DEL PASAJE AL ACTO AL SUICIDIO "FILOSOFICO". Daniel Zimmerman

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Una situación de extrema dificultad puede empujar a un sujeto a una solución extrema: el suicidio. Preso de una absoluta impotencia para hacer frente a determinada escena que lo apremia, el sujeto se precipita fuera de ella.
Así, entonces, el pasaje al acto suicida opera como un contrasentido: va en sentido contrario a la escena que desafía al sujeto a sostenerse en su deseo; y, a la vez, obra en contra de cualquier efecto de sentido resultante de tal deseo. La causa del deseo se libera, efectivamente; pero por medios que nada tienen que ver con ella.
La tentativa de suicidio procura, en última instancia, una salida, una apertura; pero se acompaña de un desconocimiento radical sobre lo que se hace. El sujeto en su acción no consigue más que subrayar la exclusión fundamental que ha padecido, permaneciendo identificado a la causa de su deseo en tanto que rechazada. Queda entonces borrado al máximo, excluido y reducido al desecho.
El sujeto suicida no sabe de qué se trata lo que hace. Y, eso que hace, no lo dice. Todo lo contrario: lo aproxima peligrosamente a lo que permanece fuera del discurso, fuera de toda ley.
UN INSOMNIO MUY PERSISTENTE.
El autor literario despeja el camino del asunto que interrogamos. En un cuento muy breve que lleva por título "En el insomnio", el escritor cubano Virgilio Piñera (1912-1979) refiere lo siguiente :
El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo eso pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.
El hombre está muerto, nos dice Piñera, pero no ha conseguido dormirse. La dificultad ha ganado la partida. El insomnio persiste y su causa queda sin esclarecer. El protagonista del cuento, desesperado, encontró remedio final en el revólver. Sin embargo, su accionar operó como un contrasentido. El disparo no ha logrado otra cosa que excluirlo de la escena del mundo, definitivamente identificado a aquél que no puede conciliar el sueño.
UN SUICIDIO "FILOSOFICO".
Pero hay otros modos de suicidarse, reconoce otro escritor, el mejicano Alfonso Reyes. Reyes propone el único método de "suicidio filosófico". ¿Cómo se lleva a cabo ? Lo explica así:
Esperando que le llegue la muerte. Desinterésese un instante, olvídese de su persona, dese por muerto, considérese como cosa transitoria llamada necesariamente a extinguirse. En cuanto logre usted posesionarse de este estado de ánimo, todas las cosas que le afectan pasarán a la categoría de ilusiones intrascendentes, y usted deseará continuar sus experiencias de la vida por una mera curiosidad intelectual, seguro como está de que la liberación lo espera. Entonces, con gran sorpresa suya, comenzará usted a sentir que la vida le divierte en sí misma, fuera de usted y sus intereses y sus exigencias personales.
Alfonso Reyes nos invita a una apuesta: la de una vida que nos divierta en sí misma. ¿Se trata acaso de una vida que promete la supresión de la muerte ? En absoluto. Una vida aún ilimitada, si nos aparta del vínculo con nuestro deseo, resultaría apenas una forma de morir eternamente.
Dese por muerto, nos recomienda el escritor. Lo que tampoco debe confundirse con apresurar la llegada de la muerte real. Todo lo contrario; darse por muerto abre la posibilidad de un cambio. Más allá de ese gesto, el sujeto encontrará su existencia renovada. Reyes concluye :
Y como habrá usted hecho en su interior tabla rasa, cuanto le acontezca le parecerá ganancia y un bien con el que usted ya no contaba. Al cabo de unos cuantos días, el mundo le sonreirá de tal suerte que ya no deseará usted morir, y entonces su problema será el contrario.
Existe la muerte que la vida lleva. Pero hay otra muerte (filosófica, la llama Reyes) que lleva a la vida. En otras palabras, se trata de hacer más soportable la levedad propia del ser. Alcanzar ese "estado de ánimo" determina un comienzo, señala el umbral que exige ser atravesado para suscitar un nuevo deseo.
No hay nada que dé sentido a la vida fuera del riesgo, no de muerte, sino de vida. Poner la vida en juego permite al sujeto alcanzar esa ganancia, ese bien que consiste - diremos nosotros - en que a eso llegue yo se verifique en él.
Daniel Zimmerman