Pasiones en la transferencia. José Zuberman.


(*) COLOQUIO DE VERANO de la Escuela Freudiana de Buenos Aires; 2007



La cuestión del psicoanálisis es el sujeto. Estamos convocados a hablar de las pasiones en la transferencia.


La pasiones son siempre del ser, no del sujeto. Resumiendo las nociones que son comunes a quienes se ocuparon del tema podemos decir que las pasiones existen, y siendo convenientes o no a los fines del sujeto son irresistibles, existen más allá de la voluntad y de la razón, borrando los límites del sujeto, que queda afectado por la pasión, es pasivo de ella. 



Al ser irresistibles, las pasiones pueden afectar en la transferencia tanto al analizante como al analista, y no tener el mismo efecto en los distintos tiempos de un análisis. 



En Aristóteles, pasión es la categoría que se opone a acción, y así pasión es afección, estado en que el ente es afectado por la acción.



La pasión es efecto de estar afectado o recibir un acto, en virtud del cual se lo llama paciente. Lacan siempre objetó, nunca quiso usar esa palabra en relación a quien llamó analizante porque él es el activo del análisis y no el objeto pasivo y paciente de la Medicina. 



En Aristóteles, la pasión no es moral porque a veces es conservación de lo que hay en potencia. En Cicerón la pasión es moralizada como lo que provoca conmoción o  perturbación del ánimo, algo opuesto a la razón (“demasiado apasionado”, “poco objetivo”). Los estoicos incitaban a liberar la pasión por la razón y devolver así al ánimo su libertad.



Para Spinoza las pasiones hacen que los hombres difieran y la razón que los hombres acuerden. Para Descartes la pasión difiere del pensamiento en tanto es emoción o percepción causada por el espíritu.
Para los filósofos citados, la pasión aparece como lo contrario a la razón, al pensamiento, en fin, al sujeto de la conciencia, y en general como algo que debe ser evitado. 



Para los analistas, ser y sujeto no se confunden. Y siendo su cuestión el sujeto, propongo discutir los lugares donde Freud y Lacan abordan la cuestión como modo de dar a conocer mi posición. Freud no plantea sino el abordaje psicoanalítico del inconciente y así dirá que “contra las pasiones nada se consigue con razonamientos por elocuentes que sean”(1). Analizaré en relación al analizante lo que Lacan nombra las tres pasiones del alma: “Sólo en la discusión del ser y no de lo real pueden inscribirse las tres pasiones fundamentales: amor, odio e ignorancia” (5)


1) Del lado analizante.

a) AMOR. 

En 1915, en “Obs. sobre el amor de transferencia”, Freud dice: “En un principio no parece ciertamente que el enamoramiento surgido en la transferencia  pueda procurarnos nada favorable a la cura”(2) para subrayar con mayor énfasis que “la reunión de ambas cosas (relación amorosa y cura) es algo monstruoso e imposible”(3).



El amor pasional de la transferencia erótica, lo refiere Freud a “los orígenes inconcientes” y a las fantasías eróticas infantiles. Así dirá que una enamorada sería más dócil, intentará ser amable, conquistar al médico haciendo el trabajo que él le propone, iría haciéndose querer. “En cambio, el amor de transferencia presenta quizás un grado menor de libertad que el amor corriente llamado normal; delata más claramente su dependencia del modelo infantil, se muestra menos dúctil y menos susceptible de modificación”(4).



En el amor de transferencia muestra el sujeto su condición de objeto y su demanda de amor. El ser queda del lado del objeto y el sujeto se reconoce en el acto de tomar la palabra. 



En el límite de la transferencia negativa erótica, Freud dirá: que fracasaremos en el intento de hacer palabra de estos sentimientos con “mujeres de pasiones elementales que no toleran subrrogado alguno, naturalezas prmitivas que no quieren aceptar lo psíquico por lo material”. Y dice que donde se aferran a su objeto, por  la “indomable necesidad de amor” nos ponen en la opción de ganarnos su hostilidad o corresponderlas. Por eso las pasiones elementales, esa pasión por ser objeto nos pone en el límite que se llama transferencia negativa erótica. El amor-pasión impedirá allí el relato, la  libre asociación.



Defino la serie objeto-ser-pasión con algunas citas de Lacan:
“Aprendan a distinguir el amor como pasión Imaginaria del don activo que él constituye en el plano Simbólico”(6).



“El deseo de ser amado, es el deseo de que el objeto amante sea tomado como tal, englutido, sojuzgado en la potencialidad absoluta de sí mismo como objeto. A quien aspira a ser amado muy poco le satisface –ya se sabe- ser amado por su bien. Su exigencia es ser amado hasta el punto en que puede alcanzar la completa subversión del sujeto en una particularidad y en lo que esa particularidad tiene de más opaco, de más impensable. Se quiere ser amado por todo, no sólo por su yo -como decía Descartes- sino por su color de cabello, por sus manías, por sus debilidades, por todo (7).



“Sin la palabra y en tanto ella afirma el ser, sólo hay Verliebtheit, fascinación I pero no amor, hay amor padecido, pero no don activo del amor” (8).  

Esta última cita de Lacan nos posibilita mantener vigente la diferencia f0reudiana entre enamoramiento y amor.

b) ODIO

Respecto del odio-pasión es bien conocida la posición de Freud respecto de la transferencia negativa hostil, que impide la continuación de la cura al negarse el analizante al relato. Lacan dirá: “Con el odio sucede lo mismo, existe una dimensión Imaginaria del odio pues la destrucción del otro es un polo de la estructura misma de la relación intersubjetiva. La dimensión Imaginaria está enmarcada por la relación Simbólica y en consecuencia, el odio no se satisface con la desaparición del adversario. En este sentido el odio como el amor es una carrera sin fin”  (9).



La sorpresa que me causaba que la muerte del marido ocurrida hace años no menguase en un ápice el odio que le profería esta paciente no es menor que la sorpresa que pueden causar la persistencia de ciertas transferencias hostiles que siempre tienen ocasión de mandar algún saludo hostil.



Si el paranoico fue llamado pasional es porque se ubica en el límite de esta hostilidad, en el límite en que no se puede reconocer dividido como sujeto que insiste con obstinado empaque en unificarse como objeto del Otro y así ocupar algún lugar para él. 



Cuando Freud iguala paranoia a narcisismo también habla de la imposibilidad de abordar a quien tiene esta imposilidad de reconocerse dividido y se unifica con su imagen en un objeto único para terminar pasionalmente ahogado como Narciso en el lago. 



Querer ser tomado como objeto del Otro habla de esa carencia de amor, de esa “indomable necesidad de amor” que le fue negada al sujeto por el Otro primordial. 



Si la negativa es del Padre, se hace más posible la escisión, el reconocerse en el problema. 
Cristo se entrega a la pasión como objeto; como sujeto habla y dice: “Padre,  no me abandone”.

c) INORANCIA

El límite de la pasión y de la ignorancia está dado por ese no querer saber que se manifiesta en la Reacción Terapéutica Negativa (RTN).



Recordarán la decripción freudiana: cuando por la interpretación y la conducción del análisis cabría esperar una mejoría, se encuentra un agravamiento del sufrimiento y la  sintomatología. Freud lo refiere al sentimiento inconciente de culpa de estructuras masoquistas. 



Aquí también el sujeto no acepta su división y se presenta unificado en su condición de objeto, siendo eso a lo que no puede renunciar ser. Reniega de su condición de sujeto y se presenta gozando de ser ese objeto. 



Lacan llama a la RTN en el SVII “maldición del Otro asumida, consentida” (10) como propia. Mal-dito debo ser, mal-dito seré, negándose a decir su palabra.

En el pasaje al acto tambien el sujeto se unifica como ese objeto que necesita dejar caer y cae identificado a ese objeto. El suicidio es el ejemplo paradigmático, pero caben tantos otros que exceden esta intervención.
2) Del lado del analista, ¿dónde se manifiesta la pasión?

Convocado al lugar de objeto del fantasma en la transferencia, el analista también se puede identificar a él; entonces, sin clivarse, aparece unificado como ese objeto, sin poder semblantearlo. En tal caso, la cura se detiene. 



También el analista queda identificado al objeto cuando no puede caer de su lugar en el momento en que la transferencia lo convoca a esa caída del Sujeto supuesto Saber. Encarna, entonces en su no caída al Padre que no cae, equiparable a lo que Freud describe como resistencia del Superyó.



Un analista que se identifica al objeto causa, será el que cree que la eficacia de la cura es SU eficacia, que todo avance en la cura es gracias a él. Si es cierto que la cura no avanza sin conducción analítica, eso no es atribuirle a las virtudes de quien ocupa el lugar sino a su correcta ubicación en el dispositivo, mérito que sí se puede atribuir un analista.



En el texto freudiano la pasión del analista en la transferencia se manifiesta como furor, sanandis, ante la cual Freud insiste que el analista se atenga a su lugar en el dispositivo, al deseo del analista, y que no obre desde su voluntad yoica sino que proceda según técnica como el cirujano. 



Esta referencia no es a lo médico, sino a que el corte no se hace en cualquier lado sino dónde y cuándo el discurso lo solicita. Vale tanto como la metáfora del buen cocinero de Lacan  que corta el pollo donde conviene con un simple movimiento de dedos, mientras un inepto lo destroza a cuchillazos en cualquier parte.

3) Si las discusiones sobre el final del análisis importan a los efectos, es porque el pasaje al acto, que siempre excede al sujeto puede devenir pasaje al acto esclarecido sólo porque hay dónde decir de él. El acto excede al actor que no es su dueño, en tanto lo excede, y el pasaje al acto será esclarecido porque él puede pedir la palabra en el dispositivo de pase, lugar en que se enhebran final de análisis y pase, y no hay uno sin el otro.


En el final del análisis, algo semejante a la pasión se reconoce en el “soy eso” a que indefectiblemente se arriba. Pero no hay tal unificación como objeto cuando uno se reconoce siendo “eso” en el límite para seguir tomando la palabra. En todo caso quien allí cae es el analista, no por la decisión de la conciencia del analizante, sino por la eficacia del discurso que se produjo. 



“Si lo que del saber deja siempre un residuo de algún modo constituyente de su estatuto, la primera cuestión que se plantea es a propósito del partenaire, del que allí es, no digo ayuda sino instrumento para que se opere algo que es la tarea psicoanalizante al término de la cual el sujeto, está advertido de su división constitutiva, después de la cual para él algo se abre que no se puede llamar de otro modo, que pasaje al acto, digamos esclarecido, es justamente, por saber que en todo acto hay algo que como sujeto se le escapa, que vendrá a ser incidencia  y que al término de este acto, la realización es, por el  momento, vedada por lo que hay del acto a cumplir como su propia realización” (11).



Quizás en este senido dirá Hegel: “Nada grande se ha logrado sin pasión. Si llamamos pasión al interés en el cual la individualidad se entrega con olvido de los demás intereses múltiples que tenga y pueda tener, se fija en objeto con todas la fuerzas de su voluntad, concentrando en este fin todos sus apetitos y energías, debemos decir que nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión” (12).



Esta cita nos viene bien para no moralizar la pasión como negativa. Es negativa sólo cuando la unificación del ser como objeto es tal que no hay lugar para el sujeto. Cuando el sujeto puede leer el “soy eso” se produce un clivaje entre sujeto y objeto que le permite el entusiasmo por sostener el lugar que le concierne. Cuando la pasión se puede anudar al discurso, cuando se reconoce el citado clivaje, propongo llamarla entusiasmo. El  entusiasmo no anula la pasión que es irresistible; hay entusiasmo cuando la pasión se puede instalar en el lazo social que llamamos discurso (13). 



Bibliografía

 1- S.Freud. “Observaciones sobre el amor de transferencia”. T II, p. 312. 1915. O.C. Biblioteca Nueva, Madrid, 1948. Trad. López Ballesteros.
 2- Ibidem. T II, p. 351
 3- Ibidem. T II, p.354
 4- Ibidem. T II, p.355
 5- Lacan J. Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. P. 394. Paidós. Bs. As, 1981.
 6- Ibidem. P. 401.
 7- Ibidem, p. 402
8- Ibidem, p.403
9- Ibidem, p. 403
10- Lacan J. Seminario VII. La ética del psicoanálisis. Pág. 372. Paidós. 1988.
11- Lacan J. Seminario XV del Acto Analítico. Inédito. Clase del 13-3-68. Biblioteca EFBA.
 12- Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía. Editorial Ariel S.A. Barcelona, 1994.
 13- Lacan, J. Nota al grupo italiano de 1974: “Desde ese momento, saber es un desperdicio. Es lo que del análisis ha debido, al menos, hacerle sentir. Así ello no le lleva al entusiasmo, bien puede haber habido análisis, pero analista ni por asomo”.