MODULACIONES DEL AMOR EN LA TRANSFERENCIA. Gustavo Szereszewski.


(*) Trabajo presentado en el Coloquio de verano de la EFBA. 5 y 6 de enero de 2006.


¿Qué implica que un analista testimonie de su práctica? Si Lacan afirma que: ¨es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos y el analista que, a esos efectos, los teoriza¨ (1), esta frase puede leerse también equívocamente: el analista es al menos dos, el analista para producir efectos es el analista que a esos efectos (a esos fines: producir efectos), los teoriza. Y entonces ¨ante otros¨ (2) es dos, porque se divide en ese acto e implicándose, agencia el discurso como $.

Me interrogo hoy, por el costado amoroso de la transferencia que ¨toca¨ al analista, invitándolo a intervenir de modos inéditos en su práctica, confirmando la invitación de Lacan a ¨reinventar el psicoanálisis¨ cada vez.

El Caso

M. tiene 60 años y consulta por su hijo J., al que ¨ve¨ mal.

Se trata de un muchacho de 22 años que se ha casado recientemente porque su mujer quedó embarazada. A M. le preocupa el destino de su hijo: ¨qué será de su vida, cómo se las arreglará.¨ Ya  que aún estudia, y todavía depende económicamente de sus padres.

¨Es un chico que no ha madurado, siempre fue muy dependiente de nosotros¨, dirá M..

El término ¨nosotros¨ llama la atención y cobrará insistencia significante. Insistencia que será leída bastante más adelante.

Este ¨nosotros¨ incluye tanto a su marido como a sus hijos.
A pesar de que dos de ellos están armando sus nuevos hogares, la conexión de M. con ellos es cotidiana. ¨Pasan¨ constantemente por la casa materna y todos están absolutamente al tanto de lo que les sucede cada día, a cada uno de ellos. La información de todos, siempre la centraliza y la distribuye M..

A medida que habla de cada uno de sus hijos, va apareciendo algo en común.

Esta es mi primera intervención: ¨Me habla de sus hijos, de todo esto que me cuenta, -le digo-…¿cuál es el factor común?.



Me mira perpleja y pensándolo un instante responde: ¿yo?.

Esa entrevista finaliza diciéndole que entonces es a ella a quien esperaré en nuestro próximo encuentro.
Contará así que es bioquímica y que siempre fue ese su sueño y su vocación. Que le gustaba mucho trabajar de lo suyo pero que luego del nacimiento de su segunda hija renunció, para criar a sus hijos. Tarea que ¨continúa¨ hasta hoy, a pesar de que sus hijos ya son adultos.


Esto, lejos de resultarle tedioso o abrumador, la llena de goce. Disfruta enormemente trabajando para sus hijos. Todo el día piensa en ellos y a ellos les dedica su tiempo y su pensamiento.

En la medida en que su relato despliega el amor por sus hijos, se va produciendo alguna eficacia: por un lado el solo hecho de hablar de su vida va ubicando cierta distancia que le permite objetivar algo: que hay cosas que a ella le gustaba mucho hacer y que ha dejado de lado, ¨casi¨ sin darse cuenta. Esto la comienza a confrontar con cierta insatisfacción que hasta ese momento estaba velada. Por otro lado -en lo que ya estimo es un espacio transferencial-, algo se manifiesta sin palabras: empieza a llegar tarde a sus sesiones. Cada vez más acentuadamente; pero aún no hago nada con esto.
O mejor sí, lo intento. Le digo que algo pasa con el valor que ella le da a su espacio. El que vale parece ser el espacio de los demás, el de sus hijos por ejemplo, pero no el suyo, la bioquímica, su análisis.

Esta intervención genera la siguiente respuesta: sí…ya sé, es así…siempre fue así¨.

Interpretación que no hace corte no es interpretación, cae en el sentido, no produce nada nuevo: ¨eso que usted me dice yo ya lo sé, de eso sufro¨.


Pero aún no hay sujeto que ¨se¨ escuche escindido del que habla, y la intervención del analista no hace impacto.

A medida que esta situación se repite, se van configurando las coordenadas del acting out: hay transferencia pero aún no es tiempo de interpretación. Configura un tiempo en donde la pulsión no ha completado su recorrido. El sujeto habla pero aún no se escucha. Su hablar no retorna contra sí misma produciendo al final del recorrido un sujeto. Pareciera que el plano imaginario de la transferencia se adelanta al simbólico y la palabra tiene un espacio marginal, o de instrumento: todavía de catarsis.

En ese momento, a medida que M. hablaba, la transferencia misma se convertía en un competidor imaginario con el goce de ser madre. La transferencia como colocación libidinal exogámica medraba en desmedro de su ser madre.



La resistencia comienza a realizar subterráneamente su trabajo: sus llegadas tarde a sesión amenazan el trabajo analítico.

Intento -siguiendo la indicación freudiana- reconocer la resistencia, pero tampoco funciona.
Relata entonces el siguiente episodio: ¨mi hija me pidió que la acompañara a comprarse un vestido. Quedamos al día siguiente por la mañana. Yo, la verdad, tenía un montón de cosas que hacer, pero pensé que las podía hacer en otro momento. Ella me necesitaba. Sin contar con que el vestido, por supuesto, lo iba a pagar yo, porque la señorita no quiere trabajar porque en casa tiene de todo, pero ese es otro tema.

La cuestión es que al día siguiente me levanto -sigue M.-, y veo que sigue durmiendo. Intento despertarla y nada…intento varias veces…insisto; y al final cuando por fin logro despertarla, se puso de un mal humor de perros y terminó mandándome a la miércoles.



Yo me puse a hacer la comida. Ella se despertó y me increpó que porqué no la había despertado. Quería ir de todos modos. Pero yo ya estaba preparando la comida para la otra que se tenía que ir a la facultad. No me podía partir en dos. La verdad es que la situación era complicada, no sabía qué hacer. Encima se ponen celosas entre ellas y se pelean: ¨ves que le das mas bola a ella que no hace nada en todo el día!¨ Y yo en el medio.



El escándalo que me hizo cuando vio que no la iba a acompañar no tiene nombre. Me basureó de arriba abajo, me dijo de todo y al final, se fue hecha una furia dando un portazo.
Me quedé con una amargura tremenda.¨

En ese punto se detiene y se pregunta con ojos llorosos: ¨¿qué hice mal?. Siempre pensé que si uno daba amor lo recibiría de vuelta. Toda mi vida me dediqué a ellos olvidándome de mi y lo que recibo es todo lo contrario de lo que les dí. Yo, pensaba que se enseñaba con el ejemplo.¨

Lo dice a un tiempo interrogada pero aún convencida de esta especie de máxima: se enseña con el ejemplo.

Una de las definiciones que Lacan da del amor dice: ¨amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es¨. Fórmula que, arriesgo, permite deducir otra que llamaré la fórmula del ¨amor neurótico¨ y que diría: ¨amar es dar lo que se tiene a alguien del que se espera que sí lo sea" (3).


Tener de un lado, ser del otro, configura la fórmula del amor narcisista. Implica una estrategia: dar lo que se tiene desplaza la falta al otro: ¨te doy porque te falta¨. Pero esta falta desplazada al otro, implica una reducción del deseo del otro a su demanda. Darle al otro lo que al otro le falta, cava en el otro una demanda a título de deuda: ¨te doy lo que te falta sin pedirte nada a cambio. A medida que te doy, tu deuda conmigo crece, hasta llegar a un punto en que te resulte impagable, y entonces, me lo debes todo; y al final….me perteneces¨. Es un amor devorador, cuyas implicancias sádicas saltan a la vista. No es casual que tan ¨buenas intenciones¨, generen respuestas sádicas.

Mientras tanto, M. seguía llegando tarde con insistencia. Hacerla esperar no funciona. La situación amenaza invertir la demanda.
En una de nuestras citas se demora más de lo habitual. Dudo sobre qué hacer mientras la espero (lo confieso: malhumorado). Calculo qué vendrá, quedo tomado por lo imaginario de la situación.
Entonces decido suspender la espera, y calculando el riesgo (si es que esto es posible)…me retiro del consultorio.
En nuestro siguiente encuentro viene hecha una furia. Me acusa de haberla dejado plantada. Había efectivamente acudido a su sesión con mucho retraso y no me había encontrado.

Me increpa, me acusa de no brindarle un trato profesional. Se escucha su demanda amorosa pero sobre todo su furia: ¨Esto es un servicio¨ Me dice ¨yo pago por un horario y Ud. Me tiene que esperar. Si llego tarde el problema es mío.¨

Con tono calmo le digo que lamento que haya perdido su sesión. ¨La verdad -le digo- tenía un montón de cosas que hacer¨ ¨pensé que esperarla un tiempo prudencial era correcto pero luego consideré que ya no venía y me retiré…tenía un montón de cosas que hacer¨


Me responde: ¨Yo creo que lo que pasó es que se hartó de esperarme. Siempre llego tarde. Es un problema que tengo. Me pasó en todas las terapias…hasta que abandonaba.¨

Esta vez, cuando dice ¨Es un problema que tengo¨ se la escucha afectada. Eso ahora pareciera tener otro peso; casi se diría que se angustia.
Pero arremete con sus argumentos: ¨Esto es un servicio. Yo pago por mi tiempo y me tiene que atender. La otra vez Ud. no me atendió porque se fue de vacaciones y no me dio la sesión que me correspondía. Yo tengo derecho a exigírsela ¿o no?. ¿Las cosas iguales para los dos no?¨
Le digo con una sonrisa que acuerdo en esto, que tiene derecho a pedir esa sesión y que si tengo horarios de mil amores la puede tomar.¨

¨Pero¨ le aclaro, ¨hay algo en lo que está confundida: esto no es un servicio, acá, se paga por otra cosa.¨

Me mira perpleja como no pudiendo dar crédito a mis palabras. ¿Qué otra cosa se paga si no es un producto o un servicio? ¿Qué diferencia a un analista de cualquier profesional?.
La situación era realmente tensa. M. estaba furiosa.
Entonces agregué: ¨Está enojada con una parte suya. Se enoja porque no la esperé como Ud. si espera, espera siempre, como cuando esperó a su hija en ese episodio que me contó del vestido…se acuerda?.¨(4).
M., a pesar de su enojo, no puede ocultar una sonrisa que se le dibuja en la cara cuando escucha esto. Como toda respuesta queda en silencio. No sabe cómo salir de la situación porque por otro lado sigue enojada.
¨Es mas -dije-, esa sesión, como no se trata de eso, si no puede pagarla, la pago yo…¿se da cuenta de que aquí se trata de otra cosa?¨
Su rostro se fue relajando. Cuando pudo escuchar que no se lo había hecho a ella gozándola, sino que mi intervención iba dirigida a su neurosis, pudo admitir su falta y hasta con una sonrisa -y para mi sorpresa- pagar por ella.
Creo que hizo falta fuertemente jugar la falta de mi lado para que este movimiento fuera posible. Jugar la falta del lado del analista tal vez pueda ser pensado tanto en el sentido del deseo como en el sentido del amor (5), si amar es dar lo que no se tiene y al amor lo pensamos articulado a la noción de semblante (6).

Recordé entonces la frase de Lacan: ¨sólo el amor permite al goce condescender al deseo¨(7).

Esta vez había funcionado. Harían falta muchas mas de estas intervenciones para que M. pudiera escuchar-se y pudiera entonces aparecer un sujeto implicado.
La pregunta por el amor entonces -y para abrir la discusión-, la retomo en estos términos: si el amor está del lado del analizante en la transferencia, como nos lo enseñara Freud…¿qué (si es posible llamarlo de este modo) del amor del analista?.
Y si se me permite esta expresión…¿Qué lo diferencia de aquello que llamé ¨el amor neurótico¨?. Si el amor neurótico es dar lo que se tiene ¿será que dar lo que no se tiene se podrá ubicar del lado analista?. Pero si así fuera ¿será válido ubicarlo en el registro del amor? Y ¿qué quiere decir esto? ¿es lícito hablar del amor del lado del analista si lo que Lacan ubicó de ese lado es mas bien el deseo del analista?. Y si tomamos el deseo del analista como función rectora en el análisis, ¿qué articulación si tiene alguna, tiene el deseo del analista con el amor?.¿Se tratará de anudamientos diferentes?.
Para indicar sólo una referencia que me guía en esta reflexión citaré a Lacan en el seminario de la ética:
¨Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al partenaire del amor, es eso que la más bella esposa del mundo no puede superar, esto es a saber: lo que él tiene. Y lo que él tiene es, como en el analizante, no otra cosa que su deseo, con la única excepción que éste es un deseo advertido.¨ (8).


NOTAS:
(1) Lacan Jaques. Seminario XXII. RSI. Clase 1 del 10 de diciembre de 1974
(2) ¨En primer lugar, un principio: el psicoanalista sólo se autoriza de sí mismo, Este principio está inscripto en los textos originales de la Escuela y decide acerca de su posición.
Lo que no excluye que la Escuela garantice que un analista resulta de su formación¨
Lacan J. Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. EFBA Ficha Número 7 Serie I. Hay otras versiones
(3) Habiendo escrito originalmente la siguiente fórmula: ¨amar es dar lo que se tiene a alguien que sí lo es¨, Eduardo Said me hizo notar que ese que ¨sí lo es¨ es en verdad el intento de que lo sea.
(4) En este punto recordé la siguiente cita de Lacan: ¨la transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos.
¿Que es entonces interpretar la transferencia? No otra cosa que llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto. Pero este engaño es útil, pues aunque falaz, vuelve a lanzar el proceso.¨ Lacan J. Escritos I. Intervención sobre la transferencia
(5) ¨¿por qué el movimiento del amor o del odio en sí estaría excluido, por qué descalificaría al analista en su función?
En este estadio, en esta forma de plantear la pregunta, no hay otra respuesta que ésta: en efecto, ¿por qué no? Mejor diría aún: cuanto mejor esté analizado, más posible será que esté francamente enamorado, o francamente en estado de aversión, de repulsión, sobre los modos más elementales de las relaciones de los cuerpos entre ellos, en relación a su partenaire. 
Sin embargo, si consideramos que lo que digo allí es un poco fuerte, en el sentido de que nos molesta, que no se acomoda, debe a pesar de todo haber algo fundado en esta exigencia de la apatía analítica, es que debe estar arraigada en otro lugar. (…) la fórmula precisa es: que si el analista realiza, a manera de la imagen popular, o aún mejor de la imagen deontológica que se hacía de la apatía es justamente en la medida en que está poseído por un deseo más fuerte que aquéllos de los cuales puede tratarse, a saber, llegar a los hechos con su paciente, tomarlo en sus brazos o tirarlo por la ventana.
Esto ocurre. Auguraría mal de alguien que nunca hubiera sentido eso, me atrevo a decirlo.¨
Lacan J. Seminario VIII. La Transferencia. Clase 13. 8 marzo 1961
(6) ¨El amor mismo, subrayé la vez pasada, se dirige al semblante¨ Lacan J. Seminario XX. Aún. Clase 8. El Saber y la Verdad. 20 de marzo 1973
(7) Lacan J. Seminario X. La Angustia. Clase 14. 13 marzo 1963
(8) Lacan J. Seminario7. La ética del psicoanálisis. Clase 22. 22 de junio de 1960.