El análisis ejercido por los legos y la práctica de los analistas. Juan Carlos Cosentino.



1.Introducción
Voy a comentarles acerca de un fragmento suprimido[2], de aproximadamente dos hojas y media, que formaba parte del Epílogo, escrito en el año 1927, al texto “La cuestión del análisis profano”: Die Frage der Laienanalyse.
Este texto suprimido del Epílogo o Pos-escrito de 1927, en realidad, contó con el acuerdo de Freud después que consultó con Eitington y con Jones, que en aquel momento lo consideraban demasiado incisivo en la relación tensa que había entre Europa y Estados Unidos.
También se encontró una nueva presentación que Freud iba a hacer en el año 1935 y siete notas que agregaba al texto “La cuestión del análisis profano”. En este caso, respondiendo al pedido de la editorial de Nueva York W. W. Norton que había planeado una nueva edición actualizada de ese texto y también de la “Presentación autobiográfica”, pero, de acuerdo al deseo de Freud, en dos volúmenes separados. Por motivos que se desconocen no se realizó en el año 1935 la reedición del trabajo sobre el análisis profano. Recién se hizo en el ’50, sin los añadidos sustanciales (las siete notas) que Freud había redactado en 1935.
Todos estos textos suprimidos fueron encontrados por Ilse Grubrich-Simitis y publicados en Zurück zu Freud Texten. Son casi tres hojas las que fueron omitidas. Si ustedes se fijan en la biografía de Jones sobre Freud, que tiene un capítulo dedicado al análisis profano, habla de tres oraciones. Son casi 3 hojas. Si se leen detenidamente esas tres hojas lo que Freud dice allí sobrepasa el foco del psicoanálisis y se vuelca hacia la cultura de los Estados Unidos. Tiene mucha actualidad. Se puede leer allí una clara posición de Freud en lo que hace a la exigencia de una formación rigurosa para los analistas que no puede bajo ningún punto de vista ser sorteada con razones que defiendan el “derecho de elección” del paciente (en Estados Unidos), protegido por el cuerpo medico: “el comportamiento —señala Freud en una parte de ese texto suprimido— de los círculos científicos que ... manifiestan el mismo interés por toda la diversidad de doctrinas que se denominan psicoanalíticas y se jactan de ello como prueba de su openmindedness [mente abierta]”. Así –sigue Freud– “el europeo escéptico –que es el juego, el diálogo que hay entre los psicoanalistas europeos y los norteamericanos– no puede suprimir la sospecha de que ese interés (de los americanos) en todos los casos no alcanza una gran profundidad y que detrás de esa imparcialidad se oculta mucho desagrado e incapacidad para emitir un juicio”.
En el pasaje que fue silenciado Freud no acepta ninguna concesión a la ideología del “american way of life”, ya que lo que esta en juego (puede leerse allí) es el deseo del analista, deseo que subvierte la moral como práctica dominante de la cultura.
2. La cuestión histórica
Les comento algo sobre la cuestión histórica: en el primer semestre del año 26 se inició en Viena una causa judicial contra Theodor Reik, que era un miembro prominente de la sociedad psicoanalítica de Viena y que no era médico. Basándose en informaciones de una persona a la que había tratado psicoanaliticamente, se le imputó transgredir una antigua ley austríaca contra el curanderismo, que declaraba ilegal el tratamiento de pacientes por alguien que no tuviese titulo de médico. Freud intervino enérgicamente.
En el Post escrito que no fue publicado en el año 35 Freud señala: “la cuestión del análisis laico fue un verdadero trabajo de circunstancia. Sucedió – sigue– que en Viena, uno de nuestros colaboradores, hombre competente y confiable, no médico, pero si doctor en filosofía, fue acusado falsamente por un paciente de haber usurpado la calificación médica para ganárselo para el tratamiento. La ley austriaca contra el curanderismo es severa. Temíamos que ese incidente diera a las autoridades la ocasión de prohibir sin restricción el ejercicio del análisis por parte de los legos. El juez imparcial de mi pequeño libro existió realmente y vive todavía, se llamaba Obersanitätsrat Durig. Es un personaje influyente de nuestro sector de educación para el cual redacte un informe sobre el asunto en cuestión. No sé si mis argumentos le han causado – a este señor – mayor impresión. Al menos no se prohibió en aquel momento el análisis profano en Austria”
El relación al Epígrafe que Freud escribe en el año 27, esas tres hojas que fueron suprimidas, hay que ubicarlas entre la anteúltima oración y la última del texto publicado. Forma parte, si uno revisa las cartas Freud – Jones, forma parte de las cartas de Freud en respuestas a las observaciones que Jones le hacia sobre el escrito, no el Epílogo, sino sobre el escrito (“La cuestión del análisis profano”) que fue previo al Epílogo.
El caso Reik impulsó la discusión sobre quienes serian los profesionales habilitados para ejercer el psicoanálisis. Freud se dio cuenta que la acusación mostraba la fragilidad del psicoanálisis como una práctica que en aquel momento estaba ganando importancia en el medio social y en el campo del tratamiento, lo cual exigía una urgente y precisa aclaración de su posición como analista fundador del psicoanálisis. Pero (y ese texto es muy interesante) Freud se dio cuenta que iba a ser un texto de actualidad evidentemente político y no quería que quedara reducido al medio psicoanalítico sino que llegara al lector interesado en las preguntas que ese nuevo discurso aportaba.
Dice Freud, no es en “La cuestión del análisis profano” sino en el texto que esta traducido como “Psicoanálisis”: “En tanto en Europa aumentaba el interés por el psicoanálisis también se exteriorizaba en una desautorización muy enérgica, a menudo no científica. Y esa hostilidad estaba motivada, de parte de los médicos, por la insistencia del psicoanálisis en el factor psíquico, y de parte de los filósofos, por la hipótesis fundamental del concepto de una actividad inconsciente; pero sobre todo, sin duda alguna, por la general repulsa de los humanos a conceder a la vida sexual el significado que el psicoanálisis le atribuye”. Así el lego o laico definido como aquel que no posee un saber sobre los fundamentos del psicoanálisis, pero está abierto a escuchar sus efectos, constituye uno de los destinatarios privilegiados de ese escrito.
En una carta a Julius Tandler del 8 de marzo de 1925, Freud le dice: “en el psicoanálisis ha de considerarse profano a todo aquel que no puede demostrar un entrenamiento satisfactorio en su teoría y en su práctica”, prescindiendo de que tal persona posea o no un título que lo acredite como médico.
El lector profano forma parte de ese texto, precisamente, no en lo que hace al estilo, sino que es un texto único, en la amplísima obra de Freud, donde utiliza la ficción de un diálogo con un interlocutor imparcial. En esa ficción de un diálogo con ese interlocutor imparcial su función es interpelar el psicoanálisis como teoría y como práctica. Fíjense que la pregunta parte del Otro y Freud recibe el mensaje en forma invertida. Freud queda dividido entre un otro y el analista. Freud, a mi gusto, produce uno de los escritos más incitantes en la transmisión del psicoanálisis, derrumbando la creencia en el inconsciente como algo oculto, misterioso, y como la ilusión de un saber omnisciente. Con ese recurso que encuentra, y que no está en otros textos, de un interlocutor imparcial, Freud hace la pregunta a partir del Otro y recibe el mensaje en forma invertida.
3. La posición freudiana
¿Cuál es la posición freudiana? Tomo un fragmento de “La cuestión del análisis profano”:
“Comprendo –nos aclara Freud que dice nuestro oyente imparcial–. Usted supone que todo neurótico tiene algo que lo oprime, un secreto y si usted lo mueve a expresarlo lo alivia sobre esa presión y ejerce sobre él un efecto benéfico. Es justamente –añade el interlocutor– el principio de la confesión del que la iglesia católica se ha servido desde siempre para asegurar su dominio sobre los espíritus”.
Freud le contesta: “Sí y no, tenemos que responder. La confesión cumple en el análisis el papel de introducción, por así decirlo, pero muy lejos está de constituir la esencia del análisis o de explicar la eficacia del mismo. En la confesión el pecador dice lo que sabe, en el análisis, el neurótico debe decir más. Por otra parte no tenemos noticia de que la confesión haya desarrollado alguna vez la virtud de eliminar síntomas patológicos directos”.
Entonces –le dice el interlocutor– “no entiendo ¿Qué podría significar decir más de lo que sabe?” ¿Cómo presentar los efectos del inconsciente si uno no implica de alguna manera al sujeto en cuestión?
Fíjense que el interlocutor, lego, cuando construye su pregunta, tiene que reconocer en la misma pregunta que en ella ya se formula algo de respuesta. El interlocutor desconoce los fundamentos del psicoanálisis, pero sus preguntas, sus vacilaciones y sus incertidumbres lo implican, porque lo ubican en el camino de tener que reconocer que allí se articula algo del inconsciente. No se trata, como en el procedimiento del diálogo, de enseñar lo que es el psicoanálisis, sino de trasmitir el modo en que opera el inconsciente, presentando justamente el método utilizado para afrontarlo.
¿En qué consistiría esa práctica? En palabras, pero teniendo en cuenta que esas palabras constituyen el material del análisis siempre que se sepa que son palabras escuchadas, y la escucha, de alguna forma, las anuda como discurso. El interlocutor alega, como les comenté antes, que en algunas prácticas se utilizan palabras como en la confesión. En la confesión el sujeto dice lo que sabe mientras que en el análisis el sujeto habla sin saber lo que dice, diciendo, como sabemos, más de lo que piensa decir. Ello es justamente el inconsciente como fundamento de una práctica laica que construye un saber profano en contraposición al religioso. Sabemos que el soporte de la religión es lo que el otro sabe y, ante él, el sujeto confiesa el hecho de haber pecado. De un Otro que sabe a un Otro inconsciente y dividido, es decir, algo del saber para el psicoanálisis está definitivamente perdido bajo la barra de la represión primordial. Así el discurso analítico inaugura, instaura, una otra relación del sujeto al saber.
Cabe la pregunta ¿existe el saber inconsciente en algún lugar antes que uno lo diga? En la pregunta está implicada la respuesta: el inconsciente ex—iste, está fuera de la cadena significante y así no existe el saber inconsciente antes que uno lo diga. Freud establece la única regla que rige un análisis: el cumplimiento de la asociación libre. En la determinación estricta de los elementos de la cadena los dichos que alguien profiere en un análisis (libre implica una concatenación que no depende de la voluntad del sujeto) ... los dichos que alguien profiere en un análisis, allí, Freud reconoce los efectos del trabajo del inconsciente.
Así, cuando funciona la regla fundamental, someterse a la regla fundamental es un procedimiento consecuencia de la ley del inconsciente. Pero esa ley no debe provenir de un control de la práctica ejercida por una corporación profesional exterior al discurso analítico. El discurso analítico establece un nuevo lazo social analista–analizante, que se articula en función de la ley de la estructura. El pasaje por una experiencia conducida en la abstinencia de toda subjetividad del lado del analista que se atiene a la única regla fundamental: articularse en la palabra sin poder desviarse de ella.
Dice Freud en Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica: “noten ustedes que se nos abre aquí un nuevo campo para la técnica analítica, un campo cuya elaboración, requerirá empeñarse a fondo y dará por resultado unos preceptos muy precisos. No intentaré introducirlos hoy en esta técnica, todavía en desarrollo, me conformaré con destacar un principio que probablemente sea soberano en este campo. El principio postula lo siguiente: en la medida de lo posible, la cura analítica debe ejecutarse en un estado de privación, de abstinencia”.
4. La posición analizante
Volvamos al texto “La cuestión del análisis profano”. Les leo otro pequeño fragmento; le dice Freud a este interlocutor que se inventó: “sé que no puedo convencerlo, está fuera de toda posibilidad y por eso también fuera de mi propósito. Cuando damos a nuestros discípulos instrucción teórica en el psicoanálisis, podemos observar cuán poca impresión les causamos al comienzo. Toman las doctrinas analíticas con la misma frialdad que a otras abstracciones con que fueron nutridos. Acaso algunos quieran convencerse, pero no hay indicio alguno de que lo estén. Ahora bien, exigimos que todo el que quiera ejercer en otros el análisis se someta antes él mismo a un análisis. Sólo en el curso de este autoanálisis, como equivocadamente se lo llama, cuando experimenta o vivencia de hecho los procesos postulados por el análisis en su propia persona —mejor dicho, en su propia alma—, adquiere las convicciones que después lo guiarán como analista. ¿Cómo podría entonces esperar convencerlo a usted, el juez imparcial, de la corrección de nuestras teorías, que sólo puedo exponerle de una manera abreviada e incompleta, y por eso impenetrable, sin que usted las corroborara mediante sus propias experiencias?”
El inconsciente, como saber, se produce en la observación rigurosa de la regla fundamental y ese saber sólo puede ser transmitido en la experiencia de un análisis. En el prefacio al libro de Aíchhorn, escrito en el año 25, poco tiempo antes del proceso Reik, Freud sostiene una vez más que el sujeto que deseaba volverse analista debería hacer la experiencia del análisis “en su propia carne”, pues el psicoanálisis no se enseña como otro saber. El analista debe haber pasado por la experiencia del inconsciente y debe haber adquirido una convicción de su existencia. Es en el mismo Análisis terminable e interminable que Freud se pregunta, “¿dónde y cómo adquiriría el analizante aquella aptitud que le hace falta en su profesión? La respuesta rezará: en el propio análisis, que cumple su cometido, se instala en el aprendiz la firme convicción de la existencia del inconsciente, le proporciona las de otro modo increíbles percepciones de sí a raíz de la emergencia de lo reprimido, y le enseña, en una primera muestra, la técnica únicamente acreditada en la actividad analítica”.
En relación a esta experiencia, el conocimiento teórico se muestra siempre insuficiente, constituyendo a veces un obstáculo para acceder a este otro saber. La propuesta que algunas personas le hacen a la Universidad, de incluir algunas materias de psicoanálisis en el currículo de algunas carreras profesionales, a mi gusto, ayudaría a divulgar el psicoanálisis, pero no podría contribuir a la formación del analista. Ni cursos ni diplomas, como cuestiones de prestigio y de mercado, responderían a la cuestión crucial de la transmisión del psicoanálisis. Lego es un término con el que el psicoanálisis resiste al discurso universitario en la pretensión de enseñarlo todo.
La posición de Freud ante el análisis profano, se fue constituyendo paralelamente al saber que extraía de la clínica y exigía una escritura metapsicológica. Freud, allí donde la existencia del inconsciente problematiza la relación del sujeto al saber, empieza introduciendo el termino “no saber” (nicho wissen), que nada tiene que ver con ignorancia. Pero, en el pasaje de la primera a la segunda tópica, con el más allá como un punto fuera del territorio del principio de placer que se presenta como un exterior en el interior, siempre excluido, junto con las resistencias estructurales en el análisis, destaca que la experiencia del inconsciente no es un no saber. Pues, si así fuese, leer un libro, asistir a una conferencia implicaría una transformación de no saber en saber.
Con la compulsión a la repetición y la segunda tópica, la experiencia del inconsciente es la de un saber regido por la resistencia interna del sujeto. Sólo podrá existir un acceso a ese saber si el sujeto elabora las condiciones de esa resistencia. El saber esta vinculado a lo sexual y la resistencia da cuenta de la ligazón del saber, a partir de más allá, al goce.
Dos condiciones por lo tanto se desprenden de la resistencia interna y estructural. La primera dice que un sujeto sólo puede escuchar algo de su verdad si está próximo, en su elaboración analítica, al saber reprimido. La segunda es que sólo puede escuchar la interpretación si ella fue producida en el tiempo de la transferencia, en que adquiere valor de verdad. De lo contrario el saber no le dice nada a nadie, y esas dos condiciones componen la dimensión temporal de la experiencia, donde algo de resistencia ligada al goce puede transformarse, puede elaborarse como saber.
En otros escritos se puede constatar que el caso Reik es apenas un trampolín que le hizo explicitar, en el momento crítico que el psicoanálisis atravesaba, la clara posición de Freud, en cuanto al ejercicio de esa práctica, sólo para aquellos que hubieran realizado un recorrido de análisis, lo más extenso posible ya que el analista debe tener recortada la verdad del sufrimiento que el síntoma envuelve. En el año 1926, ese punto real de la experiencia ya encontraba una desviación y denegación sistemática por un grupo considerable de practicantes que se llamaban analistas. El caso Reik, muy temprano, mostró las divergencias en el seno de la IPA, la asociación internacional fundada por Freud. El movimiento psicoanalítico ya estaba dividido, o tal vez, nunca había habido, como se imaginaba desde afuera, una sociedad internacional cohesionada. A esa situación de los psicoanalistas y del psicoanálisis Freud responde con La cuestión del análisis lego.
5. Zeit lassen
El texto suprimido –señalamos- sobrepasa el foco del psicoanálisis hacia la cultura de los EEUU. Esta en juego la formación del analista. En ese pasaje Freud no hace ninguna aquiescencia a la ideología del amerian way of life. Pues, lo que está en cuestión es el deseo del analista, que conmueve la moral como práctica dominante en la cultura. Si logramos ubicar en la posición de Freud, algo más que preconceptos, nos daremos cuenta que el debate es actual y necesario en el modo de producción de la economía del mundo globalizado.
Para terminar, les digo que junto con la crisis del ejercicio de la enseñanza del psicoanálisis en los Estados Unidos, ese texto tiene la fuerza y el rigor de un análisis crítico sobre la función del analista en el lazo social que su práctica constituye. ¿Qué efectividad tiene en lo que concierne al síntoma social? Freud pone entonces en cuestión la posibilidad del trabajo analítico (dispositivo, transferencia) en una sociedad que esté guiada por el prejuicio time is money.
Dice Freud: “sólo nos atenemos a lo proverbial, si recordamos que el americano no tiene tiempo (keine Zeit hat). Ciertamente –continua–, time is money, pero no se termina de comprender por qué debe ser convertido el dinero con tanta prisa. Seguiría teniendo su valor de dinero si las cosas fuesen más despacio y se debería pensar que cuanto más tiempo se invirtiese al principio, más dinero resultaría al final. En nuestras regiones alpinas, un saludo habitual cuando se encuentran o despiden dos desconocidos es: Zeit lassen”.
Zeit lassen no es fácil de descifrar, pero puede traducirse como “tómate tiempo”, “déjate tiempo”. Le falta el “sich que indicaría hacia quien va referido. Es decir, como aquel que recibe su propio mensaje en forma invertida, también involucra al que lo enuncia. Averigüe que lo utilizan personas mayores en regiones montañosas de Austria. El que desciende le dice al que sube la montaña, y especialmente si lo hace rápido: “tomate tu tiempo”, “disfruta del camino”, “no te fatigues”, “anda despacio”.
“Nos hemos burlado mucho –continua Freud– de esta fórmula, pero ante la precipitación americana hemos llegado a comprender cuanta sabiduría de vida contiene. Sin embargo, el americano no tiene tiempo. Se entusiasma por los grandes números, por el engrandecimiento de todas las dimensiones, pero sobre todo por acortar al máximo la inversión de tiempo. Creo que lo que allí llaman record.”
La elaboración psíquica esta regida por la pérdida y existen condiciones temporales muy particulares, de la división del sujeto entre preconciente e inconsciente. Dice Freud allí: “los procesos psíquicos entre conciente e inconsciente tiene sus condiciones temporales particulares (ihre besonderen zeitlichen Bedingungen) que concuerdan mal con la exigencia americana. No es posible transformar en tres o cuatro meses a un hombre que hasta ese momento no entendía nada del análisis en un analista capaz, y es aún menos posible producir en un neurótico, en un tiempo igualmente corto, las modificaciones que deban devolverle su capacidad perdida de trabajo y de goce”. Tolerar un gasto, que implica una pérdida, es inherente a la ganancia de placer (Lustgewinn). Así, algo de la resistencia anudada al goce puede llegar a elaborarse como saber. En El problema económico del masoquismo:dolor y displacer pueden dejar de ser advertencias para volverse, ellos mismos, metas”. La economía psíquica del goce no se adapta a la exigencia capitalista de carácter global y de acumulación creciente.. Y así la experiencia del inconsciente es una experiencia de perdida: porque hay pérdida puede haber, por añadidura, ganancia de placer. Así, muy anticipadamente, este texto no publicado, en relación a esa exigencia capitalista global y de acumulación creciente, alcanza hoy otra dimensión, relanzando de nuevo la pregunta de la ética que rige el acto analítico.



Texto suprimido[3] del Epílogo (1927) aLa cuestión del análisis profano
Sigmund Freud
La más ríspida repulsa al ejercicio del análisis por los legos es sustentada en estas discusiones por nuestros colegas norteamericanos. No considero superfluo replicarles mediante algunas puntualizaciones. Difícilmente constituya un abuso del análisis que yo formule esta opinión: la resistencia de aquellos se reconduce de manera exclusiva a factores prácticos. Ven, en su país, que los analistas legos cometen muchos desaguisados y abusos con el análisis , con daño para los pacientes y para la fama del análisis mismo. Es comprensible, entonces, que en su indignación vayan mucho más allá de esos dañinos e inescrupulosos y pretendan excluir a los legos de toda participación en el análisis. Pero tal explicación de las cosas basta para restar valer a su toma de partido. En efecto, no es lícito decidir el problema del análisis ejercido por legos sobre la sola base de consideraciones prácticas, y las circunstancias locales de Norteamérica no pueden ser las únicas decisivas para nosotros .
La[4] posición de los americanos parece, no obstante, exponerse a la crítica precisamente desde el punto de vista de la conveniencia práctica. Preguntémonos a qué se debe la proliferación del análisis profano nocivo[5] precisamente en América. Hasta donde pueda juzgarse de lejos, se conjugan aquí numerosos factores cuya significación relativa, a decir verdad, no sé definir con certeza. Para empezar, debería suponerse que los analistas médicos han logrado particularmente poco prestigio entre el público y poca influencia sobre sus decisiones. Pueden existir varios factores responsables de esto: la extensión del país, la falta de una organización abarcadora que sobrepase los límites de una ciudad, además el temor de los americanos frente a la autoridad, su inclinación a ejercer su independencia personal en los pocos ámbitos que no están todavía investidos a causa de la presión implacable de una public opinion. Este mismo rasgo americano, transferido de la vida política al trabajo científico, se manifiesta también en el grupo analítico, en la disposición de que la persona del presidente debe cambiar cada año, de suerte que no se puede formar ningún liderazgo verdadero, el cual, en caminos tan difíciles, ciertamente sería necesario. O en el comportamiento de los círculos científicos que, por ejemplo, manifiestan el mismo interés por toda la diversidad de doctrinas que se denominan psicoanalíticas y se jactan de ello como prueba de su openmindedness [mente abierta]. El europeo escéptico no puede suprimir la sospecha de que ese interés no alcanza una gran profundidad en todos los casos y que detrás de esta imparcialidad se oculta mucho displacer e incapacidad para emitir un juicio.
Parece que en América, según todo lo que se oye decir, sectores de la población que en Europa estarían protegidos de este peligro precisamente por sus prejuicios, sucumben a la explotación por parte de los analistas profanos fraudulentos. No sabría decir qué rasgo de la mentalidad americana es responsable de esto[,] a qué se debe que personas, cuyo más alto ideal de vida es justamente la efficiency, la eficiencia en la vida, descuiden las precauciones más simples cuando eligen a una persona que les auxilie en las necesidades de su alma. La justicia exige, sin embargo, que no se silencie lo que se puede decir como descargo, aunque sea parcial, de los malhechores. En la rica América, donde se consigue dinero con facilidad para cualquier extravagancia, no existe todavía ningún lugar en el cual médicos o no médicos puedan formarse en el análisis. La Europa empobrecida ya ha creado tres institutos de enseñanza con fondos privados, en Berlín, Viena y Londres. Así pues, a los pobres bandidos no les queda otro remedio que buscarse, en una lamentable y popular presentación del análisis que algún compatriota haya confeccionado, la pizca de saber que necesitan para su preparación. Porque los buenos libros en inglés son demasiado difíciles para ellos y los alemanes, inaccesibles. Algunas de estas personas, después de haber llevado durante años su existencia de piratas y haber ganado algo, vienen luego a Europa movidos por escrúpulos de conciencia tardíos, para legitimar a posteriori su relación con el psicoanálisis, para volverse honestos y aprender algo. Nuestros colegas americanos suelen tomar a mal el que nosotros no rechacemos a estos huéspedes.
Pero ellos también rechazan a aquellos profanos que, sin previo mal uso del análisis, han buscado una formación en nuestros institutos de enseñanza, y critican ferozmente la ganancia insignificante con la que éstos deseosos de saber retornan a América. Si tienen razón a este respecto no es culpa nuestra sino la consecuencia de dos particularidades bien conocidas del carácter americano, a las cuales basta con hacer alusión. En primer lugar, es innegable que el nivel de cultura general y de receptividad intelectual, incluso en las personas que han cursado un College americano, está muy por debajo del europeo. El que no crea esto o lo tenga por una calumnia, que busque las pruebas en observadores americanos honestos, como los ejemplos de un Martin, en The Behaviour of Crowds [El comportamiento de las masas][6]. En segundo lugar, sólo nos atenemos a lo proverbial si recordamos que el americano no tiene tiempo (keine Zeit hat). Ciertamente, Time is money pero no se termina de comprender por qué debe ser convertido en dinero con tanta prisa. Seguiría teniendo su valor de dinero si las cosas fuesen más despacio y se debería pensar que cuanto más tiempo se invirtiese al principio, más dinero resultaría al final. En nuestras regiones alpinas un saludo habitual cuando se encuentran o despiden dos conocidos es: Zeit lassen[7]. Nos hemos burlado mucho de esta fórmula pero ante la precipitación americana hemos llegado a comprender cuánta sabiduría de vida contiene. Sin embargo, el americano no tiene tiempo. Se entusiasma por los grandes números, por el engrandecimiento de todas las dimensiones, pero sobre todo por acortar al máximo la inversión de tiempo. Creo que es lo que llaman récord. Por lo tanto, quiere aprender el análisis en 3 ó 4 meses y los tratamientos analíticos, naturalmente, tampoco deben durar más. Un analista europeo, O. Rank, ya se ha puesto también a disposición de esta apremio [Drang] por acortar, propia de los americanos, acondicionando a ella su técnica, consistente en la abreacción del trauma del nacimiento, e intentando dar a su procedimiento un fundamento teórico en la «Genetische Psychologie» [Psicología genética][8]. Estamos acostumbrados a que cada necesidad práctica se procure su ideología correspondiente.
Pero los procesos psíquicos entre conciente e inconsciente tienen sus condiciones temporales particulares (ihre besonderen zeitlichen Bedingungen) que concuerdan mal con la exigencia americana. No es posible transformar en 3 ó 4 meses a un hombre hasta ese momento que no entendía nada del análisis en un analista capaz, y es aún menos posible producir en un neurótico, en un tiempo igualmente corto, las modificaciones que deben devolverle su capacidad perdida de trabajo y de goce. Por lo tanto, el americano no logra nada en nuestros institutos de enseñanza, entre otras cosas porque en general, permanece muy poco tiempo en ellos. Dicho sea de paso, he sabido de algunos pocos legos de América que siguen toda la formación de dos años estipulada en nuestros institutos de enseñanza también para nuestros propios candidatos médicos, pero nunca de un médico americano que se haya tomado tanto tiempo. No, debo corregirme, sí conozco una excepción en este sentido, se refiere a una médica americana que sin embargo jamás ha ejercido la profesión médica[9].
Me atrevo ahora a señalar todavía otro factor sin el cual la situación en América no sería comprensible. El superyo americano parece reducir mucho su severidad para con el yo cuando se trata de un interés de lucro. Pero quizá mis lectores piensen que ya he dicho suficientes maldades sobre este país ante el cual hemos aprendido, en la última década, a inclinarnos[10].
Llego a la conclusión:[11]
La resolución contra los analistas legos, que nuestros colegas norteamericanos fundan en lo esencial en motivos prácticos, no me parece práctica, pues es incapaz de modificar uno de los factores que presiden ese estado de cosas. Acaso tenga el valor de un intento de represión. Si uno no puede impedir la actividad del analista lego, y si el público no lo apoya a uno en la lucha contra él, ¿no sería más acorde al fin tomar en cuenta su existencia ofreciéndole oportunidades de formación, cobrando influencia sobre él y acicateándolo con la posibilidad de obtener la aprobación del gremio médico y de solicitar colaboración, de suerte que tenga interés en elevar su nivel ético e intelectual?
Viena, junio de 1927




[1] Presentado en la reunión de cátedra del 10 de junio de 2004.
[2] Ver Texto suprimido del Epílogo (1927) aLa cuestión del análisis profano”, como apéndice, al final del trabajo.
[3] Ilse Grubrich-Simitis, Volver a los textos de Freud, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003. Ver también revista Escola Letra Freudiana, nº 32, Rio de Janeiro, 2003, p. 11-17.
[4] Aquí comienza el texto suprimido.
[5] [Con esta expresión algo equívoca Freud se refiere, aquí y más adelante, probablemente a lo que antes solía llamar psicoanálisis “silvestre” (cfr. 1910k).]
[6] [Martin, 1920.]
[7] Se trata de una contracción de “sich Zeit lassen” que puede traducirse como dejarse o dejarme tiempo, no apresurarse, no precipitarse. Es decir, “déjate tiempo”, “tómate tiempo”. Actualmente, sólo lo utilizan personas mayores en regiones montañosas de Austria. El que desciende le dice al que sube la montaña, y especialmente si lo hace rápido: “tomate tu tiempo”, “disfruta del camino”, “no te fatigues”, “anda despacio”.
[8] [Rank, 1927.]
[9] [Probablemente Ruth Mack Brunswick en quien Freud no pensó espontáneamente al escribir este texto, quizá porque ella en esa época no vivía en los Estados Unidos sino en Viena donde practicaba como psicoanalista (cfr. Gardiner, 1983, págs. 31 y sigs.).]
[10] [Alusión al papel de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.]
[11] Aquí concluye el texto suprimido