Decir la experiencia, una cuestión de pasaje. Alejandra Rodrigo.

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(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Bahía Blanca, 2009.

La disparidad subjetiva ha sido un término introducido por Lacan, en su referencia a la situación analítica, situación que según nos dice, no es una situación. Más aún, lo aclara, es una “situación bien falsa”, pues en la transferencia, se trata de una experiencia.


Pero, ¿de qué orden es esta experiencia si se presentifica como una situación dispar?
¿En qué consiste la discordancia que en ella se plantea, siendo que el objeto que allí se produce, concierne tanto al analista como al analizante?
¿Cómo decir, si el “yo digo”, se sustrae a la enunciación?

Voy a partir de algunos supuestos para introducir la cuestión que quiero plantear.


Nuestro quehacer no tendría ningún sentido si en ese “crudo ser” del yo, no se designara alguna verdad del padecimiento subjetivo. Es por ello, que la verdad no se dice, se sufre y el sufrimiento es un hecho que encubre un decir. Pero el deseo, que sabemos, es su interpretación, se nos plantea como una desinencia de ese decir, justamente donde éste, el decir, muestra su falla, o sea, que en la posición del analista, de lo que se trata, es de recibir la falla del otro, aunque el analista responda también a eso, con su dificultad de ser, pues se halla, como el otro, en relación al acceso a la verdad, también obstaculizado.
Entonces, si la esencia del objeto es fallar y el ser es supuesto a un objeto, cuyo semblante hace reinar el analista ocupando un lugar, ¿cómo legitimar un decir que se sustenta en la falla misma?


Por otra parte, si la topología del goce es la topología del sujeto y el yo se halla en un lugar sujetado a eso que ha sido o a eso que es, más aún, a eso que ha supuesto ser como respuesta al enigma del deseo del Otro, ¿cómo dar cuenta del advenir de la división subjetiva que diga de la falta misma en la que el sujeto se instituye?


Paradojas de la experiencia analítica.
Decimos que el saber conduce a una verdad, pero es el saber mismo el que articula lo que lo separa del goce, en su íntima y exterior convivencia con el real último y primero del que el sujeto nada quiere saber, nada quiere saber de aquello que no hay. Por su parte, el analista, producido por el discurso analizante, incita a éste a dar fe a un Otro instituyendo un lugar del que sabe será, a su término, destituido, evacuado en esa “oquedad” que a él mismo también lo habita.


“Chivo expiatorio”, como lo llamara Lacan, cuyo producir arroja una verdad de la que el sujeto será incurable porque ha sido evacuado el “a”.
También él nos dice, que de esa expiación, el analista se “salva” por los grados y agrupamientos, reflexión cuya crítica a las instituciones y las transferencias nos convendría revisar, de vez en cuando, cuando el lazo entre analistas se encuentra particularmente atestado de alguna cosa que no es sólo la pasión y el puro prestigio.


Por otra parte, Freud nos ha enseñado que en la transferencia nadie o nada puede ser vencido “in absentia o in effigie”. Entonces, si el discurso tiene consecuencias en lo que se dice en un análisis, el alcance de las mismas caerán marcando también al analista, siendo que es con ello que él opera en su dirección.
Desde esta perspectiva, ¿cómo podría el analista permanecer intocado, cuando diga de lo que allí ocurre?


Asumir su posición no proviene del saber acumulado, de una metodología práctica o técnica aplicada ni de ninguna comprensión del caso anticipada sino de un hecho de estructura que lo ubicará en su saber hacer con eso adonde lo ha llevado la transferencia analítica y de donde es llamado a responder, ya que efectivamente no hay aquello que garantice su acción.


Ahora bien, por qué alguien que ha decidido ocupar esa posición, la de analista, necesitaría pasar a lo público alguna cosa de lo que ha ocurrido en su experiencia, porqué le podría hacer falta decir de esa experiencia, decir de los efectos de la palabra en ella, ya que hablar para otros no queda excluido de la incomodidad con que se efectúa su acto.


Parafraseando a Lacan, ¿qué realidad empujaría al analista a decir de su función? ¿qué deseo habitaría en aquello que lo impulsa a prestar su cuerpo, a la voz y a la mirada de los otros? ¿a qué orden lógico respondería
ese lugar a soportar, cuando habla de su hacer?, finalmente, ¿qué es eso que lo hace hablar ante otros?
A partir de estas consideraciones preliminares, intentaré en lo que sigue, dar cuenta de lo que he llamado un doble pasaje.


Son sólo algunas reflexiones, cómo un intento de aproximar alguna respuesta a estas preguntas, dejando por cierto afuera lo que se evidencia claramente como una demanda de supervisión grupal, enmascarada como presentación clínica y dando por descontado, que sólo podría ser llamada así, un vez finalizada su presentación.


Parto entonces, del deseo de hacer público algo de la clínica de un analista cualquiera, entendiendo que aquel, el deseo, pueda mover a alguien a transmitir, en el sentido más laxo del término, alguna cuestión que le concierne de su práctica.


Primer pasaje: el que se ha efectuado desde la lectura de lo que ha ocurrido en la experiencia, lectura que incluye al analista formando parte del caso, si lo hubiera, al relato oral o escrito.


Resulta curioso encontrarnos como Freud se dirige a Jung al referirse a las experiencias dolorosas producidas por la transferencia, a veces, dice, “son necesarias y difíciles de evitar”, “tan sólo entonces se conoce la vida y el asunto que se tiene entre manos”. “Yo mismo”, le confiesa, “no he llegado a incurrir en ello por completo, pero algunas veces he estado muy próximo y logré “a narrow scape” (un escape con lo justo)... “así se le endurece a uno la piel, cosa necesaria, se domina la contratransferencia en la que queda uno cada vez implicado y se aprende a desplazar las propias emociones y a situarlas convenientemente”.


La pluma de Freud nos ha señalado el camino, el analista avanza por el hueco que deja abierto la tensión inherente a la transferencia misma: resistencia-contratransferencia y deseo del analista.
Ahora bien, ¿no es desde allí que Freud escribe, para legarnos su invención, en un mismo acto, el de su implicación como analista y aquel que puede leer, llevando al límite, los efectos de lo que ha ocurrido?
Segundo pasaje: hablar ante otros.


Estos otros, cumplirían una determinada función, cuya lógica se sostiene y me voy a servir para ello, de la que Freud magistralmente nos enseñara a propósito del chiste.


En tal sentido, los otros o preferentemente algunos, pocos otros, ocuparían cierto lugar y bastaría que ese lugar lo ocupe alguien, para que dicha función se cumpla.


Este segundo pasaje operaría entonces, de manera contingente. ya que nada lo garantiza, una inversión, para que algo se produzca: la caída del “offentlichkeit”, el público o lo público, que se produciría cada vez que se presentificara, que se verificara, la emergencia del “publikum”, aquello que Freud tradujera como “su público”.


De este modo, “su público”, surgirá, cada vez que acontezca esa inversión, como lugar y función de la efectuación del decir la experiencia y el producto de lo que allí advenga, así como en el chiste, podría surgir como intención creadora, transmisión, si es alcanzado por ese decir.


Cuando un analista toma la palabra en este sentido, construye su público y estos otros, si así ocurriera, ocuparán un lugar tercero propiciador de un pasaje, de un pasaje a la extensión.


Lo público que vira a su público, nos aproxima, entonces, a una de las dimensiones del decir del analista en la extensión, pues esos otros se vuelven operadores de lo que allí hace función de la palabra, lugar donde resuena la palabra. Siendo que el inconsciente se formula como aquello que existe al discurso, sería justamente en y por el discurso mismo en su función de lazo social, como podría hacerse posible que un saber se transmita para alcanzar alguna verdad respecto de lo imposible de escribir.


Redoblando así, en la extensión, aquello que para que un discurso tenga efectos sobre lo real, necesita de un psicoanalista, siendo que es el discurso mismo el que lo determina.


Por otra parte, recordemos que el término transmisión, implica en una de sus acepciones, la noción de pasaje , pasar de un lado al otro, situado detrás en el espacio o a continuación en el tiempo, de aquello que se expresa, también remite etimológicamente a enviar, lanzar.


Ahora bien, Lacan ha planteado un hiato entre la extensión-intensión, un salto, un abismo a franquear, sin embargo es el mismo Lacan el que, al introducir la cuestíón del goce, nos dice:
… “El no quiero saber nada de eso de cierto saber que les es transmitido por migajas, ¿es precisamente de eso que se trata? No creo.


E incluso es precisamente porque ustedes suponen que yo parto de otra parte en este no quiero saber nada de eso, que ese supuesto los liga a mí.


De esta manera que, si es verdadero que yo diga que, respecto de ustedes, no puedo estar aquí más que en posición de analizante de mi no quiero saber nada de eso, de aquí que ustedes alcancen el mismo, habrá un trecho”…y aquí va el subrayado: “No hay, contrariamente a lo que se emite, ningún impasse de mi posición de analista con lo que hago aquí con ustedes”, hasta aquí la cita.


Propuesta que nos invita a reflexionar acerca del estatuto del acto en la extensión y a precisar entonces, cuál sería su lógica.


Es por ello, que quizás convendría dejarnos interrogar, en este sentido, por la tantas veces citada formulación lacaniana, que a la manera de un axioma expresa, que el analista se autoriza de sí mismo y ante algunos otros…


Por otra parte, el 21 de abril del 71, en los locales del editor Kobundo, en Tokio, Lacan se dirigía a un auditorio que quizás se podría haber convertido en su público, diciendo lo siguiente:
“No hay ninguna posibilidad de progresar si no es en esta vía que es la de circunscribir mejor lo que es de la experiencia, ver de qué está hecho el material que es ahí operante y del cual resulta que el análisis perfectamente depende.


Pues es cierto que el analista está implicado en todo análisis. Y es por eso que los analistas están tan decididos a que las cosas no avancen, porque sus situación ya es suficientemente desagradable, en la situación actual, como para que no tengan ninguna gana de agravarla.


Cuando se trata -continúa la cita- que uno mismo se convierta en la roca eso plantea muchos problemas y es de eso que se trata para el analista, pero él no quiere a ningún precio convertirse en esa roca”.
Sin embargo, hacia 1978, Lacan concluía : “Tal como llego a pensarlo ahora, el psicoanálisis es intransmisible. Es muy fastidioso que cada analista sea forzado, porque es preciso que sea forzado, a reinventar el psicoanálisis”…


¿Suscribiremos después de 30 años, semejante formulación?


¿Cómo entonces, reinventar el psicoanálisis, cuando es la roca misma la que ofrece para el analista, la más pura aleación resistencial?

Para terminar.


La transmisión del psicoanálisis conlleva invariablemente el encuentro con su límite, con lo que allí se vuelve intransmisible, por lo imposible de decir. Es en ese encuentro con lo real de la transmisión, que cada analista se ve forzado, convocado cada vez, a reinventar el psicoanálisis, reinvención que dirá , si ello ocurre, del estilo de cada analista.


Decir la experiencia podría ser entonces, también para cada analista, la oportunidad contingente de un pasaje.


Sería también, si eso pasa, si eso opera en su retorno, una ocasión privilegiada de quedar reducido, una vez más, a ser en su ser, no más que el efecto de lo que lo causa.

Alejandra Rodrigo

Referencias bibliográficas:

Freud, S :“La dinámica de la transferencia”, Obras Completas, T II . Ed. Biblioteca Nueva, Madrid.
Freud, S : Carta a Jung, 7 de junio de 1909. Biblioteca de la EFBA.
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Lacan J, : “El psicoanálisis en este tiempo”, abril de 1969, texto introductorio leído por Lacan en la Tenue Blanche Fermé. Traducción: A.M. Gómez, O Viera, S.Rochietti.
Porge, E : “Transmitir la clínica psicoanalítica”. Ed. Nueva Visión. Bs As.
Jáuregui Lorda, M.C : “Transmisión del psicoanálisis : ¿Qué relación con el saber?”. Artefacto 3. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. México.
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