De la esperanza de ser a la experiencia des-ser. María Gabriela Pedrotti.

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El fantasma es una construcción que surge como respuesta ante el deseo del Otro. Requiere de operaciones lógicas para su constitución, dando lugar a la emergencia del sujeto barrado y del objeto a. Tanto el sujeto como el objeto surgen del campo del Otro.

Si el fantasma sirve para sostener el deseo, darle curso, también lo es para fijarlo a un goce, ya parcial, ya no puro Goce del Otro, dándole la bienvenida al sujeto al goce fálico.

El fantasma promete unir dos elementos heterogéneos, promesa que lleva a veces al sujeto a denodados trabajos que lo encierran en un callejón sin salida, "La esperanza de ser".

Sujeto y objeto relacionados en la fórmula que nos propusiera Lacan por el poison en una doble relación, conjunción y disyunción, le premite al sujeto crear realidad. Realidad mediada por la castración, muerte simbólica.

¿Qué lleva el fantasma, se pregunta Lacan? Eso que el sujeto tratará de hacer andar en un análisis, para desandar. Esa estofa hecha de deseo y goce que conforma su realidad. La realidad que no es otra que montaje de lo simbólico e imaginario, pero que también cubre lo real, en tanto éste sólo puede ser entrepercibido. Otorgando a la realidad del deseo su propia coloratura y textura, esa que tiñe la transferencia si dicho artificio se constituyó como tal, y que también toma en su paleta al analista, sin saber su tono, tal vez hasta el final.

Ahora bien, ¿por qué Lacan habla de atravesar el fantasma? Atravesar conlleva una travesía, que no es sin haberse desplegado a través del fantasma. Travesía que encontrará al sujeto al final con el des-ser, manque a etre. El ser atravesado por la falta, falta en ser.

La soldadura con el objeto cede ante la no sustancialización o consistencia del a, que en cada vuelta de la demanda depuso su intento de posesión del sujeto. Posesión que no es más que de una topía supuesta y que irá haciendo utopía en su devenir menos soldado.

El a-travieso, menos soldado del Otro, ya no atrapa unívocamente al sujeto en la fallida ilusión de hacer uno con el objeto supuesto en falta al Otro. Objeto a que ya no dependerá ni sostendrá la ilusión de transar con el Otro, caída del objeto, pero para qué?

Motivo suficiente es el sufrimiento que conlleva encontrarse con el goce al que al otro pretendo convocar, pero también demanda su caída abrir el juego, apertura del juego en aquel sentido que nos invitara a pensar Freud, cuando decía que el adulto sustituye el juego de los niños por el fantasma, actividad lúdica que detenida invita al sujeto al fenómeno de la repetición y su consabido sufrimiento.

Volver a jugar, reconocer las piezas con las que se cuentan, haber contado para contarse, saber que siempre se cuenta un poco mal. Volver a jugar, para crear y advertir que la única salvación de todo andar es no llegar. Saber del límite sin padecerlo, ese que nos enseñara Freud en Más allá..., que está del lado de la vida, esa vida que cuando es demasiada llama al sueño. Volver a jugar entonces para soñar, y que el sueño devuelva vida. La vida no es sueño, pero sin sueño no hay vida.

Dejar de buscar para encontrar, soportar el tiempo de la desesperanza en el cual se pierden algunos antiguos gustos. La desesperanza y la dicha van siempre unidas, o mas bien ésta se halla al límite de aquella. Más allá de la desesperanza, presupone que se acepta afrontarla, habitarla, perderse en ella para recuperar la ilusión y el gusto.

Volver al origen que es siempre otro. La originalidad no se busca, es porque el fantasma en su vertiente masoquista deja de envejecer al sujeto, que el sujeto rejuvenecerá en su singularidad. El absurdo que toda vida conlleva, dice Camus, desaparece para quien ha dejado de esperar. No queda más que lo real, reducido a una absoluta y simplísima realidad: "Allí donde el ello era que el sujeto del inconsciente advenga. Simplicidad que no es al final sin antes haberse complejizado y retorcido lo suficiente.

Ahora bien, ¿si el fantasma propone un velo al deseo del Otro en el origen, del sujeto al final, éste qué revela? Justamente que no hay revelación alguna, las divinidades caen cualquiera sea, y con ella su contracara, la crueldad. Pero algo perpetúa innominado, hay tal vez la posibilidad de crear nuevos velos, contar con otros materiales y contar con nuevas vestiduras, aún las que visten las desnudez, pero desnudo sólo se puede estar un rato, el resto es provocación.

Si en el comienzo el sujeto encuentra un lugar para ser allí, en su fantasma, su despliegue o trama permite ir haciendo allí, paseando por allí, hasta pasar. Pasar dónde?, pasar hacia. Pasar a otro espacio que simplemente es otro, para luego ser otro. Operación del final que noe s sin resto como al comienzo queda la letra como causa aquella que hiciera doler en tantos momentos la cabeza, cuando se creyó ser.

Letra que fue del paraje deviene letra del pasaje y del pasaje la letra es causa. Letras que permitieron armar las fronteras, serán fronterizas marcas del sujeto, como señales de tránsito, ésas que quedan al borde del camino o de la piel.

Ir más allá del fantasma es habitar al goce en su dimensión de insuficiencia, no de carencia imaginaria.

Recuperar la polisemia fue el trabajo del síntoma en análisis, recuperar la polifonía del goce es efecto de trabajo con el fantasma.

Hay vacíos que llenan de plenitud, y plenitudes pobladas de soledad.

Para ir terminando, cuando Lacan habla del instante del fantasma, ¿no se refiere acaso al actual de éste? ¿A esta paradoja que es lo más antiguo y a su vez lo más actual, o tal vez lo más íntimo a su vez lo más extraño, o a su vez lo más escencial y lo más superfluo?

Si se anda, como decía al comienzo, desde el fantasma sosteniendo al Otro, el matrimonio con el Otro, ¿atravesar el fantasma, implicará un divorcio? ¿Y de qué? Tal vez sería dejar de andar desde el Otro para andar con otros, amigos, amores, hijos, acompañados por otros, no sin el Otro, pero ya no desde éste.

¿Y qué diría el fantasma si le preguntáramos para qué consistió tanto? Tal vez respondería, como dice el poeta, que se hizo presente para ayudarnos a encontrar la ausencia. Que no hay ausencia sin presencia.

¿Y al final? Al final el goce de la vida.

¿Y qué es el goce de la vida?

¿Y cómo saber que goce abre una puerta al cerrarse?

María Gabriela Pedrotti.