Melancolías. Haydée Heinrich. Clase 3.

Tiempo de Lectura: 31 min.

La vez pasada hicimos un recorrido de la melancolía a través de la historia, y vimos que era poco lo que podía encontrarse con respecto a la pérdida del objeto. Sí aparecía claramente en la nostalgia y el mal de amor del romanticismo. 

Algo también se ve en los que pierden la protección de Dios o de los Dioses, en la línea de lo que aparece en la melancolía freudiana como un castigo por parte de una autoridad moral, superyoica. Pero en la acedia, en la tristitia como pecado más bien es el sujeto el que le da la espalda a Dios, no es que Dios lo haya castigado, más bien se preocupa poco por lo que opine Dios. Es el acédico el que rechaza a Dios.

Entonces, la asociación del duelo con la melancolía es bastante original por parte de Freud y vamos a tratar de pensar si esta asociación beneficia o complica la comprensión de la melancolía.

Digamos que hay cierto consenso en psicoanálisis de que la melancolía es algo que se desencadena con una pérdida y tiene síntomas similares a los del duelo, más los autorreproches, baja autoestima, eventualmente ideación suicida. Creo que fue esta asociación tan abroquelada la que hizo que sea tan difícil pensar a la melancolía en forma independiente de una pérdida – por un lado. Y por otro lado, al haber quedado tan abrochada al ánimo doliente, inhibido, falto de deseo del duelo, también es difícil pensar que la melancolía pueda expresarse de otras maneras, como p.ej. en una adicción.

En “La Familia” que es un texto muy antiguo de Lacan, habla de los suicidios no violentos, y si bien no los explica demasiado, menciona a la anorexia mental, a los envenenamientos lentos de algunas toxicomanías, y a las neurosis gástricas o digestivas (que deben corresponder a lo que hoy llamaríamos enfermedades psicosomáticas). Digo: que si se trata de suicidios, aunque sean no violentos, habría que pensar algo de la melancolía, al menos como pregunta, también en estos casos.

La vez pasada comenzamos a ver Lo Perecedero para empezar a pensar el tema del duelo en Freud. (Un texto escrito poco después de Duelo y Melancolía (nov. 1915), pero publicado antes, en 1916. Duelo y Melancolía fue escrito en mayo de 1915 pero publicado en 1917). Ahí Freud nos cuenta que durante un paseo por la campiña, en compañía de un amigo taciturno y de un joven pero ya célebre poeta, que es Rainer María Rilke, que es un pesimista y melancólico orgulloso de serlo, tienen una discusión sobre lo perecedero.

Como ustedes recuerdan, este poeta admiraba la belleza de la naturaleza, del hombre, de las creaciones del hombre, pero no podía alegrarse con ella, porque le preocupaba la idea de que todo esa belleza estaba condenada a desaparecer. Todo lo que hubiera podido amar y admirar, le parecía, entonces, carente de valor por su destino de perecedero. Quiero que nos detengamos en este planteo, porque nos podemos imaginar que es efectivamente triste no poder disfrutar de la belleza de una rosa por saber que mañana ya va a estar marchita, pero también es toda una posición de excepción ¿no?

Como si dijera: “Ustedes los mortales comunes se dejan engañar, yo no me engaño, prefiero estar triste antes que dejarme alegrar por engaños, por mentiras”. O aún podría decir: “me encantaría poder engañarme como ustedes, pero lamentablemente no puedo. Yo veo las cosas como son, yo veo la verdad detrás de la apariencia”. Esto nos podría recordar al problema XXX de Aristóteles, hay que ser melancólico para ser un hombre de genio, un poeta, p.ej. Podemos hacer esto aún más extensivo, podemos decir: para qué me voy a tomar el trabajo de estudiar, de trabajar, de levantarme de la cama, si ya sé cómo va a terminar el cuento. La rosa se va a marchitar, la juventud va a dar paso a la decrepitud y todo bicho que camina va a parar al asador. Esto obviamente puede tener diversos matices, desde el spleen romántico y seductor, hasta el suicidio melancólico.

No cabe duda de que la posibilidad de acceder a algunos placeres, depende de un engaño que es inevitable, dice Lacan. (Sem V) y solamente olvidando que “la vida es un rodeo obstinado, transitorio, caduco, desprovisto de significación” (Sem. II), se puede apreciar la belleza de una rosa, y encontrar allí una alegría.

Entonces, lo tenemos a este poeta pesimista, hiperrealista, que no se quiere dejar engañar, y que no quiere y no puede alegrarse, podemos suponer que prefiere estar triste (se acuerdan que estuvimos hablando de la tristeza como pecado). Seguramente alegrarse, igual que desear, conlleva un riesgo.

Lo que es interesante por lo paradójico, es que Rilke murió (mucho después de este paseo con Freud-en 1926) por clavarse la espina de una rosa, que estaba cortando para regalarle a su amiga. Rilke era hemofílico y tenía leucemia y este pinchazo lo mató. Para el epitafio de su tumba escribió los siguientes versos: (no se si antes o después de clavarse la espina, pero sí había escrito todo un ciclo de poemas sobre la rosa con anterioridad)

Rosa, oh contradicción pura, placer,
de ser el sueño de nadie bajo tantos
párpados.

Bueno, respecto de la posición del poeta, Freud dice que bueno, que no hay más remedio que reconocer que las cosas son perecederas, pero aún así niega que el carácter perecedero de lo bello implique su desvalorización: Por el contrario la cualidad de perecedero, ¡es un incremento de su valor! Las limitadas posibilidades de gozarlo lo tornan tanto más precioso. O sea que lo “limitado”, en el sentido de lo imposible-insatisfecho-prevenido del deseo, a Freud le permiten desear, el objeto se le hace más agalmático, mientras que para el poeta si no es para siempre, mejor no entusiasmarse, si algo está marcado por lo perecedero, mejor darlo por perdido anticipadamente, como para no tener que lidiar después con su pérdida. Hay un duelo anticipado por su desaparición. Esto es lo que entiende Freud que le está pasando al poeta.

Y da una definición del duelo, del cual dice que no entendemos por qué es tan doloroso: Sólo comprobamos que la libido se aferra a sus objetos y que ni siquiera cuando ya dispone de nuevos sucedáneos se resigna a desprenderse de los objetos que ha perdido. He aquí, pues, el duelo, dice.
Como denominador común tenemos en esta definición que Freud dice que “no se entiende”:

- que sea doloroso, que no sea fácil abandonar un objeto perdido y que no se acepte fácilmente objetos sustitutivos. Es decir que el duelo para Freud debe conseguir el abandono del objeto perdido y la aceptación de un objeto sustituto. Recién en 1926, en Inhibición, Síntoma y Angustia va a encontrar una respuesta a por qué el duelo es doloroso, en seguida lo vamos a ver.

Entonces, decía que lo tenemos al poeta que dice que no puede ni quiere disfrutar de nada por saber de su carácter perecedero, y por el otro lado lo tenemos a Freud –en las antípodas- diciendo: ya sabemos de lo perecedero, pero las flores que se marchitan en invierno vuelven a florecer el próximo verano, lo que se destruye se vuelve a construir, y si hay un objeto que se pierde, se lo puede sustituir.

Y como les decía, el artículo termina con una referencia a la guerra, que iba en ese momento por su segundo año. Freud reconoce que la guerra “Nos quitó tanto de lo que amábamos y nos mostró la caducidad de mucho que creíamos eterno.” Sin embargo, dice: Sabemos que el duelo, por más doloroso que sea, se consume espontáneamente. Una vez que (el duelo) haya renunciado a todo lo perdido se habrá agotado por sí mismo y nuestra libido quedará nuevamente en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto o más valiosos que aquéllos, siempre que aún seamos lo suficientemente jóvenes y vitales. Cabe esperar que sucederá otro tanto con las pérdidas de esta guerra. (...) Volveremos a construir todo lo que la guerra ha destruido, quizá en terreno más firme y con mayor perennidad.

Es decir que después de haber sufrido una pérdida, el duelo se consume, se agota en forma espontánea, y el yo queda libre para reconstruir y sustituir. Ustedes saben que según la biografía de Jones, en ese momento Freud tenía dos hijos en el ejército, hacía dos años que había comenzado la guerra, estaba bastante deprimido y preocupado, sin trabajo y además no había miras de que la guerra fuera a terminar. Quiero decir que habría que ver hasta qué punto Freud verdaderamente pensaba esto, o si considera que tiene siente obligación de dar un mensaje optimista, en contrapunto con el poeta pesimista. Ahora voy a volver sobre esto.

De todas maneras, lo que dice Freud en un punto es absolutamente es válido: es cierto que hay que renunciar a lo que se ha perdido, que en el caso del duelo esto lleva mucho tiempo y energía, y que en la melancolía o en los duelos patológicos (habría que ver cómo diferenciar melancolía de duelo patológico) esto no se consigue… y que si no se renuncia a lo que se ha perdido, no queda más remedio que renunciar a la vida.

Pero también dice Freud que el objeto perdido se podría sustituir por otro objeto, y que ése es el objetivo del trabajo del duelo. Esto es lo que Allouch critica y que nosotros también vamos a cuestionar. Después de haber leído el libro de Allouch “Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca” uno empieza a leer de otra manera lo que Freud plantea sobre el duelo. Allouch va a decir que Freud reniega, “ya lo sé… pero aún así”, ya sé que el objeto no se puede sustituir pero hay que sustituirlo igual. Ya se que las flores se marchitan pero no importa porque van a volver a florecer.

El libro de Allouch está escrito en relación a la muerte de su hija. En las primeras páginas nos dice: “Mi experiencia particular del duelo fue ésta: después de haber perdido, hijo muy joven, un padre, perdí, padre, una hija. (…)

Esto le da cierta densidad a lo que uno va a leer de allí en más, pero también es cierto que Allouch, por esta misma circunstancia está demasiado dolido, enojado con Freud, y se va a poner un poco sarcástico y criticar todo lo que dice. Especialmente no acuerdo con la crítica que hace de la Amentia de Menert, que a mi modo de ver Allouch leyó mal. Pero bueno, igual da una pista y una guía muy importante para revisar la concepción freudiana del duelo.

Entonces, una vez más, en Duelo y Melancolía, Freud va a utilizar el método de comparar un comportamiento normal con otro patológico, como había hecho con el sueño y la alucinación. Sólo que Freud había trabajado un montón el tema del sueño, nos había contado sus propios sueños, en fin, tenía motivos para suponer que sus conocimientos acerca del sueño definido como “realización alucinatoria de deseos”, le podían ayudar a entender las alucinaciones esquizofrénicas. Del mismo modo, en Duelo y Melancolía va a decir que nosotros ya sabemos bien de qué se trata el duelo, el duelo es un afecto de lo más normal, así que nos va a servir para pensar la melancolía.

Una pregunta es si sabemos realmente de qué se trata el duelo. Porque Freud no tenía una concepción del duelo previa a Duelo y Melancolía, sino que la va construyendo en este mismo texto. Y en Lo perecedero (recuerden que lo escribe después) va a decir que el duelo es un gran enigma, uno de aquellos fenómenos que no se entienden, pero a los que sin embargo se remite otras incertidumbres. Y la otra pregunta, como les decía al principio, es si va a resultar provechosa esta asociación entre el duelo y la melancolía.

Bueno, se acuerdan que quedamos en ir puntuando lo que va proponiendo a lo largo del texto en relación concretamente al duelo.

- el duelo es la reacción a la pérdida de una persona amada o de una abstracción como la patria, la libertad, un ideal, etc. (no hay que olvidar que está en medio de la guerra)

- nunca se nos ocurriría considerar el duelo como una situación enfermiza, a pesar de que se diferencia mucho de la vida normal. Confiamos en que pasado un tiempo se superará por sí mismo y consideramos perjudicial perturbar el duelo.

- Después pasa a enumerar descriptivamente las características del duelo:
  • Hay un estado de ánimo doloroso o doliente
  • Hay pérdida de interés por el mundo exterior -en todo lo que no se refiera a la persona fallecida,
  • no hay sustitución del objeto amoroso perdido
  • la inhibición se debe a que hay una dedicación exclusiva al duelo, full time.
Y acá Freud se pregunta: ¿en qué consiste el trabajo del duelo? Y contesta:
  • La prueba de realidad ha demostrado que el objeto amado no existe más y nos requiere retirar toda la libido de sus anudamientos con este objeto.
  • Hay una resistencia lógica contra este retiro de cargas, al ser humano no le gusta abandonar posiciones libidinales, aún cuando el sustituto ya le hace señas (winkt).
  • Lo normal es que la realidad triunfe, pero el retiro es realizado con gran empleo de tiempo y energía de carga y mientras tanto continúa la existencia psíquica del objeto.
  • Después de la conclusión del trabajo de duelo el yo vuelve a ser libre y desinhibido y consigue liberar su libido del objeto perdido.
Después hace algunas comparaciones con la melancolía:
  • A diferencia de la melancolía en el duelo no hay nada inconsciente.
  • En el duelo el mundo se ha vuelto pobre y vacío (en la melancolía es el yo mismo que se ha vuelto pobre y vacío)
  • El duelo normal supera la pérdida del objeto sin que eso implique una fase de triunfo (como en la manía).
Y por último explicita de qué manera el yo termina renunciando al objeto perdido:
  • Cada uno de los recuerdos y expectativas por las cuales la libido estaba anudada al objeto sufre el veredicto de la realidad, de que el objeto no existe más. Confrontado el yo con la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la suma de las satisfacciones narcisistas a permanecer con vida y a soltar su ligazón con el objeto abolido.
  • (Vuelve a decirlo así:) El duelo declara al objeto por muerto y le ofrece al Yo el premio de permanecer con vida, y de este modo lo convence (al Yo) de renunciar al objeto.
Digámoslo en resumen de la siguiente manera:

- se produce la pérdida de una persona amada
- se deben retirar las cargas del objeto – esto lleva un tiempo, dolor, durante el cual el Yo no quiere sustituir al objeto
- el Yo se convence de que no vale la pena seguir penando, ni desaparecer igual que el objeto, pq la vida es bella y gracias a eso renuncia al objeto, con lo cual vuelve a ser libre para sustituir ese objeto por otro.
Acá es donde asienta la crítica más interesante de Allouch, que dice que para Freud el Yo es igual antes y después del duelo. El trabajo del duelo freudiano permite que el Yo vuelva a ser el de antes. Y esta es entonces la pregunta: ¿No queda marca en el Yo de la pérdida del objeto? ¿No tiene inscripción esa falta, esa pérdida? Teníamos el mensaje esperanzador de Lo perecedero: después de la guerra vamos a reconstruir todo, mejor que antes y más duradero… Sí, bueno, ¿y no vamos a construir también un monumento en honor a los muertos, la tumba del soldado desconocido, un ground zero, como hicieron en Nueva York, donde estaban las torres?

Yo tengo cierta sospecha, de que esta teoría del duelo no le permite a Freud –ni a nosotros- avanzar mucho en relación a la melancolía. No lo tengo muy claro, pero creo que es en la melancolía donde se pretende que se puede sustituir el objeto.

Bueno, entonces, hasta acá como Freud resume la cuestión del duelo en DyM. En el último apartado de Inhibición, Síntoma y Angustia, vuelve al tema del duelo. (Curiosamente es traducido por López Ballesteros como “tristeza”, pero Freud usa siempre el mismo término que es “Trauer”.) 

Ahí vuelve a preguntarse por qué el duelo es tan doloroso, empieza diciendo que sigue sin entenderlo, que lo que es doloroso es la pérdida del objeto, la separación del objeto, pero por qué el duelo es tan doloroso...? Y después de algunas vueltas, lo que va a decir es que después de haberse constatado que el objeto no existe más, es el duelo el que tiene que ejercer el trabajo de retirar las cargas del objeto. Tiene que volver a perder el objeto. Tiene que darlo por perdido, por muerto, que es lo mismo que venía diciendo en D y M.

Pero acá va a agregar que este nuevo desprendimiento que realiza el trabajo de duelo, produce dolor por la elevada carga de anhelo del objeto, imposible de satisfacer. Es decir que cuando se vuelven a reproducir las situaciones en las que ese objeto estaba comprometido, se lo extraña, se lo añora, se lo anhela (Sehnsucht), y esa añoranza imposible de satisfacer provoca dolor. Introduce entonces el término Sehnsucht, añoranza, que le permite contestar la pregunta acerca de por qué el duelo provoca dolor. La añoranza imposible de satisfacer produce dolor. Obviamente esa añoranza le da una especificidad al objeto, es ése y no cualquier otro que lo pueda sustituir cumpliendo la misma función... esa añoranza es pq es único, si no, no se sentiría añoranza.

Tal vez es en esta línea la sospecha que decía antes respecto de la melancolía. Yo me acordaba de una paciente por ej. que un día se peleó con el novio, lo cual de por sí era preocupante en un paciente que no es muy estable (por decirlo de alguna manera), pero entonces el sábado no tiene con quien salir... y es así “nadie con quien salir” y es un drama porque nadie me quiere, a nadie le intereso, nadie quiere salir conmigo y nadie se queda en su casa un sábado a la noche. Y de repente “alguien” la llama y el alma le vuelve al cuerpo... “alguien” es cualquiera...es intercambiable. Cualquiera que llene un vacío, comer cualquier cosa, p.ej. en la bulimia, inyectarse cualquier cosa en la toxicomanía... sustitutos que no son difíciles de hallar. Ahí vemos que no es tanta garantía que el objeto sea tan rápidamente sustituible.

Bueno, hasta acá entonces lo que Freud dice explícitamente del duelo en los textos que les comenté. Pero revisando la correspondencia de Freud y algunos otros textos, llama la atención la posición que él tiene con respecto – yo no diría a la muerte, sino a los muertos, a honrar a los muertos. Pareciera que la posición de Freud es muy parecida a la que tiene en Lo perecedero; algo así como: bueno, bueno, ya pasó, no es para tanto… la vida sigue… vamos a reconstruir todo mucho mejor y más lindo.

Yo me preguntaba por qué Freud tiene esta posición, yo no creo que sea una renegación como dice Allouch. Más bien me parece, por un lado, que después de haber teorizado el deseo inconsciente de muerte, especialmente en relación al Edipo, y con ello la ambivalencia, es como si no creyera demasiado en el dolor por la muerte de un ser querido. Incluso se acuerdan que hay sueños donde Freud se autointerpreta un deseo de muerte contra el padre, y también contra sus hijos por envidiarles la juventud.

Y por otro lado, -casi es un argumento contradictorio con el anterior-, es como si Freud tuviera miedo de que no se salga del duelo, que se eternice y que ya no se tenga ganas de nada, con lo cual insiste en esta posición de “la vida tiene que seguir”. Teóricamente encontramos esto en “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” (1915) Fijense qué raro esto:

Ante el muerto mismo adoptamos una actitud singular, como de admiración…. Le eximimos de toda crítica; le perdonamos, todas sus faltas, disponemos que de mortuis nil nisi bonum, y hallamos justificado que en la oración fúnebre y en la inscripción sepulcral se le honre y ensalce. La consideración al muerto -que para nada la necesita- (¡sic!!!) está para nosotros por encima de la verdad, y para la mayoría de nosotros, seguramente también por encima de la consideración a los vivos.

A Freud lo que le preocupa es lo que se desprende de esto:

Esta actitud convencional del hombre civilizado ante la muerte queda complementada por nuestro derrumbamiento espiritual cuando la muerte ha herido a una persona amada, el padre o la madre, el esposo o la esposa, un hijo, un hermano o un amigo querido. Enterramos con ella nuestras esperanzas, nuestras aspiraciones y nuestros goces; no queremos consolarnos y nos negamos a toda sustitución del ser perdido. Nos conducimos entonces como los 'asras', que mueren cuando mueren aquellos a quienes aman.

Es decir que le da miedo que el duelo se eternice. Lo otro que le preocupa, y que puede pasar cuando la muerte tiene una influencia demasiado grande, es que sólo se piense en evitar peligros y penas y eso lleva a una vida llena de renuncias, cuando en realidad, (acá está esa cita tan conocida de los Vikingos): Navigare necesse est, vivere non necesse! (Navegar es necesario; no es necesario vivir.) Es como si dijera que si honramos a los muertos, si los recordamos, si hablamos bien de ellos, si nos detenemos demasiado en recordar a una persona amada, si le damos tanta importancia a la muerte, sea la muerte propia o la ajena, esto nos va a impedir seguir adelante. Y hay que seguir adelante! Navigare necesse est!

Es coherente con lo que plantea en Lo Perecedero: vamos a reconstruir todo y mejor que antes, como si dijera: la muerte no nos va a amedrentar, lo cual está bien, más en medio de la guerra, pero ¿por qué supone que honrar a los muertos no sirve para nada…que considerar al muerto, no le sirve al muerto y ¿tampoco le sirve al vivo?

Freud no teoriza acerca de la importancia de la supervivencia del muerto en el recuerdo de los que están vivos, la necesidad no solamente de desasir los lazos, sino de inscribir de alguna manera lo que esa persona ahora muerta, fue para el sujeto. Y Allouch dice que algo de esto le hace problema a los freudianos en la clínica de los duelos.

Bueno, a grandes rasgos, creo que esa posición de Freud se repite. Por ejemplo, hay un sueño que le cuenta a Fliess unos días después de la muerte del padre, (después lo retoma un poco modificado en la Int. de los Sueños).

“Tengo que contarte un lindo sueño que tuve la noche siguiente al entierro. Me encontraba en una tienda y leía allí el siguiente cartel:

«Se ruega cerrar los ojos»
Inmediatamente reconocí en el local la barbería a la cual concurro todos los días. El día del entierro tuve que esperar mi turno y por eso llegué algo tarde al velatorio. Mi familia me hizo sentir su desagrado porque había dispuesto que el funeral fuese sencillo e íntimo, aunque más tarde todos se mostraron de acuerdo. Además, me tomaron un poco a mal mi atraso. Aquella advertencia tiene doble sentido, y en ambos quiere decir: «Hay que cumplir con su deber para con el muerto», con los dos sentidos de una disculpa, como si yo no hubiese cumplido mi deber y necesitase de la indulgencia, y con el del deber mismo, literalmente expuesto. Este sueño es así una expresión de esa tendencia al autorreproche que la muerte suele despertar entre los sobrevivientes…

¿Sí? Como si Freud mismo estuviese preguntándose si cumplió con su deber para con los muertos.

Ustedes saben que los ritos fúnebres, lo que se llamaba pompas fúnebres eran antes mucho más notorios, algunos deben recordar la cinta negra en la manga, o en el sombrero de los hombres, los vestidos negros durante años, el luto, el medio luto, los cartelitos de “cerrado por duelo”. Bueno, Allouch comenta que lo que en otras épocas era obligatorio ahora está prohibido.

 Como el fast food, el fast duelo. Las pompas, el cartelito, la ropa, todos estos son modos sociales de expresar el duelo, de compartir el duelo, de hacerlo público, y éste es uno de los elementos principales que Allouch reconoce en el duelo. El dice que el duelo no es un proceso psi individual sino social, público. Me acordaba también de las lloronas, o como empieza la película Volver de Almodóvar, se acuerdan, la escena que comparten todas las mujeres del pueblo en el cementerio.

Veamos otra referencia. Allouch toma la correspondencia de Freud en relación a la muerte de Sophie, su hija preferida, que estaba viviendo en Hamburgo, en enero de 1920, cuando está embarazada de su tercer hijo. Es la época en que Freud está terminando de revisar Más Allá del Principio del Placer.

En relación a esta muerte, a Ferenczi le escribe: “no se preocupe por mí, sigo siendo el mismo”.
A Lajos Lévy: … un amargo dolor para los parientes, pero para nosotros no hay mucho que decir, porque después de todo, sabemos que la muerte pertenece a la vida…

A Jones: Ud sabe la desgracia que me aqueja; para mí, la desolación y una pérdida que nunca se podrá olvidar. Pero dejemos esto de lado un instante; mientras estemos de pie, tenemos que vivir y trabajar.
La estructura que toma Allouch es la de “ya lo sé pero aún así…“ ya sé de la desgracia que me aqueja, pero aún así trabajemos…, y a partir de la correspondencia de Freud, concluye que en realidad está avergonzado por lo que la muerte de Sophie suscita en él.

Freud se esforzó por dejar claro que su texto Más allá, con su conceptualización de la Pulsión de Muerte, no había tenido nada que ver con la muerte de Sophie. De hecho, lo había tenido casi listo en 1919, ella murió en enero de 1920, él lo retrabajó durante los primeros meses de 1920, lo concluyó en julio y se publicó en diciembre (esto según la introducción de Strachey).

En el cap. II de Más Allá… hay una nota a pie de página, a la altura del juego del fort-da, que yo tenía marcada con signos de pregunta y de admiración desde la primera vez que lo leí, porque nunca supe qué hacer con ella, siempre me impresionó, seguro que a algunos de ustedes también les debe haber llamado la atención (estamos en medio de la descripción del juego del fort-da, del carretel, etc.):

“Cuando el niño tuvo cinco años y ¾ murió su madre. Ahora, que verdaderamente estaba “fort” (o-o-o) el niño no mostraba duelo (Trauer) por ella. De hecho entretanto había nacido un segundo niño que despertó sus más intensos celos”.

Probablemente sea cierto que el contenido de Más allá fue escrito antes e independientemente de la muerte de Sophie, pero igual llama la atención esa nota a pie de página y todo el desarrollo del juego del fort-da, tan cercano a la muerte de su hija. Y que Freud hable así de ella, como “la madre” y nunca diciendo que se trataba de “su hija”. Que además, según dicen era su hija preferida; él en la carta a Ferenczi también dice que se había hecho a la idea de que podría perder a sus dos hijos que estaban en el ejército, pero nunca a Sophie.

Nosotros sabemos que Freud no había tenido ningún problema en hacer públicos sus sueños, su duelo por su padre, sus rivalidades con sus colegas… sin embargo, acá habla de “la madre del niño…” como si no tuviera nada que ver con él. En un momento dice: “El alejamiento de la madre es imposible que le haya resultado agradable o indiferente al niño. ¿Cómo entender entonces en relación al principio de placer, que repitiera este acontecimiento doloroso?”

¿Sí? También podríamos preguntar: ¿Cómo se entiende que Freud pueda contar todo esto como si nada, hablando de “la madre”. Yo primero pensé que era algo renegatorio de Freud, en la línea de lo que dice Allouch, pero leyéndolo varias veces, más bien llegué a pensar que es un homenaje que le hace a la hija… como un réquiem, una dedicatoria velada, creo que es su manera de jugar con el carretel y elaborar el fort definitivo, sin retorno de la hija, como dice en la nota a pie de página, la hija estaba ahora verdaderamente fort.

Un último ejemplo de la correspondencia, la carta a Barbara Low del 19-4-36, Freud ya estaba viejito y le escribe una carta de condolencia por la muerte de su cuñado:
Eder pertenecía a esas personas a quienes uno quiere sin tener que preocuparse de ellas. (…) El mundo se ha vuelto tan triste que parece destinado a una rápida destrucción: he aquí el único consuelo para mí. Fácilmente puedo imaginarme a qué punto también él debe de haber sufrido la amargura de estos tiempos. Con todo, sin duda hago mal en echar la sombra de mi triste humor sobre quienes son más jóvenes y fuertes que yo. Para usted y para tantos otros el mundo sigue su marcha y traerá cosas mejores.

“Hago mal… “ ¿sí? Creo que es esto de lo que Freud se cuida todo el tiempo.

Bueno, hasta acá entonces, estos comentarios sobre Freud. Veamos brevemente cómo plantea Allouch el tema del duelo. El libro, no sé si lo leyeron, tiene un planteo central que resumiría en algunas frases :
Quien está de duelo tiene relación con un muerto que se va, llevándose con él un trozo de sí. Y quien está de duelo corre detrás, los brazos tendidos hacia delante, para tratar de atraparlos a ambos, al muerto y a ese trozo de sí, sin ignorar que no tiene ninguna chance de conseguirlo.

Se está de duelo por alguien que al morir, se lleva con él un pequeño trozo de sí. Ese trozo de sí es de pertenencia indeterminada, transicional, al menos hasta el acto de cedérselo al muerto, acto que pone fin al duelo dirimiendo su pertenencia.

El duelo es entonces un acto sacrificial (gracioso) que consagra la pérdida al suplementarla con un pequeño trozo de sí.
Uno está de duelo, no porque se murió una persona cercana, sino porque quien ha muerto se llevó un trozo de sí.
¿Acaso no estamos de duelo porque esa persona era irreemplazable? ¿Cómo pretende Freud entonces ese inmediato reemplazo, para dar por terminado el duelo?

(La que sabe de reemplazo inmediato es Gertrudis, la madre de Hamlet! Las sobras del banquete fúnebre fueron servidas frías en el banquete nupcial.)

Allouch cita a Antígona que dice justamente que el hermano es irreemplazable! En realidad Antígona dice una cosa rara: dice que no hubiera desobedecido para enterrar a un esposo o a un hijo, porque hubiera podido tener otros, pero hermano no puede tener otro porque su padre y su madre ya están muertos. Entonces es insustituible! Efectivamente…

Hay algo más que dice Allouch que me resulta muy interesante:

por un lado dice que es adulto alguien que –cualquiera sea su edad- ha perdido a alguien.
Y en esta misma línea dice que el duelo subjetiva, produce un efecto de subjetivación.
O sea que si hay algo que me parece importante del planteo de Allouch, es que después de una pérdida (no en cualquier sentido, sino lo que es una pérdida para un sujeto en particular, de alguien que se lleva consigo una parte de sí), que después de esa pérdida, el sujeto no es el mismo.

Hay una cesión al muerto, hay algo que se pierde y se debe ceder. Ya no va a ser nunca el mismo, porque llevará en sí la marca de esa pérdida. Y eso no significa que no se vaya a volver a divertir, o a estar contento, o a hacer otra pareja. Pero quedará marcado por eso pérdida, lo cual no está mal, al contrario, lo subjetiva, y además, como dice Allouch el que no paga esa deuda con el muerto, la transfiere a las próximas generaciones.

Bueno, vamos a seguir la próxima vez con el Duelo en Lacan, vamos a trabajar lo que plantea principalmente en la clase 10 del seminario de la Angustia, y el texto de Margaret Little, sobre la paciente Frida, que está en “La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente” (hay ficha en biblioteca). Ya lo trabajamos otras veces en relación a la posición del analista, esta vez vamos a verlo en relación al duelo.

Haydée Heinrich