Los fenómenos residuales del trabajo analítico. Juan Carlos Cosentino.



1. Introducción
Una nueva edición histórico-crítica de la obra freudiana[1] que incluyera notas de trabajo, borradores, copias en limpio, variantes, primeras versiones, inéditos, pruebas de imprenta, etc., posibilitaría revelar hasta dónde Freud -como observador, pensador y escritor- prosiguió en actividad durante toda su vida.
Las corrientes actuales, complacientes con la exigencia de aceleración de esta época, ubican al psicoanálisis propiamente dicho como excesivamente trabajoso y lento. Un fragmento suprimido del pos-escrito que escribió Freud sobre La cuestión del análisis profano se anticipa. Cuestiona la posibilidad del trabajo analítico en una sociedad guiada por el precepto time is money. La elaboración psíquica esta regida por la pérdida y existen condiciones temporales particulares dependientes de la división del sujeto entre conciente e inconsciente, “que concuerdan mal con la exigencia americana”[2]. Tolerar un gasto es inherente a la ganancia de placer. La economía psíquica del goce no se adapta a la exigencia capitalista de carácter global y de acumulación creciente.
Así, la confrontación exigente y ardua con los propios textos freudianos permitiría interrogar fragmentos hasta ahora velados. Una nueva edición podría propiciar lecturas completamente nuevas, renovar discusiones y contribuir a una vuelta a los textos freudianos dando voz a importantes documentos aún mudos, renovando la pregunta de la ética que rige el acto analítico.
Freud no era un autor que escribiera para guardar sus textos en los cajones de su escritorio. Escribía para publicar. Ponía mucho esmero en que sus obras estuviesen al alcance del público en las librerías, pero sus estadios previos le atraían poco. Ni bien contaba con el texto impreso, eliminaba los manuscritos. Recién a partir de 1914 se acostumbró a guardar sus manuscritos sólo porque alguien le había advertido que, algún día, podrían por cierto representar algún dinero para sus nietos[3].
Las hojas escritas a mano conservadas, a partir de entonces, con su trama de líneas simétricas, son de una belleza poco frecuente. Pero, casi sin excepción, se trata de las copias en limpio, es decir, de su posterior versión definitiva. No obstante, existen unos pocos textos manuscritos de los que conservó también borradores o primeras versiones o versiones alternativas. Entre ellos: Más allá del principio de placer, El yo y el ello y Moisés, el hombre, y la religión monoteísta, en coincidencia con la redefinición del inconsciente.
Nuestro proyecto de investigación, “La redefinición del inconsciente a partir del giro conceptual de 1920, nos ha llevado a trabajar con los manuscritos de El yo y el ello, con los de Más allá y con los de la novela histórica y de algunos fragmentos del borrador del tercer ensayo sobre Moisés[4].
2. Las fases de la formación del sueño
En el borrador que conservó de El yo y el ello se refiere, de una forma que no está dicho en ningún otro lado, a las fases de la formación de un sueño. Aunque luego decidió no publicarlo.
En los sueños que soñamos predominan las imágenes visuales, a diferencia de las otras formaciones del inconsciente: lapsus, olvidos, actos fallidos, chistes, síntomas. Así, al reparar en que los medios de representación del sueño son principalmente imágenes visuales, y no palabras, ya a Freud en 1913 le parecía mucho más adecuado comparar al sueño con una escritura en imágenes que con una lengua.
En dicho capitulo II del borrador de El yo y el ello distingue dos fases en el trabajo del sueño aunque luego no lo incluyó en el texto publicado. “Habría que distinguir dos fases, en la primera el trabajo del sueño transforma material del pensamiento en imágenes (la llamada fase óptica o visual), en la segunda fase intenta convertirlo en lenguaje aunque dicha conversión aún está bajo el dominio de las imágenes”[5].
¿Por qué el dominio de las imágenes? El texto del sueño se presenta como una escritura en imágenes, como la antigua escritura jeroglífica egipcia. Los signos-imágenes del texto del sueño no valen por ellos mismos. Como en las escrituras no alfabéticas, toman su valor de la relación entre unos signos-imágenes y otros. Así, se ilumina el interrogante que deja el capitulo II publicado: Freud habla de los restos ópticos o visuales, los ubica más cerca de los procesos inconscientes que el pensar en palabras, pero no los conecta ni con estas dos fases del trabajo del sueño, como ocurre en el borrador, ni con las antiguas escrituras en imágenes.
3. El tesoro de palabras de la lengua materna
Tal como lo anticipa en El chiste y su relación con el inconsciente: “en la época en que el pequeño niño aprende a manejar el tesoro de palabras de su lengua materna, le trae una manifiesta satisfacción experimentar jugando con ese material, y entrama las palabras sin atenerse a la condición del sentido, a fin de alcanzar con ellas el efecto placentero del ritmo o de la rima. Ese goce le es prohibido poco a poco, hasta que al fin sólo le restan como permitidas las conexiones provistas de sentido entre las palabras. Pero todavía, años después, ... se desquitan de las limitaciones aprendidas en el uso de las palabras ... creando un lenguaje propio para uso de los compañeros de juego ... Opino que no importa el motivo al cual obedeció el niño pequeño al empezar con esos juegos; luego se entrega a ellos sabiendo que son disparatados y halla satisfacción en ese estímulo de lo prohibido por la razón. Se vale del juego para sustraerse de la presión de la razón crítica”[6].
En El yo y el ello también se refiere, proviniendo de percepciones, a los restos acústicos. La palabra es para Freud el resto-de-recuerdos de la palabra oída, es decir, escuchada. Y así, la palabra es el resto-de-recuerdos del tiempo en que el niño pequeño (el infante) aprende a manejar y también es manejado —su redefinición del trauma— por el tesoro de palabras habladas y aun escuchadas de su lengua materna.
Desde la primera clínica freudiana, la cadena asociativa es regulada por la ley de la sobredeterminación y las representaciones inconscientes están infaliblemente[7] articuladas al ámbito del vivenciar sexual, es decir, a lo que fue experimentado por el sujeto, aunque sin tener las palabras para comprenderlo o para decirlo.
4. Versiones alternativas
Existen, además de los borradores, “dos variantes mayores”[8] que, comparadas con las copias en limpio finalmente publicadas, tienen más bien el carácter de versiones alternativas. Sin duda, no se trata de borradores, es decir, de etapas preliminares a las versiones publicadas, ya que los dos manuscritos conservados –Más allá y Moisés– no muestran las características típicas de dichos borradores: ni las tachaduras diagonales ni el carácter resumido. Más bien, tienen el aspecto de aparentes copias en limpio, parcialmente desechadas, como si se tratara de primeras versiones que Freud al final, por lo menos en parte, ha modificado.
Las dos versiones conservadas de Más allá del principio de placer le hicieron falta para producir el giro conceptual de 1920. No constituyen un borrador y su respectiva copia en limpio sino un trabajo que avanza no sin dificultades y cuyas modificaciones continúan aún durante la corrección de las pruebas de imprenta.
La preposición Jenseits[9] cuyo régimen es el genitivo y puede ser traducida: como “más allá de”, “allende”, es decir, “del lado de allá” del principio de placer, introduce una ruptura que le abre paso a algo que no se reduce al campo en que se produce: anuncia un más allá fuera del territorio o del universo del principio de placer y, a su vez, necesario para su delimitación. Nuestro próximo trabajo: explorar la principal diferencia entre ambas versiones y el texto publicado. En el manuscrito escrito a mano, Freud solo incluyó seis capítulos mientras que, en el mecanografiado, agregó un nuevo capítulo, insertado a posteriori, que intenta constituirse en el núcleo de Más allá. No obstante, las modificaciones incorporadas a partir de 1921 en las tres nuevas ediciones de su obra indican que sólo un poco después, en El problema económico del masoquismo, se consolida el cambio de dirección: Con el dolor hay una variación de meta. Se trata de una satisfacción de otro orden: el sujeto encuentra placer, más allá del principio, en el displacer, hay lugar para el goce.
La otra variante es justamente Moisés.
En el texto publicado, allí donde faltan las palabras, “los traumas son experiencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, la mayoría de las veces de lo visto y de lo oído, vale decir, experiencias o marcas”[10]. Se trata de Erlebnisse o Eindrücke que ocurren muy temprano, pertenecen al período de la amnesia infantil y se refieren, junto con el masoquismo primario erógeno y la pulsión de muerte autodestructiva, a impresiones de naturaleza sexual y a daños tempranos del yo.
En el borrador del capitulo II de El yo y el ello junto con restos de palabra, restos ópticos y un Icc no-todo reprimido, Freud, como indicamos, describió —para luego suprimirlo en el texto editado— dos fases en el trabajo del sueño. Justamente, en Moisés, a partir de ese material Icc que permanece no-reconocido, el trauma nombra la imposibilidad de los restos de lo visto y lo oído de ser incorporados en lo simbólico. El encuentro con lo sexual es siempre errado, y el trauma es el agujero en el que convergen las representaciones inconscientes sin poder, en el límite, representarlo.
El manuscrito sobre Moisés no publicado es, justamente, la llamada “novela histórica”. Se trata del segundo ejemplo de una primera versión alternativa de esa tardía obra, que es estructuralmente diferente de la primera versión de Más allá.
En el manuscrito no publicado de la “novela histórica” sobre Moisés nos dice: “podemos observar a veces, en nuestros niños pequeños, que se vuelven irritables y caen en arrebatos de cólera mientras les falta la fácil disposición de la expresión en el lenguaje (Sprache) y podemos acaso imaginarnos que, en personas como Moisés (quien era torpe de lengua), este nexo haya quedado fijado con rigidez”[11].
El momento traumático en la infancia temprana se produce mientras “la fácil disposición de la expresión en el lenguaje”[12] todavía no esta al alcance del lactante. Es decir, cuando se tienen “repetidas y aun regulares oportunidades de observar los procesos sexuales entre los progenitores, de ver mucho y de escuchar mucho más todavía, a la edad en que apenas se ha alcanzado la capacidad del lenguaje[13]
Con el cambio que Freud introduce a partir de 1920 se redefine el inconsciente y se cierra la brecha entre los restos ópticos y auditivos. Así, vía sueño, en ciertos momentos privilegiados de un análisis, se produce la activación de los residuos de lo visto y de lo oído, es decir, de los excedentes traumáticos del tesoro de palabras, para cada cual, de su lengua materna (Muttersprache).
5. Fenómenos residuales
¿En Moisés[14] se trata de la universalidad del simbolismo del lenguaje? La sustitución simbólica —señala Freud— de un objeto por otro es cosa corriente, natural, en todos nuestros niños. No podemos determinar cómo la aprendieron ... tenemos que admitir la imposibilidad de un aprendizaje. Se trata de un saber originario que el adulto ha olvidado. Es cierto que él emplea esos mismos símbolos en los sueños, pero no los comprende si el analista no se los interpreta, y aun entonces no da crédito de buena gana a la traducción. Si se ha servido de uno de los Redens-arten[15] (locuciones corrientes) tan usuales en que ese simbolismo se encuentra fijado, tiene que aceptar que su sentido propio se le ha escapado por completo.
En esta dirección de la universalidad, el simbolismo pues se abre paso por encima de la diversidad de las lenguas ¿un caso de herencia arcaica, del tiempo en que se desarrolló el lenguaje? Al estudiar las reacciones frente a traumas tempranos, a Freud le sorprende hallar que no se atienen de manera estricta a lo efectivamente vivenciado por sí-mismo. Se ajustan mucho más al modelo de un suceso filogenético y, en términos universales, sólo en virtud de su influjo se pueden explicar. “Ante una meditación más ceñida, no podemos sino confesarnos que desde hace tiempo nos comportamos como si la herencia de huellas mnémicas de lo vivenciado por los antepasados, independiente de su comunicación directa o del influjo de la educación por el ejemplo —es decir, lo que se transmite—, estuviera fuera de cuestión”.[16]
Pero la fuerza probatoria del material clínico le permite dar otro paso y formular la tesis de que la herencia arcaica del ser humano no abarca sólo predisposiciones (Dispositionen), sino también —otra vez, ese Icc no-todo como objeción a lo universal del simbolismo del lenguaje— contenidos, huellas mnémicas de lo vivenciado por generaciones anteriores.
Y así, la prueba más fuerte es “la brindada por aquellos fenómenos residuales del trabajo analítico —restos del análisis[17] que piden que se los derive de la filogénesis”.
La fórmula inicial que Freud recuerda en Moisés es: trauma temprano-defensa-latencia-estallido de la neurosis-retorno parcial de lo reprimido. El nuevo paso: los fenómenos residuales del trabajo analítico, que operan no como verdad reprimida sino como restos del análisis. Paradoja, pues, de la causalidad: solo a posteriori del trabajo analítico se produce como habiendo sido la causa; entonces interviene lo real velado.
Un material Icc no-reconocido, es decir, huellas mnémicas duraderas del caudal de palabras habladas y aún escuchadas en que el goce se deposita[18], aunque no inalterables cuando en el trabajo analítico contingentemente se escribe, bordeando lo real, algo de lo singular. Vuelven de otra forma, con los fenómenos residuales producidos en el trabajo analítico, los excedentes traumáticos de la Muttersprache. Así, para el analista, ya que “en verdad, la organización psíquica lo habilita más para cualquier otra cosa que para dedicarse al psicoanálisis”[19], no se trata de servirse de la buena suerte de lalengua sino de “estar atento a su advenimiento en el lenguaje”[20].




[1] En Volver a los textos de Freud (Madrid, Biblioteca Nueva, 2003), Ilse Grubrich-Simitis nos invita a los psicoanalistas e investigadores universitarios a producir, en nuestra propia lengua, una nueva edición histórico-crítica de la obra freudiana.
[2] Ibid, p. 234-39.
[3] E. Freud, L. Freud e I.Grubrich-Simitis (1976): Sigmund Freud. Su vida en imágenes y textos, Bs. As., Paidós, 1978, p. 303
[4] Se trata de una tarea ardua, pues hace falta establecer primero el texto en alemán. Agréguese, además, que Freud escribía en alemán antiguo.
[5] S. Freud, El yo y el ello (borrador del cap. II), inédito.
[6] S. Freud, El chiste (B. Parte sintética: IV. El mecanismo de placer y la psicogénesis del chiste), GW, VI, p. 140-41 (AE, VIII, p. 120-21). La traducción del alemán remite a Gesammelte Werke (GW), Frankfurt am Main, Fischer Verlag, 1999. Las remisiones en castellano corresponden, salvo aclaración, a O. C., Buenos Aires, Amorrortu Editores (AE.), 1978-85.
[7]He aquí el resultado más importante con que se tropieza a raíz de una consecuente persecución analítica: no importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido, infaliblemente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual [S. Freud, La etiología de la histeria, GW, I, p. 434 (AE, III, p. 198)].
[8] Ilse Grubrich-Simitis, Volver a los textos de Freud, ob. cit., p. 241.
[9] Jenseits des Lustprinzips: Más allá del principio de placer.
[10] Freud, Moisés, el hombre, y la religión monoteísta (III, parte I, punto C, “La analogía”), GW, XVI, p. 179-80 (AE, XXIII, p. 71-2).
[11] S. Freud, Moisés, el hombre. Una novela histórica”, en I. Grubrich-Simitis, El estudio de Freud sobre Moisés: un sueño diurno (Apéndice), Bs. As. Imago Mundi, 2006. El párrafo completo dice: “La Sagrada Escritura describe al hombre Moisés como irascible y colérico e incluso atribuye grandes fatalidades (Schicksale) de su vida a estas características. Y, por otra parte, cuenta que él era torpe de lengua de modo tal que, durante las deliberaciones, debía valerse de la ayuda de su supuesto hermano Aarón. Ahora bien, estamos preparados para que la tradición confiera a sus grandes hombres determinados rasgos de carácter y destinos que contribuyan al engrandecimiento de su personalidad. El mismo Moisés comparte con muchos otros creadores y fundadores –como Sargón de Acadia, Rómulo y Ciro, entre otros– el destino de la infancia amenazada, puesta en peligro al nacer, y de la salvación milagrosa. Pero ni la iracundia ni la inhibición en el habla (Sprachhemmung) son rasgos típicos de esa clase; deben valorarse de modo absolutamente individual, no como virtudes sino como defectos, y uno no sabría precisar ningún motivo que explicara su invención. De modo que, en estos casos, uno se rinde de mala gana ante la fidelidad de una tradición que, en otras ocasiones, aparece altamente dudosa y debe conceder, todavía, que las dos peculiaridades de Moisés, el hombre (exasperación-inhibición-en–el-habla), no armonizan mal. Podemos observar a veces, en nuestros niños pequeños, que se vuelven irritables y caen en arrebatos de cólera mientras les falta la fácil disposición de la expresión en el lenguaje (Sprache) y podemos acaso imaginarnos que, en personas como Moisés, este nexo haya quedado fijado con rigidez”.
[12] Idem. Freud emplea Sprache para referirse a la lengua (Muttersprache=lengua materna), al lenguaje (Sprachsymbolik=simbolismo del lenguaje) como al habla (Sprachhemmung= inhibición en el habla) que habrá que diferenciar de acuerdo al contexto. En muy pocas oportunidades usa el término alemán Rede.
[13] S. Freud, Moisés (III, parte I, punto C: La analogía), ob. cit, p. 180-82 (p. 73-74).
[14] Idem (III, parte I, punto E), p. 205-06 (p. 95-6).
[15] Redens-art: frase hecha, modismo, modo de hablar, es decir, expresiones propias y privativas de una lengua, que se suelen apartar en algo de las reglas gramaticales; también: giro lingüístico, frase proverbial Rede: habla. Art: modo.
[16] S. Freud, Moisés (III, parte I, punto E), ob. cit, p. 206-07 (p. 96).
[17] Freud abre la posibilidad de diferenciar con la introducción de la Verleugnung, la representación reprimida de la percepción desmentida y, tal vez, la huella (Spur) de la marca (Eindruck), dando lugar a interrogar el lugar de la letra y de lo escrito en el trabajo analítico.
[18] Como indicamos el año pasado en el final de nuestro trabajo Acerca del borrador del capítulo II de “El yo y el ello”: el Icc no-todo reprimido, en Memorias de las XII Jornadas de Investigación, Tomo III, ISSN 1667-6750, Facultad de Psicología, U.B.A, págs. 53-56.
[19] El 28 de mayo de 1911; cfr. Freud y Binswanger, en Correspondencia de Sigmund Freud, tomo III, 1909-1914, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, p. 291.
[20] J. Lacan, Radiofonía y Televisión (VII), Barcelona, Anagrama, 1977.