EL TIEMPO EN LA HISTORIA DE UNA NEUROSIS INFANTIL. Carlos J. Escars.


Facultad de Psicología - UBA
Conceptos y clínica freudiana
Titular: Dr. Juan Carlos Cosentino

EL TIEMPO EN LA HISTORIA DE UNA NEUROSIS INFANTIL*
Carlos J. Escars
No es posible abordar al texto De la historia de una neurosis infantil sin toparse con el multifacético tema de la temporalidad freudiana. Quizás sea éste uno de los textos cuya complejidad pone de manifiesto de modo más evidente los diferentes niveles en que el problema del tiempo pide ser pensado por el psicoanálisis.
Los tiempos
En primer término, en este texto se despliegan dificultades teóricas que lo confrontan a Freud con el espinoso problema del estatuto de la escena primordial, con el valor de lo infantil y de la fantasía. La osada postulación de una primera escena, de un real primero con el que vendrá a articularse algo retroactivamente, es uno de los dos grandes desafíos teóricos del texto. Es allí donde Freud delimita la noción de Nachträglichkeit, en su disputa con Jung y su fantasía retrospectiva. La retroactividad junguiana no es el tiempo nachträglich, dice Freud, y se toma gran parte del texto para intentar aclararlo. Lo cual también puede leerse como una discusión consigo mismo, ya que es patente su intento de escapar de la trampa de enfatizar la realidad de la escena desvalorizando el papel de la fantasía, o asignarle un papel crucial a ésta última cediendo aparentemente a la pretensión junguiana de restarle valor a lo infantil. (Cf. ESCARS, 1997).
Pero la temporalidad no sólo aparece en esa discusión. También surge en el dispositivo analítico mismo: por una parte, se sabe que el análisis que Freud relata es la reconstrucción de una “neurosis infantil” veinte años después, y más precisamente, el análisis de un sueño experimentado en la infancia pero que es tratado estrictamente como actual. Por otra parte, Freud menciona colateralmente la encrucijada de una terminación de análisis forzada por el analista, y sus polémicas consecuencias: la prisa por concluir del analista, frente a la infinitización del análisis bajo la máscara de la “dócil apatía” en la que el paciente se había atrincherado.[1]Numerosos autores posteriores se han ocupado también de pensar esta apuesta de Freud. Lacan le dedica un comentario lapidario en la tercera parte de “Función y campo...”, donde vincula ese procedimiento freudiano con la posterior evolución del paciente (LACAN, 1953, págs. 310-312). Leclaire, por su parte, desarrolla ampliamente esta tesis en un artículo ya clásico (LECLAIRE, 1958). Y también, por citar sólo un ejemplo de proveniente de otra posición teórica —la llamada psicología del self— Barry Magid considera que la maniobra no hizo más que forzar al Hombre de los lobos a acomodarse al lecho de Procusto de las concepciones freudianas de la escena primordial (MAGID, 1992). Finalmente, no hay que olvidar que el texto mismo fue producido entre dos tiempos: entre un primer tiempo tumultuoso, en caliente, dominado por las discusiones políticas (1914); y un tiempo más calmo, meditado, “prescindiendo ya de todo propósito polémico” (FREUD, 1918, AE, pág. 55) una vez que la Guerra hubo terminado (1918). Como suele suceder, entre el primer y el segundo tiempo, se intercala, si no la pubertad del caso Emma, al menos alguna modificación teórica que obliga a repensar el texto: en la 23ª conferencia de 1916-17 Freud describe las Urphantasien.
El panorama fallido
Pero aún hay un nivel más: es también en la estructura del texto donde la temporalidad se pone en juego. Es interesante detenerse en la manera en que está construido el historial.
El género “historial clínico” es, para Freud, un punto culminante de tensión en su estilo, entre la exigencia de claridad científica que declara, y la dimensión fragmentaria, incompleta, insuficiente a la que la particular clínica que sostiene lo conduce (Cf. FREUD, 1905 pág. 15-18, y también CARBAJAL, 1996). Esta tensión en el caso del Hombre de los lobos toma una forma temporal: entre el pretendido relato cronológico de la historia de un sujeto, y los cortes temporales que el análisis imprime. Esto es patente en la secuencia de los capítulos del texto.
En el primero, que titula “Puntualizaciones previas”, Freud nos cuenta, paradójicamente, el final, el final del análisis, su precipitación, y nos advierte que no se va a ocupar de ese análisis sino de la neurosis infantil que se construyó en él. Así, los capítulos siguientes intentan desplegar ordenadamente la historia de esa neurosis infantil. “Panorama sobre el ambiente del enfermo y su historial clínico” es el título del segundo. La connotación visual de la Übersicht (“panorama”, “vista general”, literalmente “super-visión”) y la intención de Freud de “pintar (schildern) el mundo del niño...” (FREUD, 1918, AE, pág. 14, SA pág. 134), son elocuentes en cuanto a la aspiración casi cinematográfica de abarcar en un movimiento de cámara una totalidad, pretensión que pronto se topará con su límite. En el tercer capítulo prosigue la toma panorámica: el paneo enfoca un episodio infantil —la seducción por la hermana— y su continuación, sus “consecuencias inmediatas” (ihre nächsten Folgen). Algo le ha sucedido al pobre Niño de los lobos, a lo cual le siguen ciertas consecuencias, según un lineal modelo del trauma casi pre-freudiano.
Pero, de pronto, el paneo se interrumpe, se quiebra la secuencia previsible: aparece un sueño, un sueño privilegiado, un sueño que hace corte, y del que Freud no piensa sus consecuencias inmediatas, sino sus consecuencias “anteriores”. Efectivamente, en contraposición a “La seducción y sus consecuencias inmediatas”, el capítulo cuatro se titula Der Traum und die Urszene. (“El sueño y la escena primordial”). El sueño quiebra la continuidad y remite a un pasado no incluido en el panorama, a un pasado primordial (Urzeit), donde ocurre una escena que no hace más que plantear problemas: ¿existió? ¿se puede insertar en la trama cronológica? ¿es una fantasía? ¿se puede recordar? La situación se torna incomprensible. Tantas son las dificultades que plantea la irrupción de este sueño, que en el capítulo siguiente Freud hace un alto en su relato, y se dedica a plantear “Algunas discusiones” sobre el problema de las construcciones, de la fantasía y de lo infantil.
Con la explícita confesión de que nada queda claro (Non liquet), de que un punto oscuro ha quedado en la vista general, Freud intenta retomar el movimiento panorámico. Así, en el capítulo seis, “La neurosis obsesiva”, es presentada la cronología posterior al sueño: aparecen en el niño síntomas obsesivos relacionados con la religión que la madre le inoculó. Finalmente, en el capítulo siete, el erotismo anal, componente esencial en la concepción freudiana de la neurosis obsesiva, es pensado en su relación con el complejo de castración. Freud trata entonces de teorizar los mecanismos en juego en el Hombre de los lobos: ¿represión? ¿regresión? ¿desestimación? Este complejo capítulo teórico bien podría haber sido el punto culminante del texto.
Pero hay todavía una sorpresa. De pronto, dice Freud, emerge nuevo material, y aparece otro giro temporal. Se trata del recuerdo de la escena con Grusha, y del sueño de la (W)Espe. Freud escribe entonces un octavo capítulo que titula magistralmente Nachträge aus der Urzeit - Lösung. Esto es: “Complemento desde el tiempo primordial - Solución”. Es interesante la paradoja: hay un complemento, un après-coup (Nachträge) que proviene desde (aus) el tiempo primordial, un segundo tiempo que es en realidad anterior. Efectivamente, el sueño de la (W)Espe (a los cinco años) se ilumina desde la escena con Grusha (a los dos años), y ésta a su vez desde la escena primordial. Es en ese complejo entramado donde Freud dice encontrar, casi milagrosamente, una Lösung, solución que nos evoca la de otro famoso sueño, el de la inyección de Irma. Sólo que aquí la solución no parece ser de escritura, como en aquel sueño (Cf LACAN, 1954-55, pág. 190) —lo que podría llevar a pensar en algún modo de fin de análisis— sino que más bien parece ser para Freud la ratificación de haber encontrado lo que buscaba desde el principio.[2] Finalmente, en el capítulo nueve Freud intenta retomar una vez más el fallido panorama, excusándose por no haber podido sostenerlo como tal, y trata de hacer un resumen del caso:
No sé si el precedente informe de un análisis ha conseguido transmitir al lector una imagen nítida de la génesis y el desarrollo de la condición patológica en mi paciente. Más bien temo que no haya sido así. Pero aunque no suelo tomar partido en favor de mi arte expositivo, esta vez querría alegar algunas circunstancias atenuantes. Esto de introducir en la descripción fases tan tempranas y estratos tan profundos de la vida anímica es una tarea nunca acometida con anterioridad; y es mejor resolverla mal que emprender la huida ante ella, lo cual por lo demás no puede menos que conllevar ciertos peligros para el timorato. Es preferible entonces mostrarse osado, no dejarse disuadir por la conciencia de las propias inferioridades. (FREUD, 1918, AE, pág.95, subrayado mío)
Con humor Freud deja caer algunas alusiones: la referencia a “emprender la huida” apunta a Jung y su teoría de la huida del mundo del neurótico, mientras que la de las “propias inferioridades” es una inequívoca referencia a Adler (Cf. MAHONY, 1984, pág. 94). Así, las “circunstancias atenuantes” consisten, en todo caso, en que la explicación freudiana no se reduce a las simplificaciones de sus oponentes, los cuales seguramente habrían logrado transmitir al lector la pretendida “imagen nítida”. La imposibilidad del psicoanálisis en lograrla no es, entonces, una insuficiencia expositiva de Freud, sino una consecuencia necesaria del abordaje psicoanalítico.
Sueño e irrupción
Ahora bien, así como el capítulo IV es un punto de ruptura en el desarrollo del historial, el sueño lo es en la neurosis infantil del sujeto. Refresquemos su relato, cita dentro de una cita:
«“He soñado que es de noche y estoy en mi cama. (Mi cama tenía los pies ‑ hacia la ventana, frente a la ventana había una hilera de viejos nogales. Sé que era invierno cuando soñé, y de noche). De repente, la ventana se abre sola y veo con gran terror que sobre el nogal grande frente a la ventana están sentados unos cuantos lobos blancos. Eran seis o siete. Los lobos eran totalmente blancos y parecían más bien como unos zorros o perros ovejeros, pues tenían grandes rabos como zorros y sus orejas tiesas como de perros al acecho. Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por los lobos, rompo a gritar y despierto”» (FREUD, 1918, AE, pág.29, SA, pág. 149)
¿Cuál es el punto de acmé de este sueño de angustia? ¿Qué es lo que altera, lo que quiebra la continuidad? ¿Qué despierta? Podría decirse que ese punto de acmé está marcado en el relato por un significante: plötzlich. Término que es interesante perseguir en el texto, aunque a veces se pierda en la traducción al castellano: Etcheverry lo traduce, cuando cumple función adverbial, como “de repente” o “de pronto”. Permítasenos recargar un poco las tintas y proponer: “súbitamente”. ¿Súbitamente qué? Precisamente: el qué no es lo esencial. Lo esencial es lo sorpresivo del “súbitamente”, que Freud pone en relación con el terror (Schrecken). Así, si quisiéramos reducir el sueño a su mínima expresión, diríamos que consiste en la secuencia:
súbitamente/terror --> despertar
Es decir que lo que despierta no es ni la ventana que se abre, ni la mirada de los lobos, ni la inminencia de devoración que el sujeto teme. Lo que despierta es el puro y despojado “súbitamente”.
Ahora bien, ¿qué hacer frente a esta pura efracción, frente a esta ventana que irrumpe por sí misma y no cumple con su función de marco? (Cf. COSENTINO, 1992). Desde Más allá del principio de placer Freud diría que el terror, aquello que irrumpe sin estar uno preparado, pide ligar, construir. Y es interesante constatar que esta tarea, estos intentos de respuesta, comienzan en este sueño en el mismo relato.
Primera respuesta:
Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por los lobos [...] despierto.
La aclaración “evidentemente” (offenbar) señala que se trata de algo que no es tan evidente, que es una conjetura, un primer ensayo: se trata del intento de convertir el terror en miedo a ser devorado.
Segunda respuesta:
los lobos [...] me miraban. Parecía como si hubieran dirigido toda su atención hacia mí.
La tensa atención con la que los lobos lo miraban es, dice Freud, lo que más impresión le provocó al sujeto en el sueño. Esto es, podríamos decir que el segundo intento del Hombre de los lobos es convertir el terror en angustia frente a la mirada.
A partir de estas dos respuestas incluidas en el relato mismo del sueño, Freud construye laboriosamente una escena. Inserta textos, relatos, cuentos (Caperucita roja, El lobo y los siete cabritos, el cuento del sastre), arma escenas que convergen en la escena, la originaria, la primordial. Si bien es cierto que en el análisis Freud toma más la dimensión oral que la escópica (que será trabajada algo más en su análisis con Ruth Mack Brunswick (Cf. MACK BRUNSWICK, 1928, y también LOMBARDI, 1998) ambas respuestas pulsionales fantasmáticas son incluidas en el crisol del que va a surgir la escena primordial. Allí Freud intentará fundir estas primeras respuestas pulsionales en la lógica fálica, intentará hacerlas edípicas. La estructura de la escena primordial podría reducirse a:
Padre/lobo-erguido x Madre-en-cuatro-patas
La x, que en principio puede valer por cualquiera de las dos respuestas (devorar y mirar) es llevada por Freud al valor del coito, con lo que intenta introducir (¿por la ventana?) el espinoso problema de la castración en este sujeto, que tanta dificultad le plantea en el capítulo siete.
Conociendo la evolución posterior del Hombre de los lobos podría decirse que pasó toda la vida oscilando entre estas dos posiciones, sin poder asumir la identificación con el padre, pero sin soportar la identificación con la madre.[3] Es evidente que la construcción de la escena le otorgó cierto marco, aunque su posición allí fue oscilante: una condición erótica en su elección de mujeres, por un lado, que recaía siempre en mujeres de inferior condición, rebajadas, en cuatro patas. Y por el otro un eterno sometimiento inevitable frente a un lobo-padre que lo miraba desde atrás. (Cf. ESCARS, 1998)
El grito
La temporalidad en este texto, entonces, no sólo aparece de la mano de los complementos que vienen desde lo primordial, o desde las reformulaciones últimas que modifican lo anterior (esto es, la dimensión del nachträglich) sino también desde ese punto de irrupción que suspende la diacronía, ese instante para cernir el cual se hace necesario el despliegue de las reformulaciones y las construcciones, y que en el sueño encontramos bajo el término plötzlich.
En el mismo texto podemos encontrar otros lugares en que esta relación súbitamente-terror aparece. Por ejemplo:
1) El recuerdo del terror a la mariposa:
Perseguía una bella mariposa [...] De pronto (plötzlich), cuando la mariposa se hubo posado sobre una flor, lo sobrecogió una terrible angustia (schreckliche Angst, angustia terrorífica) ante el animal, y salió disparado dando gritos. (FREUD, 1918, AE, pág. 82, SA, pág. 203)
2) La célebre alucinación del dedo cortado:
«Tenía cinco años; jugaba en el jardín junto a mi niñera y tajaba con mi navaja la corteza de uno de aquellos nogales que también desempeñan un papel en mi sueño. De pronto (plötzlich) noté con indecible terror (mit unaussprelchlichem Schrecken) que me había seccionado el dedo meñique de la mano (¿derecha o izquierda?), de tal suerte que sólo colgaba de la piel..»”. (FREUD, 1918, AE, pág. 79, SA, pág. 199)
En ambos casos tenemos la misma dupla que en el sueño: plötzlich-Schrecken. Estos puntos de vacilación, estos instantes siniestros que son característicos en este paciente, (y que también se podrían encontrar en el relato de su análisis con Mack Brunswick, o en sus memorias) alimentan la polémica que se ha planteado históricamente en relación al problema del diagnóstico del Hombre de los lobos.
Pero poniendo en relación la insistencia de la misma secuencia en estos tres casos surge —súbitamente, podríamos decir— un tercer elemento, otra respuesta que, de tan presente, no parece haber merecido hasta ahora consideración. En el sueño dice el sujeto: presa de gran angustia, [...] rompo a gritar y despierto. En el episodio de la mariposa Freud cuenta que el sujeto salió disparado dando gritos. Y en el episodio del dedo cortado, el terror es indecible (unaussprechlich, que no se puede pronunciar, exteriorizar), no pudo decirle nada a su aya.
En los tres casos, el súbitamente-terror es algo inexpresable, no decible, es ese instante horroroso en que el sujeto no puede hacer oír su propia voz. El intento es, entonces, el de acallar ese horror por medio del grito. Con lo que la secuencia sería:
súbitamente-terror --> despertar -->grito
Esta respuesta del grito es de otro orden que las de la estructura fantasmática ser-devorado o ser-mirado. Si nos detenemos en cada caso, vemos que en el sueño el grito coincide con el despertar a la vigilia, o, en términos de Lacan, marca el límite de un despertar imposible, lo que se resuelve en algo que es leído como un llamado a su Ñaña. En el episodio de la mariposa, el grito lo hace “salir disparando” de la angustia terrorífica, de esa catatonía frente al insecto. En la alucinación del dedo, por el contrario, el sujeto no puede apelar a su aya, no puede salir disparando, no puede soltar el grito que le queda, podríamos decir, como colgando de la piel, lo que hace a este episodio el más sugestivo de los tres para la historia de este sujeto.[4]
Se ponía a gritar cuando un caballo era azotado y por esa razón se vio obligado una vez a salir de un circo. (FREUD, 1918, AE, pág. 17, SA, pág. 137)
Digamos de pasada que desde esta posición la insistencia que pone Freud en caracterizar el llamado “período díscolo” de la infancia de este sujeto (Se había vuelto descontentadizo, irritable, violento, se consideraba afrentado por cualquier motivo y entonces se embravecía y gritaba como un salvaje... [FREUD, 1918, AE, pág. 15, SA, pág. 135, subrayado mío]) podría ser leída de manera novedosa
Pero más allá de lo particular de cada pasaje, lo común es que el grito proferido por el sujeto se asemeja a lo que Freud postula como la respuesta del sujeto frente a la escena primordial: la defecación, que Lacan piensa con función de cesión, (Cf. LACAN, 1962-63, clase del 25/6/63). Problemática cesión de un objeto en este paciente, que intenta paradojalmente acallar ese otro grito unaussprechlich[5] cavando un silencio en el que se pueda escuchar su propia voz.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BRUNSWICK, Ruth Mack (1928): “Suplemento a la «Historia de una neurosis infantil»”, en GARDINER, Muriel (comp.): El Hombre de los lobos por El Hombre de los Lobos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1983, págs. 179‑221.
CARBAJAL, Eduardo (1996): “La construcción del historial y la experiencia analítica”, en revista Conjetural, 32, págs. 27‑39.
COSENTINO, Juan Carlos (1992): “El Hombre de los lobos, irrupción y goce”, en Lecturas del Seminario, Buenos Aires, págs. 3‑11.
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ESCARS, Carlos (1998): “El héroe atrapado por el autor”, en revista Seminario lacaniano, Año 13, Nº 9-10, Buenos Aires, págs. 13-16.
ESCARS, Carlos (1997): “Freud, Jung y el resto”, disponible en http://www.psi.uba.ar/CarrerasdeGrado/psicologia/freud2/1997/escars.htm.
FREUD, Sigmund (1905): “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, en Obras Completas, Tomo VII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 7‑107.
FREUD, Sigmund (1917): “23ª conferencia: Los caminos de la formación de síntoma”, en Obras Completas, Tomo XVI, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 326-343.
FREUD, Sigmund (1918): “Aus der Geschichte einer infantilen Neurose”, en Studienasugabe, Francfurt am Main, Fischer Verlag, 1969, Borderline. VIII, págs. 125-232 (abreviado en el texto SA). Edición castellana: «De la historia de una neurosis infantil», en Obras Completas, Tomo XVII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 1‑111 (abreviado en el texto AE).
FREUD, Sigmund (1919): “Nuevos caminos de la terapia analítica”, en Obras Completas, Tomo XVII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 155-163.
FREUD, Sigmund (1920): “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en Obras Completas, Tomo XVIII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 139-164.
FREUD, Sigmund (1937): “Análisis terminable e interminable”, en Obras Completas, Tomo XXIII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976‑79, págs. 219-254..
LACAN, Jacques (1953): “Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse”, en Écrits, Paris, du Seuil, 1966, págs. 237-322.
LACAN, Jacques (1954-55): Le Séminaire, livre II: Le moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse, Paris, Du Seuil, 1978.
LACAN, Jacques (1962-63): El Seminario, libro X: La angustia, inédito.
LECLAIRE, Serge (1958): “A propósito del episodio psicótico de El Hombre de los Lobos”, en Imago, 10, 1981, págs. 108‑135.
LECLAIRE, Serge (1966): “Los elementos en juego en un psicoanálisis”, en El objeto del psicoanálisis, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, págs. 99‑141.
LOMBARDI, Gabriel (1998): “El tercer análisis del Hombre de los lobos”, en La resistencia como máscara del deseo, Buenos Aires, JVE Psiqué, 1998, págs. 57-83.
MAGID, Barry (1992): “Self psychology meets the Wolf‑man”, en Psychoanalysis and psychotherapy, 11, 2, págs. 178‑198.
MAHONY, Patrick (1984): Cries of the Wolf Man, New York, Int. Univ. Press.
OBHOLZER, Karin (1980): Conversaciones con el Hombre de los Lobos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.
PANKEJEFF, Serguei (1958-70): “Las memorias del Hombre de los lobos”, en GARDINER, Muriel (comp.): El Hombre de los lobos por el Hombre de los lobos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1983, págs. 17-156.




* Una traducción de este trabajo se publicó en la Revista Ágora - Estudos em Teoria Psicanalítica , Programa de Pós-graduação em Teoria Psicanalítica, Instituto de Psicologia UFRJ, Río de Janeiro, 1999.
[1]Freud discute el valor de esta maniobra en varios textos posteriores, como por ejemplo Nuevos caminos de la terapia analítica, donde la trata como una alternativa frente al ardid obsesivo de considerar al proceso de curación como “asintótico” (FREUD, 1919, págs. 159-160), lo que en el caso de homosexualidad femenina llama “táctica rusa” (FREUD, 1920, pág. 156). También en Análisis terminable e interminable enuncia los pro y los contra de la maniobra retomando específicamente el caso del Hombre de los lobos (FREUD, 1937, págs. 220- 222).
[2]Es interesante notar que autores de muy disímil procedencia han señalado el descuido freudiano del aspecto transferencial evidente en el sueño (W)Espe, en beneficio de una interpretación acorde a su propio anhelo de confirmación de sus tesis. Se recordará su texto: Un hombre le arranca las alas a una Espe. (Cf. LECLAIRE, 1966, págs. 137/8, y MAGID, 1992, págs.189/90).
[3]No hay más que recorrer las memorias del Hombre de los lobos o sus conversaciones con Karin Obholzer para escuchar esto a cada paso. (Cf. OBHOLZER, 1996, y PANKEJEFF, 1958-70).
[4]Si volvemos sobre el texto, encontramos que es también con un grito que el Hombre de los lobos reacciona frente al miedo a otros animales:
[5]Cf COSENTINO, 1998, sobre todo el análisis de dos sueños, el de “¡Ahora te tenemos!” (págs 159-160) y el de “dejar en paz a los muertos” (págs. 164-165), en relación al “grito indecible” que la voz intenta acallar.