Acerca del lugar del analista, el semblant y la angustia. Alejandra Rodrigo.

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(*) IV Congreso Internacional de Convergencia. “La experiencia del psicoanálisis. Lo sexual: inhibición, cuerpo, síntoma”: 2009.
Recientemente, a propósito de una emisión televisiva, tuvimos ocasión de participar de una reseña sobre la enseñanza de Lacan.


Allí, en un reportaje realizado en 1972, respondía a su interlocutor que el psicoanálisis transcurre en la dimensión del equívoco y lo resumía en la siguiente frase: “…yo no te lo hago decir”, pues, agregaba “…eres tú quien lo dice”, ya que “…no soy yo quien lo digo”.
Podríamos entonces leer, que en el intersticio de ambos enunciados, emerge la experiencia del inconsciente.



Ahora bien, si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, será por la transferencia que se ordenará en discurso, ya que el saber está supuesto en algún lugar por la regla fundamental, siendo que es de la estructura misma de la neurosis suponer que en algún lugar el Otro sabe, “principio de razón suficiente”, como lo llamaba Lacan, (clase del 4-6-69), que hace del Otro ese Uno a quien se le dirige la palabra.



A veces ocurre, que dicha experiencia comienza en las primeras entrevistas.
Tal es el caso de una joven que consulta porque dice ser sumamente exigente consigo misma y especialmente con su hermana menor, a quien sus padres no oponen ninguna restricción a sus salidas y borracheras.



Al comenzar la segunda entrevista dice: “hoy voy a hablar de mi novio”, a diferencia de otras oportunidades en las que hubiera omitido lo que sigue, le digo haber escuchado: “hoy voy a dejar a mi novio”, equívoco cuyo estatuto como fallido se verifica con lo que ha sido tema de su análisis hasta la actualidad: “permitirse dejar a su novio”.



En ese mismo reportaje, mencionado al comienzo, Lacan respondía a la pregunta por la transferencia: “…la transferencia es el amor”. Afirmación, cuya contundencia la sostenemos, en tanto que es condición necesaria para la eficacia de la función deseo de analista.



Es por esta función, que se abrirá la posibilidad de una brecha que señale la distancia que el sujeto mantiene con su ser, reducido a lo que el objeto “a” representa como inadecuación esencial con el saber, un saber supuesto que será depuesto hacia el final del análisis.



Es precisamente por esa inadecuación, que está en el punto de partida y que el amor tiende a velar, que el trabajo del inconsciente va dejando un resto, cuyo pasaje al lugar de la causa será posible sólo si el analista se deja tomar ahí, no obturando ese lugar, lugar que designa lo real de la cura.



Ese deseo, deseo de analista, producto de su propio análisis, no obstante, se hallará siempre en una tensión constante con el goce, con el goce de analista, o sea cuando éste goza como respuesta transferencial o simplemente cuando goza de la transferencia.



En el goce de analista, la presencia ha tomado el cuerpo, en el sentido que en ese goce está interesado su cuerpo.



Ahora bien, avancemos con la interrogación, ¿de qué goce se trata?



En este punto cabría también preguntarse, si el deseo de saber, que Lacan lo pone en equivalencia con la emergencia del deseo mismo, cuando ocupa la escena transferencial, no podría quedar subvertido por el goce, al hacer para el analista, teoría neurótica del análisis que conduce.



A propósito de la transferencia, Lacan nos decía, (clase del 24-5-61)... “nosotros, los analistas, no operamos… sino en el registro de la Versagung…ella implica una dirección progresiva que es la misma que ponemos en juego en la experiencia analítica” y luego, (clase del 31-5-61) …“no podemos hacer mas que comprometernos en la Versagung mas original”.



La versagung original, recordemos, le permite al sujeto, por la emergencia del significante, rehusarse, ya que es el sujeto mismo el que se produce como efecto de la sustracción de goce por la vía del significante.



Tomando esta referencia, podemos decir que el deseo de analista opera, en tanto haya versagung del goce de analista, puesto en juego en la transferencia.



Por otra parte, cuando Lacan avanza en relación a los discursos y formaliza el Discurso Analítico, ubica como lugar del agente, el “semblant” y escribe allí la letra “a”.



En la medida que el analista se haga incauto de un decir, formando parte del concepto de inconsciente, se hará destinatario del objeto del fantasma que se construye en el análisis. El analista, es efecto de un discurso y en tal sentido, recordemos lo que Lacan planteaba (clase del 21-6-67) … “El discurso que encomendamos como discurso libre, tiene por función hacerle lugar, tiende a instaurar, un lugar de reserva, para que se inscriba ahí, esta interpretación y pueda preservar la verdad. Ese es el lugar que ocupa el analista”.



El lugar del semblant se vincula con la función primaria de la verdad, donde quien habla es el significante mismo. El “a” es entonces, efecto de una pérdida que hace hablar a la verdad en la enunciación.



Trabajo sobre la verdad que resulta penoso, decía Lacan, (clase del 26-1-69), el saber del analista sería el saber estar allí, soportando ese lugar, para que eso hable, consecuente con el saber hacer allí que cuestiona al saber en su insuficiencia misma.
No va de suyo que el analista opere por el sólo hecho de ocupar el lugar que le confiere la transferencia.



Entonces, retomando la pregunta por el goce, ¿cómo podría, el analista, advertirse de ese goce que lo ha tomado en la escena transferencial?



¿Qué señal le podría indicar que está interrumpida su función, que está interviniendo en dirección contraria al semblant, en tanto éste, el semblant, sostiene la hiancia que preserva el lugar del “a” en la estructura como aquello que el significante no puede representar?
¿No será también para el analista, la angustia, siendo la que no engaña, también un lugar de pasaje para rectificar su posición?



En tal sentido, podríamos decir, que la angustia es señal para el analista del goce en el que ha quedado implicado con su fantasma, haciendo de la experiencia analítica, una relación intersubjetiva que sostiene la ilusión que hay proporción sexual, en tanto saber y goce se conjugan.



Entre otras, el acting out y la irrupción del pasaje al acto, denunciarían, como respuestas transferenciales, tal estado de situación.



Resulta particularmente apropiado encontrarnos con una referencia de Lacan, de la segunda clase del Seminario XVIII, donde nos dice, que a veces ocurre algo en los límites del discurso, que se esfuerza por mantener el mismo semblant, que hace que por accidente, de tanto en tanto, irrumpa lo real, a eso se lo llama pasaje al acto, a diferencia del acting out que es llevar el semblant a la escena para mostrarlo.



Por lo que, podríamos deducir, que ambos fenómenos conciernen a la verdad en su estructura de ficción.



Acting out y pasaje al acto, entonces, son modos de hacerse presente el objeto en la transferencia.



Por el contrario, si el lugar del “a” está preservado en la trama transferencial, se abrirá del lado analizante, la dimensión temporal de la angustia, de cuyo pasaje advendrá ese resto que cause la división del sujeto.



Entonces, la angustia del analista, suscita la pérdida del lugar que ha tomado en la transferencia su posición y lo interpela en el cuerpo mismo, allí donde con su goce quedó implicado.



Para terminar.



El analista tiene un deber ético : ni amo ni masoquista y un saber que le hace hacer allí, cada vez que la transferencia lo convoca, reducirse de sujeto a objeto.
En la “Nota Italiana” de abril del 74, Lacan se dedicó dirigiéndose a los italianos, certeramente a afirmar que el lugar del analista, es el lugar de la caída del saber, del desperdicio, del no todo, para que surja un deseo inédito como deshecho de su docta ignorancia.
Este lugar, así entendido, cierne la causa del horror al saber, para que se escriba el “no hay proporción sexual”.



Entonces, la verdad, como “leña a calentar”, si se dice a medias, será el lugar donde este saber se escriture. Un saber que habrá que inventarlo para cada análisis y así poder hacer el amor más digno, lo que no es más que devolverle la dignidad al sujeto.

Alejandra Rodrigo.





Bibliografía:

Lacan, J: Seminario XIV “La lógica del fantasma”. Inédito, EFBA.

Seminario X “La angustia”. EFBA.
Traducción R. Rodríguez Ponte
Seminario XVIII “De un discurso que no sería del semblante”
EFBA.
Traducción R. Rodríguez Ponte
Seminario XVI “De Otro al otro”. Ed. Paidós.
Seminario VIII “La Transferencia”.EFBA.
Traducción R. Rodríguez Ponte
“Nota Italiana” Traducción Carmen Gallano y Vicente Mira.
Fascículos de Psicoanálisis: La Escuela a
Ojos vista. Ed.Eolia. EFBA.