L’une-bévue: entre metonimia y escritura. Cristina Marrone.

Tiempo de Lectura: 15 min.

(*) Texto Publicado en el Cuadernos Sigmund Freud Nro 26 (Otoño 2009) - El presente trabajo ratifica el abordaje sobre el concepto de inconciente que fue desplegado en mis clases del 4 y 18 de julio de 2008 en el marco del Seminario Fundamentos “Inconciente” dictado en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, desde abril hasta julio, junto con María del Carmen Meroni y Sergio Staude.

1. L’une-bévue: un inconciente que resbala.

En el último tramo de su enseñanza Lacan declara: “No hay nada mas difícil de aprehender que este rasgo de l’une-bévue, por el que he traducido el Unbewusste […]. […] l’une-bévue […] quiere decir […] escollo, tropiezo, una patinada de palabra a palabra. Es precisamente de eso que se trata. Cuando nos confundimos de llave para abrir una puerta […]”. (1)

Tal caracterización de l’une-bévue como patinada de la palabra indica que se trata de la dimensión de la palabra en su vertiente metonímica, obra de la Verschiebung en la que creemos encontrar algo más que el desplazamiento por el que habitualmente se traduce. La contigüidad significante no es exclusiva ya que el deslizamiento que schieben permite significa empujar haciendo deslizar. Es que la palabra patina o resbala hacia lo real y recoge el impacto del goce que empuja desde lo real en tanto, al mismo tiempo, la equivocación como intento repetido, torpe e infructuoso dibuja la dimensión del gesto. La metonimia anuncia su asociación con la letra.

De este modo se puede anticipar la idea de l’une-bévue como un inconciente que resbala con incidencia hacia el cuerpo aunque también hacia el yo y los tormentos de pensamiento en los que el superyó se hace oír o hacia las problemáticas del carácter y de la impulsividad. Lo cierto es que si l’une-bévue se presenta en la transferencia entre metonimia y equivocación es porque es factible hipotetizar que l’une-bévue coincide con la cara “escritural” del inconciente. Es la dimensión que el analista debe intentar reconocer aunque se presente muda o inaudible por el estruendo que provoca.

Es que el Unbewusste, el inconciente donde lo reprimido retorna, no es l’une-bévue en el que consta lo reprimido pero no la represión sostenida en la sustitución significante, razón por la que Lacan propondrá el giro que afecta tanto al síntoma como al concepto de verdad.

Es de apreciar que en este tiempo Lacan aborda la escritura como dimensión que se distingue respecto del significante y que l’une-bévue surge como una nominación para el inconciente con fecha posterior a la distinción de la escritura como dimensión singular. Algunos años antes, la distinción entre escritura y palabra había sido abordada de modo explícito: “Ustedes comprenden bien que si la escritura sirve para algo es porque resulta diferente de la palabra en tanto que la palabra puede apoyarse en” (2). La condición de tal apoyo se despeja con la idea de traducción en la medida en que se trata del apoyo en lo simbólico entre el Sujeto y el Otro o entre un significante y otro significante.

Según la ocasión, de modo momentáneo o no, la escritura introduce el rasgo de aquello que en principio debería considerarse como intraducible. Es que el apoyo que el significante proporciona para el despliegue del discurso a veces desfallece y en su lugar la letra se conforma con la función de límite: hace litoral con lo real. Una y otra vez la remisión será hacia lo impar de la letra, hacia el ángulo en que la escritura expresa la dimensión de fijeza en cuanto al goce que como tal concurre a nuestra clínica.

En su afán por continuar la búsqueda de coordenadas para la escritura, Lacan enfatiza algunos matices que no dejan de sorprender puesto que avanza al considerar que la función de la escritura se cumpliría en las representaciones de palabra que circulan como “discurso común, discurso ordinario” (3). Digamos que el enigma de tal propuesta duplica aún su valor en tanto se enlaza a la idea de que “lo escrito se encuentra” (4), expresión que permite evocar a Freud en su propio hallazgo: lo cómico se encuentra y esto significa que se descubre sin la traducción que el chiste requiere.

En consecuencia, la dimensión de la escritura se encuentra en la representación de palabra como hallazgo, en el discurso común. Sería factible pensar que además la oferta conduce hacia cierto clivaje entre representación y palabra al confirmar que lo escrito se asienta en el lugar de la representación y que desde allí la letra “repercute” (5).

¿Será este un camino fructífero para acercarnos al giro sobre el concepto de inconciente? Pareciera que sí puesto que en su retorno el Unbewusste resuena mientras que l’une-bévue se descubre en tanto repercute.

2. La metonimia de lo cómico.

El modo en que Lacan presenta al inconciente en el Seminario XXIV: L’insú… advierte del giro que responde tanto a un nuevo estatuto del síntoma como al concepto de verdad. ¿El analista dispondría de recursos para enfrentar al goce persistente que la varidad que reúne verdad y variedad del síntoma mostrado en la transferencia? La respuesta afirmativa debería apreciar que para el abordaje de l’une-bévue no se trataría sólo de polifonía ya que el chiste en un ángulo particular y lo cómico en especial permiten pensar que “el golpe al sentido” es otro recurso posible. La varidad del síntoma encontraría también su oponente por el golpe al sentido allí donde la metonimia hace vecindad con la letra en la orilla de lo cómico.

Los chistes metonímicos asientan su trabajo de lenguaje o su transformación económica en el contrasentido basándose en la particular discordancia con el sentido. El sinsentido que le oponen al sentido no responde a la sustitución paradigmática y esto es lo fundamental que deberíamos reconocer. Si se trata de los chistes que “no son bellos” es en tanto que su estructura de lenguaje vuelve a ser considerada como posible abordaje para el inconciente pero esta vez en el punto preciso en el que se asesta un golpe al cierre del sentido. Es el contrasentido en el sentido: la fuerza –Drang– recupera la función del vacío que la metonimia inició y que el goce obturó.

Un ejemplo de chiste metonímico que puede ser utilizado como historia cómica, y que por lo tanto nos muestra el borde del yo con lo real, es el siguiente: “Un casamentero se ha procurado, para su elogiosa presentación de la novia, un ayudante que debe reafirmar todo lo que él diga. «Ella ha crecido como un abeto», dice el casamentero. ¯«Como un abeto», repite el eco. ¯«Y tiene unos ojos que hay que ver». ¯«¡Ah! ¡Y qué ojos tiene»!, reafirma el eco. ¯«Y sus formas son incomparables». ¯«¡Y qué formas!». ¯«Pero es verdad –admite el casamentero– que tiene una pequeña joroba». ¯«¡Pero qué joroba!», vuelve a reafirmar el eco” (6).

La historia cómica ilustra la importancia de la repetición en el litoral de lo imaginario con lo real y destaca la función del eco como indicador de la fuerza de la pulsión que repercute. De este modo, la sucesión metonímica de la demanda nos muestra al cierre del sentido, redondeado, duplicado con el apoyo que la repercusión del eco le brinda. Es entonces que como hallazgo para el abordaje de l’une-bévue advertimos que algo contraría la circularidad del sentido: es el uso de lo inadecuado como recurso, la joroba, letra que al ser nombrada quiebra al sentido en su cierre. La metonimia ha recuperado la función del vacío que con su desempeño “lenguajero” inició y que la demanda debe resguardar.

Con su falacia la historia cómica revela el estatuto arcaico de la verdad como verificación. La joroba nombrada por el eco ya no abona lo “cósmico” o lo universal ya que recortada establece su resta, o sea, su golpe al sentido.

De este modo, desde la posición del eco, se podría pensar que el analista nombra la letra con la que el goce queda bordeado en su exceso. Con ello cuestiona lo cósmico del sentido férreamente adherido a la imagen del yo. Es entonces que se asoma a la escritura y su acto establece el corte con el que cuestiona la saturación del objeto al constituir el intervalo. Dicho de otro modo: la novia ya no será la misma en tanto la letra escribe al cuestionar la apariencia.

3. Lo arbitrario y la figurabilidad.

Vale consignar que Lacan vuelve a Ferdinand de Saussure para anunciar un paso decisivo, un paso en el que creemos entender que ya no se trata de liberar al significante aprisionado por el cierre del signo con su elipsis sino de recuperar algo de su estructura ya que lo arbitrario del signo merece ser considerado como función de escritura.

Para Saussure la arbitrariedad del signo lingüístico responde a la asociación total del significante al significado sin lazo natural. Tal vez por eso se pregunta si la pantomima, las onomatopeyas y exclamaciones pertenecerían a la semiología, (7) como si aquello que fuese preciso excluir amenazara. Es que pantomimas y exclamaciones señalan lo real en adherencia con lo imaginario del cuerpo, es lo real que la problemática cerrada del signo excluye.

Lacan vuelve al signo para buscar la letra que muerde en lo real. Asocia representación y escritura para constituir una verdadera torción respecto de los argumentos de Saussure como en cuanto a la clínica psicoanalítica en la medida en que afirma que lo arbitrario respondería a “figuraciones escritas” (8). Si esto es así la figuración acotada respecto de la escritura definiría a l’une-bévue pero no se confundiría con la figurabilidad que hace del sueño una puesta en escena con el borde tejido por metáfora y metonimia. Es que l’une-bévue es escritura sin el estatuto de esa escena porque su borde es otro y está constituido esencialmente por la metonimia en su desenlace con la metáfora.

El rescate de la figurabilidad escrita incita a cierto despliegue en tanto anuncia el sesgo de la función reguladora que le concierne respecto de l’une-bévue. Esto significa que se opera sobre el goce tanto desde la regulación que facilita el significante como desde la que permite la letra. La figurabilidad expresa cierta clave porque remite al significante y al Unbewusste y a l’une-bévue en el que la metonimia consta con sus rodeos y con la letra impar. O sea interviene como operación y resorte para la Otra escena y para la otra escena. Es factible hipotetizar que como abono que se asocia a la letra sitúa un límite, un tope para la deriva engañosa e infinita del significante.

El chiste metafórico permitiría el saldo de la risa porque sustituye y permite la conexión con lo sustituido. La figurabilidad cumpliría con una función reguladora en una doble vuelta ya que la fuerza compresora se apoya en la imagen y en el par de los significantes y por esa vía pacifica, transforma el goce y constituye un más allá de la presencia.

Al apreciar la diferencia con los chistes metonímicos es notorio que muestran otra aproximación a la regulación que aquélla que la figurabilidad ofrece por vía metafórica. Freud resalta que estos chistes presentan algo tonto y que el contrasentido disparatado también implica “la figuración de alguna otra cosa tonta” (9). Vale señalar que, en alemán, tonto puede ser entendido como simple. La aclaración despeja el camino hacia el discurso común aludido anteriormente ya que éste es homólogo al hablar simple del lenguaje.

Así, en la historia cómica, el casamentero ofrece a la novia adicionando cada vez un rasgo para la oferta: es un abeto, tiene lindas formas y bellos ojos. El discurso común hace universo y el eco “espejea” con el casamentero en los términos simples que corresponden al discurso común, pero su repetición suena y resuena, repercute. El contrasentido simple o tonto “espejea” con el sentido simple del discurso común que además pretende, como dice Lacan, ser “el buen sentido” (10).

Sin embargo sería necesario reconocer que porque repercute molesta al sentido, no lo deja tranquilo en su afán de cierre, y por esto mismo “espejea” pero no cierra, aún cuando la circulación del discurso común no tiene a su disposición la sustitución metafórica. El recurso del lado de la metonimia muestra que lo simple hace espejo con lo simple pero también lo desnuda. Es la figuración propia y simple, la de lo escrito en la vertiente de la metonimia, que funda el litoral con lo real porque recibe al goce pero también lo pierde, porque se apoya en la representación pero toca lo irrepresentable.

4. La regulación de la letra.

En la historia de nuestro casamentero, joroba repercute como letra que al ser extraída permite situar un modo de regulación respecto del goce que pertenece a la dimensión de la escritura. Es la letra que arruga el sentido junto a la imagen que lo acompaña y esto quiere decir que su trazo instituye diferencia e impide la bella forma.

La joroba como letra que agujerea el sentido muestra que la regulación que la imagen también provee se desliza a lo real y se asienta en la diferencia cómica porque establece una comparación que ineludiblemente resta. ¿Por qué? Porque la joroba muestra lo inapropiado, aquello que no es propio del yo en su narcisismo.

Entonces, aunque el término joroba puede ser considerado en cuanto a su significación de deformidad, en el caso que nos ocupa repercute y como letra no encuentra traducción. Sólo se refleja y repercute. Llama a su recorte constituyendo paradigma de sinsentido que señala la caída del saber.

Los efectos de l’une-bévue pueden ser registrados en la no relación entre el discurso común y la letra. Ahí está l’une-bévue: es un inconciente que no pide traducción. Aunque hace lugar para que luego alguna traducción sea posible. No es una bella que se asoma a la ventana, es sólo una novia arrugada, pero es. Es el inconciente escritural, es la letra como límite, letra que arruga la imagen.

Aun en Radiofonía Lacan ofrece matices que de modo privilegiado caracterizan a l’une-bévue. Aunque no lo nombra de modo explícito, destaca que es un inconciente que se presenta “[…] en una secuencia de retorsiones […]” y que los “requerimientos recurrentes […] no es tanto de la represión de la que dan testimonio que no deja de ser construida, que de lo reprimido que hace agujero […].

Tal es el trayecto donde navegan esos barcos que me deben […] ser registrados como formaciones del inconciente” (11). Es que el trayecto fundante de la letra hiere al sentido pero también abre el surco por donde podrán navegar las formaciones del inconciente.

En esa ocasión Lacan ensaya una aguda definición para la psicoterapia al apoyarla en “el buen sentido representa la sugestión, la comedia la risa”(12). Lo cómico no es la comedia porque él responde a la ruptura de la apariencia. Si el psicoanálisis no es la psicoterapia es porque no cede ante l’une-bévue, su metonimia y la letra. Entonces, el analista no elige entre Unbewusste y l’une bévue: según la ocasión de la transferencia se dirige a ambos ya que no hay barcos sin el surco que permite la travesía.

NOTAS:

(1) Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIV: L’insú que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, clase del 10 de mayo de 1977, inédito.

(2) Jacques Lacan: El Seminario, Libro XVIII: De un discurso que no sería de apariencia, clase del 10 de marzo de 1971, inédito.

(3) Ibíd.

(4) Ibíd.

(5) Ibíd.

(6) Sigmund Freud: El chiste y su relación con lo inconciente, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1976, vol. VIII, pág. 61.

(7) Ferdinand de Saussure: Curso de lingüística general, Ed. Losada, Buenos Aires, 1945, pág. 130.

(8) Jacques Lacan: El Seminario, Libro XVIII: De un discurso que no sería de apariencia, clase del 10 de marzo de 1971, inédito.

(9) Sigmund Freud: Op., cit.

(10) Jacques Lacan: Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 44.

(11) Ibíd.

(12) Ibíd., pág. 90.