Inconsciente. Graciela Jasiner.

Tiempo de Lectura: 10 min.

(*) Jornadas de Escuela: "Cuerpo, Síntoma, Goces" Escuela Freudiana de Buenos Aires - Octubre de 2006.

Puede que no resulte superfluo, volver a detenernos en un término como el de Inconciente, porque como ya nos advirtiera Freud, uno comienza renunciando en las palabras pero termina renunciando en las cosas. “Inconciente” como producción, como retorno, en el orden de lo no realizado, no es lo mismo que “lo” Inconciente en tanto falta de atributo o falta de conciencia.


En ese recorrido subrayaré una expresión: experiencia del inconciente, que Lacan usa en diferentes oportunidades y que puede resultar solidaria a lo que hoy intento transmitir, expresión comúnmente poco destacada, que no la estoy interpretando de ningún párrafo oscuro, sino que así está dicha, por ejemplo en el “Seminario de un Otro al otro” : “uno aprende sobre el Otro que lo habita por poco que se tenga una experiencia del inconciente”.


Algo en mi propia práctica analítica, en las supervisiones que sostengo, y fundamentalmente en los re análisis de algunos analistas, comenzó a hacerme pregunta respecto a cómo se atraviesa esa “experiencia del inconciente”.


En la clínica de nuestros días, a veces, donde no alcanza la intervención en la dimensión simbólica y se requiere una incidencia desde el registro imaginario para alcanzar lo real del objeto, o donde intervenimos desde lo real, o buscamos operar un corte de goce, tomamos otros caminos que no son los de la vía significante, clásica vía regia de acceso al inconciente.


Voy a detenerme en un problema que a veces nos habita, al modo de cierto apresuramiento: mi impresión es que hay intervenciones que cualquiera de nosotros puede hacer en lo cotidiano, en las que a veces apuramos los tiempos y sin quererlo, en una falsa ilusión de claridad, portando el límite de la ceguera de lo intuitivo, a veces nos apresuramos y en vez de abrir un tiempo de comprender confundimos el momento de ver con el de concluir, olvidando que no es lo mismo el apresuramiento que la prisa lógica que podría llevar al acto.


¿Habrá allí una cierta banalización de la nombrada experiencia del inconciente? ¿Cómo retomar cada vez de nuevo los caminos trazados por Freud? O es que ¿…habremos de colocar esa discontinuidad en que algo vacila, inaugural en el descubrimiento freudiano otra vez, sobre el telón de fondo de una totalidad?
Tomo de Carlos Ruiz la idea de que a partir del Seminario de la Identificación, Lacan construye una lógica para el inconciente y que justamente la novedad lacaniana es construir esa lógica para el inconciente, aún sin el principio de no contradicción, que era el baluarte de la lógica aristotélica. El Inconsciente estructurado como un lenguaje, como conjunto de elementos discontinuos, marca que no hay universo de discurso, o sea una lógica de incompletud y plantea una noción de sujeto, alejado de un Yo de la síntesis.


La radicalidad de Lacan, consiste en subrayar la división, la no-unidad, la esencial Otredad del sujeto. Nos ocupamos, del sujeto del Inconciente, no del individuo ni del yo autónomo. “El pensamiento, nos advierte Lacan en Ancore, está del lado del mango de la sartén”


Freud más de una vez nos había enseñado que la hipótesis del inconciente produce horror, genera rechazo, pero ya en 1910 terminaba “El porvenir de la terapia psicoanalítica” indicándonos que “hemos de saber esperar”. En “Psicoanálisis Silvestre” nos enseñaba que el poder es de la transferencia, y que por eso el psicoanalista tiene que “saber esperar” que la transferencia, haga su trabajo.
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Y sin embargo, a veces, sin quererlo, en la clínica psicoanalítica en cierto apuro por el corte, pareciéramos manejarnos con una teoría yoica del sujeto, como si le dijéramos “usted puede…” convocando más al yo autónomo, unitario, que al sujeto del inconciente, en un apresuramiento del analista desconociendo aquella indicación freudiana de saber esperar.


¿O acaso el “destino” de Edipo -su anánkê, su “maldición” no se podrían inscribir en algo de su arrogancia, de su “soberbia” (hybris), de su apuro en resolver el enigma, sin poder escuchar que la pregunta de la esfinge encerraba en su enunciación, una pregunta fundamental para el ser humano -que lo implicaba- justo a él que venía de matar a su padre…?


Me pregunto, y quisiera ponerlo en discusión con ustedes, si en los avatares de una clínica que se dice de lo real, cuando ante lo real del lenguaje, intervenimos buscando tocar ese real, o más aun en intervenciones llamadas de corte- sin duda una importante herramienta- no hay a veces ciertos excesos, que se convierten en callejones sin salida para el analizante, dejándolo en las puertas del acting, tan propio de nuestros días, transferencia sin análisis, que sabemos ubica las resistencias del lado del analista allí donde nuestra intervención puede deslizarse por vías supeyoicas, interfiriendo más que propiciando y sosteniendo el despliegue de la así nombrada por Lacan: experiencia del Inconciente.


¿Cómo se toca lo real, ese real que golpea? Cuando alguien entra en análisis, allí donde sancionamos un comienzo, le decimos a pesar de la imposibilidad, que diga todo. Sólo donde no piensa, advendrá el sujeto del inconciente al cual se dirige nuestra operatoria, y es por los caminos de la “letra” donde podremos alcanzar algún real.


Uno puede o no estar abonado al inconciente. Sabemos que en una cura psicoanalítica no hay dos sujetos pero eso no significa que no haya analista, muy por el contrario, cuanto más abonado esté un analista al inconciente, más podrá como un buen actor ofrecerse para dirigirse a soportar el lugar de semblante de objeto que le posibilitará conducir una cura con otra orientación que no sea la de la identificación con el analista en el lugar del ideal.


La transferencia implica que el saber del inconsciente pasa a ser supuesto como saber del analista. En el análisis, se trata de tiempos lógicos, Cronos hace lo suyo, se inaugura un tiempo para comprender en transferencia, pero no para una elucidación profunda y exhaustiva del inconsciente, sino orientada a que algo del fantasma y el goce se despliegue.


En “La Apertura de la Sección Clínica” (1977) Lacan define el campo como freudiano y el Inconciente como lacaniano. Lacan habla de un inconciente con estructura de pulsación que más que repetición de lo mismo, es producción de lo nuevo. Discurso que a veces podrá ser sin palabras pero no será sin letras. Precisa de las letras que el Inconciente escribe en medio de su decir, tarea analizante que requiere su tiempo para enhebrarse.


Ante el inconciente freudiano equiparable al saber, Lacan inventa un real nodal, más en relación a un inconciente no sabido.

En Freud, las formaciones del inconciente se leen como el retorno de lo reprimido, sexual, infantil y por lo tanto incestuoso, y si bien el inconsciente freudiano sorprende en el tropiezo, en el fallido, en el punto del traspié, en Lacan en cambio se leen como el retorno del trazo que representa al Sujeto y por lo tanto ¿por qué no?, como trazo separador. Inconciente no solo como saber ni como reservorio sino Inconciente como producción en relación a lo +real.

El Inconciente lo único que busca es retornar y retorna como trazo que descompleta al Otro. El retorno es un modo despojado de plantear la operación del Inconciente, la experiencia del inconsciente introduce un Uno de la hendidura, del corte, de la ruptura.


Algo preparado para esconderse de nuevo, para volver a perderse como Eurídice… saber inconciente S2 y atravesando la barra S1 y en una lógica de pulsaciones el segundo tiempo será de cierre, allí donde el S1 coagule con otros significantes; pero estoy planteando el problema de que a veces nuestras mismas intervenciones pueden producir el indeseado efecto de suturar la hiancia.


Lacan buscando salir de una lógica de la esfera propone el toro que es a la vez la cubierta de una banda de moebius. El toro, a diferencia de la esfera no puede topológicamente reducirse a un punto: se trata en el centro de un agujero y las pulsaciones del inconsciente son una alternancia de la banda de moebius y la cubierta del toro, pero como no se trata solo de pulsaciones del inconsciente, Lacan pega un disco al borde de la banda que presentifica el objeto “a”. De allí al nudo borromeo, hay un solo paso.


Una clínica psicoanalítica que abreva en las enseñanzas de Lacan, va más allá del desciframiento del saber inconsciente. Estamos hechos de materia gozante y nos ocupamos del goce, nos dedicamos a la tontería, a la betisse. Apuntamos al encuentro con ese objeto pulsional que aloja para el sujeto la causa de su deseo, pero para que el psicoanálisis no devenga un mito, para seguir cosechando el surco abierto por el maestro, conviene no olvidar que lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, no son sin el Inconsciente, todo lo contrario, el Inconsciente está allí anudado como lo “no-sabido que sabe de una-equivocación…”

Entre la subversión de la razón cartesiana de Freud, y el anudamiento a lo real y lo imaginario en Lacan, el inconciente sigue siendo una noción nodal del psicoanálisis, clínica de lo real que pretende llevar un análisis hasta el límite: el fin del análisis no un fin burocrático ni ideal sino hasta el límite posible que cada análisis y cada estructura subjetiva permita.


Si hay analista, dice en el “Seminario de la Transferencia”, es por lo producido en el análisis… que el sujeto advertido a través de la experiencia del análisis…sepa de algún modo tocar como un instrumento, la caja del violín, del cual por otro lado posee las cuerdas... Es un inconsciente suavizado, un inconsciente, más la experiencia de este inconsciente.

Y en nuestra escuela: la práctica del pase... un ordenador lógico, que reubica la importancia en la formación de un analista de esta disponibilidad a atravesar la experiencia del inconciente. El pase sanciona el fin de análisis pero diferentes testimonios dan cuenta de que el pase reabre el inconciente. ¿O acaso el pasador no tendría que dejarse transmitir la presencia de ese sujeto del inconciente, para poder a la vez volverlo a pasar?

Graciela Jasiner.