EL PADRE PRIMORDIAL: ¿UN PADRE? Jimmy Kuffer.




El Padre Primirdial: Un Padre? Jimmy Kuffer.

"Ninguna verosimilitud, por seductora que sea, resguarda del error...”

S. Freud.
“...es tentador sorber la leche de la verdad, pero es tóxica. Adormece...”
J. Lacan.
I.- Introducción: lo que resta a una clínica.
Siguiendo con el trabajo que este año venimos realizando acerca de lo primario en Freud intentaremos hoy interrogar lo que Freud nombra como el padre primordial.
La temática del padre encuentra en Freud tres formulaciones que se articulan en mitos y sagas.
Si partimos de la idea de que las reformulaciones que Freud realiza son las respuestas conceptuales a obstáculos de la práctica. podemos preguntarnos, entonces: ¿cuál es la necesidad clínica que Freud tiene que lo lleva a reconceptualizar dos veces la función del padre?
El movimiento que seguiremos en este trabajo es el siguiente: ubicar los ejes con el cuales voy a tratar de situar conceptualmente esta pregunta; plantear algunas cuestiones sobre estas tres articulaciones que recién ubicábamos; y finalmente comentar mínimamente un ejemplo extraído de la clínica freudiana donde –creemos- se puede ubicar algo del orden de lo que Lacan conceptualiza como el discurso psicoanalítico, el acto psicoanalítico.
Los ejes con los cuales intentaremos leer esta pregunta que recién planteábamos son dos:
1.- El primer eje no es algo que no conozcamos, Lacan lo señala, Freud también; y es que en psicoanálisis, “el otro cuenta” como dice Freud en Psicología de las Masas (1); o como lo traduce Lacan, no hay sino lazo social.
Circunscribamos más de cerca esta idea de lazo social apoyándonos en dos cuestiones.
A.- Definamos al lazo social como una estructura articulada donde nos encontramos alienados, identificados, de una manera irreductible.
B.- Esta estructura, que Lacan llama discurso, supone dos órdenes de relación. Por un lado determina ciertos modos de relación al Otro, no siempre equivalentes; y por el otro, implica la circunscripción de modalizaciones de goce.
2.- El otro eje es una propuesta : el padre es un concepto límite.
Les propongo que tomemos este alcance del padre como límite, en el sentido con el cual Hegel plantea el límite, es decir como el momento de la negación.
Retomando como habían planteado Estela Eisenberg y Juan Carlos Cosentino el alcance estructural de la denegación, se podría pensar entonces, que el límite sería el trazo que testimoniaría de una exclusión.
Entonces si el padre es un concepto límite, y el límite lo definimos como el momento de la negación, en sus distintas versiones, sería un trazo que testimoniaría de una exclusión. Tengamos en cuenta que en sus distintas versiones ni el trazo ni lo que queda excluido son equivalentes.
Por lo tanto el padre es un término referencial para la posición del analista y es en ese sentido que se puede plantear como momento de la negación. Podríamos explicitar esto diciendo que según cuál sea la conceptualización del padre que ordene la posición del analista, podrá pensarse lo que resta a una clínica.
En ese sentido se pueden recortar tres ordenamientos:
1.- Si lo que ordena la posición del analista es el padre pensado en términos del Edipo, lo que resta a esa clínica es la pulsión.
2.- Si lo que, como término referencial, ordena la posición del analista es el padre de Tótem y Tabú, lo que resta es la sexualidad femenina.
3.- Y si lo que ordena la posición del analista es el padre pensado en términos del Moisés, lo que resta es la división del sujeto .
Articulando los dos ejes que proponíamos como articuladores de la pregunta que nos rige, podemos plantear que cada uno de estos tres ordenamientos suponen modos de lazo social.
Planteemos, entonces, a modo de hipótesis, estos tres ordenamientos en términos de alguna teoría de la transferencia:
1.- Si lo que rige es el Edipo el modo de lazo social que comanda la transferencia es la identificación histérica, es decir, la identificación al objeto como causa del deseo del Otro.
2.- Si lo que ordena es Tótem y Tabú (2) el orden de lazo social es la identificación por un rasgo, es decir la masa.
3.- Si lo que ordena es el padre pensado desde Moisés (3), el orden de lazo social es el discurso psicoanalítico cuya consecuencia es la identificación al síntoma.
En el recorrido que proseguiremos trataremos de explicitar y demostrar estas hipótesis; e intentaremos ubicar en la clínica freudiana –al menos parcialmente- la operación que supone el tercero de los puntos mencionados.
II.- Edipo, el padre de la horda y Moisés.
Lacan señala que así como el complejo de Edipo le es dictado a Freud por la insatisfacción de las histéricas, Tótem y Tabú Freud se lo encuentra como consecuencia de sus propios impasses.
Moisés supone algún corrimiento del lugar del padre, fundamentalmente, porque se pone en juego algo que no está presente en el oráculo, ni en el mito de Tótem y Tabú, que es la invocación.
Comparando Edipo y Tótem y Tabú Lacan (4) señala que es imposible no captar la esquizia que los separa.
Respecto a Edipo el padre ordenado como metáfora de la demanda materna, ubica la dimensión del deseo, del deseo fundamentalmente histérico. Todo lo que nosotros ordenamos a partir de la experiencia de satisfacción podría ser pensado en estos términos, que se soporta en el dispositivo analítico en relación a la interpretación.
En esta dirección la interpretación supone un orden referencial en relación a lo que hace a la significación: el padre pensado en términos de metáfora paterna.
Siguiendo a Lacan se puede plantear que hay una inversión entre Edipo y Tótem y Tabú en lo que hace a la relación entre la ley y el goce: En Edipo es la ley paterna lo que da acceso al goce de la significación del falo, al goce de la significación fálica; mientras que en Tótem y Tabú es al revés: el goce antecede a la ley.
Entonces podríamos preguntarnos cuál es la relación a la castración que supone el padre en Edipo. Podríamos plantear que es solidario de la estructura de la neurosis en tanto la castración la vemos aparecer bajo la forma del evitamiento. En ese punto podríamos decir que Edipo no es más que la denegación de la castración en el Otro sostenido en un término referencial que es el padre como soporte de la ley.
Queda claro, entonces, por qué Lacan dice que a Freud el Edipo se lo dictó la insatisfacción de la histérica. El deseo como deseo del Otro parece ser la respuesta que, sostenida en la metáfora paterna, ordena la estructura fantasmática bajo el modo de la significación fálica. Así, el orden de lazo social dominante ordenados por la estructura del Edipo es la identificación histérica como causa del deseo del Otro.
Respecto de Tótem y Tabú, Lacan señala que lo que queda interdicto por efecto del asesinato del padre, no es el incesto maternal , que Tótem y Tabú es un mito en el cual no hay madre.
Tótem y Tabú no ordena la interdicción del incesto maternal, para eso tenemos el Edipo. En realidad, y tal vez por eso podríamos pensar que Lacan (5) atribuye esto a los propios impasses freudianos, el asesinato supone una cierta dimensión de acuerdo.
El acuerdo supone que ninguno va a sustituir al padre en su glotonería de goce.
Ninguno tocará, no a la madre, sino a todas las mujeres.
Por lo tanto el goce que queda interdicto por efecto del asesinato del padre, es el goce que Freud nombra como el goce de todas las mujeres.
Por supuesto, que de esta manera Freud promueve el goce al rango de un absoluto: existiría, aunque imposible, el goce de todas las mujeres. En ese sentido el padre de Tótem y Tabú, que Lacan homologa a la función phi mayúscula, falo simbólico, es la totalidad de lo que histéricamente puede estar sujeto al goce. Todas las mujeres son las que son prohibidas, reparemos en este término, a la comunidad de los hombres.
No procede menos de la neurosis, dice Lacan, el mito de Tótem y Tabú, aunque sí supone un orden de lazo social que no es el deseo, que no es el deseo como deseo del Otro, que no es la identificación al objeto como causa del deseo del Otro.
Uno podría pensarlo de esta manera, Juan Carlos Cosentino algo de esto decía la semana pasada, el padre que Lacan homologa al falo simbólico, que Lacan homologa al S1 del discurso del amo, es la marca fálica de un goce radicalmente excluido. En ese sentido uno podría decir este S1que homologamos al falo es el trazo que testimoniaría de un goce excluido.
¿Cuál?: El goce de todas las mujeres, que, aunque imposible, se supone como existente.
De esta operación de escisión, de elisión, entre el cuerpo y el goce queda un resto, sabemos que es inconmensurable, que es el objeto a.
Dicho ordenamiento del objeto no lo proponemos en su función de causa del deseo sino en la función que Lacan Más allá del principio del placer, más allá del ordenamiento del deseo, refiere como la función lógica del objeto a en la dimensión de la repetición: el plus de gozar.
Esta función plus de gozar, la planteamos como el resto que se produce por la marca de un goce radicalmente excluido, (piensen en la estructura del discurso del amo), el resto que se produce como pérdida de goce en relación a la marca de un goce excluido.
Esta función del plus de gozar es el soporte del orden lógico de la repetición. No del deseo como deseo del Otro sino de la repetición.
Lacan en la Clase I del Seminario 18 (6) señala respecto de este tema dos cosas:
a.- Que el discurso del amo, el orden lógico de la repetición, que Lacan dice, Freud escribe como Tótem y Tabú, no es un orden de lazo social fantasmático. Es decir la función del objeto ordenado en la estructura de la repetición, no es ya la de ser la causa del deseo para suturar la división del sujeto, sino que es el testimonio de que hay un goce excluido, que se articula en la estructura de la repetición bajo el modo de la pérdida de goce.
En ese sentido no son homologables las dos funciones del objeto a: la causa del deseo siempre es fantasmática el plus de gozar nunca.
En relación a esto recordemos que Lacan señala que en la estructura de los discursos entre los dos términos de abajo, es decir, la producción y la verdad, no hay relación.
Es en ese dirección que dice que en el discurso del amo, que ahora vamos a ver cuál es el orden lógico de lazo social que supone, la función del fantasma se ha roto.
Podríamos pensarlo en estos términos: si el límite de la transferencia es el nombre del padre pensado en términos de Edipo, no hay pérdida de goce, sólo hay metonimia.
Si el límite de la transferencia lo pensamos en términos del padre del Edipo, el orden de lazo social es la identificación al objeto como causa de deseo, y en ese punto no podría pensarse que existiera como consecuencia de ese análisis, pérdida de goce. Por eso les decía que cuando es el padre del Edipo el límite de la posición del analista lo que resta es la pulsión.
b.- Respecto de Tótem y Tabú, que hemos homologado al discurso del amo Lacan se pregunta: ¿Cuál es el orden de lazo social que supone?
Lacan señala que el orden de lazo social es la identificación a un rasgo como respuesta a la exigencia pulsional. La identificación por un rasgo es la respuesta al “Tú eres”. Es la respuesta al “tú” como exigencia pulsional que hace que se responda bajo el modo de la identificación a un rasgo que soporte el plus de gozar.
Y en ese sentido recuerda, como lo enseña Jorge Kahanoff , que todo el tercer reich estuvo sostenido sobre un rasgo de goce que fue el bigotito del Führer.
Por lo tanto, no hay ninguna ideología que sostenga a una masa. Aquello que la sostiene es solamente la dimensión de goce que asegura.
La masa tiene una “ventaja” respecto del fantasma y es que, cada vez, en la estructura misma de la repetición se produce una pérdida de goce. En ese sentido la masa como orden de lazo social no es fantasmática. Y, como venimos trabajando con Alicia Lowenstein, plantea una “ventaja” respecto del fantasma como modo de sujeción al goce y como modo de sujeción al Otro.
Se acuerdan ustedes que cuando Freud interroga los lazos libidinales que sostienen una masa señala que en la masa el neurótico que habitualmente es asocial, sostiene algún orden de lazo social que cancela sus inhibiciones. Dice entonces que los individuos hacen en masa lo que no hacen solos. El neurótico siempre es asocial y en ese punto la ventaja obtenida en la destitución fantasmática es la caída de las inhibiciones neuróticas; pero el orden de lazo social que determina que el goce ya no esté ordenado fantasmáticamente es una masa de a dos, como recuerda Freud en el Capítulo X del texto que estamos interrogando que se llama La Masa y La Horda Primitiva.
Entonces el S1 del discurso del amo, marca de la muerte del padre, del asesinato del padre, marca de una pérdida de goce siempre renovada, encuentra como límite la suposición de la existencia del Otro del otro sexo.
Supone la común medida entre el rasgo y el objeto a. Y supone, una vez más, un orden de sumisión...un orden de servidumbre que Freud llama la sumisión al líder.
Supone por un lado la caída de las inhibiciones pero aun señala Lacan implica la sumisión a un padre. Ya no es el padre como agente de la ley, ahora es el padre como el soporte de un rasgo que plantea la sumisión a un orden de goce que supone la existencia aunque imposible del goce de todas las mujeres.
Señala Lacan en ...Ou Pire (7), que este es el punto de alcance de la clínica freudiana. Dice que Freud nos dejó en este punto.
Una pequeña referencia más. ¿Por qué dice que Freud nos dejó en este punto?. Dice que el problema que Freud tenía es que suponía efectivamente la existencia del goce de todas las mujeres. Le critica Lacan a Freud que los modos de respuesta que Freud da a la sexualidad femenina son todos fálicos. Y que en este punto el límite de la conceptualización al menos, podríamos decirlo así, en ese momento, después de Más Allá del Principio de Placer, en la época de Psicología De Las Masas, el límite de Tótem y Tabú, sería este: la masa, la sumisión a un rasgo que implica una pérdida de goce y al mismo tiempo la existencia del Otro del otro sexo. Por eso les decía que cuando el límite del ordenamiento transferencial es el padre pensado en términos de Tótem y Tabú, lo que resta es la sexualidad femenina.
Moisés y La Religión Monoteísta supone otra versión del padre.
No tan extrañamente sobre los finales del Seminario 17 (8) y hay alguna referencia a esto en el Seminario 24, encontramos a Lacan preguntándose si hay alguna posibilidad que un análisis vaya más allá de la masa.
Me parece que sobre los finales del Seminario 17 Lacan empieza a proponer una lectura del Moisés como el reverso de Tótem y Tabú. Moisés sería el punto donde se demostraría, dice Lacan, como el psicoanálisis puede ir más allá del padre pensado como Tótem y Tabú.
Realizando ese movimiento conceptual Lacan ubica, novedosamente, al padre como la causa. Dice el padre real es la causa. (9)
Se acuerdan que separando el padre y el genitor, refiriéndose a esas situaciones clínicas donde en el transcurso de un análisis, una mujer se embaraza y tiene un hijo, Lacan se pregunta: ¿podría ser el analista el padre real?.
Y ahí donde uno esperaría que dijera que el analista es el rasgo, dice “a veces se tiene esta sospecha” y redefine al padre como la causa.
Con lo cual otra vez hay que resituar al padre porque el S1 no es la causa. El falo simbólico no es la causa. Causa que les propongo pensar, no como la causa del deseo sino como la causa de la división del sujeto.
Ahí aparece la dimensión del padre como invocación, como voz. Y señala Lacan en el Seminario 24 (10) que es quien escucha él que queda dividido. El padre, que primero era una metáfora y después un rasgo de goce, ahora gira en Lacan a la voz.
Supone, en términos transferenciales, que el objeto a promovido al lugar del semblante fuerce la supuesta común medida entre el rasgo y el objeto que sostiene tanto a la histeria en el punto de soporte de los síntomas en relación al padre como a la neurosis obsesiva en relación a la erotización del pensamiento. Es la única posibilidad que se cuestione, dice Lacan, por lo inconmensurable de la operación del objeto a que todo el goce sea marcado fálicamente; la única posibilidad que no–todo del goce sea sustituido por el falo. Supone, pues, la operación de la transferencia como escisión entre rasgo y objeto, como escisión entre el uno y el a. Ese es el punto señala Lacan, donde el analista ,soportado en el sínthoma, se autoriza solamente por la voz por la cual opera, produciéndose una operación de rechazo de goce.
En ese sentido, “no importa que la verdad pueda no convencer, es el saber lo que pasa en acto”.
Rechazo del goce. Pero ¿de cuál? Del goce “para todo”. Es decir negación -nuevamente el límite-, negación que sanciona, en la inconmensurabilidad entre rasgo y objeto, que si hubiera otro goce el que fálico no sería ese.
Así, el padre promovido al lugar de la voz es el único soporte que posibilitaría que un análisis no encuentre, -por estructura- en la masa el límite de su propio movimiento, lo cual entraña una redefinición del acto psicoanalítico.


III. H.D.: Tributo a Freud.
Para finalizar voy a tomar un pequeño ejemplo clínico extraído de la clínica freudiana donde me parece que puede leerse que Freud conduce el análisis a un cierto punto que Lacan propone.
El texto del cual voy a hacer un pequeño recorte se llama Tributo a Freud (11) y ha sido escrito por una mujer que se ha analizado con Freud luego de 1921.
De manera arbitraria voy a dividir el movimiento en tres partes.
I.- Seguramente era un caso difícil, de los que hoy, tal vez, vacilaríamos en su diagnóstico.
Freud la toma como una histérica, que padece alucinaciones bajo la forma de escritos sobre la pared.
Supongo que era un análisis que planteaba dificultades en la instalación del dispositivo. Es necesario, para contextualizar esta primera operación, que recordemos que el período de ensayo Freud lo sostenía proponiéndole al paciente el diván.
Entonces, en un determinado momento, Freud en una intervención un poquito estruendosa, pega un golpe en el borde del diván y le dice a esta señorita: “el problema es que siendo que yo soy un hombre viejo usted no cree que valga la pena amarme”.
¿Qué responde en la mujer? Al salir de la sesión se producen en ella una serie de formaciones que permitirían ubicarse como respondiendo a una pregunta que podríamos leer como ¿qué me quiere?
Por lo tanto responde con fantasmas y , por supuesto, sueños.
Creo que se podría homologar toda la producción de esa época del análisis a una pequeña frase que es: soy la única para mi madre.
En el medio de esos comentarios la mujer le habla del paciente con el que se cruza antes. Tenía algunos datos de este señor, que aparece nombrado en el texto como el holandés errante. Era un aviador y la paciente asocia sobre este hombre: dice que está segura de que ese hombre es único para Freud, que Freud tiene cifradas sobre él todas las expectativas de quién proseguirá su obra cuando él se muera.
Un día la mujer le dice que por ciertos motivos necesitaría, por un día, venir antes. Freud le dice que hable con el señor y le pida el cambio cosa que efectivamente ocurre.
II. Luego de un período de interrupción la mujer retoma el análisis. En el transcurso se entera que este holandés fallece, en un accidente aéreo.
La respuesta que obtiene de su analista al referir esto de lo cual ella se había anoticiado es: “usted ha venido a ocupar su lugar”, ella en lugar de quien al menos en sus suposiciones era único para Freud.
III.- Último movimiento. Los nazis toman Viena, se vuelve difícil transitar la ciudad.
Pero ella, la única, no deja de concurrir a su cita con Herr Profesor. Los nazis la detienen, el portero al salir del hotel intenta disuadirla, pero ella, soportada en la fantasía de que en ese día nadie concurriría a la consulta, no se detiene.
Finalmente llega al consultorio. Toca la puerta y al ser atendida corrobora que ese día nadie había ido: Paula -el ama de llaves de Freud- no llevaba puesto su uniforme.
Espera. Finalmente aparece Herr Profesor, que le dice: “pero por qué vino. Hoy no vino nadie”.
Como respuesta a la interpelación freudiana H.D escribe en su texto: “yo no sé lo que pensaría el profesor, pero no podía estar pensando soy un hombre viejo, usted no cree que valga la pena amarme. O si recordaba haberlo dicho -remarca- está era seguramente la respuesta”.
Mostración que como respuesta al amor de transferencia, permite leer la identificación a un rasgo -la única-, articulada a la voz de Freud. (Recordemos que ella dice “si recordaba haberlo dicho” ).
Esta escenificación vale como respuesta: Respuesta por un rasgo que pega, aunque no la inhibe, el rasgo y el objeto. Es la única para el otro bajo el soporte de una satisfacción invocante.
Interroguemos entonces la intervención freudiana:
Freud comienza a hablarle de sus propios nietos.
Se lee en el libro el texto que la paciente escribe como respuesta al acto sostenido por Freud: “puede haber sido ese día o quizá otro, cuando el profesor habló de sus nietos. Cuando quiera que haya sido sentí una interrupción brusca. Una separación. Un cisma en la conciencia”.
Me parece que tal vez se podría pensar la intervención freudiana como puesta en escena de la dimensión de la voz en el mismo movimiento en que rechaza el rasgo que soporta la identificación que vale como rasgo de goce, es decir “la única para mi madre”.
Vale decir separación, como decíamos entre el rasgo fálico y el objeto a, la voz separada del rasgo.
Esto es lo que da la posibilidad de pensar una operación por la cual el analista encuentre una salida para que lo imposible de su posición no se supla por la angustia o la masa, sino a que a título de síntoma se sostenga en la voz por la cual opera.
Creo que es en ese sentido que Lacan señala: “¿Cómo no considerar que la contingencia, o lo que cesa de no escribirse, no sea el lugar a través del cual la imposibilidad –o lo que no cesa de no escribirse-, se demuestra? Y que de ahí se dé testimonio de un real que, por no tener mejor fundamento, sea transmisible por la fuga a la cual responde todo discurso” (12).
En ese sentido es que es posible plantear que tal vez sea del discurso del analista de donde puede surgir otro estilo de significante amo... distinto del falo, aunque reste a nuestro ejemplo; que en este último sentido carece de valor como testimonio.

NOTAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

(1) S.Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, A.E., XVIII, 63. Las remisiones corresponden a O.C., Amorrortu editores (AE), Bs.As., 1978-85.
(2) S.Freud, Tótem y Tabú, A.E., XIII, 1.
(3) S.Freud, Moisés y la religión monoteísta, A.E., XXIII, 1.
(4) J.Lacan, El Seminario, libro XVIII, De un discurso que no sería de la apariencia, inédito, reunión IX.
(5) Idem, nota 4.
(6) J.Lacan, De un discurso que no sería de la apariencia, inédito, reunión I.
(7) J.Lacan, El Seminario, libro XIX, ...ou pire, inédito, reunión IX, 10/05/72.
(8) J.Lacan, El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis (Cap. VII), Paidós, pág.107, Bs. As.,1992.
(9) Idem, (Cap. VIII), pág. 135.
(10) J.Lacan, El Seminario, libro , L’insu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre, inédito, reunión del 19/04/77.
(11) H.D., Tributo a Freud, Poseidón, Bs. As., 1991.
(12) J.Lacan, Introduction a l’édition allemande d’un premier volume des Ecrits, Scilicet Nº 5, Seuil, pág. 17, París, 1975.