Del "amor al saber" y otros entusiasmos. Eduardo Said.

Tiempo de Lectura: 15 min.

(*) EFBA – Coloquio de Verano - Enero 2004

Parto de un enigma; lo es para mí: el uso que hace Lacan del término "entusiasmo" en la Nota al grupo italiano en 1974.

En referencia al fin del análisis dice:

"Desde ese momento, sabe ser un desperdicio. Es lo que el análisis ha debido, al menos, hacerle sentir. Si ello no le lleva al entusiasmo, bien puede haber habido análisis, pero analista ni por asomo".

Aquí se abren dos alternativas: si el saber ser un desperdicio no lleva al entusiasmo, no hubo analista; habría habido análisis sin analista. O si no lleva al entusiasmo no deviene analista; esta es la versión que tomo.

Saber ser un desperdicio, no parece ser cosa fácil.

Saber ser ya implica la perspectiva de un saber en lo real que al derivarse al desperdicio se impregna de connotaciones.

Y que eso lleve al entusiasmo y no al suicidio, por ejemplo, es un enigma mayor.

Una consideración sobre el desperdicio, acotada, porque no es el tema al que me dirijo: hay en Lacan al menos una doble versión del resto.

Por una parte, resto como derivado inabsorbible de la división entre el sujeto y el Otro, efecto de esa división también tematizado como causa, resto como función matemática.

Versión, si se quiere, despojada de sentido, que indica la productividad de lo no subsumido en el Otro; su reducto extimo.

Por otro lado resto como desecho, residuo, desperdicio, basura, sicut-palea.

Este costado si, con una fuerte carga evocativa.

Ambas versiones se entraman en Lacan. Pero a la hora de tematizar el fin del análisis el clima se preña de patetismo. Domina la versión que tal vez imprima un exceso de evocaciones trágicas, cuando no heroicas, el fin del análisis.

Me sitúo en la pregunta sobre la trama entre saber ser un desperdicio y que eso lleve al entusiasmo. Y me dirijo al motivo de este trabajo:

¿Qué agrega Lacan a su elaboración sobre el fin del análisis y el pasaje a analista con el entusiasmo como posición? (o aún como condición)

¿Hay aquí una evocación de la advertencia sobre el valor de la angustia en el analista novel?. Angustia o aún inquietud deseante parecen poder corresponderse con entusiasmo. (1)

El uso del término entusiasmo en la nota comentada, le da el valor fundamental de diferenciar el fin de análisis del movimiento en más que implica ocupar el lugar de analista; le da valor a la elección que allí media.

No es obligado el entusiasmo llegado al saber ser un desperdicio.

Lacan usa el tiempo verbal, "haber habido".

Esta claro que no se trata del ser del analista sino de una verificación a producir.

¿Entusiasmo designa un estado afectivo?

¿Nomina una particular forma de entramar el deseo al goce?

¿Entusiasmo equivale a deseo decidido?

¿Entrama el deseo del analista al orden de las pasiones?

Como quiera que sea, la formalización del entusiasmo, se ve dificultada por la carga "patológica", significativa del término.

Un movimiento a producir será, a mi entender, entramar en secuencia las nociones de deseo del analista, la función semblante en el discurso analítico y lo que el entusiasmo viene a agregar o precisar.

Con ese encadenamiento: deseo del analista, semblante, entusiasmo.

La fórmula entusiasmo pone una nota diferente a la formalización del deseo del analista, del semblante, como lugar, como función, como lógica si se quiere.

Al proponer con tal valía este término, Lacan parecería distanciarse de la posición no predicativa que dominó su enseñanza.

En la escuela se produjo en estos últimos años un muy enriquecedor recorrido, por las diversas formas de discernir el deseo del analista.

Y está en apertura una derivación necesaria de esos desarrollos; se trata del trabajo sobre la noción de semblante.

Del deseo del analista al semblante hay todavía un recorrido a sostener en su productividad.

La idea de deseo del analista, ubica la función en el discurso, separándose de la subjetividad y aún diría de la cuestión sujeto del lado del analista.

Si la fórmula, o al menos una de ellas, del fin del análisis es la destitución subjetiva, la posición deseo del analista, se despoja del deseo del sujeto tal o cual.

Eso parece ser la abstinencia. Quedar, si fuera posible, en el lugar del vacío de la causa del discurso analizante. No sin la captura que la repetición facilita del objeto que coagula el fantasma.

Ahora bien, no hay la productividad del lugar vacío como causa sin un supuesto deseante ubicado en él. Allí, en presencia, en cuerpo, en potencia.

Por eso no hay psicoanálisis computacional aún con el recurso del más exquisito y avanzado dispositivo tecnológico.

Creo entrever que con el término entusiasmo, se define un resto deseante muy particular que no solo no cae, sino que siendo efecto contingente del análisis, podría ser causa para devenir analista. En un habrá habido, a verificar.

Sobre el semblante, caben diversas e imbricadas versiones.

Forman entre ellas una trama declinable por las vías contundentes de la "trinidad" lacaniana: RSI.

Desde el acento más imaginario, aquel de la apariencia en el sentido trivial del reflejo yoico.

A las eficacias del significante que por solo "entrar en el mundo" hace semblantes de ser; proliferación potencial de semblantes.

A la dominancia real que se deriva de ocupar la posición del aparente, diferenciada de la apariencia.

"El analista en cuerpo –dice Lacan (2)- instala el objeto en el lugar del semblante". Contrasta el lugar del aparente, con el de aquel que hace apariencia.

"El que hace apariencia no se nutre del goce". La función semblante no sería sin convocar al goce y en todo caso a sus alternativas y mutaciones.

No pretendo, ni está a mi alcance, resolver la enorme cantidad de preguntas que se derIván de poner en nudo aplanado estas categorías. Basta solo intuir los variados matices de articulación entre registros que podrán ponerse en las distribuciones diferenciales de regiones de nudo.

Es cierto también que en un recurrente direccionamiento finalista, solemos ubicar en el calce del triple agujereamiento un lugar dilecto, a riesgo de comprender demasiado rápido.

Para avanzar en interrogar el entusiasmo, me detengo en una precisión tardía de Lacan sobre el semblante.

Se trata de la referida en el seminario 24, donde semblante es leído como precipitante. (3)

Semblante en tanto precipitante se abre a diversidad de alternativas de intervención del analista para las que los discursos sirven de soporte. No sin la abstinencia.

Y agregaría, no sin entusiasmo. Si le creemos a Lacan en la Nota Italiana.

La función precipitante despeja mejor el lugar posible del entusiasmo.

La anterior es una interrogación introductoria inexcusable.

No sería bueno preguntar: ¿qué es el entusiasmo para el analista?, sin ubicar la pregunta en el contexto de una lógica relacional con otros términos ya andados por el psicoanálisis. Para el caso, deseo del analista, semblante de objeto causa de deseo.

La pregunta: ¿qué es el entusiasmo? cobra valor si no se la responde sustancialmente, si se intenta recortarla por las vías de una estructura relacional de nociones y sus derivaciones. Pero aún así entiendo que conviene soportar la pregunta en el horizonte.

Un ejercicio que se me ocurre casi irrecusable para quienes partimos de "la función y campo de la palabra y el lenguaje", es el recabar las versiones que propone la Real Academia Española y sopesarlas en relación a la posición del analista.

Partiendo de una advertencia: analista es un universal problemático.

Lo son todos los universales, inevitables para empezar a hablar.

Me permito entonces jugar con las 5 acepciones que ofrece la Real Academia.

Y dejo a un costado lo de Real.

Una primera versión del entusiasmo:

1. Exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive.

De eso hay. Confrontado a encontrar en qué cuestiones los analistas ponemos en evidencia excitación por algo que nos admire o cautive, afirmaría en principio que es por el saber.

Hay "exaltación y fogosidad del ánimo" cuando de saberes se trata.

El amor al saber entra dentro de esta rúbrica del entusiasmo.

Y uso el término saber en trama de conocimientos, productividad del significante y saber hacer en lo real, si lo hubiere. Esta es una pasión de los analistas.

Y esto más allá que postulemos un saber agujereado, en falta, en insuficiencia o en el mejor de los casos, en movimiento, en torno a una verdad que como efecto se escapa. Tal vez sea por eso que se hace tan exquisitamente compleja la relación de los analistas al saber.

Es difícil encontrar un entusiasmo equivalente en otros oficios; hay pocos, muy pocos.

La admiración cautivada por el saber; es lo nuclear de la transferencia amorosa, amor al saber, amor al sujeto supuesto al saber.

Lacan aconseja en Encore, la lectura de "El título de la letra". Destaca que los autores (4) por no amarlo o mejor por de-suponerle el saber, lo leyeron bien. Más aún, que nunca fue mejor leído. El amor puede ser mal consejero a la hora de la lectura crítica.

Freud postulaba una pulsión epistemofílica ligada a la interrogación infantil sobre la sexualidad, la vida y la muerte.

En esa dirección, dice Lacan: "Gozar de la verdad este es el verdadero objetivo de la pulsión epistemofílica, en la que fuga y se desvanece a la vez todo saber y la verdad misma.". (15.12.65 – sem 13 - clase 3).

Introduce la dimensión del goce en relación al desvanecimiento del saber, a la fuga inherente al campo de la verdad.

Hay un goce implicado. Gozar de la verdad, podría ser este un resto incurable para el analista, soporte fuerte de su entusiasmo.

Así, en ese recorrido de Freud a Lacan, el goce de la verdad puede postularse como trasmutación sublimada de unas excitaciones de orden sexual. Permitiéndome una tonalidad expresiva freudiana.

Una diferencia que vale relevar es la que media entre el goce del saber en falta y el saber como goce del Otro, vertiente superyoica que suele inundar de impedimentos la escena del lacanismo duro. Puede haber un solo paso para la reversión.

Del Ideal al SuperYo. De "Kant con Sade".

Resta, a mi entender, transitar la pregunta:

¿Cómo considerar la caída del sujeto supuesto saber, el ateismo radical implícito en el pase por el análisis, con la pervivencia y aún la acentuación fascinada del amor al saber?

¿Nos alcanza con la idea de un goce atemperado como amor sublimación, en que saber y verdad se soportan desfalleciendo?

Una segunda versión de la RAE

2. Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño

De estos entusiasmos también hay. Sobre todo en las escuelas e instituciones psicoanalíticas, que entraman entusiasmos, nombrados como transferencia de trabajo, para que el psicoanálisis sobreviva, persista, insista en la cultura.

Las jornadas, congresos, convergencias, los encuentros de analistas son causa para que el psicoanálisis, contingentemente, cese de no escribirse.

Para que ocupe ese particular lugar "extraterritorial" en la cultura.

La causa del psicoanálisis es temática abierta a las especificidades de la particular segregación implicada en su extensión.

Su reducto propio e inevitable de malestar en la cultura.

La adhesión fervorosa, como versión del entusiasmo, tiene una prueba contundente con esta misma reunión. Verdadero "Fervor de Buenos Aires".

Por ahí es cierto que "no nos une el amor sino el espanto".

Tercera versión

3. Furor o arrobamiento de las sibilas {hechiceras, adivinas} al dar sus oráculos.

El arrobamiento, el extasis, no es fortuito que se postule a las sibilas.

Así, en posición de lo femenino; posición tan emparentada a la del analista.

Acá debería imponerse algo de cautela en el entusiasmo como furor.

Ya la tenía Freud respecto al furor llamado curandis.

Y se redobla la cautela a la hora de la intervención-enunciación; si se pretendiese voz oracular. Sería mejor distarse de ahí.

La interpretación dice Lacan es cita del enunciado del analizante y conmoción enigmática del lugar de enunciación. No hay hechizo, ni adivinación. Si efectos a verificar.

Vale también estar alerta de la solemnidad, parapeto que facilita el clima oracular y de adivinación que se supone al saber.

Aún así, desestimar el oráculo no resuelve todas las encrucijadas implicadas en la indicación clínica de no rechazar el amor de transferencia, de no rechazar el sujeto supuesto saber.

4. Inspiración fogosa y arrebatada del escritor o del artista, y especialmente del poeta o del orador.

La escritura del analista, temática en trabajo en la Escuela, parece un buen recurso al entusiasmo. Mantiene vivo un deseo impuro, afectado por lo insoportable.

En cuanto a la poética, sería bueno que el entusiasmo hiciera de ella versión.

Favorecería la función del equívoco en la interpretación.

Aún Lacan con la exquisitez de sus recursos retóricos se quejaba de ser poco poeta, indicando en eso una de las cifras de su entusiasmo. (5).

Y como quinta versión:

5. Inspiración divina de los profetas.

Eso que nadie es en su tierra, combina la conjetura predictiva con la inspiración divina.

De allí viene el entusiasmo; del griego Enthousiasmós, literalmente: en dios, participar en el dios. (6).

Difícil prescindir del "Enthousiasmós", difícil prescindir del "buen dios".

Tomando con cierta timidez esta versión de la inspiración divina, pregunto:

¿Cuál es el dios que nos habita? ¿Cuál nuestro enthousiasmós?

El fantasma compele a matar al dios padre, al dios de la excepción y en el propio movimiento a reinventarlo. Es difícil no retornar al dios impregnante de amor-odio y su correlato, la producción de la mentalidad neurótica, trama del odioamoramiento.

Si hubiere un dios para el psicoanálisis, y no lo afirmo, será otra su dit-mansión.

Me inclino a pensar en ese Otro puesto del lado femenino y su lógica no totalizante que se sostiene también de la inexistencia de excepción.

En eso somos creyentes. Incluso fervorosos creyentes.

Esa puede ser la fórmula lógica del dios psicoanalítico: la inexistencia de excepción.

O si se quiere el La (barrada).

Con el riesgo siempre presente de idealizar lo femenino como solución a la lógica fálica.

Acompaño en el final algunas otras preguntas de tinte algo ingenuo pero insoslayables a mi entender a la hora de la clínica y su ética:

¿Porqué preferiríamos que al analizante le "vaya bien", dicho así de simple, en lo que el elija para su vida? ¿Hay en ello un tímido, velado o aún renegado entusiasmo por lo que anuda a la vida?

Y retomando la serie deseo del analista y función semblante.

¿Agrega el entusiasmo un vago goce al analista en su acto?

¿Habrá allí un goce sublimado, significación de un amor sin límites, satisfacción en el vacío donde podría dar cabida al amor al prójimo? (7)

¿Es ahí que cobra valor el entusiasmo en saber ser un desperdicio?

¿Será una particular forma de saber-hacer con la angustia de castración?

¿Es el entusiasmo una forma de hacer de la mentalidad un estilo?

¿Es una vía suplementaria al odio-amoramiento?

Eduardo Said

NOTAS:

(1) Sem 19

(2) Sostiene Lacan, que hacer un verbo reflexivo (precipitar) lo desprende de la fruición (complacencia-regodeo) que es el ser.

(3) Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe

(4) No nos cabe aquí detenernos en la posición del orador, que no sería sino posición analizante.

(5) Dice Lacan en el Sem XI "Porque la verdadera fórmula del ateísmo no es Dios ha muerto -pese a fundar el origen de la función del padre en su asesinato, Freud protege al padre-, la verdadera fórmula del ateísmo es: Dios es inconsciente."

(6) "Entonces se verá que del psicoanálisis el sujeto sale no habiendo hecho nada más que aligerar ese resto, a saber, devolverlo al Otro del cual él proviene. Pero, abandonando así su deuda puede anular al acreedor mismo. Ya no tiene más necesidad de la demanda de este Otro para sostener su propio deseo. El sabe que su deseo está formado de la zona que hace barrera al goce. Se satisface con este vacío donde el puede amar a su prójimo, porque es en este vacío donde lo encuentra como sí mismo y es sólo de ese modo que puede amarlo." "El psicoanálisis en este tiempo"

(7) Texto introductorio leído por Jacques Lacan en el ámbito de la Tenue Blanche Fermé, organizada en el Hotel "Gran Oriente» de Francia el 25 de abril de 1969..