El borrador de El yo y el ello. Juan Carlos Cosentino.


El súper-yo como representante del ello

Introducción
Un cuarto de siglo después de la publicación de la Standard Edition y de las dos ediciones en castellano (Biblioteca Nueva y Amorrortu) de las obras completas, florece la crítica de las traducciones. Ocurre que Freud no intenta disimular la dimensión de enunciación de sus textos.
Para un trabajo crítico de traducción, que iniciamos en el 2005 (1), del texto El yo y el ello, hace falta preservar y participar de la enunciación de Freud y, también, incluir los manuscritos —estableciendo el texto en alemán (2)— que se conservan de este autor.
Así, la comparación entre los manuscritos y las versiones impresas, a partir del giro de 1920 y la redefinición del inconsciente, resultará, por poco que sea, esclarecedor y productivo, haciendo oír documentos archivados que aún permanecen callados (3), aprovechando esta ocasión única para una versión crítica, ya que contamos con la documentación casi completa de la dinámica de producción de una de las obras metapsicológicas centrales.
De esta forma, disponemos de los manuscritos del borrador (Entwurf) como de la copia en limpio (Reinschrift) de su trabajo Das Ich und das Es, es decir, de los dos pasos previo a su posterior versión definitiva. Al parecer, el mismo Freud decidió guardar este borrador, ya que sus hojas fueron halladas intactas entre las de las copias en limpio (4).
Se trata, igual que con Más allá, de otro punto de inflexión en la obra freudiana. En 1923, con la introducción de la segunda tópica, nace una disimetría entre lo reprimido-icc y un Icc que permanece no-reconocido.
Manuscritos preparatorios
Los borradores, manuscritos preparatorios de los que derivan las copias en limpio de sus obras están tachados en diagonal por bloques completos. Freud, al transcribir la copia en limpio, ubicaba a su lado el borrador respectivo, y con esos trazos diagonales marcaba los párrafos hasta donde había avanzado, en la copia, con el pasaje de lo registrado en el borrador (5).
En este caso, el manuscrito se compone de pliegos dobles, escritos por ambas caras, que alcanza en total treinta y dos páginas. Veintinueve de éstas y la primera sección de la página treinta, salvo un párrafo, están tachados en diagonal, como ocurre con sus borradores. Luego se encuentran dos páginas y media de anotaciones cortas. Llevan el subtítulo de Preguntas laterales, temas, fórmulas, análisis (6), lo que indica el carácter de notas breves que le adjudicaba quien lo escribía: plantea preguntas, anota temas, formula frases centrales e intenta un breve resumen de los ejes de El yo y el ello. Y es probable que lo haya guardado por este apéndice de notas para volver después sobre ellas.
Al principio, el borrador y la copia en limpio muestran cierto paralelismo (introducción y capítulo I) pero luego comienzan a diferenciarse. Por una parte no coincide el número de capítulos; el borrador incluye un breve capítulo más y dos secciones finales, una de “suplementos y complementos” y otra de “notas cortas”. Por otra, los capítulos II, III, IV, Vª y Vb (7) mantienen diferencias y en ciertos lugares ocasionales puntos de contacto con el texto definitivo. Y aún, los títulos de los capítulos III, IV, Vª y Vb difieren en las dos versiones.
La Introducción ocupa la parte superior de la página 1 del manuscrito. En esa primera página aparece, a la izquierda del título, la fecha de inicio de su redacción: “23 julio 22”. El capitulo I, “Cc e icc”, cuyo título coincide con el definitivo, se extiende de la parte inferior de la página 1 hasta la 4. El capitulo II, “El yo y el ello”, título que también concuerda con el publicado, comienza en la página 5 (en la 7 aparece el conocido dibujo) y culmina en la 8. El breve capitulo III, “La formación del yo”, comienza en la página 9 se extiende hasta la mitad de la 10, tiene un título que no aparece en el texto publicado y es incorporado por Freud, a partir de la copia en limpio, al capítulo II definitivo. El capítulo IV, con un título ligeramente diferente (8), “El yo y el súper-yo”, parte de la segunda mitad de esa misma página, alcanza hasta la 15 y se transforma en el capítulo III de la copia en limpio. El capitulo Va, “Los dos (zwei) tipos de pulsiones”, cuyo título asimismo es levemente diferente (9), se inicia en la página 16, llega hasta la 21, y pasa a constituirse en el capítulo IV del publicado. Mientras que el Vb,El súper-yo como representante del ello”, con título distinto al definitivo (10), propuesto como subtítulo de este trabajo, va de la páginas 22 hasta la 28 y conserva, en el definitivo, el número del capítulo.
Luego aparece una primera sección que lleva por encabezamiento Suplementos y complementos, que se extiende de la parte inferior de la 28, hasta la parte superior de la 30. Más tarde, como anticipamos, una segunda sección de anotaciones cortas: Preguntas laterales, temas, fórmulas, análisis, que ocupa gran parte de la página 30, la 31 y la 32. A su vez, al pie de la 31 aparece la fecha “9 agosto 22” acompañada de un breve comentario: “Hasta aquí terminado”. Aunque agrega la 32, última del manuscrito, con fecha “13/8” y “30/8”, con algunas breves ideas y comentarios posteriores (11).
El 4 de agosto, es decir, cinco días antes de la concisa declaración que cierra la anteúltima página “hasta aquí terminado”, le escribe a Otto Rank: “tengo el ánimo firme y ganas de trabajar. Estoy a punto de escribir un articulo que tiene por título El yo y el ello. ... Todavía no es más que un borrador al que es preciso añadir ciertas ideas e intenciones para que el trabajo esté terminado” (12). Se deduce que lo redactó en algo más de dos semanas, del 23 de julio al 9 de agosto. Luego, añadió una página más, con nuevas notas y fechas: 13 y 30 de agosto.
La copia en limpio, con fecha en su última página “2 sept. 22”, empieza a establecerla no bien finaliza con la redacción del borrador. Le lleva menos de un mes, si tomamos como referencia el “hasta aquí concluido” del 9 de agosto, o dos días, si tomamos el 30 de agosto con sus últimas anotaciones. Además, a diferencia de otros de sus escritos, la va modificando incluso durante las pruebas de galeras (13).
Borradores: capítulo II, Vb y sección de anotaciones cortas
En la última sección del borrador de anotaciones cortas que lleva por subtítulo Preguntas laterales, temas, fórmulas, análisis, Freud intenta un breve resumen de El yo y el ello. Escribe: “El trabajo combina 1) la idea del ello de Groddeck con 2) el supuesto de Más allá [del principio de placer] de los dos tipos de pulsiones y 3) el hecho del sentimiento icc de culpa, añade [un] nuevo supuesto acerca 4) mecanismo de desexualiz[ación] (sublimac[ión]), acerca 5) presencia de una des-mezcla y se asienta sobre una nueva captación 6) del relevo de la investidura de objeto por identificación” (14).
Vamos a tomar en esta oportunidad solo los tres primeros puntos, y en este orden: 2, 1 y 3.
Partimos del supuesto de Más allá de los dos tipos de pulsiones. Las dos versiones conservadas (manuscrita y mecanografiada) le hicieron falta, junto con la definitiva, para producir el giro conceptual de 1920. La preposición Jenseits, “más allá de”, “allende”, el principio de placer, introduce una abertura que perfora el campo en que se produce: anuncia un más allá fuera del territorio del principio de placer.
Es un trabajo que avanza no sin dificultades y cuyas modificaciones continúan aún durante la corrección de las pruebas de imprenta. En el manuscrito escrito a mano, Freud solo incluyó seis capítulos mientras que, en el mecanografiado, agregó un nuevo capítulo, insertado a posteriori, que intenta constituirse en el núcleo (15) de Más allá: el actual VI, donde, justamente, se refiere a los “dos tipos de pulsiones”. No obstante, las modificaciones que incorpora a partir de 1921, referidas al masoquismo, en las tres nuevas ediciones de su obra indican que sólo un poco después, en El problema económico (16), del que sólo guardó la copia en limpio, se consolida el cambio de dirección. Con el dolor hay un cambio de meta. Se trata de una satisfacción de otro orden: hay lugar para el goce (17). Se subvierte el orden del principio de placer. Se trata de un goce que, en la repetición, actúa contra la vida.
Así, se comprende una inquietud que Freud formula en la última frase de la copia en limpio, y que falta en el borrador, de El yo y el ello. “El ello... no puede decir lo que quiere; no ha logrado ninguna voluntad unificada. Eros y pulsión de muerte luchan en él; [ocurre] como si el ello estuviera bajo la soberanía de las mudas pero poderosas pulsiones de muerte que quieren tener quietud y aquietar al revoltoso Eros, siguiendo las señales del principio de placer pero nos preocupa que, de ese modo, no demos la debida importancia al papel del Eros” (18).
Los dos tipos de pulsiones del capitulo VI agregado a posteriori en la segunda versión de Más allá, que aparecen en el breve resumen de la sección de notas cortas del borrador de El yo y el ello, mantienen la dificultad que enfrenta Freud (19).
Vale la pena compararlo con el último párrafo de El problema económico. “De este modo, el masoquismo moral se vuelve testimonio clásico de la existencia de la mezcla de pulsiones. Su peligrosidad obedece a que desciende de la pulsión de muerte, corresponde a aquel fragmento de ella [el masoquismo erógeno: que tiene “al propio ser por objeto”; “testigo”, y “resto” de aquella fase de formación en la que tuvo lugar la aleación entre pulsión de muerte y Eros] que escapó de la vuelta hacia afuera como pulsión de destrucción. Pero como, por otra parte, tiene la significación de un componente erótico, tampoco la autodestrucción de la persona puede llevarse a cabo sin satisfacción libidinosa” (20).
A su vez, al pasar de los dos tipos de pulsiones al masoquismo, introduce un nuevo problema. Escribe: “si ocurre una destrucción pura sin suplemento libidinoso” se plantea la siguiente cuestión “¿la satisfacción de mociones pulsionales puramente destructivas puede ser sentida como placer?” (21) (22)
Ahora, el punto I, la idea del ello de Groddeck”. Al contrario de lo que sucede con el esquema de El yo y el ello, el capítulo II de La cuestión del análisis profano nos abre otra perspectiva, cuando le informa a su interlocutor acerca de la representación de la estructura del aparato psíquico, precisando a qué llama aparato y con qué está construido (23).
El lego o profano (24) constituye uno de los destinatarios privilegiados de ese escrito. En esa ficción de un diálogo con un interlocutor imparcial, su función es interpelar al psicoanálisis como teoría y como práctica. La pregunta parte del Otro y Freud recibe el mensaje en forma invertida. Así, en esta nueva perspectiva, comienza con la gramática (“el ello [das Es] impersonal se anuda de manera directa a ciertos giros expresivos”), sigue con el espacio (se le presentan problemas topológicos y vuelven las dificultades: el yo es lo superficial, y el ello lo más profundo, considerado desde afuera), continúa con la lógica (en el yo rigen otras reglas de las que existen en el ello).
En este punto, las condiciones materiales del objeto tendrían que definir las espaciales. Pero para Freud hay problemas topológicos en ese espacio euclidiano. Con la referencia en El yo y el ello a la extensión, al volumen, a la grandiosidad, a la oscuridad y a la profundidad —como un sentido ficcionado— aparece en juego la impenetrabilidad de este otro espacio, que no puede terminar de construir conceptualmente (25).
Y concluye esbozando otra perspectiva. Lo que nos posibiltó la deconstrucción de las nociones intuitivas de espacio que nos dejan los dibujos del capítulo II y de la 31ª conferencia. El ello, en la profundidad del interior del esquema, pasando por los giros de la gramática, ajustado a una lógica que se sostiene de sus aspiraciones singulares, como un guante dado vuelta, se vuelve, en el texto freudiano, afuera‑ajeno‑enemigo.
Una vez que introdujo el esquema, añade que el yo lleva consigo un “casquete auditivo” que se le asienta oblicuamente. Mientras que en la 31ª conferencia ocupa ese lugar, recorriendo un camino que se dirige de lo elevado a lo más bajo de ese espacio no penetrable, el súper-yo. ¿“La escisión vertical del yo”? (26), que nombra al final de la primera sección, Suplementos y complementos, del borrador.
Que vuelve, en la sección de comentarios cortos, como “idea de la desintegración vertical del yo”. Condos nuevas clases de afecciones: [a partir de] 1. conflictos en el yo; 2. conflictos entre el yo y súper-yo; 3. conflictos entre yo y ello”. Como también escribe en una de las “Proposiciones” de la sección de notas cortas: “[Los] conflictos entre yo y ello pueden continuar como conflictos entre yo y súper-yo” (27).
Así, se constituye un par, casquete-auditivo súper-yo, en el espacio lingüístico que produjo con la función de la palabra (28). El Ich no es el casquete auditivo, se lo coloca para prestar oídos. ¿Qué escucha? Y aun en el yo deslinda un distrito particular, íntimamente vinculado al ello, el del súper-yo. De allí que “en el deber moral vuelve a aparecer –con otra Proposición del borrador– la ligadura de padre del ello a través del súper-yo”.
Respecto a la relación o circulación entre ambas provincias anímicas, el proceso inconsciente en el ello es elevado al nivel de lo preconciente e incorporado al yo (29), que puede decir yo en su discurso y, en tanto tal, se borra de lo que dice. Así, a diferencia de cómo se sitúa el “yo” en el esquema freudiano, ubicamos en el espacio de una doble cinta de Moebius dos pequeños “yo”, uno al lado del otro, orientados en la misma dirección. Si el primer “yo” queda fijo y el segundo se desliza entre las “dos” bandas hasta su vuelta a la posición inicial, se observa que ya no son superponibles: el segundo ha cambiado de dirección (30). En este cambio de dirección no solo el casquete se diferencia del yo, que –como anticipamos- se lo instala para escuchar, aún, al decir yo cuando habla, se eclipsa en lo que dice.
Respecto de la nueva instancia, una “Pregunta” insiste desde la sección de comentarios cortos: “¿Cómo se comporta [el] súper-yo directamente con [el] ello?” En nuestros análisis aprendemos que las producciones anímicas sumamente elevadas en valoración, es decir, situadas en lo más alto de aquella escala, como son “la autocrítica y la voz de la conciencia (Gewissen)”, son icc y, como Icc, manifiestan los efectos más importantes.
Y, en verdad, esa nueva experiencia que lo obliga a hablar en el borrador de esa “quizás icc conciencia de culpa”, lo desconcierta mucho más y le plantea nuevos misterios, sobre todo cuando cae en la cuenta de que la “conciencia (Bewußtsein) icc de culpa”—voz de la conciencia (Gewissen)— juega un papel económico decisivo en el recorrido de una cura (31).
Concluye pues el giro que comenzó con el ello al señalar que no sólo lo más profundo, también lo más alto en el yo, el súper-yo, igualmente impenetrable en el espacio euclidiano, puede ser inconsciente. Lo que nos permite deslizarnos del espacio tridimensional en el que se sostiene el esquema freudiano, con las dificultades que anticipamos, a la geometría proyectiva. Con el plano proyectivo se produce una ruptura que le deja paso a algo que no se ciñe al campo en que ocurre: el punto impropio es un punto irrepresentable, inconcebible en el espacio euclidiano. Si en el borrador “[el] súper-yo” se conjuga “directamente con [el] ello”, entonces pensado como punto impropio, en un espacio topológico homologo al que define el plano proyectivo, nos abre otra perspectiva teórica.
Si la condición primaria del masoquismo subvierte la relación del sujeto con el goce, El problema económico del masoquismo es la reformulación del encuentro de la pulsión de muerte con la segunda tópica. Ello no piensa, ello goza, sellando la discontinuidad existente entre icc e Icc (o ello)
Entonces, más allá de ese espacio euclidiano, en ese punto irrepresentable: el súper-yo –cuando la energía de investidura le es suministrada por las fuentes en el ello (32)– es la instancia que ordena gozar, un tú debes incondicional: ¡Goza!; orden imposible de satisfacer.
Puede suceder que ciertas partes de lo reprimido se hayan sustraído del proceso, permanezcan accesibles al recuerdo, en ocasiones irrumpan en la conciencia, pero también entonces estén aisladas como unos cuerpos extraños carentes de todo nexo con lo demás (33). Entonces, sostenido en los restos-palabra preconcientes, el súper-yo, correlato de la castración, hace de imperativo en la neurosis bajo la forma de esas frases no dialectizables, y que dejan de regular el goce bajo el modo de la significación del deseo. La frase superyoica, en su relación y diferencia con el imperativo, permanece accesible al recuerdo, puede irrumpir en la cc pero carece de todo nexo con el restante tejido de la neurosis: representaciones-palabra, sostenidas por investiduras del ello, que proceden de “lo oído” y que no se pueden equivocar.
En el capítulo II no olvida la importancia de los restos-mnémicos ópticos, es decir, “el retorno a los restos visuales” (34). Con el giro de 1920 reaparece ese Icc no-reconocido y se cierra la aparente brecha entre los restos ópticos y auditivos. Como indica en el borrador en “el trabajo del sueño hay que reconocer dos direcciones...: la regresiva, del objeto pcc como resto diurno, bajo influencia del deseo reprimido, en material óptico y después la progresiva, hacia nuevo contenido pcc expresado en lenguaje” (35).
Así, de manera diferente a “lo oído” que irrumpe con la frase superyoica como imposible de equivocar, en ciertos momentos privilegiados de un análisis, vía trabajo del sueño, se produce la activación de los restos de lo visto y de lo oído, es decir, de los excedentes traumáticos del tesoro de palabras, para cada cual, de su lengua materna, cuando dicha lengua materna se separa del lenguaje produciendo un Icc no-todo, aunque estructurado como un lenguaje, en el pasaje del goce al campo del Otro.
NOTAS
(1) Ver J. C. Cosentino, Acerca del borrador del capítulo II de “El yo y el ello”: el Icc no-todo reprimido, en Memorias de las XII Jornadas de Investigación, 1er Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR, Tomo III, ISSN 1667-6750, Facultad de Psicología, U.B.A., págs. 53-56.
(2) Susana Goldmann se ocupa de establecer el texto en alemán de los manuscritos del borrador y de la copia en limpio de Das Ich und das Es. Proponemos una primera traducción al castellano de los párrafos utilizados. El subrayado o las itálicas le corresponde a Freud; sólo añadimos entre corchetes algunos términos para facilitar la comprensión de las frases escogidas.
(3) Freud escribía para publicar. Los estadios previos le atraían poco. Recién se acostumbró a guardar los manuscritos a partir de 1914, sólo porque alguien le había advertido que, algún día, podrían representar algún dinero para sus nietos. Ver: E. Freud, L. Freud e I. Grubrich-Simitis (1976): Sigmund Freud. Su vida en imágenes y textos, Bs. As., Paidós, 1978, p. 303
(4) Como también ocurre con las hojas de partes del borrador del tercer tratado sobre Moisés. A diferencia de otros manuscritos como el borrador de “la neurosis demoníaca”, del mismo lapso de producción, cuyas dos versiones sólo se diferencian en el plano lingüístico y estilístico y que se conservó por azar, según nos cuenta Ilse Grubrich-Simitis, quien se dedicó a estudiar los manuscritos, en Volver a los textos de Freud, Madrid, Biblioteca Nueva, 1993, p. 187.
(5) Idem, 179-180.
(6) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello, p. 30, inédito. Queremos agradecer al Dr. Marvin W. Kranz, director de la Manuscript División de la Library of Congress (Washington) quien nos facilitó la obtención de este material.
(7) Freud repite en el manuscrito del borrador, en dos oportunidades y referidos a dos capítulos distintos el número V, parece ser, sin advertirlo. Hemos optado, para diferenciarlos, denominarlos Vª y Vb.
(8) El título del capítulo III del texto publicado: El yo y el súper-yo (ideal del yo).
(9) En el texto definitivo sustituye “zwei” por “beiden”: Die beiden Triebarten (Los dos tipos de pulsiones).
(10) El título del capítulo V del texto publicado: Las relaciones de dependencia del yo.
(11) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello, pp. 1-32, inédito.
(12) Correspondencia de Sigmund Freud, tomo IV, 1914-1925 (edición de N. Caparrós), Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, p. 451.
(13) Hay, en Freud, cierta inquietud con esta nueva estructura del aparato psíquico que está proponiendo. El borrador muestra huellas de múltiples correcciones: supresiones, reordenamientos, agregados de textos o notas en hojas o fragmentos de papel suplementarios. Se mueve en un terreno conceptual poco familiar. No aparecen como en otros manuscritos las habituales omisiones y abreviaturas lingüísticas. Tramos enteros del borrador están manuscritos de forma casi completa. Formulaciones que en el borrador suenan ásperas, inesperadas, apodícticas, que lo exponen demasiado, en la copia en limpio aparecen atenuadas, más cuidadosamente formuladas y con frases más prudentes o directamente no pasaron a la misma, la que también recibió muchas correcciones. Es casi la última gran obra teórica que conserva tal fuerza innovadora y estructurante que divide, de hecho, toda la literatura psicoanalítica en un antes y un después, en el momento en que nace una disimetría entre lo reprimido-icc y ese material Icc que permanece no-reconocido.
(14) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello (segunda sección de notas cortas: Preguntas laterales, temas, fórmulas, análisis), p. 30, inédito.
(15) Nos resta explorar las diferencias entre ambas versiones de Más allá y el texto publicado.
(16) S. Freud, “El problema económico del masoquismo”, en El problema económico: yo–ello–súper-yo–síntoma, Bs. As., Imago Mundi, 2005, pp. 79-84.
(17) Con el cambio de meta —el placer en el dolor— es posible localizar esa extraña satisfacción. Hay goce donde comienza a aparecer el dolor. Y es sólo en ese borde del dolor que puede experimentarse el cuerpo que, de otro modo, permanece velado. Allí, intervienen resistencias de un curso diferente que juegan un papel económico decisivo y, en el final del capítulo II de El yo y el ello, constituyen los obstáculos más intensos en el camino de la curación.
(18) S. Freud, El yo y el ello, en El problema económico, ob. cit., p. 67.
(19) Al postular a la pulsión de muerte como “manifestación de la inercia en la vida orgánica” no le es posible aún a Freud formular un nuevo dualismo pulsional. Ver: „Más allá del principio de placer“ (cap. V), en El giro de 1920, Bs. As., Imago Mundi, 2003, p. 68.
(20) S. Freud, “El problema económico del masoquismo”, en El problema económico, ob. cit., p. 84.
(21)Una satisfacción de la pulsión de muerte que ha permanecido en el interior del yo no parece arrojar sensaciones de placer, aunque el masoquismo constituye una mezcla [una mezcla que desde entonces no se cancela más] enteramente análoga al sadismo”. Ver: S. Freud, Esquema del psicoanálisis (Parte I, III), AE., XXIII, p. 152, nota 3. La traducción del alemán remite a Gesammelte Werke (GW), Frankfurt am Main, Fischer Verlag, 1999. Las remisiones en castellano corresponden, salvo aclaración, a O. C., Buenos Aires, Amorrortu Editores (AE.), 1978-85.
(22) S. Freud, El malestar en la cultura (cap. VI), AE., XXI, p. 115-6. En el sadismo y masoquismo se expresa la pulsión de destrucción, hacia afuera o hacia adentro, con fuerte aleación de erotismo; pero “¿podemos sortear la ubicuidad de la agresión y destrucción no eróticas (carecemos de un término análogo a libido para la energía de la pulsión de destrucción), y no fijarle la posición que se merece en la interpretación de la vida?” Así, queda por revisar la reacción terapéutica negativa, la necesidad inconsciente de castigo, la autodestrucción, la parte de la pulsión de muerte que ejercita su actividad muda y ominosa como pulsión de destrucción libre en el yo y el ello, como, en su diferencia, el dolor de existir de la melancolía.
(23) Ver S. Freud, La cuestión del análisis profano (cap. II), GW, XIV, 217-26 (AE, XX, 179-86).
(24) Es decir, aquel que no posee un saber sobre los fundamentos del psicoanálisis, pero está abierto a escuchar sus efectos.
(25) De este modo, el ello es impenetrable en el espacio euclidiano. El sujeto se enfrenta con esa profundidad cerrada que da lugar a algo que no se circunscribe al espacio en que se produce: un punto fuera de la superficie del yo. Aquel punto en el que el borde de la cuna, en el momento inaugural del fort, produce una ruptura del espacio y lo vuelve heterogéneo. Ver J. C. Cosentino, Acerca del capítulo II de Más allá”, en El giro de 1920, ob. cit., pp. 35-44.
(26) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello (primera sección: Suplementos y complementos), p. 29, inédito.
(27) Ídem, p. 30. Ver también: S. Freud, Neurosis y psicosis, AE., XIX, p. 158.La neurosis de transferencia corresponde al conflicto entre el yo y el ello, la neurosis narcisista al conflicto entre el yo y el súper-yo, la psicosis al conflicto entre el yo y el mundo exterior”.
(28) Ver J. C. Cosentino, Acerca del capítulo II de Más allá”, en El giro de 1920, ob. cit., pp. 35-44.
(29) Por otro, algo preconciente en el interior del yo puede recorrer el camino inverso y ser trasladado hacia atrás, dentro del ello: ese material que persiste no-reconocido, que interroga a Freud.
(30) Hemos tomado este experimento de una doble banda de Moebius de M. Gardner, Izquierda y derecha en el cosmos, Barcelona, Salvat, 1985, p. 154-56.
(31) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello (segunda sección de notas cortas: Preguntas laterales, temas, fórmulas, análisis y primera sección: Suplementos y complementos), p. 31 y 30, inédito.
(32) Se trata del ello como goce mudo que no piensa y reúne, diferenciándose de la frase superyoica, la voz del súper-yo con el destino.
(33) S. Freud, Moisés y la religión monoteísta (III, I, E: Dificultades), GW, XVI, 201 (AE, XXIII, 91).
(34) S. Freud, “El yo y el ello” (cap. II), en El problema económico del masoquismo, ob. cit., p. 29-30.
(35) S. Freud, Manuscrito del borrador de El yo y el ello (cap. II), p.6, inédito.