Entre Bordes y Des-Bordes: Resonancias de lo inconcluso. Marta Rietti.

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(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis. Rosario. 1999.

Hace a la práctica del analista, su interés por lo que se sitúa como frontera. No sólo lo atrae, sino que lo interroga. Me refiero a aquello que en la palabra de una analizante dice de un límite. Si la función de corte, como específica del analista, produce borde, se trata para el sujeto de orillar éste último; acercarse a ese extremo en un intento de transitarlo, ahí donde aquello prolongado en el tiempo, testimonia de lo aún no incluido.

Si el analista sabe que el lenguaje es trabajo y que por lo tanto el inconsciente se produce en la lectura de lo que es dicho; sabe también que el encuentro con lo que organiza el dolor de un sujeto no es más que algo azaroso, eventual y que es producto mismo de esa palabra.

Así, sostener un deseo que no es subjetivo, asegura que la demanda sea relanzada una y otra vez, más allá de las dificultades inherentes a la repetición.

Ubicar un orden diferente, es pues de lo que se trataría en un recorrido analítico; ahí donde lo coagulado hace de punto de detención para el sujeto, que inmerso en un goce que convendríamos en llamar "loco", está expuesto a un riesgo real.

Me refiero a los duelos que en tanto incumplidos y por esto mismo eternizados en un tiempo infinito, suponen para el sujeto retroceso, ya que algo quedaría aún por concluir.

En un análisis, quejas monótonas e insistentes, hacen oír un único reclamo: el del sujeto queriendo emerger de ese lugar de resto en que se ha colocado para el Otro. Exiliar-se de ese goce desbordado, no parece tarea sencilla: tiempo signado por el acting y el pasaje al acto; en tanto el primero daría cuenta del forzamiento en lo real, de aquello que aunque simbólicamente presente se halla transitoriamente excluido y en el segundo de una forma violenta del sujeto de precipitarse fuera de la escena identificado al "a"; no habiendo ya otra cosa que Gran Otro a quien no se demuestra nada.

Posición particular del analista ante ese sujeto que oscila entre el corte y el rechazo a este último. Fantasías de suicidio que esgrimidas como veladas amenazas, producen desconcierto, no dejando de concernir a quien dirige la cura ya que ahí no se querría resignar alguna responsabilidad.

Si la clínica transita duelos, toma en eso mismo valor de apuesta; ya que implica para el sujeto no sólo trabajo sino también renuncia, sacrificio de un trozo de sí, que algo de su ser fálico, se ceda para que esa pérdida se inscriba como marca a ser tenida en cuenta.

Entonces, hay duelo sólo si ha sido efectiva esa renuncia, si esa posición de goce es cedida, por la vía de la neurosis de transferencia; dando lugar a lo que es propio de la sustitución: la indicación del objeto como de deseo.

De la clínica.

Cuando un sujeto es convocado a un duelo, algo de lo traumático indefectiblemente se pone en juego.

Se trata de la dificultad de duelar en una mujer; o sea de una pérdida que ahora actualizada, señalaría la no inscripción de ésta como falta fálica, castración. Cuando ante un agujero en lo real, no se movilizan los recursos significantes necesarios, se torna insustituible aquel objeto que cercano al Ideal, testimonia "el ser un fracaso", en donde ella consiste.

Un escrito de una analizante en el que anunciaría su suicidio ha sido causa de este trabajo, a la vez que sitúa su posición ante la pérdida:

"Pienso en el hijo que no tuve; no me interesa con otro hombre, es sólo con él y nada más que con él con quien quiero tenerlo".

Ante la negativa del hombre amado de darle un hijo, ella sostiene con la fantasía de desaparecer, que no habría sustitución posible, ni de ese hombre, ni de ese hijo.

Así, otras frases que se dan a leer en ese mismo escrito: "Vivir es arrastrar el peso del dolor. Despierto cada mañana rodeada del sin sentido y maldiciendo el momento del despertar".

Hace unos años, cuando ella consulta, lo hace en el contexto de una relación pasional con otra a la que ella llamaba "su analista" y a quien le era difícil dejar. Desdibujado un análisis allí, se trató sólo de desafío y provocación al Otro.

Sólo asegurándose un lugar en mi deseo, es como ella supone poder dejarla y dar un nuevo paso en otro marco de análisis.

Relatará esa relación casi dual, que sostenida por ambas, llevó a la degradación de aquel análisis, Transferencia imaginaria, plena de actuaciones en donde la "escena con una madre" cobra especial relevancia. En la "creencia de serlo" es donde unos "brazos abiertos" se ofrecen dispuestos a cobijarla, goce que reiteraría otra vez el riesgo de quedar capturada, ahí donde el Otro en una posición de no-barrado toma el desamparo sobre sí, pretendiendo preservar a la analizante de la angustia inherente a un análisis. Situación por lo demás paradojal, ya que esta última no hacía más que incrementarse.

En sus recuerdos aflora una madre enloquecida, de pérdida en pérdida hasta perderlo casi todo. En esos desvaríos, la hija era tanto besada como golpeada al mismo tiempo.

Una marca difícil de soportar: ser nombrada para ese Otro Materno como "aborto no realizado". Mito de origen: creer haber sido admitida "a pesar de la madre".

Así dibuja su lugar posible en el Otro; lugar de resto del que ella intentará sustraerse una y otra vez por la vía de situarse fálicamente.

Es en un hermano apenas un año mayor, en donde ubica una salida posible de la madre, haciendo un pacto singular: prometerle fidelidad para siempre.

Si ese hermano va a un lugar paterno cabe la interrogación por el padre de esta sujeto.

Recuerda que cuando nace una hermana, a ella le sucede "soportarlo", haciéndose pasar ella por la madre y el hermano por el padre. Joven pareja que paseaban a una niña y sonreían ante los comentarios elogiosos que les hacían.

En ese juego de engaños el acting muestra el apego por el padre y el lugar concedido a él: "era todo para mí".

Como una forma de pasaje al acto en una situación que se podría construir "el padre da un hijo a otra", se va a los brazos de una lesbiana. Sonrisa siniestra que la cautiva y horroriza pero a dónde no puede dejar de responder.

Al decir de ella: "decepción, traición, me quedé sin palabras", cuando enterada a través de una madre extraviada de que el padre iba a tener un hijo; hará propio ese extravío "echándose a deambular" por las calles.

Podría pensarse así que ella ha quedado en el plano de la frustración ante la falta adecuada de respuesta de un padre, en tanto ordenador de la demanda que una hija le dirige.

La formulación de la demanda que un decir "cualquiera" del padre simbolizaría, al no tener respuesta en el orden de un "no", no instala privación como algo definitivo y permanente. Vale decir no desemboca en castración.

Entonces, más allá de que ya algo estaba instituido simbólicamente, en relación a lo que Lacan nombra como aquella presencia paterna, sitúo que acá puede leerse cierta coagulación de la privación: El sujeto ha quedado en un estado doloroso, en la estacada, ahí donde se dificulta la sustitución del objeto por el significante. Tomo acá, el concepto de privación, tal cual lo trabaja Lacan en su Seminario "Las Formaciones del Inconsciente" como una de las operaciones de corte, un tiempo de la falta

Pasos inconclusos en la simbólica del don, en la sustitución fálica, en lo que coloca al deseo como deseo de otra cosa, es decir lo otro en el horizonte.

Así, alcoholizada se relacionará con esa mujer y con el hermano en situaciones que bien podrían calificarse de próximas a lo incestuoso.

Un hombre que ella sitúa como sustituto del hermano, es quien parece sacarla del desorden gozoso en el que había caído. A él se ofrece sacrificialmente, dispuesta a tolerarle cualquier maltrato en tanto éste jugaba de reaseguro contra lo desvastador del goce materno. Es que en esa negativa de darle ese hijo que ella demanda se redobla lo que del padre no podría obtener.

Sumergida en la desesperación, dice: "ya nada tiene sentido, puedo pasarme horas acostada, no bañarme ni comer, es como si el techo se me viniese encima".

Su melancolización testimonia así de la desautorización del padre como donador, al colocar a ese hombre que viene a caer en un lugar paterno, como insustituible.

Cabe la interrogación acerca de que operación inconcluida daría cuenta de un punto de detención, ahí donde la sustitución no opera con toda su eficacia. Parecería que el padre como privador, no ha resultado eficaz. Sueños de esa época ubican algo de lo inconcluso del padre, donde lo que retorna es una versión gozosa de él. Así, es el que estando con otra, la mira con indiferencia, se ríe ó bien el asesino que viene a cerrar una serie de asesinatos.

Momento crucial del análisis, en cuanto a atolladero, dificultad que por eso mismo fuerza a atravesarlo. Interpretar su deseo de "morir", de "suicidarse" de ese lugar en que se es objeto para el Otro, a la vez que la línea de lo que el padre no puede efectivamente dar; inaugura otro tiempo, el de un duelo por el padre "idealizado" de quien aún se podría seguir esperando ese sustituto fálico imaginario.

Junto a ese escrito que decía de su intención suicida, hay otro posterior que pienso que abre a la posibilidad del duelo. Ella lo tituló "Estar atento": se trata de una antigua leyenda, de ahí destaco a leer: "se debe estar atento para no dejar pasar la oportunidad de que ciertos acontecimientos de la vida no pasen de largo, aunque como cualquiera, en definitiva como cualquier humano, nos perdemos tantas cosas...". ¿Intento de cortadura con el objeto?.

Es en relación a una intervención mía, subrayando su segundo nombre que surge un tiempo en donde adquiere predominancia un significante: "hacerse rechazar" en reemplazo ya del rechazo al corte. De este tiempo destaco:

Ella se hace rechazar como lo hace una tía lejana a quien nadie quiere.

Esta tía tiene que ver con la elección de sus nombres.

En los llamados "compulsivos" a otra, se escucha llamarse a ella misma, por la vía de nombrarse con ese segundo nombre.

El subrayado de esto último, produce la pregunta en ella por el origen de sus nombres.

Lanzada así en su historia por la línea de las identificaciones, descubre que ese lugar de "resto" que le daba consistencia a un nombre de goce, no es el único: hay también un nombre de deseo.

Ubicarse ahí, es producto de otro tramo de análisis, caracterizado por el recuerdo de diferentes "decires" del padre que simbolizan corte. Resignar al padre, el de la decepción y traición, que la dejó sin palabras para según su decir "sentirme salvada de la locura" inscribe un pasaje en análisis: rechazo del goce conjuntamente con aceptación de las fallas del Padre. Fallas que lo hacen un Padre.

Su afirmación " lo único que me salva de la locura es saber que con él no voy a tener un hijo", da en efecto lugar a que sea con otro (hombre), ya no tan próximo al padre, pudiendo ser este último ahora en verdad sustituido. Abre también a la otra perspectiva del análisis en una mujer: No sólo en el orden fálico, sino por aquello que cae por fuera: me refiero al "no-toda fálica es".

Este borde que empieza a recorrer no es sin el sostén en ese nuevo mito que se arma sobre sus orígenes; que tachando el anterior: "aborto no realizado", deja sin efecto el haber sido admitida "a pesar de la madre"; dando ahora sí eficacia a esa respuesta paterna, el Padre como soporte del Ideal femenino.

Marta Rietti.

Referencias bibliográficas.

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Lacan, Jacques: La Angustia. Seminario X

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Nasio, J.: En los límites de la transferencia : las formaciones del objeto "a" (del libro En los límites de la transferencia - J. D. Nasio compilador) Ed. Nueva Visión.

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Gaugain, Michel: El acting out, el pasaje al acto y la transferencia analítica. (del libro En los límites de la transferencia - J. D. Nasio compilador) Ed. Nueva Visión.

Yankelevich, Héctor: El marco del análisis y el cuerpo del analista. Redes de la letra Nº 5. Ediciones Legere

Haimovich, Edgardo: El cuerpo de la metáfora. Redes de la Letra Nº 5 Ed. Legere

Jinkis, Jorge: Interpretación Psicoanalítica del suicidio. Revista Conjetural Nº 10

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Cancina, P.: El Dolor de existir y la melancolía. Ed. Homo Sapiens.

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