La turbación de Hamlet. Cristina Marrone.

Tiempo de Lectura: 11 min.

(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Bahía Blanca 2009

I- Hamlet y la escena sobre la escena.

La escena sobre la escena que Hamlet propone nos convoca una vez más consideraciones que permitirían sostener la pregunta sobre el lugar de la turbación y sus consecuencias en la clínica partiendo del enlace con la inhibición. El término turbación –emoi- sufre de cierto estatismo homólogo al del cuadro de la angustia. En su conjunto los términos que acompañan a la turbación tales como emoción, embarazo, acting-out, impedimento y pasaje al acto parecen revelar momentos en que la escena de la transferencia muestra su déficit en el despliegue de los simbólico.

Hamlet indica a los actores la escena que debería ser representada, con dedicación define el parlamento y las condiciones de imitación para que dicha escena se constituya como el recurso que permitiría denunciar a Claudio, el Rey impostor que ocupa el trono y el lecho con su madre Gertrudis luego de haber matado a su padre.

Sin embargo, el armado de esa escena desemboca en un resultado que no se equipara con un drama de venganza en tanto el Rey Claudio no se inmuta con la escena que los actores despliegan ante él mismo, pero además se puede decir que Hamlet es, en principio, un mal regisseur, falla en la dirección de la escena: es que el Rey actor no aparece con la vestimenta del Rey Claudio sino con las ropas de Hamlet.

Algo se torna disruptivo, irrumpe del lado del cuerpo, hace signo y como tal señala algo para alguien, el propio Hamlet. Al respecto, Lacan señala que en ese momento Hamlet padece una “crisis de agitación” (1) a la que proponemos nombrar como turbación, como emergencia de lo real del lado del cuerpo o residuo no-investido de lo real. La turbación –emoi- objeto a como resto de lo real constituye enlace entre inhibición y angustia. Su lugar en la clínica pasa a menudo desapercibido pero hace signo del lado del cuerpo y cuestiona la escena.

La escena muestra su revés: la turbación señala el desprendimiento o cesibilidad del objeto que por un instante ya no está adherido a la imagen real, i(a). Es que en ese momento puntual, Hamlet, paradigma de lo humano muestra de modo fugaz la pérdida de la forma que hasta allí lo protegía.

En su minucioso ensayo Harold Bloom (2) nos recuerda que el espectro espera que Hamlet sea una versión de él mismo, rudo y marcial aunque Hamlet no es un guerrero sino que es un intelectual universitario y que por otra parte es preciso considerar que Shakesperare escribió una versión de Hamlet en 1588 y otra en 1600 y que el primero ó UR-Hamlet se convierte en el padre-espectro de Hamlet para la segunda versión: “el UR-Hamlet estaría incrustado en el palimpsesto del Hamlet final” (3). Podríamos agregar que tal incrustación no sólo aparece en el espectro sino en el mismo Hamlet. Es como si en la escena sobre la escena, el guerrero dispuesto a matar surge como espectro del UR-Hamlet.

II- Inhibición y turbación.

Allí está lo “UR”, lo arcaico, la prehistoria, la entrada del sujeto en el lenguaje abrochada al deseo del Otro como inquietud ante lo incestuoso de un Hamlet Rey junto a Gertrudis pero también se da a ver el llamado a un padre que requiere alguna explicación. Por esta razón diríamos que tal incrustación solicita coordenadas conceptuales para la clínica ya que la turbación no es la angustia sino su antecedente y su lugar del lado del cuerpo requiere enlace con la inhibición en el sentido en que puede ser situada como el desprendimiento respecto de i(a).

Las imágenes del espejo, i(a) e i’(a) no son iguales, se reparten pero comparten algo esto es el resto no investido, que juega de modo peculiar en ambos polos del espejo en tanto del lado de la virtualidad permite la señal para la angustia pero también aparecería del lado cuerpo allí donde la virtualidad falta. Si “i(a) se articula al mecanismo del yo y esto se despliega en la experiencia de la transferencia” (4) sería factible plantear la hipótesis de que i(a) (5) es el matema que nombra a la inhibición y que como tal reúne el efecto de captura a cargo de la imagen afectada por una vuelta simple de lo simbólico y por la adherencia del residuo no investido de lo real.

Aún sería preciso despejar algo más ya que como dijimos la inhibición encontraría su lugar en la imagen real del espejo, i(a). Sin embargo, no es sólo cuestión de imagen porque su apoyatura en lo real no es sin consecuencias. No es sólo una secundaria detención del movimiento ya que será preciso advertir que la inhibición cumple una función reguladora y primaria que reclama reconocimiento en nuestra clínica.

Por eso, hacia el final del Seminario 10, creemos que Lacan produce un giro en cuanto al tema cuando plantea que la inhibición debe ser entendida como “antigua matriz del deseo” (6). Agregamos que la función reguladora se cumpliría asociada al ángulo de esta matriz antigua, punto de entrada del deseo el que de ningún modo queda remitido a una sola posición para la estructura del sujeto. Continuando con la hipótesis diríamos que esta función reguladora que buscamos y que remite, según nuestra hipótesis, a la operatoria de nominación se cumpliría en tanto y en cuanto la inhibición se articula a la turbación.

La asociación recién afirmada permitiría distinguir a la turbación como presentación del objeto a en su desprendimiento estableciéndolo como soporte previo de la dialéctica del deseo. Así ocurre para el obsesivo, para el que el deseo en su antigua matriz surge bajo la forma de la defensa aunque en el sentido de un mero defenderse.

III- Inhibición y nominación.

La propuesta del enlace entre turbación e inhibición no es explícita en Lacan, sin embargo conduce hacia la pregunta de por qué en 1975 la inhibición es definida explícitamente como nominación. Estimo que no podríamos abordarla en tal estatuto sin considerar su enlace con lo real del objeto en la turbación en la medida en que será preciso reconocer que la operación nominativa queda repartida por el Nombre del Padre y hacia los tres registros y que este profundo giro implica al mismo tiempo un pasaje del sujeto al objeto.

Lacan señala a “la nominación de lo imaginario como inhibición… a la nominación de lo real como angustia… y a la de lo simbólico como síntoma” (7) no sin relacionar el asentamiento de la noción a la temática del agujero la que determinará efectos diferentes para cada registro.

Si “la nominación es la única cosa de la que estamos seguros que hace agujero” (8) será preciso no soslayar la incidencia que ello tiene para el caso de la inhibición. Es preciso partir de la idea de que el Nombre del Padre no ofrece la sustitución significante, como para el caso del síntoma en lo simbólico inscripto por el retorno de la represión, sino que en este caso el Nombre del Padre parece expresar su valor en el sentido de la defensa que se registra como una fuerza con dirección que cumpliría con la condición de un atractor que organiza el caos, que es la estructura misma.

No podríamos desconocer que la idea de defensa que aquí aproximamos al Nombre del Padre fue rescatada por Lacan mismo en relación a la inhibición en el giro respecto del término que creímos hallar en 1962 cuando la inhibición es definida como “antigua matriz del deseo” inmerso en la función de defensa.

Si al mismo tiempo respetamos la idea final del Lacan, esto es que entre “inhibición y pulsión hay cupla” (9) se podría despejar cierto enlace entre deseo y pulsión en el sentido en que en su origen, el deseo bebe en la fuente –Quelle- de la pulsión en tanto el Nombre del Padre se instituye como defensa en el seno del montaje pulsional.

Debido a que Lacan manifiesta que “la inhibición hace barra” (10) en cuanto a los tres registros podríamos avanzar sobre tal expresión y señalar que “hace barra” puede ser enlazado al término defensa, no como simple barricada sino como una fuerza –Drang- que instituye moderación en el sentido económico. Dicho de otro modo: es Drang y su resta misma. La quita que en esa fuerza opera determina el asentamiento de la fuente de la pulsión en el sentido de que tensa su borde. Por eso la pulsión guarda un circuito de satisfacción que establece la distancia con las impulsiones. Allí el Nombre del Padre modera no tanto o no sólo por la pacificación de lo simbólico sino por la fuerza que en tanto defensa sostiene la pulsión en su destino de modo tal que permite el nacimiento del deseo.

Si nos remitimos a Freud en 1915, podríamos solventar lo dicho hasta aquí en tanto afirma que: “los primeros destinos de pulsión previos a la represión son modalidades de la defensa… y que tanto la vuelta ante sí mismo como el trastorno activo-pasivo dependen de la organización narcisista del yo” (11) agregando que “de lo activo a lo pasivo hay una mudanza que implica el establecimiento de la diferencia entre “autoerotismo y narcisismo” (12). De este modo podemos apreciar que la defensa pareciera repartir su incidencia entre la pulsión y el cuerpo. Creemos que es por allí que Lacan asienta su mirada al decir que “la inhibición hace barra y remite “al cuerpo y sus orificios” (13). En consecuencia la incidencia de la inhibición determinará la conformación de dos bordes, el de la fuente del que parte el circuito de satisfacción no sin la resta del objeto y el del borde del cuerpo.

Entendemos que en este diálogo entre la pulsión y el cuerpo del narcisismo, vale afirmar que la inhibición hace barra y que la barra se sostiene de una escritura y se corresponde con el inconsciente –l’une bévue- (14) cuya trama en principio se solidariza con el cuerpo. Entonces, la inhibición no habla más que para decir “no puedo” sin embargo, podemos decir que aunque muda la inhibición escribe.

Harold Bloom dice que en Hamlet hay sátira. También manifiesta que Hamlet es natural a diferencia de Barrabás. Sin embargo, la escena sobre la escena muestra lo tragicómico, lo cómico en la tragedia. Lo cómico no en el sentido de la comicidad flexible de Falstaff sino en cuanto escritura.

Entonces si “la inhibición es siempre una cuestión de cuerpo” (15) la inhibición nomina porque le escribe otro borde al cuerpo que no es el borde de la identificación formadora del yo. Es el borde que lo ridículo torna equivalente a una sátira dibujada así como lo señala Paul Gaultier (16).

Así para Hamlet y en el momento de la creación de su escena, ante la visura de sus ropas en el lugar del Rey-actor, la imagen real i(a) ya no será coincidente con la identificación no sólo porque la turbación hace signo y reclama desde lo real escritura sino porque el borde de la imagen escribe la apoyatura inicial del deseo aunque también el fracaso en desplegarlo.

La inhibición cumple una operatoria nominativa que enlaza borde y borde pero paga el precio relativo a que en ella asoma algo así como el carácter primigenio de lo humano que también puede ser entendido como prehistoria, como lo UR - de Hamlet.

NOTAS:

(1) Jacques Lacan, Seminario X “La Angustia”. Clase del 28 de Noviembre de 1962.

(2) Ref. a Harold Bloom en “Shakespeare la invención de lo humano”. Grupo editorial Norma. 2001.

(3) Jacques Lacan, Seminario X “La Angustia”. Clase del 28 de Noviembre de 1962.

(4) Jacques Lacan, Seminario X “La Angustia”. Clase del 23 de Enero de 1963.

(5) La propuesta en relación a i(a) como matema para la inhibición ha sido desplegada en mi Seminario de 1998 sobre “El Hombre de las Ratas” y luego en el Seminario sobre “La Angustia” 2005/06/07.

(6) Jacques Lacan, Seminario X “La Angustia”. Clase del 26 de Junio de 1963.

(7) Jacques Lacan, Seminario XXII “R-S-I”. Clase del 13 de Mayo de 1975.

(8) Jacques Lacan, Seminario XXII “R-S-I”. Clase del 15 de Abril de 1975.

(9) Jacques Lacan, Seminario XXV “El momento de concluir”. Clase del 20 de Diciembre de 1977.

(10) Jacques Lacan, Seminario XXII “R-S-I”. Clase del 13 de Mayo de 1975.

(11) Sigmund Freud, “Las pulsiones y sus destinos”, en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, pág. 122 y 127.

(12) Ibíd. Pág. 142.

(13) Jacques Lacan, Seminario XXII “R-S-I”. Clase del 13 de Mayo de 1975.

(14) Ref. a Cristina Marrone en el trabajo publicado en Cuadernos Sigmund Freud “L’une bévue: entre metonimia y escritura” para la Escuela Freudiana de Buenos Aires. 2008.

(15) Jacques Lacan, Seminario XXII “R-S-I”. Clase del 10 de Diciembre de 1974.

(16) a Paul Gaultier en “Le rire et la caricature”. Librairie Hachette. Troisieme Edition. 1911.