "Los Fundamentos del Psicoanálisis en el Fin de Siglo", Barcelona, octubre de 1998.

(c) Apunto al anudamiento del amor, el goce y el deseo tal como fue planteado por Isidoro Vegh en su libro Las Intervenciones del Analista, ACME – Agalma Editorial, Buenos Aires, 1997.

(1) Lacan, Jacques: La Tercera, en "Actas de la Escuela Freudiana de París", (VII Congreso, Roma, París), Ediciones Petrel, Barcelona,1980.

(2) Freud, Sigmund: La Transitoriedad (1915), Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985, t. XIV.

(3) Lacan, Jacques: Le Stade du Miroir comme Formateur de la Finction du Je, Écrits, Éditions du Seuil, París, 1966.

(4) Lacan, Jacques: Seminario XXII: R S I, 1974 – 1975. (Inédito).

(5) Freud, Sigmund: Lo Ominoso (1919), Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985, t. XVII.

(6) Lacan, Jacques: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Seminario XI. (Inédito).

(7) Lacan, Jacques: Remarque sur le Rapport de Daniel Lagache: "Psychanalyse et Structure de la Personnalité", Écrits, París, Éditions du Seuil, 1966.

(8) Lacan, Jacques: L’ Etourdit, Scilicet Nº 4, Éditions du Seuil, Paris, 1973.

(9) Lacan, Jacques: Libro 20: Aún, 1972 – 1973, Ediciones Paidós, Barcelona, 1981. Texto establecido por Jacques – Alain Miller.

(10) Borges, Jorge Luis: Autobiografía 1899 – 1970, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1999.

(11) Freud, Sigmund: Tres Ensayos de Teoría Sexual (1905), Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985, t. VII.

(12) Lacan, Jacques: Seminario XXIV: L’ Insu que sait de l’une bevue s’aile a mourre, 1976 – 1977. (Inédito).