Obediencia y Acting Out. María del Carmen Meroni.

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(*) Buenos Aires - Julio 1999.
En un momento como el presente, en el que al parecer el psicoanálisis debería "actualizarse", el Inc. es demasiado bla bla y las neurosis requieren una atención demasiado larga para estos tiempos, ¿no deberíamos recordar que fue la enseñanza de Lacan la que amplió y precisó el rango de extensión de las neurosis, más allá de los sueños de Dora, estrechando la nebulosa de borders, actuadores, estados de pánico, deprimidos, compulsivos, adictos, y todo un gran territorio de diagnóstico problemático en el que la designación posible terminaba siendo prácticamente la conducta manifiesta, y últimamente, hasta su descripción mediática, tributaria de las demandas del orden social?
El problema del Acting-Out me parece uno de los modos de argumentar la ventaja que puede extraer la intervención analítica de la orientación respecto de la estructura de las neurosis, que es posible encontrar en la enseñanza de Lacan.
En la Metapsicología, Freud construye el concepto de Pulsión sobre la línea de tensión entre el empuje inagotable de la fuente y la satisfacción siempre insuficiente que no la cancela, partiendo de la ausencia de toda dependencia natural entre la tendencia y el modo de satisfacción, presente ya en sus Ensayos de 1905, donde dice que entre fuente y objeto se ha producido una soldadura, cuya apariencia de naturalidad en los casos más normales, puede disimularnos su construcción, hecha al modo de un montaje.
Las grietas en el montaje (es decir, la satisfacción siempre insuficiente) empiezan a ocupar en 1915 en el artículo sobre Pulsiones de la Metapsicología, el lugar de prevalencia en los casos más normales, posición que sin embargo debe ser rastreada en notas al pie; por ejemplo una que dice que las pulsiones sexuales y las necesidades de la vida del organismo desvalido, no pueden cancelarse por la vía autoerótica regida por el Principio del Placer, perturban sin cesar la satisfacción narcisista, y son el motor de su progreso.
Allí donde el Principio del Placer no cancela el empuje de la fuente, está el motor desequilibrante del progreso.
A cambio de "motor" Lacan va a instalar (y no en el lugar de la nota al pie) el término "causa", como la función que dicho motor construye en su propio movimiento sepultando y heredando el imperativo pulsional. Es sólo por eso, dirá Lacan, que somos un poco menos tontos.
Las notas al pie de la satisfacción insuficiente como motor de progreso en las Pulsiones de 1915, son contemporáneas, al "repiten, para no recordar" del artículo de 1914, que aún supone que toda repetición puede acceder al recuerdo, es decir que toda insistencia puede cancelarse. Se nota entonces el conflicto entre la tensión inagotable de la fuente sobre la línea de soldadura que produce satisfacción insuficiente, y la elaboración que cancelaría toda insistencia: bajo el imperio del Principio de Placer, sería siempre posible recordar, para no repetir.
Faltan algunos años para 1920. A diferencia de Recuerdo, Repetición y Elaboración, en Más Allá del Principio del Placer el fracaso de la investigación sexual infantil no es detención accidental o temporaria (hasta resolverla en la madurez genital) de la posibilidad de saber.
No hay saber que borre que la soldadura es inestable y contingente, y sobre esa costura se repite lo que quedó inevitablemente marcado por la insatisfacción, que es entonces motor de pleno derecho y no ya sugerido en nota al pie. Se llama Pulsión de Muerte.
Pero no es lo mismo la Pulsión de Muerte con que Freud inscribe el hallazgo de la repetición estructural, que la operación de Lacan, que construye un hilo entre los textos freudianos, que lo llevan a decir: la Pulsión, es Pulsión de Muerte. La satisfacción insuficiente es motor del movimiento deseante, y ese hilo de lectura sólo se puede construir cuando se interpreta que en el post freudismo se reprimió la conclusión freudiana del 20, a la que toda la construcción de la estructura pulsional conducía.
La operación de lectura que supone y produce esa interpretación, ubica en primer plano el hallazgo silenciado de la repetición de lo que no encuentra satisfacción posible en la homoestasis del Principio del Placer, como motor del movimiento psíquico, que el saber Inc. no recubre ni cancela. Es una operación de lectura, que convoca al primer plano, lo antes esbozado y luego silenciado, su producto es el concepto de causa del deseo, cuyo operador se llama objeto "a". Operación que construye un hilo teórico ilegible hasta entonces, reprimido; ni retorno al "verdadero" Freud ni actualización del Freud "obsoleto".
Ahora bien, en el mismo texto freudiano en el que se produce la Pulsión de Muerte, no es igual la insistencia de los dos fonemas en función significante, del nieto de Freud, con los que el Sujeto pone a funcionar en la trama de los significantes el hallazgo de lo incomprensible, para recortar en el campo del Otro el rasgo de su desaparición, gracias al cual, él podrá representar la propia, que la llamada allí mismo "neurosis de destino" que sin representación accesible del punto de caducidad en el Otro, se muestra en el hombre para quien toda amistad ha terminado en la traición repetida del amigo, toda autoridad destronada por la decepción y sustituida por otra parecida destronada a su vez, o a la viuda casada tres veces sucesivas con hombres a los que hubo de cuidar en su enfermedad hasta su lecho de muerte.
Las dos estructuras son de neurosis.
De la segunda (el hombre tantas veces traicionado, la mujer varias veces viuda), podríamos decir que transcurre en lo que Lacan llama "Modo de Relación (al campo del Otro) en Acting-Out".
Con el objeto "a" en primer plano, el operador teórico que condensa el modo de satisfacción insuficiente que el montaje pulsional pone de relieve; con ese operador Lacan produce para el acting out, en su Lógica del Fantasma que: "Allí donde yo no soy, eso (el objeto que me llama, configurado en el campo del Otro interpretando la demanda en la que un deseo se puede suponer) eso, el objeto "a" me piensa. Lacan dice, casi simplemente, en ese momento que este es el mismo punto de engendramiento del Inc. En el lapsus, no es Yo (salvo allí donde el "Yo" no es) quien ha dicho eso.
Pero en el "Modo de Relación en Acting-Out" (el hombre siempre traicionado, la dama varias veces viuda) eso que no es Yo no tiene el recurso de la representación, la articulación significante cuyo germen de Fort-Da puede producir, por ejemplo en el lapsus, el saber Inc. como interpretación ya efectuada. Al lapsus le bastan algunas asociaciones para articular que "eso" que yo no soy, sí lo soy de algún modo, ya que siendo exterior me concierne íntimamente. La posición de Acting-Out no es accesible a la interpretación del Inc, y entonces tampoco a la del analista, pero eso no es lo mismo que decir que no es reductible mediante el uso de la interpretación.
La locura que Hamlet muestra se desencadena cuando el Espectro le revela que el estado en el que están las cosas en el reino no se debe a una viudez de la madre indecorosamente transitada, sino a un asesinato planeado en complicidad con el cuñado y amante, para sacar del camino todo impedimento a la satisfacción. Es inevitable construir allí la figura del gran Otro cuyo goce fálico, que no acepta suspensión y exige satisfacción sin detenerse, ha dejado al Sujeto captado en el campo en el cual ese Otro goza, ya que la viudez provocada para que la satisfacción no se suspenda es la misma que lo ha privado al príncipe de reino y de corona.
Eso no ocurre al costado de él (como si dijéramos: gozo cuando "pegan a un niño"… mientras yo estoy por allí) sino que es él mismo el paño sobre el cual se efectúa ese goce que está ocurriendo.
Su mostración de extravío denuncia que las cosas andan mal en Dinamarca, pero la denuncia que impide que la escena cierre bien, que desubica a sus actores, se produce en el marco de la obediencia a ese goce que no lo aparta de la escena que sigue ocurriendo, salvo por la inquietud que genera en ella. El Sujeto cumple, al mismo tiempo que estorba y denuncia, la orden que ha recibido del Espectro de reinstalar la ley en Dinamarca sin molestar a la madre en lo más mínimo.
Se ha producido, al decir de Lacan, un desequilibrio perverso en la relación fantasmática, cuando el fantasma se ha volcado hacia el objeto; podría ser, dicho de otro modo, que la satisfacción sin caída del goce fálico construido en el campo del Otro está teniendo lugar en un terreno que es el Sujeto mismo.
¿Podríamos decir entonces, tendiendo sobre el Lacan del Hamlet a la Lógica del Fantasma, la línea del texto freudiano, que adviene allí al primer plano esa fase que le debemos a Freud el suponerla obligatoriamente intercalada entre la primera y la tercera del "pegan a un niño?". Segunda fase necesaria, pero precisamente nunca recordada en la formulación normalizante del fantasma neurótico, cuando éste articula el deseo del Sujeto, esa segunda fase en la que es él mismo el niño que se ofrece a ser pegado.
Quedar ofrecido, zona por zona, a ser pegado, mirado, tomado como aquello sobre lo cual ocurre, reiterado y nunca suficiente, el goce parcial que ha interpretado la Demanda construida en el campo del Otro, ese es a su vez, el último paso constructivo del circuito pulsional freudiano de 1915, circuito que la tercera fase del Fantasma conserva, pero bajo represión, es decir: separando el Yo que articula la escena del goce, de la escena misma que ocurre al lado de él.
El desequilibrio perverso de la relación fantasmática, que induce al extravío neurótico en el "modo de relación en acting out", cuando el Sujeto ha quedado recubierto, como Hamlet, por el objeto que se presta al goce, parece equivalente a esta segunda fase pulsional del fantasma neurótico freudiano, en la que el yo no es articulador sino que cumple el papel de zona erógena; fase hipotética, ya que no puede recordarse, que cuando emerge sólo puede mostrarse sin saber Inc. al respecto, y de la cual no puede haber recuerdo encubridor que la represente: por eso no es interpretable directamente. Pero esto no quiere decir que no se reduzca a través del uso de la interpretación.
Cuando Kris discute con torpeza la convicción de plagiarismo de su paciente, esto precipita al Sujeto en el Acting puntual de los sesos frescos del que el analista es partero, según Lacan. Pero el acontecimiento puntual que el analista desencadena, pone de relieve, también según Lacan, pero en el Seminario de la Angustia, la estructura de ese "modo de relación" preexistente con el campo del Otro, en el cual este hombre había vivido siempre bajo la impresión de que ninguna idea que él tuviera era relativamente propia ¡ni se te ocurra!, que nada le pertenecía , que todo pensamiento que pudiera tener ya era del Otro. Con los propios sesos devorados, su desesperación no se igualaba a la de Hamlet, pero es verdad que él no había recibido de repente ese mazazo (que por cierto a veces existe) del espectro en la escalinata del castillo.
Esta zona de relación al campo del Otro es lo que Lacan dice que debería quizás habérsele ocurrido al analista formularla de algún modo con los elementos presentes en la estructura de la neurosis, ante la insistencia de este hombre acerca de que él plagiaba siempre. Quizás el analista tendría que haber hecho que su paciente pudiera advertir esta impresión bajo la cual vivía, en lugar de discutírsela e indicarle que ya basta de pavadas, que su escrito ¡ni se le ocurra dudarlo!, era original.
La convicción de plagio frente a cada escrito, que era previa a las visitas al restaurant, es denuncia inquietante mostrada (a lo Hamlet) del desarreglo aplastante configurado en el campo del Otro a través de la Demanda que se le atribuye, denuncia que imperfecciona el goce que se le supone, en este caso de ser el autor de todas las ideas.
Pero es denuncia del Sujeto, que obstaculiza la perfección supuesta posible de un goce fálico construido en el campo del Otro, hecha dentro del marco de la obediencia a ese goce fálico al que no le es posible dejar de responder con su ser, sin representación separadora. Es una denuncia obediente.
Entre la locura de Hamlet, la manía de plagio, el acting como "modo de relación" y la Lógica del Fantasma, puede ponerse a la luz un hilo legible en la obra de Lacan, que otorga un nuevo relieve clínico a la segunda fase, normalmente sepultada, en la construcción del fantasma neurótico, según Freud.
No se trata, como Kris, de frenar esa denuncia del Sujeto oponiéndose de algún modo a ella. Las más de las veces oponerse al "modo de relación en Acting-Out" sobre todo cuando genera extravíos locos, impulsiones inquietantes o depresiones severas en las neurosis, por vía de la sugestión que es la faz obediente de la transferencia, no hace más que prolongar su vigencia, o peor aún, hacerlo proliferar como tabla de salvación para el náufrago, en rebeldía tenaz.
Que el Sujeto pueda en cambio quedar extraído de la escena en donde denuncia en posición de obediencia, es equivalente a poner a su alcance una representación de la posición de obediencia en la cual se encuentra llevado a denunciar. Pero esta representación, es preciso construirla. Hamlet lo intenta, con la escena dentro de la escena.
Construir, la ficción verosímil en la que esta obediencia pueda quedar expuesta a disposición del Sujeto, la plenitud supuesta del goce fálico desrealizada, reduce el obstáculo que él debe interponerle, y para ello, no basta con dejarlo hablar, girando en círculos en torno a su denuncia obediente, esperando en vano que el Inc intérprete llegue a la cita.
La abstinencia activa del deseo del analista es la de suspender toda prisa didáctica sobre ese punto que el Inc. espontáneamente no logra conmover, y en cambio producir allí para el Sujeto las coordenadas que hagan posible la interpretación de su posición, que pongan de relieve sobre qué rasgos de obediencia en el campo del Otro, su acting es el único obstáculo que él logra interponer. Esto no frena dicha acción, sino que eventualmente la reduce. No la prohibe, sino que la enrarece, y puede volverla superflua. Evidentemente, en el marco de los movimientos posibles, de la enunciación necesaria para que el tratamiento siga teniendo lugar, condición de posibilidad para que el análisis tenga una chance. Ambas cosas (continuidad del tratamiento y avance del análisis) no son disjuntas, pero eso no las convierte en idénticas. Más bien, configuran en estos casos un marco de mutua tensión, su articulación recíproca lejos de cualquier correspondencia armoniosa, es un problema a encarar cada vez. El uso de alguna sugestión reconocida, sin creer que ella tramita la cuestión del análisis de lo que está en juego, puede hacer más calculable el riesgo que dicho uso siempre conlleva.
Alguna mayor eficacia en el avance del análisis en estas circunstancias podría no ser ajena a una buena disposición del analista, es decir a que no actúe demasiado apremiado por el peso angustioso de las demandas que lo afectan (de éxito, de prestigio, de reconocimiento, etc.) que pueden ser parecidas a las de cualquiera de sus colegas, o de sus pacientes.
María del Carmen Meroni