El decir es un acto. Daniel Paola.

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1.La transmisión del goce fálico hace al acto, analítico.

La transmisión de goce es un enigma para la teoría Lacaniana. Esa transmisión es sustentada por el falo, vale decir es sustentada por las singularidades suscitadas entre el significante y el sujeto que nos representa.

El enigma consiste para el analista, en preguntarse cómo es que en ciertas ocasiones algo pasa del padre al hijo excediendo la rivalidad Edípica. Si tuviera que definir que es el goce fálico con mis palabras diría: es un exceso que tapona la muerte del padre, puesta en juego en la metáfora que al hijo lo constituye como sujeto, y le transforma la vida, en el caso que quisiera saber algo con eso.

Hay quienes no quieren saber nada con el goce fálico, o tal vez no han podido aún como sujetos, ser efecto de un desplazamiento que ese goce podría soportar, porque aún falta en ellos un tiempo en el recorrido analítico. Recuérdese aquí la definición de goce fálico propuesta en Encore: “si hubiera otro goce que el fálico haría falta que no fuese ese”.

La posibilidad efectiva del goce fálico es desplazarse del lugar donde se encuentra entronado, como efecto tapón de la muerte del padre, hacia otra escena más liviana en cuanto a la obscenidad que supone un asesinato, sea a la manera de Edipo, a la manera de Hamlet, a la manera de Ifigenia ó a la manera de Antígona. Ese desplazamiento es considerado algunas veces, sobre todo por la confusión que transmite la misma versión hacia el padre, como algo malo y deplorable.

En la teoría de Lacan se observa un paso de sentido respecto a este enigma, cuando se supera la primitiva suposición que da cuenta del falo como siendo solamente el significante de la significación. Si solo viajamos por ese sendero, las frases de Lacan se nos pueden confundir incluso con letras de boleros. Doy un ejemplo: el amor permite al goce condescender al deseo.

Aclaro que amo los boleros, pero sobre todo porque si se los escucha atentamente todos tienen un sabor a nada sin ser nihilistas, e invitan a la reflexión

En efecto, si no desmenuzamos la frase hacia un enigma, repetir que el amor permite al goce condescender al deseo se transforma en una jaculatoria, que no habla por sí mismo de la condición de transmisibilidad del goce que el falo establece como enigma, de un padre a un hijo, de una abuela a un nieto ó de un sujeto del inconsciente que adviene analista a otro sujeto que deviene analizante.

No sucedería entonces, el fenómeno de transmisión del falo, solamente de padres a hijos, sino también podría ser ofrecido como enigma en una relación entre dos seres hablantes, sin que haya relación sexual.

Que no haya relación sexual en la transmisión del goce operada por el falo, constituye ese parasitismo que nos sostiene vivos, amando la vida más que la inmundicia del mundo. Esta es una dimensión a la que no-todos podrían advenir como resultado de la fertilización de la letra, porque al ser ésta producto de un parasitismo o sea de un exceso que debe ser desplazado por taponar el hecho real de un asesinato del padre, supone siempre un fracaso de la propiedad del dicho. Habría siempre que arribar al sentido que la letra porta y que hace tanto por pertenecerme como por no pertenecerme, de acuerdo a la paradoja de Russell.

Es más. Esa transmisión de goce que todo padre realiza hacia su hijo, en el mejor de los casos, siempre en algún punto es fallada porque al encontrarla el sujeto en alguna escena, haría falta que fuese otra. Vale decir esa escena inmediatamente se escapa hacia otra, hasta que el sujeto se topa con su negación.

2. La negación del acto hace al acto analítico.

¿A que negación me refiero?: a la que dice más lo que no funciona de ningún modo, a la escena en que se dice radicalmente que no, una vez gastada por inservible y por la cual se ha pagado una usura como goce por ser culpable de sostener falsas verdades de otros. A la negación que suspende el devenir infinito del goce fálico y propone otro acto distinto, en el lugar donde cualquier negación es falla por insostenible. El acto analítico es negación de una acto que daba sentido a la vida del sujeto en el síntoma

Es claro que al ser falla, esta negación no constituye la verdad de la verdad y por esta razón siempre hay dificultades ya que no se la bien comprende. De esta forma no faltan quienes una vez que son tocados por esta negación, empiezan a buscar desenfrenada y vanamente, en un acceso de fuga, aquello que no funciona de la transmisión del falo. Allí solo comprueban que el freno a ese desplazamiento infinito que determina su goce, se encuentra en el enigma que es la misma falla que determina la huída, orientada en la ficción que era un sentido específico de otro ser hablante, del cual el sujeto estaba infectado.

Tampoco faltan quienes, en la búsqueda de ese freno al devenir infinito del goce fálico se melancolizan, porque aman esta negación por no poder dejar de amar al padre, quedando inhibidos por identificación al semejante que han asesinado con su metáfora. En ellos, sólo la caída del amor simbólico como agujero, en tanto también es falla, conseguirá alguna vez la potencia de la pura falta como sustento de una alegría, que ya Lacan describía refiriéndose a G.Bataille.

Pero algo es cierto, más allá de la negación: no hay quien pueda eliminar el goce fálico y por ello es necesario agregar otra dimensión que Lacan denominara sinthome, y del que por mi parte he dicho ya hace unos años, que en español corresponde a una homofonía: sin-tomar en el sentido de, sin-agarrar, sin-poseer o sin-aferrar.

Pero lo más importante para mí, en esta tarde, es llegar a la consideración que si no hubiera habido alguien en el lugar de analista, que me mostrara esa transmisión de goce en un acto muy preciso y calculado, bajo un dispositivo analítico en curso, no hubiera podido solo advenir a la condición que me supone analista.

Si es que un analista, bajo esa dimensión del discurso, propone un acto que refiere la transmisión de goce, el resultado final es la aparición de un discurso analítico del que comprende la intervención a su manera para a su vez transmitirla, y habilita para que otro, a su vez, la reciba también de acuerdo a sus coordenadas.

Solicito entonces que se sepa diferenciar, lo que hace al cultor del epígono que reverencia al analista por enfatizar su transmisión, de esta otra que es mi posición, creyente de la transmisión del goce fálico en el dispositivo analítico y de control, en la lengua que sea. No creo en los dioses porque nunca he creído en ninguna producción aparecida por generación espontánea. Una vez transmitido el goce fálico, la negación es imposible de no producir.

Que haya también quienes creen que esa transmisión de padre a hijo puede realizarse sin hombres, confunden el falo como atribución femenina, cuando el susurro entre mujeres, ó de mujer a hijo, sólo apunta a producir un saber hacer con los hombres.

Tal es la distancia entre pene y falo que entonces no hay relación sexual en la transmisión del goce fálico, desplazándose el goce de la valoración sexual en el sujeto que lo recibe como corte entre palabra y verdad.

Es en el curso de un análisis donde se realiza entonces esta transmisión de goce que hace al falo enigma, para que el sujeto se atreva a la vivencia de otras escenas distintas aún por venir, para así alejarse del goce-tapón que tiene por exceso la muerte del padre como un real oculto.

Si hay para quien conduce un análisis metáfora del agujero que deviene de lo producido como metáfora independiente de lo real de la muerte del padre, habrá entonces tiempos en la interpretación y por lo tanto tiempos en al acto analítico.

3. Tres tiempos para un solo acto analítico.

Hay un primer tiempo en el que la interpretación puede ser obvia. Esto quiere decir que incluso el analizante la espera. Podría ser un exceso cometido siempre por la pareja parental o por lo que fuera el núcleo edípico constituyente. Se trata de un tiempo sin solución de continuidad, en la cual existe una luna de miel entre el analizante y el analista porque pareciera que el mundo resplandece después de tanto achatamiento, e incluso acatamiento devenido de la afanisis forzosa. Hay quienes finalizan aquí su análisis por considerarse liberados del trauma que les dio origen.

Finalizan allí porque el segundo tiempo ya es un poco más complicado debido a que exige una intermediación, y no se arriba a él sino con un pasaje al acto que da cuenta de la verdadera dimensión del sujeto, caído por una aparición súbita.

Esa apariencia de intermediación es la letra, que comanda al inconsciente como demanda al analista, en una doble polaridad porque tanto pertenece como no pertenece a quien la pronuncia. Ese dicho debe ser disuelto por el sujeto en análisis, siempre y cuando no se favorezca el atrapamiento en una creencia falsa, siempre primera y por la que todo analizante atraviesa. Ese dicho-letra tiene un soporte religioso en el cual a la manera del pecado, porque dijiste eso en el lapsus, eso es lo que eres.

En este segundo tiempo tiene máxima importancia el recorrido del analista, porque es necesario vivenciar la dimensión de un lapsus como una demanda a la que harán falta encontrarle coordenadas precisas, para no caer en la rigidez de lo que se dice, ya que lo que se dice se olvida para retornar de nuevo en lo que se oye.

Ahora bien. Si no existe un tiempo tercero, este segundo tiempo puede determinar cierta locura del analizante en cuanto a la letra, porque siempre existirá alguna a la manera del Golem, que de tanto protegernos termina por agigantarse de tal forma que nos conduce al fundamentalismo opaco que divide al mundo en fieles e infieles. Recuérdese que el mito del Golem dice, que fue creado en Praga para la defensa de la comunidad judía y que juró fidelidad al rabino Loew para vigilar las puertas de Josefov, pero volviéndose un peligro por sus asesinatos, debió ser destruído.

El tercer tiempo implica la transmisión del goce fálico por parte del analista porque la interpretación no es sin la letra, devenida signo que él mismo deberá leer en su propio cuerpo. Ya no se tratará de una continuidad dada sólo por la letra. Ahora interviene el cuerpo del analista y el analista leerá en él a partir de los sueños en transferencia que lo involucran, cual es el signo en juego que sustituido a otro signo que se encuentra en el analizante produce un significante nuevo.

Lo que se transmite, más allá de la letra, es la negación del goce fálico.

Una vez encontrado el significante nuevo, el análisis sigue su curso y se reestablecerá la serie que sigue por S1 para arribar de inmediato al S2. Pero todo este proceso no es sin el forzamiento que involucra al cuerpo del analista, que además deberá mantenerse abstinente de creer en su propia existencia cuando lee ese signo.

Les recuerdo que es en el Seminario de Los Nombres del Padre, donde Lacan afirma que el significante deviene de la sustitución de signos, es decir de lo que algo es para Alguien como analista en sustitución homofónica, agrego por mi parte, de lo que otro signo es para Alguien como analizante.

Aquí el signo debe ser distinguido, de ese otro inservible, que sólo reverencia un saber referencial. Por el contrario, el valor del signo se encuentra en su sustitución por otro, del discurso analizante, para encontrar un significante nuevo que hará metáfora.

Este tercer tiempo, no se produce sin la presencia del cuerpo del analista, porque plantea una solución de continuidad. Aquí puede sostenerse la idea del agujero en lo Imaginario porque el decir no es la voz, sino que el decir es un acto que el analista deberá producir en la escena del análisis.

Hay quien no soporta esta dimensión del análisis y hay también quien ha hecho culto abusivo de esta formulación, cuando en verdad únicamente se produce en momentos muy precisos del análisis, casi diría cuando no queda más remedio.

Este tiempo se opone a la adicción al analista, al fármaco y a la manía de la letra que espera siempre un nuevo Mesías para conducirse en el desierto. Bajo estas condiciones es que les ofrezco la cita de Lacan perteneciente al Seminario R.S.I., fechada en la clase 8 del 18 de marzo de 1975: “ El decir no es la voz: el decir es un acto.

Resta como final barajar y dar de nuevo como en el truco. Estos tres tiempos son y no son cronológicos. El enigma del inconsciente los propone anudados para una definición de lo exacto de la transmisión fálica, que si se produce, convierte al acto que nos da sentido en ex-acto, vale decir en negación de aquello que fue sentido del sujeto analizante.

Los analistas sabemos que la abstinencia reposa en hacer nuestra influencia invisible para el analizante, llevando la pulsión escópica a la dimensión de la voz, aunque se trate del signo leído en nuestro cuerpo de analista presente.