EL DESEO DEL ANALISTA. Isidoro Vegh.

(*) Texto escrito a partir de la exposición realizada en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 27 de noviembre de 2001, en el marco del ciclo “El deseo del analista”. Publicado en Cuadernos Sigmund Freud Nro 23 (Agosto 2003)

No es ajeno al tema propuesto el tono elegido y su presentación escrita. Recuerda que al analista lo reclama en la serie de sus enunciados, la enunciación que lo instituye y a la serie la sostiene
Como es un seminario de un año, se me ocurrió acercarles, además de algunas conclusiones, los lugares desde donde partí. Una serie de citas textuales que podrían servirnos para continuar trabajando con el tema.
Voy a comenzar con un texto de Lacan, es de uno de sus escritos que resume el Seminario sobre “La carta robada”. En los Escritos, en la versión original en francés, en la página 19, dice así:
“Aquellos que están aquí conocen nuestras observaciones sobre esto y particularmente aquellas que nosotros hemos ilustrado del rechazo del pretendido lenguaje de las abejas. Donde un lingüista no puede ver más que una simple señalización de la posición del objeto, de otro modo dicho, no más que una función imaginaria más diferenciada que las otras. Nosotros subrayamos aquí que una forma tal de comunicación no está ausente en el hombre, por más evanescente que sea para él el objeto en cuanto a su dato natural en razón de la desintegración que él sufre por el uso del símbolo – esta es la parte que esencialmente quiero subrayar. Se puede en efecto aprehender el equivalente en la comunión que se establece entre dos personas en el odio hacia un mismo objeto, esto a condición que el encuentro no es jamás posible más que sobre un objeto solamente definido por los rasgos del ser al cual uno y el otro se rehusa” (1)
¿A dónde apunta esta cita, de qué se trata? Se trata de una pregunta que suelo formularme cuando me encuentro con un nuevo concepto: en lugar de cuál otro concepto viene. El deseo del analista es un concepto de Lacan, no está formulado en Freud como tal. ¿Por qué Lacan lo introduce? Me parece que en principio es su manera de situarlo en el lugar del concepto “ser del analista”; allí donde podría hablarse del deseo de ser analista o de alguien que se presentara diciendo ‘se trata de ser analista’, Lacan propone el deseo del analista. Es una vez más una crítica a la ontología. Lacan hace sus juegos en francés, ontotología, y a mí se me ocurrió uno en castellano, ontontología, el error tonto de alguien que pueda decir ‘yo soy analista’. Eso no excluye que uno pueda interrogarse sobre el deseo de ser analista. Ese deseo de ser analista implicará que cada cual en su análisis recorra las marcas que lo acercan y lo alejan de su función.
El camino no es unívoco. En el post-freudismo lo que ocupó el lugar de lo que Lacan llamó el deseo del analista, fue el concepto de contra-transferencia. Por ejemplo, si ustedes leen el texto de un gran psicoanalista argentino inscripto en la escuela kleiniana, León Grinberg, su texto sobre la supervisión dice que en la contratrasferencia del analista, el conjunto de los efectos, ideas, pensamientos, sentimientos que el analista percibe en la sesión con sus pacientes se puede registrar en dos variantes: las trabas propias del analista y los efectos en el analista del decir de su paciente.
Existen grandes psicoanalistas, como Strachey en la historia del post-freudismo, y en la Argentina muchos analistas lo han tomado y lo siguen tomando como hasta hace poco este analista que desgraciadamente ahora está enfermo, persona muy culta, muy capaz, Mauricio Abadi, cuya idea del fin de un análisis es la identificación con el analista puesto en el lugar del ideal. Si el analista está puesto en el lugar del ideal es porque se supone que transitó suficientemente su análisis como para poder decirse que es un analista. Creo que a estas posiciones que no son desechables ‘in toto’ - no se trata de decir que todo esto está equivocado, requiere la necesariedad de un tamiz- es a lo que Lacan intenta responder con la cuestión del deseo del analista. Cuando digo que no nos manejemos al modo talibán es porque, por ejemplo, en una entrevista que le hicieron a François Dolto, que es alguien que nosotros valoramos, le preguntaron cómo pensaba ella el final del análisis de un analista, contestó refiriéndose a su propia experiencia: ‘mi análisis culminó cuando descubrí que las marcas de mi historia no hacían obstáculo a mi práctica como analista’.
Lacan intenta avanzar introduciendo un concepto nuevo que implica sus relaciones no siempre simples, a veces problemáticas, que redefine otros y modifica si es un concepto importante, el campo de la teoría. A tal punto fue así que centrado en este concepto, el deseo del analista, se produjo una polémica hace pocos años en París, que lamentablemente llevó a una de las últimas escisiones en el psicoanálisis lacaniano. Me refiero a la que surgió en Espace analytique, la institución que fundaron Octave y Maud Manoni y también Patrick Guyomard y que culminó en el enfrentamiento entre Patrick Guyomard y Maud Manoni, a raíz de un libro que en castellano se titula “El goce de lo trágico. Antígona, Lacan y el deseo del analista”. Tuve oportunidad de presentarlo en Buenos Aires a pedido del autor Patrick Guyomard quien critica duramente a Lacan. Voy a leer una cita sobre la polémica que gira en relación a este concepto para que veamos que no es simple; por otro lado, sabemos que todos los conceptos lacanianos cuando uno los interroga no son simples y muchos de ellos están enhebrados de tal modo que admiten más de una lectura. Dice así:
“Lacan fascinado por el heroísmo de Antígona y por la “pureza” de un gesto que mima la “pureza” de un gesto teórico repite el mismo clivaje idealizante que su heroína. A menos que lea así ese gesto porque proyecta el suyo en él. Sólo ve en Antígona una especie de doble de Edipo. Fascinado por su heroísmo y por su propio comentario de Edipo, se queda en el interior del fantasma de Antígona. Adhiere a dicho fantasma y lo comparte, dejando de todos modos aquí y allá, puesto que sigue siendo analista, restos. Restos por medio de los cuales se denuncia el exceso de su adhesión (en la cual él mismo se afirma sin temor y sin piedad).” (2)
Es dura la crítica. Le cuestiona a Lacan que se identifica al fantasma de Antígona, fantasma de un deseo puro. Guyomard critica que en el comentario de Antígona desliza una identificación a la heroína trágica identificada al deseo puro. Guyomard reprocha a Lacan que a través de Antígona nos propone que el deseo del analista es un deseo puro.
¿Qué quiere decir ‘deseo puro’? En el seminario VII, “La ética del psicoanálisis” dice así:
“Pero Antígona lleva hasta el límite el cumplimiento de eso que se puede llamar el deseo puro, el puro y simple deseo de muerte como tal. Este deseo, ella lo encarna”.(3)
Guyomard le critica a Lacan un fantasma que idealiza una propuesta trágica. Este libro fue el desencadenante de una polémica. Uno de los que discutió con Guyomard fue nuestro amigo Héctor Yankelevich, cuestionando la posición de Guyomard y que llevó desgraciadamente a una nueva escisión.
Leeré otra cita del mismo seminario y de la misma página:
“Ninguna mediación es aquí posible, si no es este deseo, su carácter radicalmente destructivo –le diría a nuestro amigo Guyomard que vayamos despacito. Lacan reconoce que este deseo puro es un deseo radicalmente destructivo-. La descendencia de la unión incestuosa se ha desdoblado en dos hermanos, uno que representa el poder, el otro que representa el crimen. –Recuerdan la historia, uno defiende la ciudad y el otro se alía con el extranjero- No hay nadie para asumir el crimen y la validez del crimen si no es Antígona” (4)
Lacan proclama que si el deseo puro de Antígona, que la lleva a una muerte en vida -es enterrada viva-, sucede en la medida en que ella carga con el crimen de un incesto que persiste en la generaciones, agrega algo más que nosotros, los argentinos, lo hemos vivido y lo seguimos viviendo. Dice así:
“Antígona se presenta como
αύτόνομος, pura y simple relación del ser humano con esto de lo cual él se encuentra ser milagrosamente portador, a saber, el corte significante que le confiere el poder infranqueable de ser, hacia y contra todo, esto que él es. –Antígona sostiene ese deseo puro porque es Antígona, su nombre la incluye en un orden simbólico-Todo puede ser invocado alrededor de esto, y es esto lo que hace el coro en el quinto acto, invocando el dios salvador.
Dionisos es este dios, sino ¿por qué vendría él allí? Nada menos dionisiaco que el acto y la figura de Antígona”(5)
Acá hay un anticipo. Si Antígona es el deseo puro, el deseo puro es un deseo destructivo, el deseo puro es un deseo de muerte, Lacan –se lo diría a nuestro amigo Guyomard- no deja de subrayar que aparezca Dionysos, el dios de la vida, de las Bacantes, el dios de las orgías, símbolo de la vida. Agrega, en relación a nuestra historia, algo que tiene que ver desgraciadamente con nuestra deuda –que no es solamente la deuda en dólares- porque Antígona sigue cargando con ese deseo de muerte. Dice así:
“Sin duda las cosas habrían ellas podido tener un término si el cuerpo social hubiera querido perdonar, olvidar y cubrir todo eso con los mismo honores funerarios. Es en la medida en que la comunidad se rehusa que Antígona debe hacer el sacrificio de su ser donde mantiene de este ser esencial lo que es la Atè familiar –Atè es la diosa de la posesión pasional, la que arrasa la razón- motivo, eje verdadero, alrededor del cual gira toda esta tragedia.
Antígona perpetúa, eterniza, inmortaliza esta Atè” (6)
Lacan subraya que eso que porta Antígona como deseo puro de muerte destructivo es la eternización de algo que ella sola no puede remediar, que implica algo del otro, en este caso la comunidad, la colectividad. Me parece que no está diciendo que eso sea el objetivo del fin de un análisis, más bien indica algo que no puede concluir porque quienes debieran pagar, por ejemplo, con las honras funerarias, no lo hacen. Nos dice que el deseo puro no es el logro de la constitución del deseo sino que el deseo puro como deseo de muerte es un fracaso y no un ejemplo a seguir.
Leo otra cita posterior, del seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”:
“Esta posición no es sostenible para nosotros. La experiencia nos muestra que Kant es más verdadero, y yo he probado que su teoría de la conciencia, como el escribe de la razón práctica, no se sostiene más que de dar una especificación de la ley moral que al examinarla de cerca no es nada más que el deseo al estado puro, aquél mismo que acaba en el sacrificio, y propiamente hablando de todo lo que es el objeto del amor en su ternura humana –digo bien, no solamente al rechazo del objeto patológico sino también a su sacrificio y a su asesinato- es por eso que escribí Kant con Sade.” (7)
Me parece que Lacan dice sin equívoco que el deseo puro arrasa con el amor en su ternura humana. Me invita a pensar que el deseo del analista no es un deseo puro. Para que no se convierta en un deseo puro, en esa razón kantiana que como el imperativo de goce sadiano termina arrasando al sujeto en las exacciones de goce que lo sitúan como objeto a merced de la razón, como imperativo moral o en el sacrificio al dios oscuro que en Sade se llama Naturaleza, nos invita a algo que desarrolla en el final de su enseñanza como retroacción del final sobre esto que propone en “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”: el pasaje del concepto Nombre del Padre al concepto los nombres del padre. Los nombres del padre, que Lacan afirma, son lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, propongo escribirlos de este modo:
[GRAFICO: Versión impresa en biblioteca de la EFBA]

para articular bien el deseo de analista que no es un deseo puro tendremos que tener en cuenta su enlace al amor y al goce. Leeré a Lacan:
“Posición-límite que nos permite aprehender que el hombre no puede gozar su situación en un campo que sería de conocimiento reencontrado más que al haber antes llenado hasta el límite donde, como deseo, él se encuentra encadenado. El amor, del cual parece a los ojos de algunos que nosotros hemos procedido a su rebajamiento, no puede plantearse más que en este más allá donde de entrada él renuncia a su objeto. Es también lo que nos permite comprender que todo abrigo donde pueda instituirse una relación vivible, temperada, de un sexo al otro necesita la intervención –es la enseñanza del psicoanálisis- de este médium que es la metáfora paternal” (8)

Lacan tiene que recordar que es una mala lectura de su obra creer que sanciona un rebajamiento de la relación al amor. Que eso esté en continuidad con la metáfora paterna creo que no es casual. Vuelvo a insistir, una buena manera de articular la metáfora paterna con el amor es como Lacan lo escribe con su última escritura, el nudo borromeo, en la medida en que cada uno de los nombres del padre hace límite al otro registro. Como lo propuse, el amor, no se reduce a lo Imaginario, si vemos nuestra escritura, también está intersectado con lo Simbólico y con lo Real. Esto me permite plantear tres variantes del amor: en la dimensión imaginaria, como dice el aforismo conocido ‘de dos hagamos uno’, es el amor en su versión narcisística.
Pero allí donde intersecta con lo Simbólico, y recuerdo que Lacan dice que lo esencial de lo simbólico es que su agujero contamina con la falta a los otros dos, el aforismo que me parece válido es ‘amar es dar lo que no se tiene a alguien no lo es’. Por último, donde intersecta con lo Real, agujero de lo Real que para Lacan tiene el valor de agujero verdadero, llamará agujero principal al agujero de lo Simbólico y agujero verdadero al agujero de lo Real, propongo como tercer aforismo del amor, que se trata del amor sublimación por el cual el goce del Otro condesciende al deseo. Lacan lo dice así: ‘por el amor sublimación el goce condesciende al deseo’ y yo hago esta paráfrasis ‘por el amor sublimación el goce del Otro condesciende al deseo del sujeto’.
Otra cita:

“El deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta, aquella que interviene cuando confrontado al significante primordial, el sujeto viene por primera vez en posición de sujetarse a él. Solamente aquí puede surgir la significación de un amor sin límites, porque está fuera de los límites de la ley, allí donde solamente puede vivir.” (9)
Es una frase enigmática, no es simple, pero afirma que el deseo del analista no es un deseo puro. Por su contigüidad con los párrafos que lo preceden y siguen, esa diferencia absoluta –absoluto quiere decir en las articulaciones filosóficas, sin condiciones- Lacan la plantea como la diferencia o la máxima diferencia para el analista entre el lugar del Ideal al que la transferencia lo invita y el lugar del objeto, al revés de la posición del hipnotizador que tiende a conjugar Ideal y objeto, hipnosis al revés donde el analista es el hipnotizado. ¿Qué quiere decir con esto?: que el analista se presta a ser llevado por el analizante a cumplir su operación allí donde el discurso se lo indica. Es lo opuesto del discurso amo.
Leeré la última cita:
“El deseo del psicoanalista es su enunciación, la cual no sabría operar más que a condición de que él ahí venga en posición de x :
de esta x misma cuya solución al psicoanalizante libera su ser y cuyo valor se nota (-
φ), la hiancia que se designa como la función del falo para aislarla en el complejo de castración, o (a) para esto que lo obtura del objeto y que se reconoce bajo la función aproximada de la relación pregenital.” (10)
Acá avanza, deja de lado que el deseo del psicoanalista sea un deseo puro, lo cuestiona. Plantea que es un deseo de diferencia absoluta, -puedo decirlo de muchos modos, entre el ideal y el objeto, entre el significante y el goce, entre un significante y otro. Son distintos modos de situar la diferencia. Avanza diciendo que el deseo del psicoanalista es su enunciación. Se me ocurre proponerlo -dado que Lacan dice que eso tiene la estructura de una x, como función- así:
[GRAFICO: Versión impresa en biblioteca de la EFBA]
Pero cualquiera de ustedes me podría decir: ‘¿es un acto voluntarista, un mandato superyoico?’. Ciertamente que no, no lo propongo y sería injusto con Lacan si dijera que él así lo propone. Lacan lo que nos dice es que si el analista puede sostener esa x que enhebra como motor del análisis al deseo del analista, es porque ahí llega como producto de su propio análisis. Es coherente que piense el momento de pase, más allá de los dispositivos institucionales, como la lógica del cambio de la posición de analizante a la posición de analista, posibilidad de esa enunciación.Les leo de otro autor, visitó nuestra Escuela, Robert Lévy. El texto se llama “Un deseo contrariado” y dice así:
“Así, pues, toda la problemática del pasaje del analizante al analista se condensa en esta formulación de la ‘diferencia absoluta’. En efecto, en el atravesamiento del fantasma, ‘lo que se advierte es que el asidero del deseo no es nada más que el de un des-ser’, de donde la idea de que si el analista puede consagrarse a algo es sin duda al agalma de la esencia del deseo, cuyo precio es la reducción de su persona y su nombre mismo al significante cualquiera. Se comprenderá por ello en qué sentido ‘el des-ser devela lo inesencial del sujeto supuesto saber’ y, por consiguiente, por qué no se puede llegar al fin de este sujeto supuesto saber sin ir hasta ese des-ser.” (11)
Acá nos encontramos con un problema. Estoy de acuerdo, el análisis avanza, se produce una caída de esa función que Lacan nombró sujeto supuesto saber, el lugar del analista, (a), conjugado al (–φ) quiere decir que es un (a) que pasa de ser plus de goce, a objeto causa de deseo. Así cabría pensar el deseo puro como deseo de muerte del lado del analista. ¿Dedicarse al análisis quiere decir sostener una versión desplazada del deseo de muerte, ahora del lado del analista? No, es un error y Lacan lo explicita muy bien cuando por un lado subraya que el dios salvador es Dionysos, es el dios de la vida. Nosotros como analistas no conducimos los análisis para el encuentro con la mística de la nada, conducir un análisis no es producir sujetos del ascetismo. Dionysos representa la vida, el psicoanálisis descubre la pulsión de muerte pero también la pulsión de vida.
Lacan dice que si el final del análisis tiene como condición el atravesamiento del fantasma, este no es más que una invitación para un encuentro distinto con la pulsión. Atravesar el fantasma es la posibilidad, para el sujeto, de un nuevo encuentro con la pulsión por eso no es un deseo puro. Cuando Lacan dice que el suicidio es el acto perfecto es porque no deja resto. Por eso el suicidio puede ser también un error. Por eso no renuncia a hablar de dirección de la cura. Nosotros, los analistas, analizamos y también nuestro deseo es que haya cura. Hasta aquí mis reflexiones. Ahora podríamos conversar.
Daniel Paola: en principio me parece que podríamos aplaudir, algo que hemos perdido.
Isidoro Vegh: Me alegra; si no lo dijera, igual al final se notaría.
D. P.: ¿Alguien quisiera hacer preguntas o comentar algo?
Eva Lerner: una pregunta lateral hasta que tome calor la reunión y empiecen las preguntas. Buscando en la computadora en el CD de la obra de Lacan encontré que sólo nombró el deseo del analista hasta el seminario XIII y no lo nombró nunca más, ¿se te ocurre por qué?

I.V.: no, no sé. No tenía ese dato.
Clara Cruglak: Gracias por la presentación y esto recién empieza. Hay una cuestión de las citas que trajiste. Yo no recuerdo exactamente en qué lugar del seminario XI Lacan retoma la idea pero con una afirmativa diciendo que el deseo del analista se trata de un deseo puro y aclara que en esa cita puro quiere decir ‘purificado de lo más grueso del Inconciente del analista’. La recuerdo porque esta definición de deseo puro es inquietante referida a Antígona. Cuando la encontré, me serené pensando que ahora hay que tratar de interrogar qué es ‘lo más grueso del Inconciente del analista’. Quería aportar esta cita porque me parece interesante para abrir este debate. Y en relación a lo que dice Eva, en el seminario XXV retoma cuando se refiere al analista como rhetor, primero apoya la idea del deseo del analista y la cuestión del sujeto supuesto saber.
Eduardo Said: quería hacer una pregunta en relación a f (x) . Quería saber si estos dos posibles valores de x , “a” y –“
φ”, implican un vel exclusivo o inclusivo y si hay una función en la alternancia.
I.V.: son las dos funciones que el analista tiene que sostener. A veces decimos en broma que uno de los obstáculos mayores para la práctica del análisis es cuando el analista está muy tomado por una estructura fóbica. En esos casos pasa demasiado rápido al lugar del –φ y soporta mal cuando es requerido como presencia. Son dos funciones necesarias y es tan contraproducente cuando persiste una de ellas como la otra. No es que una es buena y la otra es mala sino que son tiempos lógicos diferentes. Seguramente en un análisis eso tendrá que cumplirse para las diferentes especies de objeto a varias veces, no se resuelve de una sola vez.
Sergio Staude: es un pedido de aclaración sobre lo último que dijiste. La impresión que me quedó es que abrías nuevamente el circuito para pensar el tema pero ¿la cura es algo que especifica el deseo del analista, le da como un atributo particular al deseo del analista?
I.V.: te agradezco la pregunta porque había una baraja que tenía guardada, no sabía si la iba a usar. Lacan nos enseñó que el eje de nuestra ética es el deseo, no hace falta decirle a alguien ‘goza’: si es ‘goza, goza’es el superyó y si no, ya goza. En cambio con el deseo es diferente. Estamos de acuerdo con que el eje de la ética del psicoanálisis es el deseo del analista y que Lacan ponga como motor de la cura, en lo que concierne al analista, su deseo, me parece bien. Pero se trata de ese deseo en la medida en que también está articulado al amor y al goce del analista. Entonces, dejo abierta la cuestión para que pensemos: ¿qué serían el amor y el goce del analista? En relación al amor, Lacan dice en el seminario “La transferencia”, cuando comenta “El banquete”, que Sócrates no le da a Alcibíades el sello del amor que le pide porque no cree que merezca ser amado; por eso mismo merecería ser amado eternamente e infinitiza el amor.
Cristina Calcagnini: me preguntaba si podíamos trabajar el deseo del analista sin desplegar la transferencia, si podíamos aislarlo de la cuestión de la transferencia y en todo caso como eso que se dice habitualmente ‘¿qué fue primero el huevo o la gallina?’
I.V.: les puedo decir de mi práctica, pero cualquiera de ustedes podría dar testimonio de esto, por un lado el deseo del analista anticipa la posibilidad de la escena analítica pero también me encuentro muchas veces que es el discurso de mi paciente el que me ubica en el lugar adecuado, es por lo que se gesta en la transferencia que me veo reclamado, trasportado al buen lugar. Entonces, uno podría decir, como en lo del huevo y la gallina, si bien no es recíproco, hay una relación donde ese deseo otorga la posibilidad de que haya un análisis, pero también la transferencia, si el analista se dispone a que suceda, propicia que se reubique en el lugar del deseo, bajo los modos más variados, a veces puede ser cómico, amistoso, como cuando el paciente dice ‘eso ya me lo dijo diez veces y no me sirve de nada’, ¿a quién no le ha pasado?. Hay veces que la transferencia no funciona como obturador sino como un buen reclamo al lugar del analista.
Silvia Wainsztein: tu exposición me hizo volver a pensar en una pregunta que tengo hace mucho tiempo, que me la sigo haciendo, y que se me confunde varias veces. ¿Cómo podríamos diferenciar el deseo del analista del ideal del analista? Porque lo que traés de Guyomard, la discusión y la crítica que le hace a Lacan, es como si le hiciera una crítica ideológica, como que le supone a Lacan un Ideal del fin del análisis en relación a llegar al deseo puro, al deseo de muerte. En otro de los post-freudianos, Grinberg, de nuevo está el ideal de la identificación al Ideal del analista. Ahí más allá de los argumentos ¿cómo podríamos diferenciar el deseo del analista del Ideal?
I.V.: Lacan dice continuamente que el analista no tiene que situarse en el lugar del Ideal al que la transferencia lo invita. Eso a veces se nos convierte en un postulado que es como el Ideal duplicado, el Ideal de la ausencia de Ideal. Yo creo que no se trata de la ausencia de Ideal, el Ideal del Yo es una instancia de la estructura. Todo depende de cómo está enlazado. Si recordamos los grafos
[GRAFICO: Versión impresa en biblioteca de la EFBA]
puedo llegar al Ideal del Yo habiendo pasado por el lugar de la castración, S(A): así el Ideal tiene una función propiciatoria porque al haber pasado por la castración, el Ideal le hace presente a la instancia Yoica su distancia con el Ideal. En cambio, si el circuito elude ese lugar, S(A) y va directo al Ideal del Yo, el Ideal tiene un valor negativo, el sujeto puede quedar haciendo pegamento entre Yo e Ideal. Una cosa es que el analista no se identifique al lugar del Ideal que le proponen y otra cosa es suponer que la instancia del Ideal es prescindible.
Benjamín Domb: estuve pensando por un lado la pregunta de Eva. Al principio es una pregunta que yo me hice en algunas oportunidades y si bien hay una referencia en el seminario XXV al deseo del analista, la intensidad del concepto desaparece en la obra de Lacan a pesar de que cuando habla del pase y las distintas intervenciones sobre el pase lo vuelve a retomar pero es verdad que es una pregunta que yo trato de responderme. Voy al eje de la exposición de Isidoro, a la cuestión del deseo puro, a mi me da la impresión de que se confunde deseo puro a la cuestión de la relación del deseo del analista y el fantasma. En todo caso el planteo es que el deseo del analista es un deseo sin fantasma. Vos planteaste, y acuerdo, que detrás del atravesamiento del fantasma aparece la relación a la pulsión. ¿Qué podes decir de esto, de esta relación de un deseo sin fantasma, si es que es así? ¿Hay un fantasma que soporta el deseo del analista, como detrás de cualquier otro deseo, o en el caso del deseo del analista no hay un fantasma que lo soporta?
I.V.: acá tenemos una distinción que suele estar obviada pero que conviene hacerla: ¿fantasma de quién, del analizante o del analista?. Segunda cuestión, si se trata del análisis ¿seguimos sosteniendo o no, que en el análisis hay un solo sujeto? Me parece que la función deseo del analista implica una eficacia que se contrapone, por eso la dije de entrada, a la idea de ser analista. Es una eficacia que se activa en el acto analítico. No es una esencia que está, sino volveríamos a una ontología del analista. Podemos preguntarnos qué es lo que hace que nosotros tengamos el deseo de ser analistas, ahí sí está en juego nuestro fantasma y habrá que ver como se anuda, pero la función deseo del analista es una eficacia que tiene por condición el análisis del analista, sino no va a darse, pero que emerge en la situación analítica, no es exterior, a ella. Yo distinguiría entre el fantasma que articula el deseo de ser analista, que cada uno tendrá que revisar en qué marcas se sostiene y cómo se enhebran, incluso como se enlaza a la función deseo del analista, de qué modo se anuda propiciatoriamente y de que modo en cada uno, tiende inevitablemente a derrapar, del deseo del analista, el cual para no volver a una ontología, lo ubicamos como eficacia que emerge en la escena analítica, cuando alguien se ofrece dis-ponible.
Alba Flesler: lo que quiero preguntar está relacionado con esta manera de plantear el deseo del analista como función y no como algo proveniente del Yo. Plantearlo como producto del fin del análisis implica descentrarlo de ese voluntarismo que mencionabas. Mi pregunta apunta a pensar una cuestión en estos términos: solemos plantear este pasaje de analizante a analista para el tiempo del fin del análisis. Ahora bien, la formación del analista es interminable ¿cuáles serían las condiciones que podríamos plantear como necesarias, aunque sabemos que no suficientes, para que algo pudiera recrear o renovar ese deseo? Ya que nada garantiza que ese pasaje o ese tiempo se vuelva a recrear, es decir que la función deseo del analista es una apuesta. ¿Pensaste algo de qué función cumpliría una escuela o la reunión entre analistas, o cuáles serían las condiciones que podrían ir en la vía de recrear esa función ya que no está garantida?
I.V.: es una cuestión que para los que gustan de estudiar la historia del psicoanálisis, que ya tiene más de cien años, fue planteada muchas veces. Una psicoanalista argentina, Arminda Aberasturi, sostenía que el analista tenía que analizarse a lo largo de toda su vida. Otro psicoanalista argentino, José Bleger, decía que un analista terminaba su análisis y cada tanto era bueno que hiciera un período de re-análisis. No era gente tonta, era gente muy capaz, muy inteligente, eso implicaba una teoría. Safouan me decía que el fin del análisis es una hipótesis que Lacan propone y que es a verificar. Hoy lo pienso de este modo: creo que es sostenible la propuesta de Lacan del fin del análisis, que no son muchas las veces que un análisis logra la lógica de su fin. Al mismo tiempo tomaría lo que dijo Silvia, no hagamos de eso un Ideal. Si alguien pasó por un fin de análisis, incluso pudo haber hecho el pase como procedimiento, y aún, haber sido nominado, si en algún momento le surgiera- por las razones que sean, la vida es muy compleja, son muchas las cuestiones que a uno lo pueden interrogar, sacudir, conmover- la necesidad de volver al análisis, no hay ningún ideal al cual habría que rendirle pleitesía. Lo que sí sabemos en función no sólo de Lacan, también de Freud, es que los analistas no creemos en el Yo autónomo de Hartmann, Kris y Loewenstein. No es un acto de voluntad el que permite que el sujeto se sitúe en relación a la falta. Si uno repasa la historia del psicoanálisis e intenta aprender de esa historia, ella nos enseña que cuando un analista se aísla deja de ser analista o termina mal, como Fairbarn que terminó suicidándose.
El analista no soporta su función –no es broma cuando Freud dice que el análisis nos enfrenta sistemáticamente a sexo y muerte- si no tiene otros espacios que lo ayuden a sostener su lugar. Esto es un hecho, podemos construir la lógica de este hecho. Una escuela es un intento; sabemos todos los déficit que implica un lazo institucional, los precios que hay que pagar, los efectos mortificantes que genera la institución, es verdad, pero también lo es que aún los analistas que no están en instituciones inventan estructuras, grupos de amigos que se reúnen, o acuden a instituciones que ya están, porque advierten que les es imprescindible un lugar donde la pregunta del otro los ayude a seguir pasando. Lacan decía ‘me paso el tiempo pasando el pase’, parece un juego de palabras pero creo que estaba diciendo algo más. Imagínense al abuelito de ustedes con setenta años dando un seminario cada semana o cada quince días, y estudiando. Porque Lacan hablaba en París y además se animaba a enfrentar a la inteligencia parisina, a Deleuze, a Foucault, no discutía con cualquiera, por más que hacía el semblant de que producía las clases al modo romántico en un despeine del jopo. Sabemos que estudiaba sábados y domingos y llamaba a Pierre Soury, su matemático de los últimos tiempos a las cuatro de la mañana. ¿Por qué lo hacía, por mandato superyoico?
No, era su manera de seguir pasando, de desmantelar su propio saber, sino, como sujeto, quedaba anodadado. A ese nivel cada uno tendrá que ver cuáles son los modos propicios, no habría una receta. Por ejemplo, a mi me es útil crearme un espacio todos los años donde me invito a mi mismo a ir más allá de mi saber adquirido. Pero sólo no puedo hacerlo, necesito que otros me acompañen y crean en eso. Después, como cualquier neurótico, protesto y digo por qué me metí, y al final termino contento. Hasta ahora.
Liliana Donzis: en principio celebro la creación de este espacio, me parece que plantearlo con un tema como éste, abre a meternos de lleno en la práctica del psicoanálisis y esto siempre vale la pena. Volviendo a alguna de las cosas que pude escuchar, mi impresión es que el concepto, la función el deseo del analista Lacan no la abandona sino que la transforma a lo largo de los seminarios, sobre todo a partir de la conceptualización del objeto a como causa en la transferencia. Me parece que ahí encuentra la cuestión del deseo del analista una torsión que después se va re-articulando hasta el seminario XVII cuando trabaja los cuatro discursos y el discurso del analista con la cuestión del analista y el semblante. Me parece que esto hace a un tiempo de trabajo en la obra de Lacan y a un tiempo clínico también que se puede deducir de allí, que tal vez tendrá que ver con esto del deseo del analista y también a estos otros lugares del amor y del goce. Me gustaría saber que pensás.
I.V.: si, es una lectura posible con la cual puedo acordar.
Eduardo Said: la pregunta es en relación a la tercer variante del amor, el amor sublimación porque introdujiste una precisión que enlaza amor, goce y deseo y parecía ir al triple anclaje del nudo. Quería saber si esto está vinculado al desarrollo que hacés sobre la noción del prójimo. Por otro lado, un cierto prejuicio que me acontece cuando escucho frases como amor sin límite o la ternura humana, me parece que hay un riesgo de caer en un humanismo que vaya por la vía del narcisismo. Son frases dichas en lenguaje coloquial que habría que precisar.
I.V.: respecto del riesgo de un humanismo, de ahí partimos en el lacanismo argentino. Me acuerdo que hubo un personaje que a Dios gracias no está más en esta Escuela, no hace falta que lo nombre, lo van a reconocer apenas recuerde su frase, él efectivamente creía eso que Lacan tuvo que salir a cuestionar, recuerdo la frase que leí donde Lacan dice ‘yo no produje ningún rebajamiento del amor’. Decía en nuestra Escuela con total desparpajo, que él ya no amaba más. Por suerte para él no era verdad, porque si lo fuera estaría psicótico, pero desgraciadamente de ahí partimos. No hay ningún anhelo de retornar a un humanismo de culebrón, ni a una ternura de teleteatro pero el hecho de rescatar el valor del amor como lo estamos intentando es darle otra vuelta. No se trata de retornar a ese post-freudismo que situaba en el sentimiento el lugar de la verdad, pues habían perdido toda referencia a la verdad del Inconciente – aún hoy sucede al controlar con gente de la I.P.A . que el control diga ‘yo siento’, ¿por qué dicen ‘yo siento’? porque creen que el sentimiento es el lugar de la verdad, como en el discurso conciente no está, en el sentimiento contratrasferencial creen que sí, lo cual es obviar uno de los primeros capítulos de Freud que es el concepto de desplazamiento, la posibilidad que un sentimiento se pegue a una representación que no le corresponde.
Lo otro, del prójimo, sí, no hay duda de que tiene que ver con desarrollos que vine haciendo y que tiene su fundamento en algo que hoy no mencioné, que Lacan fue variando sus conceptos y hay uno que fue muy importante y es que mientras en el tiempo de la lógica del fantasma y el acto analítico el eje estaba puesto en el corte (coupure), a partir de los últimos seminarios lo esencial se sitúa en lo que se llama en francés èppisure, empalme. Si en el nudo que escribí ponemos a donde se superponen los tres agujeros, el objeto a consigue su función de -φ sólo si el nudo está bien enlazado. La èppisure pasa a ser condición de la coupure, el empalme pasa a ser condición del buen enlace y éste del corte.
Noberto Coatz: te quería preguntar si cuando vos ponés la f(x) que la tomás de la propuesta no podías agregar otra escritura que mencionaste para explicar otra cosa que es el significante de la falta en el Otro, S(A). Ubicás que para el deseo de ser analista operaría el fantasma, te pregunto si para la función deseo del analista, salvo que lo homologues al (–
φ) si no tendrías que agregar el significante de la falta en el Otro, S(A), necesario para suspender el goce.
I.V.: son conceptos que articulan distintos modos de escribir una misma lógica que podríamos llamar lógica de incompletud. En ese sentido estoy de acuerdo con lo que dice Norberto, uno de los tantos modos de situar esa lógica de incompletud es S(A) que es el modo como Lacan escribe lo que yo llamo el Inconciente propiamente dicho, porque el Ello también es Inconciente tópicamente hablando, y el Superyó también es Inconciente tópicamente hablando, y la resistencia yoica también es Inconciente tópicamente hablando, pero Lacan aísla –a diferencia de Freud- un lugar que es donde específicamente se juega la lógica de incompletud, que es el matema mencionado. Es otra manera de escribir una condición necesaria para el deseo del analista.
Daniel Piasek: quería agradecerte por esta manera de plantear las cosas, y además, porque me recordaste a una época muy linda, de hace diez años más o menos, que en la Escuela había unas reuniones acerca de ética y tragedia en la que participaban Silvia Jabif, Clara Cruglak, y a mi me invitaron a reflexionar sobre Antígona y ciertas cosas más en profundidad con lo que después surgió en el seminario Clínica del Superyó, con Ricardo Estacolchic. En relación a eso quería plantearte como lo más simple suele ser lo más complejo, entonces la pregunta va a ser tal vez más compleja de contestar, me refiero a si sabes si en esa polémica con Guyomard no había un fondo u otra cosa, si él no podría coincidir con todas las citas que vos tomaste como excusa para decir que el deseo del analista no es un deseo puro.
I.V.: ¡si supieras...!
D.P: por eso digo. Esa es la primera parte, por ahí podes contar algo más de eso.
I.V.: no voy a contar pero había de todo.
D.P.: él ubicaba a Lacan identificado ahí.
I.V.: Son seres humanos. Para los que quieran transitar el radiolandia psicoanalítico el libro de Elisabeth Roudinesco abunda en detalles.
D.P.: cuando decís del atravesamiento del fantasma que deviene una nueva relación a la pulsión, mi manera de leerlo es que deviene una nueva relación a la pulsión, no que es un camino a seguir.
I.V.: se da la posibilidad siempre y cuando eso se trabaje en el análisis. Lacan dice que la palabra Durcharbeiten, elaboración secundaria, sólo tiene sentido como ese tiempo que sigue al atravesamiento del fantasma y que se debe recorrer varias veces. Varias veces quiere decir para cada una de las especies del objeto a. Lacan dice dos cosas contradictorias, por un lado que es un camino que nunca se recorrió en el análisis y por otro lado dice, del analista, que sería deseable que lo recorriera en el análisis y hasta el extremo. Personalmente me pregunté por qué no se puede recorrer en el análisis. Tiene complicaciones: si cayó el fantasma fundamental ¿qué lugar, en términos del álgebra lacaniana, sostiene el analista en ese tiempo? Lacan como de costumbre dice ‘y cómo se hace eso ahora no lo voy a decir’. Abre la pregunta por la función que cumple ahí el analista en ese tiempo del análisis, qué sostiene, en ese tiempo, que el análisis prosiga.
Ana Casalla: yo quería retomar el tema de deseo y fantasma. Recordaba del seminario XIV de Lacan que la posición del analista está determinada según la relación que tiene a su goce. Me parecía que el nudo tal como lo escribiste me orientó respecto a esto que trabaja Lacan sobre la posición del analista en relación a su goce. Tendría que ver con un modo de relación al objeto, porque lo situaste respecto a la función cuando respondías a la pregunta sobre fantasma y deseo pero pensaba que es una función que sólo puede producirse en determinadas condiciones respecto al fantasma.
I.V.: tocamos un tema complicado que apenas si lo esbocé a partir de la pregunta de Sergio Staude. Por un lado tenemos un aforismo que muchas veces repetimos ‘el analista es aquél que suspende su goce para no ceder en su deseo’. Está bien pero escamotea una pregunta: ¿hay o no un goce del analista en su práctica? Cuál es? ¿Cómo podría articularse a otro aforismo que dice ‘suspende su goce para no ceder en su deseo? Tendríamos que recordar que a partir de Encore hablar de goce es muy pobre, Lacan habla de goces. En parte la función del analista sitúa del lado del analista, aunque no se agota en eso -vuelvo a insistir que se trata de una ligazón entre pulsión de vida y pulsión de muerte- la pulsión de muerte. Hay un goce del encuentro con la nada. Pero que no se agota en eso porque si el analista sólo quedara en eso sería la negación de la cura y Lacan nunca renunció al concepto de cura. En general, cuando hablo con un analista y se lo pregunto directamente, nunca encontré alguno que me dijera ‘a mi me da lo mismo que al paciente le vaya bien o le vaya mal’, no le da lo mismo y me parece bien. También sabemos que, si como dijo Freud, queremos curar, debemos suspender nuestro anhelo de curar y ejercer la función de analizar. Sólo entonces habrá cura.
Pregunta: hubo una película que a mi me hizo pensar en este tema que se llama “Escenas en el agua” de Kitano, no fue muy comercial y por ahí muchos no la vieron. En una manera resumida se trata de un joven que avanza en su deseo hasta tal punto que perteneciente a una clase social humilde, trabajaba recolectando basura, le gustaba el mar y se dedica a practicar surf. Es tal la apuesta que hace que termina siendo un eximio surfista. En ese momento cúlmine de su carrera se mete en el mar y muere. Hay culturas como la japonesa en donde no es casual la muerte en el momento máximo. Había puesto toda su energía en dominar a la perfección el surf. La película me hizo pensar que había un deseo muy fuerte puesto en esto pero estaba suelto de un cuerpo, tal es así que se introduce en el mar y no sale más. Yo pensaba que el deseo puro queda jugado en relación a lo fálico pero en donde no termina de haber una articulación a lo imaginario del cuerpo. Para pensarlo en relación al deseo del analista habría que hacer otras conexiones pero me parecía que cuando la pulsión de vida va demasiado rápido a la luz y no funciona la pulsión de muerte acotando puede haber muerte real.
I.V.: estoy de acuerdo.
Daniel Paola: finalizamos por hoy y agradecemos a Isidoro.
Continuamos el martes 18 y el disertante será Benjamín Domb.
NOTAS:
(1) Lacan, Jacques. Écrits, Le séminaire sur “La Lettre volée”, pág. 19. Éditions du Seuil, Paris, 1966.
(2) Guyomard, Patrick. “El goce de lo trágico. Antígona, Lacan y el deseo del analista”, cap. IV, pág. 63. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1997.
(3) Lacan, Jacques. Seminario VII, “la ética del psicoanálisis”, pág. 329. Éditions du Seuil, Paris, 1986.
(4) Idem.
(5) Lacan, Jacques. Seminario VII, La ética del psicoanálisis, pág. 328. Éditions du Seuil, Paris, 1986.
(6) Lacan, Jacques. Seminario VII, La ética del psicoanálisis, pág. 329. Éditions du Seuil, Paris,1986
(7) Lacan, Jacques. Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, pág. 247. Éditions du Seuil, Paris,
(8) Lacan, Jacques. Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, pág. 247. Éditions du Seuil, Paris,
(9) Lacan, Jacques. Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, pág. 248. Éditions du Seuil, Paris,
(10) Lacan, Jacques. Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l’École en Scilicet, pág 23. Éditions du Seuil, Paris,
(11) Lévy, Robert.
Un deseo contrariado, Cap. II, pág. 100. Ediciones Kliné, Argentina, 1998.