REDEFINICIÓN DEL INCONSCIENTE: EL GIRO DE 1920.Juan Carlos Cosentino.


Resumen:


La materialidad del inconsciente está formada de restos verbales incomprensibles. Restos de palabras del Otro que nos impresionan y continúan en nosotros, como marcas (Eindruck) indestructibles. Desde 1920, se afirma la orientación de lo económico: vías que abren camino (bahnen) de una vez por todas y que nunca quedan desiertas: del deseo indestructible a los acontecimientos impresionantes (eindrucksvolle) infantiles.
Las huellas remiten a la pura diferencia que cada una introduce en relación a sí misma y a otra, en cambio, la Eindruck nos anticipa que el inconsciente no hace un todo, no completa un universo.
Así, vamos a ubicar cual es el modo de inscripción de ese inconsciente estructurado como un lenguaje, que obedece a una lógica donde domina el Uno, pues cada Eindruck es una.
“¿Qué quiere decir hacer consciente algo (etwas)? ¿Cómo puede ocurrir?”
El estatuto del sueño cambia. Freud se interroga por el intervalo que surge en ciertos sueños, sostenido “en el afecto que se impone inmutable”.¿Cuál es el modo de inscripción de ese Zeit-los (tiempo no-ligado), tan “no sabido” como el inconsciente?
Resumen en Inglés:
The materiality of the unconscious is made up of incomprehensible verbal remains, word remains of the Other that impress themselves upon us and persist in us as indestructible marks (Eindruck). Since 1920, the orientation related to the economic point of view has asserted itself: ways that finally open up paths (bahnen) that are never deserted: from the indestructible desire to the impressive events (eindrucksvolle) of childhood.
The traces lead to the pure difference that each one introduces in relation to itself and to another; on the other hand, the Eindruck tells us in advance that the unconscious does not constitute a whole; it does not complete a universe.
Therefore, we will inquire into the modus of inscription of the unconscious structured like a language, which responds to a logic ruled by the One, since each Eindruck is one.
“What does it mean to make something conscious (etwas)? How can it happen?”
The statute of dreams changes. Freud asks himself about the interval that emerges in certain dreams, sustained “by the affect that imposes itself as immutable”. How is that Zeitlos (time not-bound) inscribed, as “unknown” as the unconscious?
Palabras Clave:
Inconsciente, Eindruck, Uno, sueño
1. Introducción: en 1901, Freud descubre en el material del sueño, recuerdos de experiencias impresionantes (eindrucksvolle Erlebnisse) de la primera infancia, marcas (Eindrücke) visuales, que ejercen un influjo determinante sobre la conformación del texto del sueño, operando como un punto de cristalización, con efectos de atracción y distribución sobre dicho material. Así, el sueño no es más que una repetición modificada de una de esas experiencias contundentes; y sólo muy rara vez, una reproducción de escenas reales. No obstante, el sueño, como repetición o como reproducción, “es el sustituto, modificado por transferencia a lo reciente, de la escena (Szene) infantil” (Freud 1900). No hay lugar aún para el fracaso de la función onírica.
Años después, se produce una modificación que entraña un giro: sigue utilizando el término Erlebnis pero sus referentes son acontecimiento y tiempo. En 1926, reconstruye con el material de los análisis otros procesos que escapan a la cadena asociativa (no se trata de Spur o Erinnerungsspur, es decir, de huella o huella mnémica); los denomina acontecimientos impresionantes (eindrucksvolle Ereignisse) de la infancia. “La reconstrucción de esas experiencias infantiles olvidadas siempre tiene un gran efecto, admitan o no una corroboración objetiva”, Y así, esos sucesos (Begebenheiten) deben su valor a la circunstancia de haber ocurrido tan temprano, “en un tiempo (Zeit) en que todavía podían tener un efecto traumático sobre el yo endeble (Freud 1926).
Algo ha cambiado, no hay continuidad entre 1901 y 1926. ¿De qué se trata? De marcas (Eindrücke) capaces de influir en forma permanente sobre la vida sexual inicial del niño. En Moisés lo reafirma: “los traumas son experiencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, las más de las veces de lo visto y lo oído, vale decir, experiencias o marcas” (Freud, 1939). Erlebnisse o Eindrücke que ocurren muy temprano, pertenecen al período de la amnesia infantil y se refieren, junto con el masoquismo primario erógeno y la pulsión de muerte autodestructiva, a impresiones de naturaleza sexual y también a daños tempranos del yo.
Interviene la palabra oída del Otro y, en tanto tal, no sabida. Palabras impuestas, venidas de afuera, con las cuales se puede enunciar que el inconsciente es el discurso del Otro. Es decir, en esos acontecimientos impresionantes se produce el encuentro entre estructura de lenguaje e imposición de palabras del Otro. Se trata, para Freud, de restos verbales, muchas veces incomprensibles, que constituyen esos puntos de fijación que forman el núcleo del Icc propiamente dicho, ese “núcleo real de nuestra vida anímica”, núcleo de la neurosis. En consecuencia, la materialidad del inconsciente está constituida por restos de palabras del Otro que nos afectan y continúan en nosotros, como marcas indestructibles (el deseo indestructible). Son esos surcos que abren camino (bahnen)[1] de una vez por todas y que nunca quedan desiertos; no sólo marcas de pasaje de cantidad, también marcas que ya no tienen que ver con el exceso de cantidad sino con la irrupción, es decir, con una caída en el campo de algo que es del orden del goce: un sobrante[2]. Conviene, pues, interrogar los alcances y los límites de la praxis analítica con la inclusión de la Eindruck[3] freudiana, en su relación y diferencia con las huellas mnémicas.
2. Lógica del Ein: las neurosis traumáticas introducen una novedad: no derivan de la historia individual del sujeto (la historia de una neurosis). Hasta allí, el complejo de Edipo es el genuino núcleo de la neurosis, y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición efectiva de la misma.
Mientras, la neurosis de la infancia puede devenir manifiesta por breve lapso o aun pasar inadvertida y la posterior contracción de neurosis se anuda en todos los casos a aquel preludio infantil, “quizá la neurosis llamada traumática (por terror hiperintenso, etc.) constituya una excepción en este punto” (Freud, 1940).
¿Cuál es su principio? No es el complejo de Edipo. Es decir, no es lo universal. ¿Entonces, hay algún nexo con la condición infantil? Las exigencias pulsionales de adentro, así como las excitaciones del mundo exterior ejercen su efecto traumático que lleva a la respectiva neurosis, si son solicitadas por ciertas predisposiciones que introducen otro orden de inscripción no fantasmática: la identificación a un rasgo como tercera forma de fijación pulsional. Y esa misma excepción constituye la ocasión, para Freud, de ubicar algo ajeno a aquel territorio operatorio cuyo límite anticiparemos.
Indiquemos tres aspectos. La irrupción de lo no-ligado y la redefinición de la pulsión. Pues, la pulsión no esta regida sólo por el principio de placer. Hay en la pulsión un más allá que apremia (Drang) a buscar sin fin la satisfacción. La reconsideración de la estructura del conflicto que determina la neurosis. La reubicación de los obstáculos que se opone al análisis, es decir, las resistencias mayores, la del ello y la del superyo.
En Moisés..., habla de “ciertas experiencias y marcas” a las que reconoce “como traumas etiológicos”. Así, “la influencia compulsiva más intensa proviene de aquellas marcas que alcanzan al niño en un tiempo (Zeit) en el que no es posible asignarle plena capacidad receptiva a su aparato psíquico” (Freud 1939). Finalmente, el sueño trae a colación marcas que no pueden provenir de la vida madura ni de la infancia olvidada del soñante. ¿Cómo considerarlas? En el Esquema del psicoanálisis es parte de la herencia arcaica que el niño trae al mundo, antes de cualquier experiencia propia, influido por las experiencias de sus antepasados. Se trata del pasado heredado y del pasado asumido por otros, que –como veremos– no es del pasado. Es herencia por venir.
Anticipemos que la satisfacción pulsional que se inscribe entonces, es otra que en el periodo previo a 1920. Con Más allá se introducen, la pulsión de muerte, el masoquismo primario erógeno, lo no-ligado. Y ocurre una transferencia de la psicología individual a la de masas. Y con este giro, se vuelve “patrimonio común saber que las experiencias de los primeros cinco años adquieren un poder de mando sobre la vida, al que nada posterior contrariará” (Idem). Así, aquello que los niños han experimentado, sin entenderlo entonces, pueden no recordarlo luego nunca salvo en sueños, y sólo mediante un tratamiento psicoanalítico[4]. Con esa otra modalidad de satisfacción y con la transferencia a la psicología de masas se redefine también la función del sueño.
El inconsciente, estructurado de esta manera, obedecerá a una lógica donde domina el Uno (Ein), ya que cada Eindruck es una. Las huellas podemos referirlas a la pura diferencia que cada una introduce en relación a si misma y a otra; en cambio, la Eindruck nos indicará que el inconsciente no hace un todo. Esa marca vale como un Uno que no completa un universo. Para Freud no hay Weltanschauung que provenga del discurso psicoanalítico. Sosteniendo la experiencia del Uno, el analista escuchará algo nuevo cada vez: uno que no tiene equivalente. Así, Eindruck no es una huella entre otras. Esa marca como Uno dejará atrás, ampliando los límites del campo analítico, que sólo del entre–dos es posible suponer al sujeto.
3. Temporalidad del trauma: en la 32ª conferencia, Freud retoma lo traumático y lo redefine en su acepción temporal. Llama momento traumático (traumatischer Moment) a una situación en la que fracasan los empeños del principio de placer. “Sólo la magnitud de la suma de excitación hace de una marca (Eindruck) un momento traumático (es decir, lo convierte en una marca de goce), paraliza la operación del principio de placer, confiere su significación a la situación de peligro” (Freud 1933a)[5].
La experiencia clínica le dice de manera categórica que “momentos traumáticos de esa especie suceden en efecto en la vida anímica sin relación con las presuntas circunstancias de peligro, y entonces, a raíz de ellos, la angustia no se despierta como señal, sino que nace como algo nuevo con un soporte propio”. Un origen doble de la angustia: “como consecuencia directa de momentos traumáticos” o “como señal de que amenaza un momento así”. Sólo las represiones más tardías muestran que “la angustia se despierta como señal de una situación anterior de peligro”. (Idem)
En cambio, “los primeros estallidos de angustia se producen antes de la diferenciación del superyo. Factores cuantitativos, tales como la intensidad hipertrófica de la excitación y la ruptura o la brecha abierta (Durchbruch) en la barrera contra-estímulo, constituyen las ocasiones inmediatas de las represiones primarias” (Freud 1926).
La Urverdrängung se constituye como división ante algo del orden de lo intolerable, que sobrepasa, por su intensidad, las defensas simbólicas de la protección del sujeto. Y esa angustia (del nacimiento) anterior a la represión es ese momento estructural de indefensión donde la castración como desamparo alcanza al Otro. Acontecimiento impresionante[6]: fallan las defensas simbólicas. Lugar de abertura, consecuencia de una imperfección del aparato psíquico, que se sitúa en el núcleo de la estructura y se conecta con el núcleo de la neurosis.
Las primeras y originarias represiones que crean su angustia como algo nuevo, “nacen directamente a raíz del encuentro del yo con una exigencia libidinal hipertrófica que proviene de momentos traumáticos” (Freud 1933a).
En la 29ª conferencia, esa exigencia de la libido-resto reafirma la importancia de las primeras experiencias sexuales del niño que entrañan otras formas de retorno, vía sueño, en un análisis: marcas dolorosas (schmerzlichen Eindruck) de angustia, de prohibición, de desengaño y de castigo que, por tal causa, se denominan traumáticas y sitúan lo que no puede ser ligado: una extraña satisfacción que va de la pulsión de muerte o destrucción al masoquismo primario. Vale decir, el goce pulsional en su retorno como momento traumático cuando falla y se producen perturbaciones menores de la operación onírica, en los pacientes en análisis.
Dolor y displacer han dejado de ser advertencias para volverse, ellos mismos, metas. Y con ese momento que vuelve, el carácter displacentero y la tendencia del sueño a la realización de deseo parecen conciliarse muy mal: “¿qué impulso de deseo podría satisfacerse mediante ese retroceso hasta la experiencia traumática, extremadamente penosa?” (Freud 1933b) Se afirma con el giro freudiano la orientación de lo económico[7]. Como real traumático también es fundado por un discurso, allí donde no hay inscripción de la diferencia de los sexos.
4. El nuevo conflicto: la condición del conflicto en la Metapsicología es la sexualidad infantil. Ahora es la pulsión de muerte y lo no-ligado en su oposición a lo ligado, que se está redefiniendo. Así, a partir de la introducción del masoquismo erógeno se produce un nuevo cambio que se independiza de la intensidad del trauma o de la magnitud de la suma de excitación.
Un paso ulterior en la experiencia analítica —Análisis terminable e interminable— lo lleva a resistencias de otra índole, que ya no puede localizar y que parecen depender de condiciones fundamentales dentro del aparato anímico.
A una parte de esa fuerza Freud la ha individualizado. Por un lado, cierto grado de inercia psíquica, cuando el trabajo analítico ha abierto caminos nuevos al impulso pulsional, es decir, la resistencia del ello y el masoquismo femenino. Por otro, como conciencia de culpa y necesidad de castigo. Aquello que es ligado por el superyo y por el masoquismo moral.
Pero “de esa misma fuerza pueden estar operando otros montos (Beträge), no se sabe dónde, en forma ligada o libre” (Freud 1937): la presencia en la vida anímica de un poder que, por sus metas, llama pulsión de agresión o destrucción y deriva de la pulsión de muerte originaria, es decir, los fenómenos del masoquismo inmanente de tantas personas.
Así, “se tiene toda la impresión de que la tendencia al conflicto es algo especial, algo nuevo que, independientemente de la cantidad de libido, viene a sumarse a la situación. Y semejante tendencia al conflicto, que aparece de manera independiente (de la intensidad del trauma o de la magnitud de la suma de excitación), difícilmente se pueda atribuir a otra cosa que a la intervención de un fragmento de agresión libre que derivamos de la pulsión de muerte originaria, propia de la materia animada” (Idem), es decir, interviene, como novedad, lo no-ligado.
Ha cambiado la condición del conflicto: de la sexualidad infantil, cuyo campo operatorio es la relación principio de placer-principio de realidad, a lo no-ligado. Un punto fuera del territorio del principio. Como consecuencia de la ruptura de la barrera se produce lo no-ligado que le abre paso a algo que no se reduce al campo en que se produce: se presenta como un exterior, siempre excluido.
Freud insiste: la necesidad inconsciente de castigo interviene en toda contracción de neurosis. Se comporta como la continuación de la conciencia moral en el inconsciente: un fragmento de agresión interiorizado y asumido por el superyo. Pero, en cuanto a la teoría no “toda la agresión que regresa desde el mundo exterior es ligada por el superyo y vuelta así contra el yo, una parte de ella ejerce su actividad muda y siniestra (unheimlich) como pulsión de destrucción libre en el yo y el ello” (Freud 1933a).
Hay algo nuevo en el campo analítico: la intervención de un fragmento de agresión libre, es decir, nuestro masoquismo inmanente, consecuencia de haber franqueado, en un análisis, la neurosis de transferencia. Ha cambiado el conflicto: su nueva condición es la pulsión de muerte y lo no-ligado en oposición a lo ligado, que también se redefine. Hay entonces una nueva orientación. Pero esta orientación no es un sentido.
5. Lo particular del síntoma: en el pasaje que Freud hace, en el capítulo III de Más allá, de los fenómenos de transferencia de los neuróticos a lo que puede encontrarse en la vida de personas no neuróticas, aparece la compulsión de destino. Surgen allí las primeras referencias a la sustitución de un modo de satisfacción ajustado a la neurosis de transferencia (la cura misma como satisfacción sustitutiva) por otro modo: la fijación a un rasgo como nuevo lugar de satisfacción sustitutiva.
Allí operará otro orden de lazo: la identificación a un rasgo como réplica y sustitución a la renuncia pulsional, haciendo las veces, inscribiendo, bajo un modo diferente a la frase superyoica o al fantasma, el genuino masoquismo primario erógeno. Una marca (Eindruck) de goce, que lo circunscribe y lo localiza, de la más temprana infancia, que, sin embargo, no está representada en el inconsciente.
Se trata de fenómenos excedentes o residuales del análisis de la neurosis de transferencia, que representan un nuevo límite en la clínica. Supone, intervenir sobre los residuos transferenciales de dicha neurosis de transferencia, y de esta forma, se incorpora la segunda hipótesis freudiana sobre la herencia filogenética[8]. Y con esta otra inscripción –la construcción de un rasgo– se adquieren en un análisis, extendiendo el campo transferencial, esas marcas particulares.
6. Sueño: así, en ciertos momentos privilegiados de un análisis, vía sueño, cuyo estatuto también ha cambiado, se produce la activación de marcas que no pueden provenir de la vida madura ni de la infancia olvidada del soñante. ¿Cómo considerarlas? Como parte de la herencia arcaica que el niño trae consigo (mitbringen) al mundo, antes de cualquier experiencia propia, influido por el vivenciar de los antepasados.
Se trata del pasado heredado y del pasado asumido por otros, que paradójicamente no es del pasado. Es herencia por venir. ¿Cómo entenderla? Tal como Freud propone, citando a Goethe: «Lo que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo» (Freud 1940). Hace falta adquirirla, inscribir esta adquisición como producción del análisis, a partir de esta nueva función que han alcanzado los sueños. Y con la activación de la “herencia” que ocurre en algunos sueños, sólo se inscribe porque se la adquiere: es pasado por venir, en el trayecto que Freud recorre de lo universal a lo particular en el Esquema del psicoanálisis[9].
Lacan[10] nos señaló que el significante Uno no es un significante entre otros. Esa Eindruck se repite, pero no se totaliza con esa repetición; cuando el analizante aprehende el modo en que el Icc esta estructurado, empieza “a darse cuenta” de que ese inconsciente es el suyo.
El enunciado de la regla fundamental apunta a ese algo del que menos está dispuesto a hablar el sujeto, a saber, de su síntoma, de su particularidad[11].
Pero lo real del síntoma pone en juego la falla del particular para nombrar el universal[12]. Y así, nos indica que no hay ley de cierre. Para inscribir una marca indestructible hace falta la particularidad, es decir, un sueño. Vale la pena deslizarse a través de toda una serie de particulares para que algo de lo singular no sea suprimido. Se lo puede denominar encuentro. Pero no es un encuentro verdadero. Lo real es lo imposible de escribir ... esperando contingentemente su reescritura[13].
El intervalo nos indica el lugar donde un analista hace falta y donde el sujeto tendrá la oportunidad de deslizarse a través de un lenguaje para que algo de lo singular –esos retazos (Stück)[14] de saber, tal como los hallamos en el inconsciente– no sea suprimido. El modo en que ese uno de la Eindruck no hace un todo.
Referencias bibliográficas:
Freud, S. (1900) La interpretación de los sueños (capítulo VII, punto B), GW, II-III, 552 (AE., V, 540). La traducción del alemán remite a Gesammelte Werke (GW), Frankfurt am Main, Fischer Verlag, 1999 y Sigmund Freud Briefe an Wilhelm Fliess, Frankfurt am main, S. Fischer Verlag, 1986. Las remisiones entre paréntesis corresponden a O. C., Buenos Aires, Amorrortu Editores (AE.), 1978-85.
Freud, S. (1926) ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (cap. IV), GW, XIV, 242 (AE., XX, 202).
Freud, S. (1939) Moisés y la religión monoteísta (cap. III, parte I, punto C, “La analogía”), GW, XVI, 179 (AE, XXIII, 71-2).
Freud, S. (1940) Esquema del psicoanálisis (Parte II: VII. Una muestra de trabajo psicoanalítico), GW, XVII, 110-1 (AE., XXIII, 184-5).
Freud, S. (1939) Moisés y la religión monoteísta (cap. III, parte II, punto F: “El retorno de lo reprimido”), ob. cit., 254-6 (121-3).
Freud, S. (1933a) 32ª conferencia. Angustia y vida pulsional, GW, XV, 100-1 (AE, XXII, 87-8).
Freud, S. (1926) Inhibición, síntoma y angustia, GW, XIV, 121 (AE, XX, 90).
Freud, S. (1933a) 32ª conferencia, ob. cit.
Freud, S. (1933b) 29ª conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños, GW, XV, 29-31, (AE, XXII, 26-8).
Freud, S. (1937) Análisis terminable e interminable, GW, XVI, 88-90 (AE, XXIII, 244-6).
Freud, S. (1933a) 32ª conferencia, ob. cit., 116-7 (101).
Freud, S. (1940) Esquema del psicoanálisis (Parte I: I. El aparato psíquico y V. Un ejemplo: La interpretación de los sueños), ob. cit., 69 y 89 (145 y 165).




[1] Bahnung fue inapropiadamente traducido por facilitación; se trata no de vías facilitadas sino del acto por el cual se abre la brecha que produce el camino. O sea, de un abrir caminos decisivo en la estructuración del sujeto, constituyendo una escritura inaugural de cadenas donde la cantidad metaforiza la incidencia de un exterior radicalmente Otro. Es decir que opera en el campo del lenguaje y donde el Otro es determinante de su constitución. Un registro de la marca de pasaje de la cantidad. La experiencia de satisfacción es un Bahnung de ese orden: consiste en caminos (Bahnungen) duraderos que nunca quedan desiertos y que serán reactivados cada vez que se reinvista la excitación inconsciente. “Sólo pueden ser aniquilados de la misma manera que las sombras del mundo subterráneo en La Odisea, que cobraban nueva vida tan pronto como bebían sangre”.
[2] Ver Lacan, J., El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1992, pág. 18. Lo que el análisis muestra es precisamente que no se transgrede nada.
[3] Tanto López Ballesteros como Echeverry traducen Eindruck como impresión. Nosotros proponemos marca. Inicialmente, Freud relaciona dichas marcas con experiencias impresionantes y, a partir del giro de 1920, con acontecimientos impresionantes. Y justamente en esa palabra “eindruckvoll” reaparece el término “Eindruck”. Posteriormente, se agrega su conexión con tiempo (Zeit), con lo visto y lo oído y con momento traumático (traumatischer Moment). Druck: es impresión y también imprenta. Drucken: es imprimir o estampar. Y Eindruck: es marca, huella, trazo, como impresión.
[4] Y así, “en algún momento posterior irrumpe en su vida con impulsos obsesivos, dirige sus acciones, les impone simpatías y antipatías, y con harta frecuencia decide sobre su elección amorosa, tan a menudo imposible de fundamentar con arreglo a la razón” (S. Freud, Moisés y la religión monoteísta (cap. III, parte II, punto F: “El retorno de lo reprimido”), ob. cit., 254-6 (121-3)).
[5] “Llamaremos traumáticas a aquellas excitaciones del exterior que son lo suficientemente fuertes como para abrir brecha en la barrera contra-estímulo”. S. Freud: capítulo IV de Más allá, en “El giro de 1920”, Bs. As., Imago Mundi, 2003, pág. 58.
[6] Ver J. C. Cosentino, Acerca del capítulo II de “Más allá del principio de placer”, en “El giro de 1920”, Bs. As., Imago Mundi, 2003, pág. 40. En el capitulo II de Más allá hemos tropezado, reiteradamente, con esta pregunta: ¿El apremio (Drang) de procesar psíquicamente algo impresionante, de adueñarse por completo de eso, puede exteriorizarse de manera primaria e independiente del principio de placer? Pero, hace falta una segunda pregunta: ¿cuál es esa experiencia impresionante, qué es ese algo impresionante (etwas Eindrucksvolles)?.
[7] Ver: J. Lacan, El Seminario, libro XXIII, “Le sinthome” (“Pedazos-de-real), inédito, lección del 16 de marzo de 1976.
[8] Con la Metapsicología (1915), la herencia arcaica es universal, esta determinada por la cicatriz que deja el naufragio del complejo de Edipo y como núcleo de la neurosis se fija en los fantasmas primordiales, heredados filogenéticamente. ¿Cuál es su función? “La fantasía de paliza y otras fijaciones perversas análogas”, unos precipitados del complejo de Edipo, las cicatrices que el proceso deja después de su terminación (abgelaufener Prozeß), constituyen el núcleo de las neurosis. Un modo de satisfacción masoquista investido en la estructura gramatical de Pegan a un niño (1919). El salto lógico que Freud introduce con Más allá del principio de placer (1920), como aparece en este trabajo, redefine y transforma el valor conceptual de la herencia arcaica.
[9] En 1933, al referirse a las pruebas de esa participación en la formación del sueño escribe nuevamente que en el ello se percibe con sorpresa la excepción al enunciado kantiano según el cual espacio y tiempo son formas necesarias de nuestros actos anímicos. “En el ello no se encuentra nada que corresponda a la representación del tiempo, ningún reconocimiento de un decurso temporal y ninguna modificación del proceso anímico por el transcurso del tiempo. Impulsos de deseo que nunca han atravesado el ello, pero también marcas que fueron hundidas (lo caído en el fondo) en el ello, son virtualmente indestructibles, se conducen durante décadas como si fueran sucesos nuevos”. S. Freud, 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, GW, XV, 80-1 (AE., XXII, 68-9).
[10] Ver: J. Lacan, ...Ou pire, en “Reseñas de enseñanza”, Scilicet 5, París, 1975.
[11] J. Lacan, Intervención luego de la ponencia de André Albert acerca del placer y de la regla fundamental, en Lettres de l’École Freudienne N° 24, París, junio de 1975. Ver también J. C. Cosentino, Repetición y destino, en “El giro de 1920”, ob. cit., págs. 99-101.
[12] J. Lacan, El sueño de Aristóteles, Conferencia pronunciada en el servicio del profesor Deniker en el Hospital Sainte Anne (París) en el año 1978, publicado en “Estudios Psicoanalíticos” N° 2, Madrid, 1994.
[13] Ver nota 6: La noche anterior al día en que su padre debía partir para el frente, el niño exclamó, entre fuertes sollozos: «¡Papá, papá ... Nene!». En esta tercera observación, el sueño no puede significar sino que papá y nene —como cumplimiento de deseo— permanecerían juntos, mientras que el llanto —momento de fracaso de la función del sueño— admite la inminente despedida. “El concepto de la separación, «fort» sustituido por un largo «o-o-o», adquirido tempranamente” como inscripción de una marca que no es y de una pérdida inicial de goce, retorna en el sueño. Con el sueño se advierte la torsión que ha ocurrido. Su texto reintroduce el intervalo, indicado por los puntos suspensivos que Freud coloca cuando transcribe la frase del mismo: “Otro ... sujeto”, “Papá ... nene”. Ese intervalo, esa abertura —como un— es el lugar donde, vía deseo del analista, el sujeto tendrá la oportunidad de interrogar su particularidad en la escucha de un Zeitlos, tan “no sabido” como el inconsciente.
[14] S. Freud, Más allá del principio de placer (cap. III), en “El giro de 1920”, ob. cit, pág. 46.