Algunas puntuaciones acerca del sueño. Alejandra Rodrigo.

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(*) Cuadernos Sigmund Freud. Nro 26 (2009) - EFBA

“Flectere si nequeo superos, acheronta movebo”

(“Si no puedo conciliar a los dioses celestiales, moveré a los del infierno)

“La Eneida” de Virgilio

Con esta cita introduce Freud, en 1900, su monumental obra “La interpretación de los sueños”.

Cita que probablemente nos anticipa, una vez más, como tantas veces en su obra, la suposición de un inconsciente romántico que responde a la psicología de las profundidades, en la que habitarían los dioses del infierno.

Sin embargo, en “La Lógica del Fantasma” (clase del 25.1.67), Lacan nos dice que el verdadero infierno, a diferencia de Sartre que lo ubicaba en la mirada de los otros o aún, como podríamos deducir en la mirada fijada a esa imagen desde siempre en el Otro, el verdadero infierno, no está en otra parte más que en el “Je”.

Podríamos entonces decir, a partir de esta primera aproximación a la cuestión, que el verdadero infierno es ese lugar donde el sujeto se realiza en su división misma como sujeto, en tanto el Otro está tachado.

Partiendo de algunas consideraciones, voy a intentar hacer una aproximación a la hipótesis que quiero plantear, a partir de la experiencia clínica, acerca del sueño.

El sueño es una realización de deseos, nos ha enseñado Freud, aforismo que, a mi entender, se conjuga y se articula con el que conocemos del sueño, como vía regia al inconsciente. Vía regia, quizás, de alguna revelación, tal como a Freud se le reveló el enigma de los sueños.

Entonces, reservemos estos conceptos: enigma, deseo, realización, para ver hacia dónde nos conducen.

En la respuesta de Lacan a Catherine Millot, publicada a partir de sus notas como “Mas allá del despertar”, podemos leer, que el sueño es una inhibición activa que protege al cuerpo, a través de lo simbólico, en tanto que es por lo simbólico que para el cuerpo “el despertar total es la muerte”, ya que “el dormir profundo hace que el cuerpo dure”.

Entonces, podríamos decir, que el sueño protege del encuentro con lo real como imposible.

Allí mismo, en el texto citado, también nos dice Lacan, que no nos despertamos jamás, que los deseos mantienen los sueños, porque al fin de cuentas la muerte es el despertar absoluto, pero en definitiva también, imposible de soñar.

Entonces, en este sentido, el sueño vela ese despertar.

Volvamos ahora a Freud.

Hacia el final de “Psicología de los procesos oníricos”, en el Capítulo VII, de “La interpretación de los sueños”, Freud se pregunta si esos “…impulsos inconscientes que el sueño revela”… “ no tienen, quizás, el valor de poderes reales de la vida anímica ” y en relación a su importancia ética, en tanto producen los sueños, “si pueden crear algún día otros productos”.

Luego se interroga sobre la “realidad” de los deseos inconscientes y

plantea … “que una vez que hemos conducido a los deseos inconscientes a su última y más verdadera expresión, vemos que la realidad psíquica es una forma especial de existencia que no debe ser confundida con la realidad material”.

Ahora bien, ¿cuál será la particularidad de esta realidad para el sueño?

¿De qué orden es la existencia adjudicada a esa realidad a la que llegamos cuando avanzamos a la última y verdadera expresión en el sueño? Por su parte, Lacan precisa en “Los cuatro conceptos fundamentales” (clases del 22 y 29.1.1964), la función de la causa en la hiancia del inconsciente. Hiancia por donde la neurosis se conecta con lo real, dimensión que se especifica por el orden de lo no realizado , que pide real-izarse y cuyo estatuto, como sabemos, no es óntico ni ontológico, sino ético. Hiancia que, nos va a decir Lacan, no es otra cosa que el ombligo del sueño freudiano, límite del Unbewustte o sea el concepto de la carencia.

En la “Respuesta a Marcel Ritter”, del 26 de enero de 1975, retoma el término ombligo del sueño en su correlato con lo “Unnerkannte”, con lo imposible de reconocer. Lógica de lo imposible , ya que se trata de aquello que no cesa de no escribirse : lo real. O sea, que lo desconocido es lo no reconocido. Lugar, entonces, de lo “Unnerkannte” será “el punto de falla en la red”, al que se llega en el sueño , donde no se puede ir más lejos… y se pregunta luego, en ese mismo texto, si no podemos ver allí lo real, “un real no simbolizado”.

Ahora bien, es Lacan mismo, el que se interroga sobre si este real es un real pulsional, lo real de la pulsión, o tal como lo enunciara Freud, alude al ombligo del sueño en su relación con el deseo, ya que es “el lugar donde el deseo surge como un hongo” , del que se extienden y parten “un ovillo de pensamientos” que el trabajo del sueño no termina “de desenredar”. Puesta en relación, diríamos, de lo real de la pulsión, tal como allí se lee, de aquello que hace borde al orificio pulsional, o sea su constancia, “reducido a la función del agujero”, con lo que ocurre a nivel del inconsciente. Analogía, pues, entre el orificio pulsional y aquello que es significable del agujero del inconsciente, que Freud denominó con el término de la “Urverdrangt”, lo reprimido primordialmente. Esa cicatriz, que hace litoral al ombligo del sueño y que conecta con lo “Unnerkannte”.

Lacan define a esa cicatriz como un agujero, cuya topología hace al límite del análisis, “real perfectamente denominable”… “de puro hecho”. Se trata del deseo del Otro, que hace que el parlêtre esté irremediablemente excluido de su origen, cuya marca Freud la designa como aquello de lo que no hay nada más que decir, a propósito del sueño. Límite, podríamos decir, de lo simbólico que conecta con lo real del sueño, cuyo agujero se ha anudado, en el inconsciente, a lo imaginario que el sueño presentifica en su figuración y que escribe la imposibilidad misma en lo que concierne al sexo: no hay relación sexual.

Luego de estas consideraciones, retomemos entonces, nuestros conceptos: enigma, deseo, realización, para tratarlos en el sueño.

Si la verdad, como dice Lacan, (clase del 22.2.67), se manifiesta enigmática en el síntoma, ¿ por qué no hacer extensivo dicho enunciado al sueño?, ya que, como vimos anteriormente, el sueño participa, es más, es efecto en esa participación del enigma, de esa “x” fundamental que designa el lugar del sujeto en el deseo del Otro. Pero, ¿qué es este lugar del Otro sino esa opacidad subjetiva donde “el sujeto está perfectamente cosificado y de la peor especie de cosa, de la cosa freudiana?”( Clase del 22.2.67).

Propongo que vayamos, brevemente, a esa cosa freudiana aludida por Lacan.

Volvamos al Capítulo VII, de la “ Traumdeutung”, ahora en el comienzo, donde Freud nos advierte de algo que “reclama especialmente nuestra atención”, ya que se eleva a la categoría de “sueño prototípico”. Sin duda las razones de Freud no serían las mismas que las nuestras, tratemos entonces de interrogar este carácter de prototípico, a la luz de estos desarrollos que venimos planteando.

Pasemos a la cita del relato del sueño:

“…un individuo había pasado varios días, sin un instante de reposo, a la cabecera del lecho de su hijo, gravemente enfermo. Muerto el niño, se acostó el padre en la habitación contigua a aquella en la que se hallaba el cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba el resplandor de los cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver. Después de algunas horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que se hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo reproche: Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?. A estas palabras despierta sobresaltado, observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre a ella, encuentra dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo,

y ve que uno de los cirios ha caído sobre el ataúd y había prendido fuego a una manga de la mortaja”.

Viene luego el conocido análisis que Freud despliega acerca del sueño. Detengámonos en la explicación, que allí da, sobre “el resplandor”.

Refiere que “el resplandor” que entró por la puerta donde se hallaba el durmiente, provocó lo mismo, o sea “la misma conclusión” que hubiera sucedido estando despierto, la llama del cirio produciendo el fuego en el cadáver y aún más, nos dice Freud, podría haber sucedido que el padre pensara antes de quedar dormido en tal posibilidad, desconfiando de la vigilia del anciano para llevar a cabo la tarea encomendada, la de velar el cadáver del niño.

Retomando, entonces, lo que subrayábamos al comienzo, en el último tramo del mismo apartado respecto de la realidad, podríamos preguntarnos, ahora sí, ¿ de qué realidad se trata, siguiendo a Freud en lo que allí plantea, que no debe ser confundida con “la realidad material” y que nos acerca, a la forma última de su expresión? .

Propongo que la forma última de expresión es justamente lo que no cesa de no escribirse, lo real como imposible y es por el contrario, lo que causa el sueño, o sea, esa forma última, es a mi entender , primera. Eso que a veces es alcanzado y que nos encuentra con esa realidad última, que el sueño intenta más o menos exitosamente velar, es precisamente lo que desencadena su producción. Real que ex –siste a lo simbólico-imaginario y que vívidamente devela ese lugar del “je”. “Je”, que va alojar la causa, lugar de la verdad que se hace ser, falso ser en el fantasma y que se pone de manifiesto en el sueño. El sueño, entonces, como vía regia, pero para que algo pueda ser dicho de lo imposible de decir, para que algo cese de no escribirse.

En la clase del 18.1.67, Lacan nos dice, a propósito del fantasma, que nada puede ser dicho sino por articulaciones gramaticales donde el sujeto se aloja, nada puede ser dicho del “sujeto en su lamento”, en tanto el deseo que lo funda tiene el valor de ser un deseo que no asume y que diría, análogamente en el sueño, se encuentra diseminado pero indicado a veces en los pensamientos del sueño, allí donde si pienso no soy. Encuentro con lo real que es del orden de un hallazgo, pensamientos del sueño donde el “je” se “soporta en el no soy”, de una manera aludida.

También, nos dice allí Lacan, que en el descubrimiento freudiano, los pensamientos inconscientes designan “el fracaso de la “Bedeutung sexual””… o sea “la radical inadecuación del pensamiento a la realidad del sexo”.

Ahora bien, volvamos a nuestro sueño.

El “sujeto en su lamento”…¿ acaso no nos lleva al “verdadero infierno” del que hablábamos anteriormente, lugar del “je”, indicado en el sueño? Es más, Lacan lo afirma con todas las letras: “el deseo del hombre es el infierno” (“Respuesta a M. Ritter”). Infierno que arde y que hace arder a un hijo para que arda un padre. Encuentro fallido que revela el sueño, con aquello de lo que no se quiere saber, encuentro de un padre con su hijo, instante que el sueño ha presentado para que ese saber alcance alguna verdad para el sujeto. Pero nada de ese deseo se puede “saber” a secas.

El límite del Unbewusste, se escribe a veces, bajo los efectos de la angustia, cuando aquél, el límite, no ha sido alcanzado sino aproximado en el sueño. Escena del sueño que muestra como lo simbólico alcanza en su escritura ese poco de real, como lo único que de eso puede llegar a escribirse, ya que el sueño “conserva la marca en algún punto donde no hay nada que hacer”…(“R a M. Ritter”).

Lo que pide realizarse en el sueño es precisamente, lo que Freud llamara el ombligo del sueño y Lacan designara como el agujero del inconsciente , o sea, que aquél, el ombligo, no es un punto de llegada sino de comienzo.

Es pues, el agujero de la estructura misma lo que causa la escritura del sueño como realización de deseo. Realización que en nuestro sueño, y por ello resulta prototípico, escribe la apelación al padre bajo la forma de una demanda que interroga al Otro, relación a la demanda que Lacan definiera como la relación más ardiente. (Clase del 27.11.68) Interrogación al Otro que lo alcanza en su dimensión misma y que revela aquello que no puede decirse, lo imposible de decir, porque el Otro no sabe.

El sueño, podría entonces, en su estructura de ficción, alojar esa verdad, la de la inexistencia del Otro, siendo que es lo real como imposible su causa.

También podría, como vía regia, aunque no siempre, llevarnos parcial e imperfectamente, a las puertas del enigma que plantea la pregunta por el ser y asomarnos con ella ahí donde comienza lo “Unnerkante”. Lugar donde sólo con su falta puede el sujeto, encontrarse con lo efímero del despertar.

Diciembre de 2008

Bibliografía:

Lacan, J : Seminario XI , “Los cuatro conceptos fundamentales”,

Ed. Paidós.

Seminario IV, “La lógica del fantasma”,

Biblioteca de la EFBA.

Seminario XVI, “De un Otro al otro”,

Ed. Paidós.

“Respuesta de J. Lacan a una pregunta de Marcel Ritter”

Suplemento de las Notas, La interpretación de los sueños,

Biblioteca de la EFBA.

Millot, C : “Más allá del despertar”, Traducción de Carlos Ruiz,

Biblioteca de la EFBA.

Freud, S : “Psicología de los procesos oníricos”, La interpretación de los

Sueños, Obras Completas, Tomo I,

Biblioteca Nueva, Madrid.