LAS RUPTURAS DEL PRINCIPIO DEL PLACER. Juan Carlos Cosentino. (Teorico 2 - 1993)



Para introducirnos en el capitulo I de Más allá del principio de placer, que tiene sus dificultades, quiero volver a recordarles una primera definición que Freud da sobre el principio de constancia en 1893. En Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos señala que: "si un ser humano experimenta una impresión psíquica en su sistema nervioso, se acrecienta algo que llamaremos suma de excitación". Y añade: "en todo individuo para la conservación de su salud, existe el afán de volver a empequeñecer esa suma de excitación".
Vamos a referirnos a las rupturas del principio de placer. Señalemos que en el capitulo I de Más allá del principio de placer ‑págs. 8 y 9‑ aparece una definición similar a la del principio de constancia de 1893: "Los hechos que nos movieron a creer que el principio de placer rige la vida anímica encuentran su expresión también en la hipótesis de que el aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él. Esto equivale a decir lo mismo, sólo que de otra manera, pues si el trabajo del aparato anímico se empeña en mantener baja la cantidad de excitación, todo cuanto sea apto para incrementarla se sentirá como disfuncional vale decir, displacentero".
Y agrega: "El principio de placer se deriva del principio de constancia. En realidad, el principio de constancia se aclaró, se discernió a partir de los hechos que nos impusieron la hipótesis del principio de placer. Por otra parte, descubrimos que este afán, por nosotros supuesto, del aparato anímico se subordina como caso especial bajo el principio de Fechner de la tendencia a la estabilidad, a la que él refirió las sensaciones de placer y displacer".
Vale decir, si se ubican en las páginas 8 y 9 del capitulo I de Más allá, se encuentran con este principio de placer que Freud lo relaciona con el principio de constancia y que aparece muy ligado a un principio homeostático.
Sin embargo, se darán cuenta por lo que les comentaba, que hasta aquí "el principio de placer se deriva del principio de constancia o el principio de constancia se aclaró a partir de los hechos que nos impusieron la hipótesis del principio de placer" como homeostasis, que ese principio de homeostasis indica, paradójicamente, que existe un resto que no se puede eliminar.
)Un resto que no se puede eliminar? Según la definición que da Freud la cantidad de la tensión tendría que ser idealmente igual a cero.
Si la cantidad de tensión es igual a 3, con el funcionamiento del principio de placer llevar dicha cantidad a cero, representaría el éxito del principio de placer, es decir, que cese el placer.
Sin embargo, por lo que les comentaba, lo que Freud descubre en la experiencia indica que esa reducción a cero no se logra, que seria identificable, en el limite, a la muerte misma. Entonces, queda siempre un resto, una cierta cantidad 3 que es más grande que cero, es decir, 3 es mayor que cero.
Dicha cantidad, no se puede reducir, el funcionamiento del principio de placer no logra hacerla desaparecer. Y, muy inicialmente, Freud se da cuenta que allí hay algo que no funciona: la tensión del monto de afecto Anticipada con la fuente independiente de dicho principio regulador, indica que ese resto no se puede reducir, que ese resto es irreductible.
Cierta tensión que se relaciona con el monto de afecto, y lleva a la naturaleza sexual del mismo permanece como resto. Entonces, )de qué gozar? )De qué gozar si no de que se produzca una tensión?. La puesta en marcha del principio de placer, desde el inicio, intenta evitar dicha tensión en tanto la tensión, llegado a cierto punto, aparece irreductible, el gozar aparece ligado a la tensión. En efecto, si cierto nivel es superado la excitación resulta insoportable para el sujeto, pues el goce no es homeostático.
Bien, esta tensión aparece, inicialmente, con la primera ruptura del principio de placer como tensión del deseo.
Ubiquemos los dos momentos de ruptura que afectan el principio de placer. En primer lugar, con la experiencia de satisfacción, entre el principio de constancia y el de placer.
Dejamos atrás la referencia a las páginas 8 y 9 de Más allá cuando ambos principios aparecen prácticamente asimilados.
Ubiquemos, entonces, en el mismo capitulo I dónde se produce la primera ruptura. Lo que interviene produciendo esa primera ruptura entre los dos principios es la experiencia de satisfacción.
"Aparentemente ‑señala Lacan en el Seminario VII, pág. 268‑ la función del placer sin duda organiza para el psiquismo humano las reacciones finales, sin duda el placer se articula sobre los presupuestos de una satisfacción y el sujeto se compromete en sus redes impulsado por una falta que es del orden de una necesidad hasta hacer surgir una percepción idéntica a aquella que, la primera vez, brindó la satisfacción" .
La función del principio de placer, con la experiencia de satisfacción, sufre una primera ruptura en relación a la función del principio homeostático, el principio de constancia.
Analicemos paso a paso el comentario de Lacan. "El placer se articula sobre los presupuestos de una satisfacción". )Cuál presupuesto?. La satisfacción de la necesidad a la que Freud opone, en su diferencia, la realización de deseo. A partir de la experiencia de satisfacción aparece, por un lado, la satisfacción de la necesidad y, por el otro, la realización de deseo. La satisfacción de la necesidad sufre un vuelco cuando, para el sujeto, Freud ubica la realización de deseo.
"El sujeto se compromete en sus redes ‑)cuáles son las redes?: la realización de deseo presupuesto de una satisfacción‑ impulsado por una falta ‑)cuál es la falta?: la que produce la experiencia de satisfacción, el objeto perdido‑ que es del orden de la necesidad".
Ahora bien, "hasta hacer surgir una percepción idéntica ‑la alucinación que en el sueño vale como percepción, pues la realización de deseo se cumple cuando reaparece la percepción, pero su instrumento específico es la alucinación‑ a aquella que, la primera vez ‑la mítica experiencia de satisfacción, un mítico primer encuentro entre sujeto y objeto de satisfacción‑, brinda la satisfacción".
En síntesis, "el placer se articula sobre los presupuestos de una satisfacción", aquella mítica de la necesidad; pero ahora vale como realización de deseo. La alucinación, en esa situación, se refiere simplemente a una huella mnémica especifica, vale decir, "restablecer ‑cap. VII de La interpretación de los sueños‑ la situación de la satisfacción primera": la de la experiencia mítica de "satisfacción". De allí que "un impulso de esa índole es lo que llamamos deseo y la reaparición de la percepción ‑como señuelo‑ es la realización de deseo". Rememoración que procura la repetición de una percepción imposible, que la alucinación finge pero no logra, no consigue.
Arranque desdichado: el sujeto sólo puede ‑Seminario VII‑ alucinar su primera mítica satisfacción, y el objeto ya no responde más a la satisfacción de la necesidad e introduce otra forma distinta de "satisfacción" cuyo correlato es el sujeto del inconsciente.
La realización de deseo, que tiene como marco la identidad de percepción, aleja, en verdad, al sujeto de la vía de la satisfacción e introduce ese arranque ineficaz adaptativamente marcado por la repetición; se juega fallidamente la búsqueda de un mítico primer encuentro.
Pues bien, la memoria freudiana, entonces, no es la memoria del organismo. Con este cambio de registro se introduce una nueva perspectiva del placer que quiebra el marco de la homeostasis del organismo y que impone al aparato el placer de desear.
A consecuencia del principio de displacer ‑así lo llama en La interpretación de los sueños‑ el primer sistema, el sistema T(psi) no puede hacer otra cosa que desear, como comentamos la primera clase.
Vale decir, en esta primera ruptura ya no nos encontramos más con la homeostasis del organismo. Nos encontramos con que hay ruptura de la homeostasis, el objeto aparece como irremediablemente perdido y el aparato lo único que puede hacer es desear.
Este placer de desear es distinto al de la homeostasis, habla de que el aparato ahora, tiene hambre de signos. Esto introduce la dimensión de ficción ‑que no implica la intención de fingir‑ propia del deseo en tanto que humano.
Ahora bien, el principio de placer a partir de esta primera ruptura se sitúa del lado de esta ficción, del lado de este "hambre de signos" que constituye su meta propia, y es dicha ficción la que otorga a la realidad psíquica su nuevo marco de equilibrio, diferente, en tanto tal, a la homeostasis del organismo.
Partimos de un principio de constancia que apuntaba a la homeostasis. Con la experiencia de satisfacción hay ruptura de la homeostasis y pérdida del objeto. Pasamos a un principio de placer que lleva, al aparato psíquico, a que no pueda hacer otra cosa que ese placer de desear, ese hambre de signos. Es la ficción la que constituye ahora su meta propia, no es más la homeostasis del organismo. Tiene un nuevo marco de equilibrio que es distinto a la homeostasis del organismo: la tensión del deseo.
Si el aparato no puede hacer otra cosa que desear, si el objeto está perdido, el problema es que no se va a encontrar un objeto adecuado para ese deseo. El objeto está perdido, el deseo siempre es deseo de otra cosa. Entonces, ya hay cierto punto, que en relación a la homeostasis, no se puede cerrar.
Esta primera ruptura que estoy ubicando hace posible situar ese principio de placer del capitulo I de Más allá que debe ser inhibido. (Se produce un giro con lo que dice en págs. 8 y 9).
Leemos ‑págs. 9 y 10‑: "[...] pero entonces debemos decir que, en verdad, es incorrecto hablar de un imperio del principio de placer sobre el decurso de los procesos anímicos. Si así fuera, la abrumadora mayoría de nuestros procesos anímicos tendría que ir acompañada de placer o llevar a él; y la experiencia más universal refuta esta conclusión. Por tanto, la situación no puede ser sino ésta: en e alma existe una fuerte tendencia hacia el principio de placer, pero ciertas otras fuerzas o constelaciones la contradicen, de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder con la tendencia al placer. Compárese la observación que hace Fechner a raíz de un problema parecido: 'pero puesto que la tendencia a la meta no significa todavía su logro, en general esta meta sólo puede alcanzarse por aproximaciones...! Si ahora atendemos a la pregunta por las circunstancias capaces de impedir que el principio de placer prevalezca (como homeostasis), volvemos a pisar un terreno seguro conocido, y para dar la respuesta podemos aducir en sobrado número nuestras experiencias analíticas@.
Vale decir, está intentando refutar que la abrumadora mayoría de los procesos anímicos seria conducida por esta fuerte tendencia al principio de placer. Y entonces, en el párrafo siguiente se encuentran con una aparente contradicción. Dice allí: "el primer caso de una tal inhibición del principio de placer nos es familiar". O sea, ahora va a hablar de una inhibición del principio de placer. "Tiene el carácter de una ley. Sabemos que el principio de placer es propio de un modo de trabajo primario del aparato anímico, desde el comienzo mismo inutilizable, y aún peligroso en alto grado para la preservación del organismo en medio de las dificultades del mundo exterior. Bajo el influjo de las pulsiones de autoconservación del yo, es relevado por el principio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción, renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer. Ahora bien, el principio de placer sigue siendo todavía por largo tiempo el modo de trabajo de las pulsiones sexuales difíciles de educar y sucede una y otra vez que, sea desde estas últimas, sea en el interior del mismo yo, prevalece sobre el principio de realidad en detrimento del organismo en su conjunto".
Bien, este principio de placer, propio de un modo de trabajo primario del aparato anímico, propio del modo de trabajo de las pulsiones sexuales difíciles de "educar", se sostiene en la experiencia de satisfacción (ya definida en el capitulo VII de La interpretación de los sueños), que posibilita ese nueva perspectiva del placer, diferente a la homeostasis del organismo, que impone y, en tanto tal, sostiene el placer de desear.
De allí que para Freud tiene que ser inhibido o relevado por el principio de realidad. No obstante, el principio de realidad está hablando del fracaso del principio de placer para lograr una reducción a cero de las tensiones. Como Freud advierte que esta reducción a cero no se produce introduce un nuevo circuito que se llama principio de realidad. Entonces, se podría decir que el principio de placer es reemplazado por el principio de realidad. Esta seria una perspectiva. Y la otra perspectiva es que el principio de realidad no es nada más, y nada menos, que la continuación del principio de placer. Se trata siempre de la misma finalidad.
Pero como habíamos partido de la tensión también podemos hablar, en relación a esta primera ruptura ‑el placer de desear‑, de la tensión del deseo. Ahora bien, en los próximos capítulos de Más allá el placer engendrado por la tensión del deseo va a ser retomado por Freud como placer de la repetición, no sin displacer: el juego del fort‑da simboliza la repetición, el inconsciente no resiste, insiste.
)Por qué digo la tensión y no el deseo?. Porque no hay cierre. No hay manera de cerrar. La homeostasis del organismo implica, de alguna forma, la posibilidad de una estabilidad y un cierre del sistema.
Placer de desear pero también tensión del deseo: esa cantidad de tensión que no se puede reducir a cero, ese resto irreductible que no es exactamente igual al deseo. )Por qué? Porque el deseo tiende a su realización, pero esa cantidad de tensión que no es igual a cero está poniendo en tensión, podríamos decir así, el deseo.
En la página 10 del capítulo I Freud dice: "es indudable, no obstante, que el relevo del principio de placer por el principio de realidad puede ser responsabilizado sólo de una pequeña parte y no la más intensa de las experiencias de displacer. Otra fuente del desprendimiento de displacer surge de los conflictos y escisiones producidas en el aparato anímico mientras el yo recorre su desarrollo hacia organizaciones de superior complejidad. Casi toda la energía que llena el aparato proviene de las mociones pulsionales congénitas, pero no se las admite a todas en una misma fase del desarrollo. En el curso del desarrollo acontece repetidamente que ciertas pulsiones o partes de pulsiones se muestran, por sus metas o por sus requerimientos, inconciliables con las restantes que pueden conjugarse en la unidad abarcadora del yo. Son segregadas entonces de esa unidad por el proceso de la represión; se las retiene en estadios inferiores del desarrollo psíquico y se les corta, en un comienzo, la posibilidad de alcanzar satisfacción. (La satisfacción, ahora, queda del lado de la pulsión). Y si luego consiguen (como fácilmente sucede en el caso de las pulsiones sexuales reprimidas) procurarse por ciertos rodeos una satisfacción directa o sustitutiva, este éxito, que normalmente hubiera sido una posibilidad de placer, es sentido por el yo como displacer. A consecuencia del viejo conflicto que desembocó en la represión, el principio de placer experimenta otra ruptura justo en el momento en que ciertas pulsiones trabajaban por ganar un placer nuevo en obediencia a ese principio".
Esta segunda ruptura hay que ubicarla en el momento en que está por introducir el más allá. EL capítulo I termina con la siguiente afirmación de Freud: "la indagación, la investigación de la reacción anímica frente al peligro exterior puede brindar un nuevo material y nuevos planteos con relación al problema que nos ocupa".
En los capítulos siguientes se puede observar que la investigación de la reacción anímica frente al peligro exterior introduce la segunda ruptura.
Retomemos lo que señalamos la primera clase. Ese punto de exterioridad, después, )puede ser representado adentro?. Freud pasando por la perforación de la protección antiestímulo desemboca en los sueños traumáticos: una excepción a la tesis de que el sueño se halla al servicio del cumplimiento de deseo.
"Llamamos traumáticas ‑señala en el capítulo IV‑ a las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo". Cuando llega a ese punto se encuentra con que fracasa la ligazón.
Ese punto de exterioridad ‑los grandes volúmenes de estímulo‑ retornan. )Cómo?. La pulsión: una fuerza que actúa continuamente. Es exterior, se hace interior y con ello (un concepto que usa Lacan, y que ubica ese exterior‑interior): la Aextimidad@ de la pulsión.
Ahora bien, el carácter repetitivo de los sueños de la neurosis traumática obliga al aparato a un trabajo constante, y, a su vez, Freud descubre en las neurosis de guerra que la irrupción o excitación traumática que viene del exterior libera el quantum pulsional. Vale decir, libera la pulsión, sino no habría trauma.
Vale decir, en el trabajo constante del aparato descubrimos la exigencia de la pulsión: una fuerza que por definición actúa continuamente. Entonces, la irrupción o excitación traumática exterior, en el sueño, se repite, se libera como pulsión: en los sueños traumáticos aquello audible sin representante psíquico, sin significante consecuencia de una explosión en la neurosis de guerra‑ reaparece sólo cuando se activa la pulsión como ruido. Esa pulsión (Lacan la llama pulsión invocante) se activa como ruido. De allí que es aquello audible, para el soñante, sin el soporte de los representantes psíquicos, de la cadena asociativa, de la cadena significante. Reaparece por la activación de la pulsión invocante como goce del ruido y vale como voz áfona.
Encuentro de la pulsión, que no obedece al tipo del proceso ligado sino al del proceso libremente móvil, con la compulsión de repetición. Vale decir, con la activación se encuentra la pulsión con la compulsión de repetición, mostrando veladamente (la pantalla del sueñe traumático) el núcleo de dicha compulsión de repetición.
La tarea del aparato "es ligar la excitación de las pulsiones que entran en operación en el proceso primario@. El fracaso de esta ligazón provoca una perturbación análoga a la neurosis traumática.